Marcela V. Tejerina. La casta antes de la “la Casta”. La política y los políticos en los comienzos de la historia argentina (1810-1832). Rosario: Prohistoria Ediciones, 2023, 168 pp.

Por Ariel Ojeda

Centro de Historia Intelectual,

Universidad Nacional de Quilmes,

Bernal, República Argentina

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 17, N° 33, pp. 183-185

Enero- Junio de 2024

ISSN 1853-7723

 

 

La producción académica en los últimos años acerca de las denominadas “identidades políticas” ha iluminado la importancia de la dimensión política de las adhesiones colectivas y de los lazos sociales. En diálogo con ese campo, el trabajo de Tejerina ofrece examina la redefinición de las identidades y las prácticas políticas en la travesía, harto compleja, que llevó desde los acontecimientos revolucionarios de mayo de 1810 hasta la firma del llamado “Pacto Federal”.

La autora exhibe con claridad la lucha abierta por la crisis de la legitimidad imperial. La política revolucionaria rioplatense modificó, radicalmente, los marcos conocidos. Grupos, facciones, luchas interfamiliares se volvieron espacios de construcción de actores con una dedicación exclusiva a los asuntos de poder. En el transcurrir de la década de 1810, éstos ejecutaron una amplia gama de prácticas para la resolución de los conflictos. Destierro, deportación, extrañamiento, expatriación son algunos ejemplos con los cuales los sucesivos gobiernos revolucionarios buscaron resolver las desavenencias internas.

Tejerina analiza en profundidad la práctica de la expulsión territorial. Su fundamento estaba dentro de la cultura política revolucionaria. La virtud republicana resultaba un valor que corría a la par de la prevención de profesionalización de la labor de los representantes políticos que podría arrojar perjuicios materiales. Prevalecía entonces una desconfianza a crear una “casta” de políticos que utilizaran su cargo para beneficio propio y para acrecentar su fortuna personal. Esto era un claro síntoma de la escasez de actores formados y con vocación política, capaces de dar solución a las vicisitudes del momento.

A continuación, el texto relata los condicionamientos materiales que debieron sortear los diputados en las sucesivas asambleas constituyentes en el marco de los frustrados intentos de organización nacional durante la década de 1820. La autora pone en el centro de análisis los debates en torno a la profesionalización del político y los escenarios de luchas, no solo entre los distintos grupos políticos, sino también dentro del campo institucional sobre, por ejemplo, la cuestión de las dietas de los legisladores.

Tejerina afirma que el habitual concepto de que los diputados eran apoderados de los pueblos y atados a sus instituciones tornaba problemático el hecho de que eran los mismos pueblos quienes debían afrontar el pago por sus labores. Pero los estos, desde un principio, no podían afrontar el pago y además se negaban a crear un tesoro nacional. En este punto, la autora sintetiza tópicos trabajados anteriormente, como las obligaciones por parte del gobierno central de mantener a los diputados porque representaban a los intereses generales de la Nación, entendida como un conjunto de ciudadanos que conformaban la comunidad política, y la necesidad de contar con un Tesoro propio con el aporte de todos los pueblos.

Buenos Aires obtenía grandes dividendos por el control de las rentas aduaneras del puerto. Este mecanismo había sostenido los gastos de gobierno y guerra de los gobiernos revolucionarios. Desde 1820 los porteños valoraban de forma positiva desentenderse del resto de los territorios, entendiendo a las demás Provincias como comunidades políticas soberanas. En este punto, Tejerina pone el foco de análisis en la discusión acerca de los alcances de la soberanía.  La provincia era concebida como un espacio político autónomo que no se contradecía con la aspiración a construir una soberanía nacional. No obstante, la polémica se planteaba al momento de plantear las retribuciones económicas que debían percibir los diputados a los sucesivos congresos, tanto Constituyente como del Pacto federal. Las economías provinciales se mostraban exiguas como para mantener a sus propios diputados, dificultándoles hacerse cargo de los “gastos políticos”. Esto impidió la concreción de acuerdos mínimos.

En suma, este libro recupera la voz de los protagonistas y sus juicios sobre sus limitaciones simbólicas y materiales para estudiar las identidades políticas y con ellas acercarse a fenómenos recurrentes, pero también conceptualmente esquivos como el vocablo “Casta”, que era conocido en la época. El devenir de los sucesos políticos en el Rio de la Plata entre 1810 a 1832 llevó a utilizar esa categoría para referenciar al político como un personaje profesional atravesado por diversos desafíos, como los de crear y recrear relaciones políticas y soportes institucionales. La autora ilumina así las relaciones de poder que se fueron forjando en una compleja travesía de la construcción de un orden político en ese vasto espacio llamado Río de la Plata.