María Laura Mazzoni, Mandato divino, poder terrenal. Administración y gobierno en la diócesis de Córdoba del Tucumán (1778-1836), Prohistoria Ediciones, Rosario, 2019, 204 pp.

 

Por  Leonel Rojas Sclafani

Universidad Nacional de Rosario

Rosario, Santa Fe

Argentina

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 12, N° 24, pp. 175-177

Julio- Diciembre de 2019

ISSN 1853-7723

 

 

Dos centenares de páginas, siete capítulos, seis repositorios documentales, ocho fuentes impresas, una bibliografía amplia y diversa, una diócesis, cuatro obispos, una hipótesis central y otras tantas subsidiarias. Mandato divino, poder terrenal, el reciente libro de María Laura Mazzoni, no sólo brinda elementos para comprender el gobierno y la administración de la diócesis de Córdoba entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, sino que pone en cuestión el abordaje de las gestiones episcopales hecho por la historiografía argentina y constituye un aporte significativo para analizar las formas que tomó el ejercicio de gobierno en el período tardocolonial y temprano-independiente. Mazzoni toma distancia de aquellos trabajos que se concentraron en el accionar del clero secular. Para la autora, la máxima jerarquía eclesiástica no obtuvo la misma atención por parte de la historiografía. De allí se desprende la hipótesis central del libro: “en el obispado cordobés los obispos dotaron de un equipamiento político del territorio y de legitimidad al control social de la feligresía y se constituyeron en un aliado de las autoridades seculares” (p. 31). De esta manera, invita a pensar al episcopado no sólo como autoridad diocesana sino en tanto actor político. En el espacio eclesiástico cordobés, sostiene Mazzoni, la figura episcopal era la autoridad de la diócesis y moldeaba los destinos de la Iglesia a través de distintas herramientas pastorales. Asimismo, los obispos no rompían con la lógica local sino que “se fundían en ella imprimiéndole su impronta” (p. 14). Las autoridades eclesiásticas, ungidas por mandato divino y desde una posición de poder, detentaron un capital simbólico, político, social y cultural que las ubicaba en un lugar central dentro de su jurisdicción.

La obra se divide en dos partes. La primera, compuesta por tres capítulos, aborda los aspectos del episcopado que son constitutivos de la administración diocesana y provee los insumos necesarios para el abordaje de la segunda, compuesta por cuatro capítulos, donde se analizan las trayectorias personales y los actos de gobierno de cuatro obispos de Córdoba entre 1778 y 1836. En el Capítulo I, Mazzoni ofrece un análisis de cómo eran presentados y postulados los candidatos para acceder a una mitra. Allí la autora hace hincapié en que hacia el siglo XVIII los candidatos que provenían del clero secular eran mejor considerados y que en todos los casos la experiencia de gobierno previa era valorada. Además, luego de un análisis del cabildo catedral y de la función del provisor, señala la necesidad de pensar la actuación de los obispos teniendo en cuenta el “co-gobierno” con la clerecía local. El Capítulo II explora la visita canónica en tanto instrumento de control por parte del prelado. La estrategia narrativa en este capítulo consiste en el análisis de dos casos, los de los obispos Moscoso y Orellana, para dar cuenta de cómo la visita canalizaba un control social que la autoridad eclesiástica procuraba en su territorio y se erigía en un sendero para la transferencia de prácticas de religiosidad. No obstante, Mazzoni advierte también una “distancia entre lo normado y la práctica” (p. 77). El Capítulo III aborda tanto el marco normativo mediado por la prerrogativa del Patronato Regio, que regulaba las atribuciones y jurisdicción episcopal, como la audiencia episcopal en tanto tribunal de justicia, así como la tarea del obispo en tanto juez. Dos afirmaciones se destacan en este capítulo: primero, que la conformación del territorio cordobés también se alimentaba de la contención y acción unificadora ese tejido normativo; y, segundo, que la impartición de justicia por parte de los tribunales eclesiásticos excedía los fueros de este foro y actuaba en especial en causas matrimoniales.

La segunda parte del libro analiza los mandatos de los obispos Josep Antonio de San Alberto, Mariano Moscoso, Rodrigo de Orellana y Benito Lascano “en tanto agentes eclesiásticos y políticos” (p. 35). Mazzoni elige la biografía como aproximación metodológica para ver de qué forma esas agencias amalgamaron un territorio. Los capítulos sobre los obispos analizan su formación, origen e influencias, y la trama de sus redes sociales dentro de la diócesis, para luego dar paso a las medidas de gobierno que implementaron. Las cuatro trayectorias analizadas por Mazzoni demuestran el papel central de la administración diocesana en la configuración política y social del territorio de la diócesis cordobesa. Los cuadros y mapas de elaboración propia, el corpus bibliográfico completo, trasnacional y actualizado, las fuentes “dispersas y diversas” (p. 20) -cada una de ellas trabajadas en detalle y cotejadas con los distintos contextos- robustecen de esta manera la hipótesis central.