María Victoria
Baratta, La guerra del Paraguay y la construcción de la identidad nacional.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, SB, 2019, 202 pp.
ISSN 1853-7723
Hasta hace no muchos años La Guerra de la Triple
Alianza constituía, muy probablemente, el mayor punto ciego de la
historiografía argentina moderna. Disonante con la mayoría de los tópicos
preferidos por los historiadores especializados en la segunda mitad del XIX y
portadora de una carga emocional aún demasiado fuerte en la región, resultaba
un tema incómodo que los proyectos de investigación evitaban cautelosamente.
Tal es así que, en los programas de historia universitarios, los docentes
estaban condenados o bien a obviar llanamente el tema, o a recurrir a viejas
historias revisionistas, más preocupadas por demostrar las culpas de los
agentes británicos y sus esbirros locales que a explorar en toda su magnitud un
fenómeno de un impacto social y político enorme. Esta situación comenzó a
revertirse en los años 2000, con la aparición de una serie de estudios de corte
narrativo pero muy ambiciosos, como los de Thomas Whigham y Francisco
Doratioto, que dieron inicio a la conformación de lo que Liliana Brezzo
denomina “Nueva historiografía sobre la guerra de la Triple Alianza”. La
novedad es que esta nueva historiografía empieza ya a nutrirse del fruto de
tesis de doctorado específicamente dedicadas a la guerra, con lo que la
narrativa va dejando lugar a análisis problemáticos cada vez más densos. El
libro de María Victoria Baratta, que reseñamos, constituye uno de los mejores
ejemplos de esta camada renovadora.
La pregunta principal de Baratta reside en el rol
jugado por la guerra en la configuración de una identidad nacional argentina.
Esta pregunta es muy relevante, porque la historiografía internacional ha
demostrado con creces la potencialidad de los grandes conflictos bélicos para
generar una cohesión social, cultural y política entre grupos y facciones que
difícilmente se hubieran amalgamado sin ellos. En palabras de la autora, “Hacer
la guerra es una forma de hacer el estado y los estados hacen sus naciones”. Lo
interesante es que en este libro no sólo se analiza la manera en que la
participación en la Guerra del Paraguay permitió configurar un “nosotros”
argentino a partir de elementos comunes superadores de las identidades
provinciales o facciosas, sino que se explora la forma en que la contienda
permitió también redefinir a los “otros” (paraguayos, brasileños y orientales)
con respecto a los cuales la identidad argentina se recortaría por oposición.
Dando incluso un paso más allá, se estudia la forma en que la conformación de
las identidades nacionales de los vecinos de la región, tanto respecto de sí
mismos como de la Argentina, influyó, en un juego de espejos y reacciones
mutuas, en la auto-representación de cada uno. Baratta teje así un entramado
complejo, pero inteligible, de procesos identitarios en disputa que resultaron
fundamentales para lo que sería el escenario sudamericano de la posguerra.
Respecto del trabajo de tesis que le sirvió de
base, este libro demuestra un desarrollo sustantivo, que incrementa
considerablemente el impacto del aporte historiográfico. En la versión
preliminar, las indagaciones sobre la identidad nacional se acotaban mayormente
a las elites letradas y sus manifestaciones en la prensa y la correspondencia.
En su forma actual, en cambio, el análisis se esfuerza en ir más allá del
ámbito discursivo, incursionando por ejemplo con mucho provecho en las
experiencias de guerra de los militares y las condiciones de vida en el frente,
que tuvieron otro tipo de influencias en la configuración identitaria nacional.
En el mismo sentido, el espectro de estudio se ha ampliado a valiosos registros
populares que permiten salir del mundillo de las elites y alcanzar una
representatividad mucho más amplia, sobre todo en los rangos de los opositores
a la guerra y las montoneras que transformaron a la contienda en una guerra
civil. El resultado de estos desarrollos es una mirada más abarcadora, matizada
y diversa del conflicto, lo que se traduce en lo convincente de la
argumentación.
Merecen un párrafo aparte las secciones dedicadas a
la visión de Gran Bretaña como “aliada oculta” y deus ex machina de todo el
conflicto, ya que realizan tal vez el aporte más relevante para la opinión
pública y el debate actuales. Por la forma en que desarman mitos nacionalistas
y arraigadas teorías conspirativas, permitiendo recalibrar de manera realista
las responsabilidades que le cupieron a los distintos actores del desastre,
serían muy aptas para ser abordadas en instancias de divulgación y comunicación
de la ciencia. En este punto, como también en el de los “dilemas morales” que
plantea el estudio de esta guerra, el libro de Baratta realiza una contribución
nada banal a la historiografía al desbrozar el camino para que los nuevos
investigadores y doctorantes no deban seguir lidiando una y otra vez con los
mismos prejuicios y resquemores.