Ramón J. Cárcano y los “silenciosos” del noventa. Entre el ocaso del juarismo y el resplandor modernista

 

Enrique de Goycoechea

Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades

Universidad de Córdoba

Córdoba

Argentina

 

 

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 17, N° 34, pp. 3-29

Julio-Diciembre de 2024

ISSN 1853-7723

 

Fecha de recepción: 03/08/2024- Fecha de aceptación: 27/12/2024

Resumen

El artículo aborda un entramado vincular existente entre referentes cordobeses del Partido Autonomista Nacional y algunos notables porteños durante la década de 1890. El objetivo es visibilizar una red de solidaridades que permitió a tales dirigentes sortear la marginación política acaecida a partir de la caída de Miguel Juárez Celman de la presidencia y la posterior derrota del Partido Modernista. Con este fin se analiza principalmente la correspondencia privada intercambiada entre ellos.  

 

Palabras Clave

Ramón Cárcano - Juarismo - Partido ModernistaLiderazgo político –Capital social

 

Ramón J. Cárcano and the "Silent" Ones of the Nineties: Between the Decline of Juarism and the Radiance of Modernism

 

Abstract

The article explores the interconnected relationships between Cordoban leaders of the National Autonomist Party and influential citizens in Buenos Aires during the 1890s. Its aim is to make underscore a network of solidarity that empowered these leaders to navigate political marginalization following Miguel Juárez Celman´s presidency and the subsequent defeat of the Modernist Party. The analysis primarily centers on the private correspondence exchanged among these individuals.

 

Keywords

Ramón Cárcano - Juarismo Modernist Party - Political leadership - Social capital

 

Ramón J. Cárcano y los “silenciosos” del noventa- Entre el ocaso del juarismo y el resplandor modernista

 

Introducción

En la década de 1880, los destinos políticos de la Argentina estuvieron principalmente orientados desde el Partido Autonomista Nacional (PAN). No obstante, durante las presidencias del período, la de Julio Argentino Roca (1880-1886) y la de Miguel Juárez Celman (1886-1890), las dos ligas que dominaron los escenarios políticos, el roquismo y el juarismo, constituyeron fuerzas diferenciadas respecto al ejercicio del poder. En efecto, como indicara Paula Alonso (2010) el estilo de liderazgo de Roca, caracterizado por su injerencia en la resolución de conflictos locales, contrastaba fuertemente con la autonomía política que Juárez Celman otorgaba a las dirigencias leales a su figura. Empero, una aguda crisis económica y política desembocó en la revuelta armada conocida como Revolución del Parque que, aún derrotada, provocó la renuncia del presidente en agosto de 1890 y el desplazamiento, con algunas excepciones, de dirigentes comprometidos con el intento de desarticular la influencia de Roca en el partido.

En tal sentido, mediante el análisis de la correspondencia de Ramón J. Cárcano (referente cordobés del PAN) y de sus aliados políticos más cercanos, concentrada en el tramo inicial y final de la década de 1890,[1] pretendo aproximarme a una red de solidaridades existente por fuera de la arena política, pero constituida a partir de la liga Juarista. Los objetivos de este trabajo son, por un lado, revisar la dinámica relacional de dichos dirigentes con posterioridad a la renuncia de Miguel Juárez Celman de la presidencia. Por otro, alumbrar una serie de reflexiones en torno al futuro del sistema político del periodo. Así entonces, aunque el PAN experimentó un proceso más amplio de fragmentación y realineamientos de sus agrupaciones y facciones[2] , he decidido privilegiar el estudio de las vinculaciones de Cárcano porque permiten explorar prácticas y estrategias entorno a actores que no retuvieron un capital político significativo.

A continuación, expondré una breve caracterización del escenario político posterior a la Revolución del Parque y de la situación de Cárcano en él. En un segundo apartado, abordaré las relaciones desarrolladas entre los dirigentes en cuestión: Cárcano, Manuel Espinosa, José Figueroa Alcorta, Cornelio Moyano Gacitúa, Roque Sáenz Peña, Pablo Rueda. Por último, en un tercer apartado, analizaré la lectura que Cárcano realizara del escenario político nacional configurado a partir de la derrota del Partido Modernista en abril de 1892. El artículo concluye que es posible observar en el intercambio epistolar analizado, la solidez y extensa vigencia temporal de vinculaciones que posibilitaron, más tarde, la constitución de alianzas en pos del desmantelamiento de la influencia de Roca en la política argentina. Además, exhibe una lúcida interpretación, por parte de uno de sus referentes, del posicionamiento de los principales actores del periodo de cara al futuro de la República.

Breve resplandor de una alternativa frustrada

Ramón Cárcano resultó muy afectado por la caída de Juárez Celman, ya que había logrado constituirse en uno de sus principales aliados. Incluso, no pocos dirigentes llegaron a considerarlo su natural sucesor. Había ocupado influyentes posiciones dentro del ejecutivo local, tales como secretario de la gobernación o Jefe de Ministros. En 1887 fue designado director general de la Oficina de Correos y Telégrafos[3], un cargo estratégico dentro de la dinámica del régimen oligárquico, y desde el que estimuló una serie de levantamientos armados con el fin de ungir a Juárez Celman como “jefe único” del PAN. Al mismo tiempo que articuló su candidatura a la presidencia con serias chances de prosperar, ya que para las dirigencias provinciales Cárcano significaba la continuidad de su autonomía política (Alonso, 2010).

Además de ocupar ámbitos claves, Cárcano demostró una excepcional habilidad para tejer relaciones con referentes de la política, la cultura y la sociabilidad porteña, tales como Paul Groussac y Roque Sáenz Peña, y con dirigentes provinciales con quienes compartía vínculos amistosos desde temprana edad, consolidados en las aulas del Colegio Montserrat y la Universidad de Córdoba. A este respecto, uno de los aspectos más destacables de su trama relacional es que, aun cuando la mayoría de sus integrantes sufrió las consecuencias políticas del virulento final del juarismo, como aconteció con José del Viso, Pablo Rueda (h.), Manuel Espinosa[4], entre otros, siempre mantuvieron sólidas y duraderas vinculaciones con él. Efectivamente, según Ezequiel Gallo (2013) los cuatro años de gobierno de Juárez Celman “habían generado lealtades y enemistades que reaparecieron gradualmente una vez superada la confusión producida por los sucesos de julio de 1890” (p. 101).

Poco tiempo después de la renuncia del presidente, tomó forma una alternativa política que evidenció el arraigo del juarismo entre algunas dirigencias locales: el Modernismo. Proponiendo a Roque Sáenz Peña como candidato presidencial para las elecciones de 1892, el partido recogía las banderas de autonomía política y económica que Juárez Celman desplegara desde el Ejecutivo Nacional. En efecto, los modernistas proponían que los candidatos a presidente y vicepresidente fueran designados mediante una convención de notables[5] con representación provincial. Así, aspiraban a lograr “la construcción de fuertes partidos provinciales como base de su soberanía política, tanto para protegerse de los intentos de intromisión del poder ejecutivo nacional como para tomar las riendas de la sucesión presidencial” (Alonso, 2015: 214). En otras palabras, continuando con Alonso (2010), “esgrimían un modelo de decisión desde las provincias” (p. 360), bloqueando la posibilidad de imponer unipersonalmente a un candidato oficial.

Tales propuestas seducían a las dirigencias de las provincias con mayor número de electores como Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, y Córdoba[6], lo que hizo que “las posibilidades del Modernismo crecieran hasta convertirse en una fuerza invencible”[7] (Alonso, 2010:289). Esto constituyó una seria amenaza para las candidaturas de Roca y Bartolomé Mitre (Míguez, 2012). Entonces, mediante una audaz maniobra, ofrecieron a Luis Sáenz Peña, padre del candidato modernista, la titularidad del Ejecutivo Federal.

Ahora bien, no es tarea sencilla hallar información que permita reconstruir los entramados relacionales que orientan y condicionan las prácticas políticas, económicas y/o sociales de un grupo de dirigentes[8]. Mucho más en el caso de Cárcano que, frente a la coyuntura abierta a partir de la caída de Juárez Celman, optó por una especie de “insilio político” que se prolongó hasta 1905, luego de la ruptura entre Carlos Pellegrini y Roca. En este año, junto a su antiguo amigo José del Viso, impulsaron el pellegrinismo en Córdoba. Por otra parte, similar situación vivió Roque Sáenz Peña que, luego del desenlace de la lucha presidencial, se alejó de la vida pública hasta el inicio del próximo siglo. Según sus propias reflexiones, la política había “concluido por ser cuestión de higiene, le he tomado una repulsión invencible. Convencido como estoy de la ruta irreparable que Roca le ha trazado a nuestro país”[9]. Tomar distancia de la vida pública, no impidió que tanto Sáenz Peña como Cárcano mantuvieran abiertos diversos canales de comunicación entre ellos, y con otros dirigentes durante la década de 1890. Si bien Cárcano se dedicó a acrecentar su patrimonio familiar desde su estancia, se mantuvo muy expectante de la designación de los candidatos presidenciales y de la lucha por la gobernación de Córdoba posterior a la renuncia de Juárez Celman. Y aun desde Europa, viaje que realizó entre 1891 y 1893 a fin de interponer una prudencial distancia con Roca[10], no dejó de cruzar información y sugerencias, e, incluso, de operar políticamente. Asimismo, atento al capital intelectual que cimentara entre los círculos liberales locales, trabajó en una serie de publicaciones con las que pretendía defender su imagen pública, al tiempo que llevaba adelante un sugerente diagnóstico del futuro del roquismo y de las tensiones todavía irresueltas entre el poder central y las pretendidas autonomías provinciales.

Resistir en el “exilio” y perdurar en el “insilio”

En su autobiografía, Cárcano nunca aludió a su estadía en Europa como lo hizo en su correspondencia. Sus memorias, transmiten la experiencia de un culto dirigente[11], que aprovecha un impasse en su vida política para dedicarse a un raid de sibaritismo cultural. Por sus páginas dedicadas a este “duro” momento de su vida, recordando las palabras de su padre, discurren minuciosas descripciones de museos, teatros y bibliotecas. Asimismo, conferencias de prestigiosos intelectuales y sesiones parlamentarias a las que asistió, están descriptas con un detalle que no deja margen para otra versión. Supuestamente motivado por el grado de desarrollo que el progreso había alcanzado en el Viejo Continente, “En la mayor salud y la mayor placidez” (Cárcano, 1965 [1943]: 183), comenzaba a organizar sus apuntes para escribir “la historia de los caminos, comunicaciones y transportes de Argentina, como un exponente de la prosperidad y desenvolvimiento del país” (Cárcano, 1965 [1943]: 179).

Pero como evidencia su cotidiana correspondencia, con la Historia de los Medios de Comunicación y Transporte en la República Argentina (1893), intentó legitimar su gestión al frente de la Dirección de Correos y Telégrafos, puesto que la prensa, sobre todo La Nación, le dificultaba su “derecho a la defensa en las páginas de los principales diarios, al tiempo que me ataca”[12]. Situación que se agravó a partir de una campaña en Córdoba contra la venalidad y la corrupción del juarismo, y en la que, según Espinosa, acérrimo juarista e influyente terrateniente del sur cordobés, el gobernador Manuel Pizarro puso particular empeño, “alcanzándolo también a Ud…con motivo de aquel negocio de la Alta Córdoba”[13].

A causa de que la intencionalidad política de sus escritos no iba a pasar desapercibida, era necesario “contestar sin [bajesas] ni reproches”[14]. En otras palabras, debía elegir cuidadosamente qué decir y qué omitir, por lo que decidió frenar su publicación para que el prestigioso Paul Groussac lo revisara primero. Es que entre Cárcano y este intelectual existían notorios puentes relacionales, ya que, como Alonso (2010) refiere; “Groussac (por entonces director de la Biblioteca Nacional), fue una de las principales plumas que contorneó la imagen de Roque Sáenz Peña” (p. 312). Esto motivó que Cárcano decidiera acercarse a él, así como a “Juan Balestra, Estanislao Zeballos y Osvaldo Magnasco…otras de las figuras más significativas del juarismo recicladas en modernistas” (Alonso, 2010: 313). Precisamente, mediante estas respetadas figuras públicas Cárcano apelaba a la defensa de la suya propia. Es más, con Zeballos, ministro durante las presidencias de Juárez Celman y de Figueroa Alcorta, sostuvo una duradera relación producto de las editoriales que éste dirigía.

En lo que atañe a su vínculo con Groussac, sus primeros acercamientos se produjeron en Sud América, periódico en el que ambos participaron durante el segundo lustro de la década de 1880 y que, si bien se editaba en Buenos Aires, albergaba a otras plumas del juarismo local y nacional, en tanto era “redactado por Rufino V. Ortiz, Juan Balestra y Osvaldo Magnasco” (Sabato, 2012: 315). Entre sus colaboradores, contó con dirigentes e intelectuales de fuste, además de Groussac, tales como Sáenz Peña, quien luego sería su jefe de redacción, y Miguel Cané. Y aunque éste último se alejó del diario al iniciar la presidencia Juárez Celman, Cárcano sostuvo con Sáenz Peña una relación “mantenida con esmero…y de confianza mutua” (Cárcano, 1965 [1943]: 237-238), mientras que Groussac llegaría a ser un importante referente: “Es mi amigo este gran maestro y fue también mi juez” (de Vedia y Mitre, 1947: 57). En resumen, no es desconocido que la prensa funcionaba como espacio de reunión entre dirigentes, y en el caso de Sud América es claro que operó como uno de los ámbitos de encuentro entre algunos futuros miembros del Partido Modernista.

Cárcano era consciente de la relevancia que la literatura[15] y la prensa habían adquirido como herramientas políticas[16], por lo cual no cejó en la defensa de su gestión como funcionario juarista. Un ejemplo fue el conflicto suscitado con la Iglesia en los ochenta, defendiéndose mediante un estudio comparativo entre la libertad de enseñanza de las universidades alemanas y los “sistemas estáticos de la Universidad de Córdoba” (Cárcano, 1965 [1943]: 194-195). Editado en París en 1892, también surgió a través de los vínculos que conservaba, en esta oportunidad, con un destacado protagonista del espacio cordobés: Cornelio Moyano Gacitúa. Aunque esta publicación tampoco colmó sus expectativas[17], Cárcano continuó escribiendo mientras estuvo alejado de la vida pública. De hecho, hacia el término de los noventa, volvía a contactarse con Moyano Gacitúa para que le facilitara la Recopilación de Indias, a fin de estudiar la legislación colonial[18]. Si bien Moyano Gacitúa era más conocido por su devoción al catolicismo que por sus adhesiones políticas, desde su paso por el Colegio Montserrat había logrado perdurables contactos con destacados juaristas como del Viso y Figueroa Alcorta, además de Cárcano. Precisamente, años después y a instancias de Figueroa Alcorta[19], por entonces vicepresidente de la nación, Moyano Gacitúa era designado presidente de la Corte Suprema de Justicia, acontecimiento muy significativo para el retorno de Cárcano a la arena política.

Pese a las dificultades de rastrear los vínculos de Cárcano luego de la caída de Juárez Celman, es posible encontrar indicios de sus relaciones políticas, empresariales y/o amistosas, que permiten inferir el alcance de una trama vincular clave para su supervivencia. En tal sentido, sobresalen cruces epistolares que visibilizan en primer lugar, la cercanía de algunas relaciones, en segunda instancia, su alcance temporal y, por último, la relevancia que algunas instituciones poseían para sus forjaduras. Por ejemplo, entre la documentación existente destaca una carta de Inocente Cárcano (padre de Ramón) a Espinosa, en la cual se manifiestan las particularidades arriba referidas:

 

sabe del afecto i estima que siempre le he tenido, desde que era mi discípulo, i [hoi] se ha aumentado fuertemente…por el cariño i aprecio con que notablemente distingue á mi hijo Ramón…Pablito aquí está durmiendo, mañana pasa a Buenos Aires para regresar dentro de pocos días[20].

 

En efecto, el padre de Cárcano fue profesor de Espinosa y Pablito no es otro que Pablo Rueda (h), quien, además de ser compañero de Espinosa y de Cárcano en el Colegio Montserrat, fue aliado político y funcionario de su primera gobernación. Incluso, que “Pablito” estuviera pasando la noche en casa de Inocente se debe a que atendían juntos la caballada y el ganado en ausencia de su dueño, quien se encontraba en Europa.

Resulta interesante la correspondencia que se ha conservado de Inocente. Si bien casi toda versa sobre las difíciles circunstancias que atravesaba su hijo “Ramón”, quedan a la vista, en forma de comentarios espontáneos, movimientos significativos en el accionar de su hijo que confirman que continuaba operando políticamente:

Encontrándome días pasados en el escritorio…el sub-comisario de Ballesteros…había sido mandado por el [gefe] político de Bell Ville á interesarme que continuará á prestar el servicio de sub-comisario ad honorem, que por encargo de Ramón, lo hizo nombrar para tener autoridad necesaria en este lugar[21].

 

Paralelamente, entre estas líneas, se manifiesta la continuidad de sus conexiones económicas cuando Inocente informaba a Espinosa, que había quedado encargado de la administración de la estancia de su hijo. En particular, de una operación comercial con un poderoso terrateniente bonaerense: “El mayordomo le escribirá sobre unas yeguas…compradas a Benito Villanueva”[22], quien aunque era cercano al roquismo, nunca dejó de hacer negocios con Cárcano. De hecho, cuando este último accedió a la gobernación en 1913, Villanueva fue proveedor de caballadas para la policía de la provincia.

En lo que atañe a las relaciones políticas propiamente dichas, es comprensible que Espinosa fuese interpelado por Cárcano a la hora de recabar novedades, ya que contaba con información de primera mano. Justamente, durante la campaña electoral de 1892, desde Espinosa circulaban hacia el candidato presidencial modernista detalles de lo que ocurría en la política cordobesa. En este sentido, Sáenz Peña acusaba recibo de “su última carta en que me [dá] cuenta de los trabajos iniciados con el Dr. Pizarro, ha causado aquí mucha impresión la adhesión de Garzón”[23]. Aunque Espinosa no se reducía a ser informante del candidato, puesto que su correspondencia manifiesta el alcance de su relación con Sáenz Peña. A saber, poco después de las elecciones presidenciales del ´92, Espinosa le escribía a Cárcano comentándole que

 

Su última y cariñosa del 19 de abril la recibí en los últimos [dias] de mi permanencia en Córdoba donde me encontraba en compañía de nuestro común amigo el Dr. Roque Sáenz Peña…para que he decirle que uno i otro agradecimos respectivamente sus cariñosos conceptos[24]

 

Empero, desde 1894 el archivo cubre con el silencio las voces de los dirigentes en cuestión. Recién en los últimos años de la década emergen nuevamente. Uno de los primeros aspectos que revelan es la vigencia de los intercambios, al tiempo que denotan el creciente malestar por la coyuntura política, como el mismo Sáenz Peña expresara: “De política no hay nada…el sometimiento del país es un hecho…y yo no hablo con nadie de política sino cuando le escribo á Ud. porque me consta que la política y el mate merecerán siempre toda su preferencia”[25]. De igual o mayor relevancia, se visibilizan también las distintas aristas de la trama vincular que sostuvo a esta constelación de dirigentes:

 

Me escribe el doctor González pidiéndome que apure al arrendatario de la fracción de campo arrendado, que si Ud. puede enviarle un recorderis se lo agradeceré mucho porque [esta] en retardo y se necesitan fondos para atender los giros de París[26].

 

Así, aunque permanecieran al margen de la competencia política, compartir intereses o negocios, contribuía a afianzar sus lazos. A su vez, consolidaban una posición económica largamente cimentada, como en el caso de la familia Cárcano, o recientemente recuperada, como ocurrió con los Espinosa, “cuyas prácticas sociales de vinculación y estrategias políticas de construcción de poder se entrelazaban con tácticas de adaptación económica” (Dapelo, 2014: 104). Durante el periodo en estudio, según Luciano Dapelo (2014) “dirigentes del interior con abolengo social pero en decadencia económica, asumieron estrategias de migración […] dirigiéndose a regiones fronterizas y comprando grandes extensiones de tierras como medio para reposicionarse socialmente” (p. 104). En este sentido, el caso de Espinosa resulta paradigmático, ya que “Hijo del gobernador tucumano Manuel Alejandro Espinosa, en 1882 se casó con Manuela Villada, hija de José Clemente Villada, dirigente liberal cordobés…y en 1884 accedió por primera vez a extensiones de tierra “vacías” de reciente incorporación al Estado” (Dapelo, 2014: 111-112).

Otro ejemplo respecto de la relación Espinosa-Sáenz Peña, lo constituyó un episodio en el que el segundo recababa “el número de ovejas embarcadas. Con seguridad son 179…de manera que le han carneado cuatro en el camino”[27]. Lo destacable aquí, es que Sáenz Peña contaba con estos datos porque las remesas de ganado ovino que Espinosa enviaba desde Córdoba hacia el puerto de Buenos Aires, invernaban en los campos del notable porteño. De este modo, queda a la vista la cercanía de una relación solo interrumpida por la muerte de Espinosa en 1904: “no lo invito a comer conmigo porque es el cumpleaños de mi padre y voy á la calle de mamá. ¿Sabe que pasado mañana me voy a Río Cuarto? Porque no vamos juntos?”[28].

Asimismo, en la colección Espinosa del Archivo Histórico Provincial de Córdoba (AHPC) se conserva una nota, escrita sobre una tarjeta del buffet jurídico que Sáenz Peña compartía con Carlos Pellegrini y Federico Pinedo, que data del final de la segunda presidencia de Roca, ya que refiere a la Convención de Notables que designara a su sucesor. En ella, Sáenz Peña manifestaba que “la reunión concluyó bien y habrá visto por La Nación, que…ha salido [ámplia] como yo lo deseaba…¿Dónde lo veo…? ¿se quedará en su casa? ¿estará esta noche en el Jockey?”[29]. Lo interesante, es que a la par de la actuación compartida en estudios jurídicos con un futuro aliado reformista, se menciona un ámbito de sociabilidad que como señalara Leandro Losada (2009) favoreció procesos identificatorios[30]. Efectivamente, las estadías de Espinosa en Buenos Aires, al igual que la de muchos dirigentes regionales, habían afianzado prácticas que contribuyeron “a superar su fragmentación regional y a potenciar los denominadores comunes que colaboraron en la definición de los rasgos nacionales de una elite” (Castro, 2012: 22).

En tal sentido, mientras Cárcano estuvo ausente del país, en una de las cartas que cruzaron él y Espinosa, y frente a las continuas indagaciones del primero respecto del contexto político, el segundo le expresara que “nada puedo decirle de nuevo, porque hace algún tiempo que estoy fuera de Bs. As., que es únicamente donde se hace política nacional, las provincias continuamos entregadas a las rencillas de aldea”[31]. Precisamente, hacia finales de la década del ochenta se había ido conformando:

 

una escena política nacional que no se reducía a la suma de las provinciales…la Capital Federal, como sede del gobierno nacional…se convirtió en lugar de referencia decisivo para las negociaciones y los contactos políticos…En la ciudad de Buenos Aires se ponía de manifiesto la dimensión nacional de la política (Sabato, 2012: 307-308).

 

Es comprensible, entonces, que Cárcano mudara su domicilio por su designación al frente de la Dirección General de Correos y Telégrafos en 1887[32]. Desde aquel momento, repartiría su tiempo entre la estancia familiar y la Capital Federal, retornando a Córdoba recién en 1913, año inicial de su primera gobernación[33].       

En lo atinente a la correspondencia entre otros miembros del PAN que trabajaron dentro de la órbita de Cárcano, también hay señales de que mantuvieron una comunicación fluida, y que sus vinculaciones no acusaron un retroceso significativo. De hecho, algunos continuaron formando parte de la dirigencia activa, como Figueroa Alcorta quien fue gobernador de Córdoba entre 1895 y 1898. El mismo fue un nexo entre el poder político y quienes veían obstaculizadas sus trayectorias políticas, ya fuese por su pasado juarista o por su compromiso con la causa radical. Justamente, de este periodo data un telegrama en el que Figueroa Alcorta le indicaba a Moyano Gacitúa las pocas probabilidades de que un radical obtuviese un puesto público, pero le adjuntaba una lista con nombres y direcciones de diputados y senadores por si deseaba sondearlos personalmente[34], gesto que Moyano Gacitúa recordaba con gratitud al ser designado presidente de la Corte[35].

Pero las relaciones entre ambos trascendían los intereses meramente políticos. Suelta entre diversas anotaciones de Moyano Gacitúa, se encuentra una breve esquela de Figueroa Alcorta escrita a finales de los noventa. En ella, le hacía saber al primero que:

 

Varias veces, en esos gratos paréntesis que se hacen á la monotonía de la tarea diaria, hemos recordado con Álvarez, con Cárcano, con Vivanco, con Joaquín González, y algún otro cófrade, que estaba Ud. en vísperas de presentarse á la escena calzando el coturno de autor entre los maestros en la ciencia del derecho[36].

 

Al margen del tratado de criminología que publicó Moyano Gacitúa, lo que quiero puntualizar aquí es un aspecto que se desprende sugerentemente de las líneas arriba transcriptas. A saber, Cárcano y Figueroa Alcorta fueron amigos cercanos, cuestión a la que el primero aludió destacando “que nunca nos separaron por el sentimiento las luchas y disidencias del camino” (Cárcano, 1965 [1943]: 280). Empero, es posible sugerir una idea respecto de la naturaleza del vínculo entre los dirigentes mencionados por Figueroa Alcorta, ya que el término cófrades denota la participación de las ligas masónicas surgidas en Córdoba durante los ochenta, cuestión que pudo haber contribuido a la reciprocidad y mutua protección durante los años noventa. A pesar del silencio público, encontramos de diversas maneras y circunstancias las voces de quienes ocuparon las primeras líneas de la liga juarista. Es probable que estemos antes una red de solidaridades más significativa de lo que acusan sus prácticas económicas y políticas.

 

Cárcano y Sáenz Peña: antecedentes de una concordancia tempranamente anunciada

Cárcano y Sáenz Peña se conocieron durante la campaña presidencial de Juárez Celman. El segundo formó parte brevemente de su gabinete al tiempo que, junto con Groussac, participaba en la redacción de Sud América. En su autobiografía, Cárcano (1965 [1943]) reconocía que, luego de los sucesos de julio del noventa, el notable porteño era “nuestro príncipe de Asturias” (p. 237), en alusión al “grupo de amigos predilectos” (p. 237) que promovían su nombre para la presidencia. Fue a partir de su encuentro en el periódico juarista que, entablaron una relación que, más allá de eventuales fluctuaciones, se prolongó hasta la muerte de Sáenz Peña en 1914.  

Ahora bien, existe en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba una carta de Cárcano dirigida a Espinosa, escrita en Roma y fechada el 13 de abril de 1892, es decir, el día después de que triunfara la fórmula Luis Sáenz Peña-José Uriburu. Dando cuenta de una agudeza poco común, Cárcano introducirá algunas consideraciones sobre la dinámica de las relaciones entre las dirigencias provinciales y el Ejecutivo Nacional, desde la caída de Juan Manuel de Rosas hasta el advenimiento del PAN y la posterior derrota del Modernismo. Aunque están permeadas por un sesgo personal en un contexto adverso a sus intereses, resultan esclarecedoras respecto del modo en que entendía dicha problemática un dirigente que provenía de una familia que formaba parte de tales dirigencias[37], pero que años más tarde participó del desmantelamiento de los engranajes electorales por las que accedían al poder político.

Puesto que alumbran los albores de una voluntad política con consecuencias determinantes para el régimen oligárquico argentino, y considerando que el intercambio epistolar “contribuye a recomponer la dimensión vívida de la política: las creencias, pasiones, pero también dudas y tribulaciones de los sujetos” (Cucchi; Rojkind, 2018: 211), citaré inextenso los párrafos que considero significativos. La misiva refiere al malestar respecto de una dinámica en la que “el localismo estrecho i absurdo i la autonomía exasperada i petulante, están siempre en una lucha subterránea, inconfesable con las tendencias nacionales”, atribuyendo a Roca un papel concluyente en el sometimiento de las provincias al poder central:

 

después del 52 [ningun] hombre como él ha deprimido tanto las autonomías provinciales hasta el punto de anularlas totalmente.

Con Sarmiento i Avellaneda, acaso las provincias no [tenian] su gobierno propio?En la época de Mitre…con Paunero recorriendo el interior, no gobernaban al fin los prestigios é influencias locales? Es solo Roca el que importa comandantes de frontera como gobernadores de Estado y fija permanentes en cada provincia batallones de línea como fuente de toda voluntad popular[38].

 

Si bien Míguez (2012) ha señalado que, desde la caída de Rosas en 1852, las dirigencias provinciales identificaron en Buenos Aires un centro de distribución de importantes recursos económicos, cuestión que inclinó la balanza hacia la definitiva unificación nacional, en detrimento de una confederación siempre escasa de caudales, no es menos cierto que con anterioridad a la presidencia de Roca, los elencos gobernantes locales conservaban amplios márgenes de autonomía, pese a la gravitación de algunos agentes del poder central. Aun cuando la reforma electoral de 1912 terminó favoreciendo un “intenso proceso de centralización político-institucional que se había iniciado con fuerza desde la década de 1880” (Gallo, 2013: 58), la pluma de Cárcano admite la existencia de un poder político todavía geográficamente fragmentado a las puertas del siglo XX, un rasgo del federalismo argentino que, aunque no “inconfesable”, ha sido soslayado por buena parte de la historiografía del período, además de largamente persistente.

Asimismo, unos párrafos después, al tiempo que lamenta la “renuncia de Roque”, realiza una atenta lectura del escenario abierto a partir de julio de 1890:

 

Mitre es una personalidad que se concluye como prestigio militante, Roca se ahogará en sus propios designios ó quedará representando la maniobra política sin significar nunca verdaderos ideales…Alem es radical inflexible, i como tal solo puede vivir en los momentos de fuerte [tension] política; i después no [hai] ningún hombre de cierto nombre nacional que no se halla inutilizado por el uso[39].

 

Precisamente,

 

durante el inestable quinquenio que siguió a la Revolución del Parque habían aparecido nuevas agrupaciones, pero muy pocos nuevos dirigentes. A lo sumo, algunos de los que se habían alejado de la vida pública durante la década del ochenta retornaban (Gallo, 2013: 121-122).

 

Asimismo, atendiendo a la perspicaz interpretación de Míguez (2018) respecto del liderazgo de Mitre, su prestigioso semblante de patricio incorruptible, contradictoriamente, le impedía erigirse como una alternativa presidenciable, ya que una candidatura en este sentido implicaba ingresar al barro de la política facciosa, un sinuoso sendero de dudoso éxito en el que el propio Mitre no estaba dispuesto a ingresar. Por otra parte, la Unión Cívica Radical lejos estaba aun de disputarle sostenidamente al PAN el dominio del escenario político, pese a las convulsionadas revueltas propiciadas por su líder, Leandro N. Alem, durante los años previos a su suicido. De hecho, en esta última cuestión la lectura de Cárcano tampoco distaba de la realidad, puesto que

 

A pesar de los elementos que le asignan i contra la opinión de muchos, no creo que este sea partido de porvenir, si se mantiene siempre en el círculo de intransigencia i violencias en que se ha encerrado. La lucha se prolonga demasiado i en tanto tiempo se han de debilitar hasta las [mas] fuertes energías[40].

 

No obstante, junto a su lúcida percepción del posicionamiento de los dirigentes nacionales del momento, y al margen de su decepción por la configuración del espacio político luego de la derrota modernista, líneas después deslizará una sagaz declaración:

 

Me figuro que Sáenz Peña aunque haya tenido que declinar su candidatura, no habrá renunciado á la vida política activa. Ninguna persona fuera de él se halla en mejores circunstancias para encabezar un gran partido de los elementos que han propiciado su nombre, de tantas fuerzas [mui] dispersas i de la [disgregacion] que naturalmente se afirmará [mas] tarde[41].

 

Pese a que el PAN pareciera asegurar su dominio mediante una renovada estrategia acuerdista, para Cárcano la misma dinámica que imprime a la arena política provoca la marginación de elencos dirigentes cada vez más amplios y, en última instancia, hace de

 

Sáenz Peña, por circunstancias, sus condiciones i sus vinculaciones en el interior…el llamado á ponerse al frente de una [agrupación] que [seria] un gran partido. La ocasión de Sáenz Peña es, pues, irrupcional i [podria] señalar el principio de una nueva era política para la república. Se decidirá a aprovecharla? Se requiere una gran [abnegacion], no ocuparse de otra cosa, i atender a todo el mundo, especialmente a los hombres del interior que es menos lo que fastidian que lo que exigen…Si al lado de sus altas ambiciones, Sáenz Peña tiene trabajo i perseverancia, su nombre puede marcar una transformación histórica en la vida de la democracia argentina[42].

 

En definitiva, estas reflexiones evidencian una notable lectura de problemáticas que luego han sido profundamente examinadas, por ejemplo, su insistencia en algunas claves del comportamiento de las dirigencias provinciales respecto del poder central, la gravitación de Roca en el régimen oligárquico y los obstáculos para combatirla. También, son esclarecedoras en relación con su posterior posicionamiento frente a la apertura política, siendo uno de sus principales negociadores ante las dirigencias renuentes a su sanción, tales como las de San Juan, Mendoza y Córdoba. En esta última, presidirá la Convención Reformadora constituida a los efectos de incorporar la Ley Sáenz Peña a la legislación local[43], gestión que lo llevó a la gobernación de Córdoba. 

Aunque Tulio Halperin Donghi (2007) señaló la decepción que sufrió ante los resultados de la apertura electoral[44], su optimismo obedecía al hecho de que Cárcano tomó conciencia desde temprano que una eventual reforma política iba a permitirle capitalizar determinados recursos indispensables para la victoria: el voto de opinión, en parte cimentado mediante su prestigio académico e intelectual, y un sólido apoyo político derivado de una vasta red de vinculaciones.

A modo de síntesis, estas reflexiones de Cárcano dotan de profundidad histórica al vínculo que mantuvo con Sáenz Peña, puesto que ambos dirigentes, uno en el plano nacional y el otro en el provincial, iban a ser partícipes fundamentales del desmantelamiento de la maquinaria roquista.

Sin embargo, para que dicho proceso pudiera desencadenarse, eran necesarias ciertas condiciones de posibilidad, que promediando los noventa lejos estaban de poder advertirse en el horizonte. Aun para dirigentes como Cárcano, con un agudo sentido de la oportunidad, resultaba poco probable que la alianza entre Mitre, Roca y Pellegrini sufriera un revés lo suficientemente significativo como para debilitar su sociedad, ya que tal como la prensa cordobesa lo interpretaba, “en las manos de estos tres notables, puede decirse, está la suerte o desgracia del país. Es de la voluntad de esta trinidad que dependen las soluciones á resolverse en [órden] á la política del presente, como del futuro”[45].

Empero, la emergencia de dicha contingencia resultaba posible, al menos para quienes depositaban sus expectativas en la posibilidad que se produjese alguna modificación en la dirección, que algunos renglones después, sugería el artículo arriba referido: “¿puede asegurarse que esta trinidad…está [ecenta] de dividirse mañana entre sí? El doctor Pellegrini estará dispuesto á segundar las ideas y propósitos de aquellos sin campear…por sus respetos, esto es, por lo que á él le conviene políticamente?”[46]. Andando el tiempo, el mañana aludido responderá a este sugerente interrogante, y en clave notoriamente similar a la indicada.  

 

Consideraciones Finales

De acuerdo con la afirmación de Míguez (2018), “si bien la ausencia de cierta documentación puede privarnos de evaluar algunas decisiones personales, sería muy raro que nos oculten el sentido general de un proceso histórico” (p. 435). En tal sentido, mediante el análisis de la correspondencia relevada, me ha interesado visibilizar tres cuestiones de interés. En primera instancia, si bien los sucesos que desencadenaron el final de la presidencia de Juárez Celman produjeron el desplazamiento de Cárcano y de sus aliados del poder político, compartir ámbitos de sociabilidad, intereses económicos y un alto capital cultural con dirigentes y notables nacionales les permitió continuar su pertenencia a los grupos dominantes del orden notabiliar.

En segundo lugar, al tiempo que intercambiaban información, hay pruebas de que continuaron operando políticamente, al menos en sus territorios de influencia. Una vez estabilizados los escenarios políticos, tanto Cárcano como algunos de sus aliados, pasaron a formar parte de un universo dirigencial disponible, ya fuese que se produjera una modificación coyuntural propicia para retornar a la vida política, como ocurrió en la década de 1900 a partir de la ruptura entre Pellegrini y Roca, o bien para que el PAN mantuviera su dominio sumando eventualmente a algunos de ellos a sus respectivas coaliciones gobernantes, como sucedió con Figueroa Alcorta en 1895 cuando accedió a la gobernación de Córdoba. Si bien la Revolución del Parque fue derrotada en el plano militar, es claro que a partir de ella el roquismo lejos estuvo de ser monolítico u omnipotente, tanto entre los elencos gobernantes provinciales como nacionales.

Por último, aunque acertadas lecturas han señalado que el PAN careció de institucionalización y que el faccionalismo político fue una de sus principales características (Alonso, 2010; Castro, 2012), algunas hipótesis desarrolladas en trabajos ya clásicos (Gallo, 1975; Botana, 1977) y que obtuvieron un amplio consenso en la historiografía argentina, como la que afirma que tanto su discurso como su dinámica desalentaban la participación política, han obstaculizado en cierta medida una lectura más precisa de la vida política del régimen oligárquico. En tal sentido, considero que la correspondencia relevada evidencia la extensa vigencia de lazos que, así como coadyuvaron en su consolidación, más tarde intervinieron en su desmantelamiento. Asimismo, revela una interesante vitalidad de sus escenarios políticos y, sobre todo, la presencia de una temprana vocación republicana meditada desde los albores del Modernismo saenzpeñista. Experiencia mediante la cual Cárcano, “el silencioso de veinticinco años”[47], identificó a quien finalmente lideró la apertura hacia el régimen democrático argentino.      

 

Bibliografía:

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[1]No me ha sido posible dar con documentación de los años centrales de la década.

[2] En cuanto a las especificidades del caso cordobés en el proceso de modificación de las relaciones de fuerzas al interior del PAN véase Pavoni (2016).

[3] Su designación fue producto también de las tensiones con Marcos Juárez, hermano del presidente, por la gobernación cordobesa.

[4] Además de pertenecer a la liga juarista, fueron parte de un recambio dirigencial ocurrido a mediados de la década de 1870. A diferencia de sus predecesores, mostraron una audaz iniciativa política y una lógica económica distinta. Alcanzaron diputaciones provinciales y nacionales tempranamente. Poseían una alta titulación universitaria y participaban de asociaciones culturales liberales. Si bien provenían de familias con importantes propiedades en el norte provincial, desde la década de 1880 accedieron a tierras de reciente incorporación al Estado en el sur y el sudeste cordobés.      

[5] Dentro de las convenciones de esta índole, participaban dirigentes políticos, empresarios y prestigiosos intelectuales, hecho que constituye un elemento a favor de las lecturas que entienden al sistema político argentino del periodo como engranaje de un orden notabiliar. Véase Moyano (2020); Castro (2012); Alonso (2010).

[6] Sumaban 102 votos en el Colegio Electoral de los 117 necesarios para alcanzar la victoria (Véase Alonso, 2010).

[7] Cabe señalar que líderes salteños, como Victorino de la Plaza, Indalecio Gómez, Miguel Tedín, entre otros, mantenían también relación con el modernismo. Incluso, en el Centenario, se pondrán al servicio de la reforma del Orden Conservador (Véase Quintián, 2023). Asimismo, en Córdoba existe un documento de adhesión a la primera candidatura de Sáenz Peña, donde es posible identificar rúbricas de dirigentes que, a partir de 1910, trabajarían con Cárcano en la promoción de su segunda candidatura y en la incorporación de la Ley Sáenz Peña a la constitución provincial como Carlos Tagle, Juan Carlos Pitt, Luis Revol, Clemente Villada, Enrique de la Lastra y José del Viso. Archivo Histórico de la Prov. de Córdoba (AHPC): Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I. 

[8] La existencia de relaciones entre individuos no implica la formación de una red vincular. El espacio y la experiencia son centrales en la construcción de grupos e identidades. Desde esta perspectiva, Sabato (2012) destaca que las prácticas políticas del periodo “dependían cada vez más de las articulaciones tramitadas desde el poder central. Si bien estos rasgos no eran nuevos, en los últimos años se habían acentuado, para terminar de definir los contornos de una élite política de carácter nacional” (p. 308). Asimismo, la investigación de tipo prosopográfica posee méritos analíticos para trazar los perfiles y trayectorias de las dirigencias argentinas (Castro, 2023). En tal sentido, el trabajo editado por Bragoni, Míguez y Paz (2023) evidencia que la consolidación institucional del país permitió que el capital relacional y académico cobraran gran influencia, mientras el económico adquiría autonomía del capital político.

[9] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre IV, 10/05/1899.

[10] “Después de la renuncia de agosto…el pronóstico á empezado á cumplirse. Roca es frío, sistemático í cruel, í sin detenerse en medios ha de llevar en [persecucion] hasta el último [estremo]. Todo espero de él”. Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 12/12/1890.

[11] Ana Clarisa Agüero (2008) ha trabajado diversos aspectos de la obra de Cárcano, considerándolo un intelectual moderno, aunque capturado por improntas de la Córdoba colonial.  

[12] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, sobre III, 12/12/1890.

[13] Espinosa aCárcano, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre IV, 23/08/1892.

[14]Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, sobre III, 12/12/1890.

[15]Para una aproximación a su labor como intelectual del orden notabiliar véase De Goycoechea (2017).

[16]En su trayectoria se encuentran manifestaciones muy tempranas en ese sentido: “Un diario para un hombre público es como un cuchillo para el gaucho pendenciero; debe tenerse siempre a mano”.Cárcano a Juárez Celman, 1883 (citado en Gallo, 2013: 62). Resulta sugerente que Juan Posse, en respuesta a Sarmiento, se expresara en términos similares: “Lo que me dices de la prensa es mi convicción de muchos años atrás…nuestros escritores han hecho de ella lo que el gaucho del cuchillo, pervirtiéndolo en instrumento homicida” (citado en Míguez, 2018: 268).

[17] “Los diarios de Buenos Aires guardan silencio. El tiempo no ha lavado todavía la calumnia” (Cárcano, 1965 [1943]: 197).

[18] Cárcano a Moyano Gacitúa, AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1, Sobre I, 08/11/1899.

[19] “La coyuntura para realizar el plan de que hablamos con Ud. no podía ser mejor…hablándole de Ud. al Presidente para el caso de que resulte nombrar para que presida la Corte á uno de sus miembros actuales…Las cosas pues están muy bien encaminadas, y ya me hago la ilusión de que hemos ganado la batalla”. Figueroa Alcorta a Moyano Gacitúa, AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1, Sobre I, 02/05/1905. Días después Cárcano felicitaba a su amigo: “La Nación publica hoy tu nombramiento…y amigos acaban de confirmarlo. Un abrazo” Telegrama de Cárcano a Moyano Gacitúa, AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1, Sobre I, 10/05/1905.

[20] Inocente Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, Sobre II, 14/05/1891.

[21] Inocente Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, Sobre II, 25/04/1891.

[22] Inocente Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, Sobre II, 25/04/1891.

[23] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 10/02/1892.

[24] Espinosa a Cárcano, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre IV, 01/06/1892.

[25] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 16/03/1899.

[26] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 16/03/1899.

[27] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 06/01/1901.

[28] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 02/04/1902.

[29] Sáenz Peña a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre I, 28/07/1903.

[30] Respecto de la composición, morfología y dimensión de las élites culturales cordobesas, así como de sus espacios de sociabilidad, véase Vagliente (2015) y López (2018).

[31] Espinosa a Cárcano, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre IV, 01/06/1892.

[32] Entre la documentación de Cornelio Moyano Gacitúa se encuentra una tarjeta de presentación de Cárcano con la dirección de su residencia en Buenos Aires: Talcahuano 1240. AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1.

[33]Hacia el final de su primera gobernación regresaría “a Buenos Aires, donde resido con mi familia desde la edad de veintitrés años...Los tres años de gobierno solo fueron una ausencia accidental” (Cárcano, 1965 [1943]: 350).

[34] Figueroa Alcorta a Moyano Gacitúa, AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1, Sobre I, 08/08/1894.

[35] “Mi agradecimiento es mayor al observar que una vieja amistad lo mueve, la que nos acercó con la Universidad, la que le moviera allá en los tiempos de Uriburu…”. Moyano Gacitúa a Figueroa Alcorta, Archivo General de la Nación (AGN): Archivo Figueroa Alcorta, leg. 10, 14/05/1905.

[36] Figueroa Alcorta a Moyano Gacitúa, AHPC: Col. Moyano Gacitúa, Caja 1, Sobre I, 20/08/1899.

[37] Respecto del perfil y trayectorias de los grupos gobernantes cordobeses del último tercio del siglo XIX véase Cucchi (2015) y Converso (2002).

[38] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 13/04/1892.

[39] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 13/04/1892.

[40] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 02/06/1892.

[41] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 13/04/1892.

[42] Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja 1, Sobre III, 13/04/1892.

[43] Resulta de hecho sugerente que la prensa cordobesa designara “ala modernista” al grupo de convencionales carcanistas. Diario La voz del Interior, 18/08/1912, Hemeroteca de la Biblioteca Mayor-Universidad Nacional de Córdoba (HBM-UNC).

[44] Probablemente, dicha decepción confirmara su percepción original sobre los alcances de una apertura política. Mencionando una sesión del parlamento suizo en la que se trató una reforma electoral, le comentaba a Espinosa que “En lugar de conducir al pueblo; los miembros de la asamblea federal estarán obligados á dejarse conducir i á seguir las vagas fluctuaciones de una opinión irresponsable”. Cárcano a Espinosa, AHPC: Col. Manuel Espinosa, Caja I, sobre III, 12/07/1891.

[45] Semanario La Carcajada, 12/07/1896, HBM-UNC.

[46] Semanario La Carcajada, 12/07/1896, HBM-UNC.

[47] Diario La Voz del Interior, 11/11/1913, HBM-UNC.