Sandra Gayol, Una pérdida eterna. La muerte de Eva Perón y la creación de una comunidad emocional peronista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2023, 336 pp.
Por Milagros Villar
Universidad Nacional de Quilmes
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
Quilmes, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 17, N° 33, pp. 198-200
Enero- Junio de 2024
ISSN 1853-7723
El último libro de Sandra Gayol pone el foco en un aspecto poco explorado en la historiografía peronista: la muerte de Eva Perón. Persiguiendo tres fuertes hipótesis, transita los sentidos y emociones que la muerte de la líder peronista disparó y fortaleció en la sociedad argentina. En primer lugar, Gayol muestra cómo esta muerte consolidó una “comunidad emocional peronista”, una forma de sentir y afectarse peronista. Si bien venía desarrollándose, la muerte de Eva termina de sellar los lazos afectivos entre peronistas, hacía sus líderes y sus ideas políticas. En segundo lugar, busca mostrar cómo a partir de la legitimación de narrativas públicas sobre el dolor popular, se construye la idea de “sensibilidad peronista” o un “peronismo sensible”. En tercer lugar, despliega las dimensiones emocionales y afectivas de las narrativas de la oposición. En estas se construyen relatos marcados por la humillación, la ira y el agobio de ser excluidos de la feliz comunidad peronista, a la que denuncian de “contaminación emocional”. A lo largo del libro se vuelve inescindible el relato afectivo oficial, de las respuestas de la oposición, en las que se reconfiguran los sentidos de las representaciones peronistas como abyectas.
El libro atraviesa diferentes momentos del duelo por Eva: desde la agonía de su enfermedad como momento en que se consolida la comunidad del dolor peronista, hasta una crónica detallada de los diferentes espacios, objetos y afectos del funeral de Eva. También se dedica a las cartas, tarjetas y telegramas de pésame que eran enviados al gobierno y que permiten un acercamiento a las palabras propias del pueblo en el duelo público. Y por último focaliza el análisis en las recepciones y rescrituras opositoras sobre las dimensiones afectivas del peronismo en este tiempo extraordinario. Se destaca que los variados formatos de sus fuentes (textos periodísticos, discursos políticos, fotografías, audiovisuales y cartas) le permiten acercarse a diferentes lenguajes que utilizan palabras, gestos, tonos y atmósferas que expresan emociones.
Gayol reconoce la herencia de la pregunta por las emociones en los estudios sobre el peronismo y la cultura que hicieron Daniel James, Mathew Karush y Omar Acha. Recupera de estos la pregunta por la formación de significados sociales heréticos del peronismo. Donde James planteaba que sus discursos desafiaban jerarquías y símbolos de autoridades tradicionales, Gayol suma que pueden verse dimensiones heréticas en la legitimación de nuevos lenguajes y disposiciones afectivas. La enunciación y politización del dolor popular por parte de Eva, quien se empodera de este, legitima y delimita qué dolores son auténticos. La martirización de Eva en su enfermedad, anuda su dolor físico y el del pueblo con la dimensión sacrificial: da su vida por amor al pueblo y ahora ellos en su dolor deben sacrificarse por el proyecto peronista de felicidad colectiva. El amor, el dolor y el sacrificio se vuelven condición para la felicidad de esta comunidad emocional que se diferencia por su posibilidad de empatizar, por poder dolerse por otros.
Y si se me permite, hay una hipótesis no explicitada pero rastreable que alude a la importancia de la dimensión de género para comprender la potencia herética (o para los opositores abyecta) de la emocionalidad peronista. Las denuncias de feminización de muchos sentires políticos peronistas, y su correspondiente ataque a la virilidad nacional por parte de opositores (y también de algunos peronistas), marcan un recorrido de ira y tedio opositor, y también de miedo a la “corrupción emocional”. El despliegue de esta hipótesis puede verificarse en la figura de las “lágrimas”. En los capítulos dedicados al funeral de Eva, se presentan los llantos de los asistentes al velorio como legítimas (y obligadas) expresiones del dolor popular y de su fidelidad hacia Eva y el peronismo. Como las lágrimas se vinculan a la naturaleza femenina, los discursos oficiales construyeron un relato del llanto viril: por Eva lloran todos. Así desafían “la economía de los signos corporales y de los gestos en que debía expresarse públicamente el dolor.” (p. 179). En contraposición, los discursos opositores utilizan la figura de las “lloronas traídas de los barrios” como imágenes del feminizado exceso emocional, también nombrado como “carnaval necrológico” o “drama ficticio”, en los que Eva misma es construida como una mujer histérica que llora y grita sin motivo o con la intención de manipular.
En definitiva, Una pérdida eterna propone que la muerte de Eva terminó de modelar una comunidad emocional, en la que se legitimaron formas de sentir peronistas, y a su vez, se radicalizaron los discursos opositores de quienes también configuraron su identidad emocional al narrar con sus propios sentimientos la ideología oficial.