Nicolás Dip, Movimientos estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro. Buenos Aires: CLACSO/IEC-CONADU, 2023, 83 pp.
Por Constanza Pavez Montenegro
The University of Auckland
School of Cultures, Languages and Linguistics,
Auckland, Nueva Zelanda
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 17, N° 33, pp. 186-188
Enero- Junio de 2024
ISSN 1853-7723
No cabe duda de que la acción colectiva y los movimientos estudiantes han sido determinantes en los últimos dos siglos de la historia latinoamericana. En efecto, las movilizaciones estudiantiles, como la denominada Reforma de Córdoba, la ola revolucionaria en torno a 1968, así como los activismos estudiantiles reaparecidos desde 2010, son ejemplo claro de la capacidad movilizadora de este grupo social. Considerando estos antecedentes históricos, Nicolás Dip se pregunta en esta obra por su influencia y repercusión. Asimismo, se interroga sobre si actualmente es posible señalar la presencia de movimientos estudiantiles o en cambio estaríamos frente a la emergencia de un nuevo tipo de acción colectiva.
Para reflexionar al respecto, Dip organiza este libro de bolsillo en torno a seis capítulos en los cuales da a conocer “un panorama de los movimientos estudiantiles latinoamericanos desde la Reforma Universitaria de 1918 hasta las experiencias feministas contemporáneas”. Los dos primeros capítulos refieren a definiciones y conceptualizaciones acerca de los movimientos sociales y su importancia. Respecto de su definición, el autor señala la dificultad en delimitar sus características, considerando la diferente naturaleza que han tenido a lo largo de la historia, ya sea por lo amplio de sus reivindicaciones, las que han impugnado tanto a la institucionalidad universitaria como al estado en su conjunto; así como por la composición del estudiantado movilizado. En este sentido, la propuesta del autor es comprender al movimiento estudiantil como un actor contingente, que de acuerdo con el contexto frente o dentro del cual se expresa y manifiesta, adquiere formas y maneras distintas. Con relación a la importancia de los movimientos estudiantiles, señala que han existido discusiones expresadas principalmente en dos vertientes. La primera, minimiza la influencia y el impacto que el accionar de los estudiantes ha tenido en el devenir histórico, político y social latinoamericano. La segunda plantea la existencia de una corriente que sobreestima y maximiza sus características y sus impactos.
El capítulo tres del libro analiza la influencia de la Reforma de Córdoba. En él, Dip se refiere al Primer Congreso de Estudiantes Americanos de 1908, el cual habría sentado las bases de los planteamientos que después fueron parte del Manifiesto Liminar de esta corriente reformista en 1918. Este periodo representó un hito en la historia del movimiento estudiantil latinoamericano, debido al carácter vanguardista de sus reivindicaciones.
El autor señala la relevancia del “68 latinoamericano” en el capítulo cuatro, entendiendo que este periodo sintetizó prácticamente una década de movilizaciones de orden mundial, que sin duda marcó a esta generación, la cual, además de exigir mayor participación al interior de las casas de estudio, buscó ser parte de las transformaciones sociales que tenían lugar en diferentes partes del mundo y con especial intensidad en América Latina.
En el capítulo siguiente, el autor analiza la potencia política actual de los movimientos estudiantiles. Indaga su incidencia en la década de 1980, principalmente como actores opositores a los gobiernos autoritarios que exigían mayor democracia. También explora su desempeño a nivel político-gubernamental y dentro de las instituciones universitarias. El autor muestra también que durante las décadas de 1990 y 2000 los estudiantes enarbolaron sus banderas en contra de las políticas neoliberales que afectaban los sistemas educativos latinoamericanos, y señala que tras el año 2000 se desarrollaron movilizaciones en diferentes países del continente, que pueden entenderse como la emergencia de una nueva generación, que supera las problemáticas anteriores y que busca incidir en las políticas de sus países.
El último capítulo aborda los lugares comunes en la historia y el presente de los activismos estudiantiles. Sostiene que, en muchos casos, las narrativas no permiten observar la participación y el protagonismo que las mujeres han tenido en ellos. Señala, además, que los estudios se han enfocado principalmente en los movimientos de corte izquierdista, invisibilizando las luchas estudiantiles de derecha. Adicionalmente, se producido un sesgo geográfico, que llevó a privilegiar el estudio de ciertas regiones o instituciones por sobre otras.
En síntesis, el libro resulta en una interesante “puerta de entrada” para la revisión sociohistórica de las movilizaciones estudiantiles latinoamericanas, y formula interrogantes que nutren el análisis de estos movimientos desde nuevos enfoques.