Antifascismo y sabattinismo. Córdoba, un lugar hospitalario para el comunismo entre 1936-1940

 

EUGENIA SÁNCHEZ

Instituto de Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Córdoba, Argentina

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 17, N° 34, pp. 30-64

Julio- Diciembre de 2024

ISSN 1853-7723

 

Fecha de recepción: 29/07/2024 - Fecha de aceptación: 11/12/2024

 

Resumen

 

El artículo examina una variante del antifascismo argentino de entreguerras. En particular, la sensibilidad antifascista del sabattinismo cordobés. Se postula que el antifascismo contribuyó en la construcción de la identidad sabattinista a partir de la apropiación que hicieron de las referencias de la conflictividad internacional. La lucha antifascista fue concebida como parte de la causa democrática del radicalismo, por lo que se entroncaba -y hallaba sus límites- en lo nacional. Desde el rol de garantes de la democracia y de las libertades, el sabattinismo otorgó cierta “hospitalidad” al Partido Comunista y las acciones contra el fascismo se realizaron dentro de los marcos institucionales. A su vez, el uso de referencias transnacionales permitió diferenciarse y desprestigiar a sus principales adversarios políticos, el Partido Demócrata.

 

 

Palabras Clave

Antifascismo, Sabattini, Unión Cívica Radical, Comunismo, Fascismo.

 

Antifascism and Sabattinism. Córdoba, a hospitable place for communism between 1936-1940

 

Abstract

The article examines a variant of Argentine antifascism in the interwar period, specifically the antifascist sensitivity of Cordovan Sabattinism. It states that antifascism contributed to the building of Sabattinist identity by appropriating international conflict references. The antifascist struggle was conceived as part of the democratic cause of Radicalism, thus being linked to -and constrained within- the national context. In their role as guardians of democracy and freedoms, Sabattinism granted some “hospitality” to the Communist Party, and antifascist actions were carried out within institutional frameworks. At the same time, the use of transnational references allowed Sabattinism to differentiate itself and discredit its main political opponents, the Democratic Party.

 

 

 

Keywords

Antifascism, Sabattini, Radical Civic Union, Communism, Fascism

 

 

Antifascismo y sabattinismo. Córdoba, un lugar hospitalario para el comunismo entre 1936-1940

 

Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, el impacto de la crisis de 1929 sobre las instituciones europeas se hizo más evidente. En Argentina, sin embargo, los actores políticos fueron renuentes a vincular la crisis europea con sus propios problemas institucionales. No obstante, progresivamente la situación nacional fue entrelazándose con la internacional (Halperin Donghi, 2013).

Pese al golpe de 1930 que derrocó a la Unión Cívica Radical (UCR), gran parte de la opinión pública continuó creyendo en la democracia como destino. La restauración incompleta del régimen constitucional en 1932 reforzó esta creencia. Mientras tanto, la Concordancia —coalición de fuerzas liberales conservadoras que asumió el poder con Agustín P. Justo— se aferró obstinadamente a instituciones que falseó sistemáticamente. Por su parte, la UCR fue ubicándose en el lugar que esta coalición le ofrecía: desde 1931 adoptó una posición de abstención y lucha revolucionaria que fue difícil de sostener; mientras que en 1935 regresó al escenario electoral en lo que Halperin Donghi (2004) llamó la “República del fraude”.

Este regreso radical coincidió con el estallido de la Guerra Civil Española, contienda que dividió a la opinión pública a nivel global e internacionalizó la causa antifascista (Hobsbawm, 1995). En Argentina, sectores del centro hasta la extrema izquierda apoyaron a los republicanos, mientras que el liberalismo conservador se mostró distante y la mayoría de la opinión católica a favor de los alzados (Halperin Donghi, 2013; Martínez Mazzola, 2017; Pasolini, 2005b). A su vez, en 1935 la Internacional Comunista promovió la formación de Frentes Populares con partidos considerados democráticos. El Partido Comunista de Argentina (PC) adhirió al cambio de estrategia y por ello apoyó a la UCR en los comicios provinciales de 1935 y en los nacionales de 1937.

En Córdoba, en el marco de la “república del fraude”, en 1935 la facción radical intransigente liderada por Amadeo Sabattini venció al Partido Demócrata de Córdoba (PDC). Sabattini representaba a los sectores intransigentes, liberales, progresistas y anticlericales del partido, opuestos a la dirigencia nacional de la UCR de Marcelo T. de Alvear. En las elecciones internas había vencido a la fórmula alvearista. Sabattini entendía el radicalismo como la “causa de la Nación” y a esta como una realidad en construcción y con un destino propio, similar a como lo hacía Fuerza de Orientación de la Joven Argentina (FORJA) (Piñeiro Iñíguez, 2021). El triunfo de la UCR en un contexto nacional de fraude se debió, en parte, a la negativa de los liberales conservadores cordobeses a manipular las elecciones y al apoyo de sectores no radicales, especialmente del PC (Osella, 2019; Tcach, 2007).[1] El comunismo veía en el sabattinismo un aliado democrático, antiimperialista y antifascista favorable al movimiento obrero. Confiaba en la promesa de Sabattini de eliminar las “milicias armadas” y asegurar libertades civiles y políticas.[2]

El caso de Córdoba posibilita observar cómo, a partir de la Guerra Civil Española, la situación internacional se entrelazó progresivamente con la local. Durante su gobierno, Sabattini enfrentó una campaña opositora de sectores católicos y conservadores que buscaban desestabilizarlo. Lo acusaban de complicidad con el comunismo y trazaban analogías con la realidad española (Camaño Semprini, 2014). Estas tensiones aumentaron durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el sabattinismo, neutralista, se enfrentó con las posiciones aliadófilas de Alvear (Tcach, 1988).

En este artículo proponemos examinar cómo el sabattinismo se vinculó y tramitó la lucha antifascista durante la gobernación de Sabattini (1936-1940). Entendemos que el antifascismo fue a la vez una sensibilidad y un discurso que resultó operativo en las disputas políticas locales y contribuyó a la constitución de identidades (Pasolini, 2005a). La historiografía sobre el antifascismo argentino ha indagado diferentes aristas del problema, como su dimensión étnica, de género y su relación con las distintas tradiciones políticas locales y el mundo cultural.[3] Una serie de investigaciones han dado cuenta de que el antifascismo no fue un fenómeno exclusivo de las izquierdas, sino que atravesó hasta tradiciones políticas enfrentadas a ellas (Mauro, 2015; Zanca, 2013, 2015; Zanca y Mauro, 2023). En el caso del radicalismo, los trabajos de Leandro Losada (2016b, 2016a, 2023) y Jimena Irisarri (2015, 2022) permiten advertir que dentro del partido se maridaron de diferentes maneras posiciones antifascistas y anticomunistas. Como observa Andrés Bisso (2023), el antifascismo fue una apelación circulante que tuvo múltiples fines y estuvo en “igualdad de condiciones” competitivas con otras, como el anticomunismo y el antiimperialismo, entre otras. Según Losada (2016b, 2016a, 2023), las diferencias al interior del radicalismo respecto al antifascismo obedecieron a las lecturas que los actores hicieron de la vida política local y a sus concepciones de cuál era la lucha política a afrontar y los rasgos del adversario. Indagar sobre esta diversidad posibilita no solo aportar al conocimiento del radicalismo, sino también al del antifascismo argentino y sobre cómo lo local se vinculó con lo internacional.

Por otro lado, los estudios que abordaron el antifascismo desde espacios distintos al de Capital Federal ayudan a conocer la complejidad que entraña la relación entre centros y periferias en la elaboración de sentidos y prácticas. Permiten no solo dar cuenta de las redes que el antifascismo tejió hacia y desde espacios no centrales, sino también de los límites que pueden imponer los ambientes culturales locales a la variabilidad en los modos de recepción, resignificación y alcance de sus tópicos (Pasolini, 2023). En ese sentido, resultan sugerentes los trabajos sobre experiencias antifascistas de intelectuales comunistas del interior de Buenos Aires (Bisso y Celentano, 2008; Pasolini, 2005b, 2006, 2015) y de Santiago del Estero (Guzmán, 2014, 2023). También, aquellos que examinan la movilización que desde un antifascismo liberal socialista promovieron las filiales de Acción Argentina en diferentes puntos del interior del país (Bisso, 2013, 2018). Por último, los análisis sobre el antifascismo en Córdoba han destacado el importante rol que desempeñaron los líderes del reformismo universitario en los espacios de sociabilidad y entidades antifascistas que surgieron en la provincia (Agüero, 2023; Sánchez, 2024b, 2024a; Tcach, 2012b). Se ha señalado asimismo que estos espacios colaboraron en la victoria de Sabattini en 1935 (Osella, 2024). Por consiguiente, aquí proponemos contribuir al conocimiento del antifascismo realizando dos desplazamientos: uno espacial, al estudiar un espacio no central, y otro respecto a los actores estudiados examinando el radicalismo y no a sectores de izquierda.

Postulamos que el antifascismo contribuyó en la formación de la identidad partidaria a partir de la apropiación que el sabattinismo hizo de las referencias que ponía a disposición la conflictividad internacional. La lucha antifascista fue concebida como parte de la causa democrática que esta facción postulaba representar a nivel nacional en la “República del fraude”. Durante el gobierno de Sabattini el antifascismo se entroncaba -y hallaba sus límites- en una causa nacional. Hasta ese momento, el peligro fascista se encontraba en la oposición política local, a la que consideraban antidemocrática y, por ende, antinacional. Por lo tanto, la sensibilidad antifascista del sabattinismo estuvo estrechamente vinculada y supeditada a su noción de democracia y al lugar en el que se colocaba en la escena nacional. Desde ese rol de garante de la democracia y de las libertades fue que se le otorgó cierta “hospitalidad” al PC y las acciones contra el fascismo solo tuvieron lugar desde los mecanismos y tiempos institucionales. A su vez, la utilización de referencias transnacionales le permitió al sabattinismo diferenciarse y desprestigiar a sus principales adversarios políticos, el PDC.

El análisis se realiza a partir de publicaciones provinciales como los diarios La Voz del Interior (LVI) -afín al radicalismo- y Los Principios (LP) -vocero de los sectores católicos y conservadores-, y la revista Flecha dirigida por Deodoro Roca. También, Orientación, órgano de prensa del PC, y documentos del Fondo Luis Reinaudi y del gobierno de la provincia de Córdoba. En un primer momento examinaremos los vínculos entre el gobierno de Sabattini y el PC. Luego, indagaremos cómo se dio la relación con el fascismo y, por último, presentaremos algunas reflexiones.

 

Organizaciones antifascistas y Sabattini

En Córdoba, el amplio repudio que generó el asesinato del diputado socialista José Guevara en 1933 propició la organización en clave antifascista porque del atentado fueron acusados dirigentes del Partido Fascista Argentino (PFA) y la Legión Cívica Argentina (LCA). En ese momento, algunos líderes del reformismo universitario y diputados socialistas y demócratas conformaron Acción Nacional Antifascista (ANA). El hecho de que algunos dirigentes demócratas integraran una entidad antifascista, mientras otros se alineaban con sectores de extrema derecha, evidencia las tensiones internas que atravesaban al PDC. Por su parte, el comunismo dio forma al Comité Contra la Reacción convocando a obreros y estudiantes (Sánchez 2024).

Dos años después, en el marco de las negociaciones de la guerra del Chaco, los reformistas que habían sido parte de ANA conformaron el Comité Pro Paz y Libertad de América (CPPYLA) junto a exiliados bolivianos y paraguayos. Entra 1935 y 1936 el Comité publicó Flecha bajo la dirección de Deodoro Roca, quien fue su principal mentor y ejecutor. En sus páginas no solo se revela una solidaridad americanista, sino también un discurso antiimperialista y antifascista que tuvo por objetivo constituir un Frente Popular desde Córdoba. De allí que en la publicación Roca insistiese en invitar a una diversidad de partidos y sectores -particularmente a la UCR que retornaba a las urnas- a formar un frente de proyección nacional (Agüero, 2023; Bergel, 2012; Sánchez, 2024b; Schaller y Callido, 2022).

En ese momento, Roca no solo era una de las figuras más sobresalientes de la gesta reformista, miembro del CPPYLA y el director de Flecha, sino uno de los intelectuales que se habían sumado a las filas del Partido Socialista (PS). En 1930, tras las políticas universitarias restrictivas que impuso José F. Uriburu, Roca se afilió al PS y al año siguiente compitió como candidato a intendente de la ciudad de Córdoba por la Alianza Civil (coalición que formaron el Partido Demócrata Progresista y el PS). Si embargo, en 1937 fue expulsado del partido tras protagonizar una serie de polémicas por postular una unidad antifascista que incluyese al PC (Bisso, 2018). En 1940 se desafilió de Acción Argentina -la organización antifascista de orientación liberal-socialista recientemente creada- debido a que esta no se pronunció sobre la cuestión española, a pesar de su insistencia.[4] En resumen, Roca fue —si no la principal— una de las figuras más destacadas del antifascismo en Córdoba, impulsando y promoviendo diversos espacios de sociabilidad y movilización en apoyo a esta causa. Sobre todo, buscando perseverantemente la formación de un frente popular.

En 1935, apenas se conoció el triunfo de la UCR, el dirigente reformista escribió sobre Sabattini en Flecha: “Todos los partidos -lo expresan abiertamente por medio de sus hombres más responsables y en documentos oficiales- están dispuestos a concertar alianzas democráticas, en base a gloriosos modelos europeos. Todos los partidos, menos el radicalismo.”[5] Recién seis meses después, en julio de 1936, el Comité radical de la provincia rechazó la invitación frentepopulista del CPPYLA. Hasta entonces, la organización y la pluma de Roca esperaron e insistieron constantemente en que Sabattini respondiera a la invitación.[6]

Por otro lado, el CPPYLA alentó el surgimiento de otras experiencias similares, como la sección cordobesa de la Asociación Femenina Antiguerrera (AFA) y el Frente Popular Argentino Antifascista y Antiguerrero (FUPA) (Agüero, 2023). Ambas entidades desarrollaron sus actividades en solidaridad con la causa republicana y evidenciaron la polarización ideológica que la contienda propiciaba.

Por su parte, la sección cordobesa de la AFA fue promovida por Leonilda Barrancos y en estrecho vínculo con el CPPYLA. Barrancos era una destacada militante de la Escuela Activa y miembro de diferentes espacios promocionados por sectores reformistas. Desde 1935 la AFA comenzó a organizar en Córdoba actos en contra del fascismo y de la guerra, en los cuales Barrancos defendía la igualdad de las mujeres ante los hombres, tanto en el espacio privado como en el público.[7] Como otras de su tipo, la AFA permite dar cuenta de la militancia femenina que fomentó el antifascismo. Por los tonos heroicos y radicalizados que asumían sus discursos, podemos considerar que todas estas agrupaciones frentepopulistas cordobesas fueron una expresión del antifascismo argentino de mediados de los años treinta. Para esos años, Bisso (2007) identifica en diversos manifiestos antifascistas tonos de ese tipo que alegaban la “urgencia de la hora”, que luego fueron perdiéndose hacia los años cuarenta.

En el caso de FUPA, la entidad se conformó en junio de 1935, un mes antes de las elecciones internas de la UCR. Se autodefinió como una asociación de argentinos y extranjeros para librar al país del “peligro inminente” que encarnaban el fascismo y las ideas “fascistas y guerreras”. Tenía a Córdoba como sede central del país, desde donde proyectaba la lucha antifascista y antiguerrera (Osella, 2024). Ante los comicios de noviembre de 1935 el FUPA sacó un comunicado en el que sostenía que no sugería votar por un determinado partido ni disputar lugares en alguna de las listas. Empero, aconsejaba votar por “los partidos que hayan demostrado defender las libertades”:

 

Quienquiera que garantice las libertades democráticas, combate sin cuartel al fascismo que las niega, nos libre del imperialismo extranjero que nos esclaviza, combata los monopolios que nuestras leyes prohíben y que hoy nos esquilman y garantice a todas las capas de la población una existencia llevadera y normal, asegurándole su pan y su libertad, tendrá nuestro más amplio apoyo.[8]

 

La descripción calzaba muy bien con la plataforma electoral del sabattinismo, pero también con la del PS. Si bien podemos identificar diferencias en cómo cada uno argumentó sus posiciones, ambos coincidieron en discursos antifascistas y antiimperialistas. Más allá de esos puntos de encuentro, el radicalismo sabattinista y el socialismo se enfrentaron en las elecciones de 1935. El PS presentó la fórmula Arturo Orgaz-Juan Pressaco y, a diferencia de los mejores resultados que había obtenido durante la abstención radical, quedó en un cómodo tercer lugar con 3.596 votos. Mientras que la UCR obtuvo 109.867 y el PDC 104.067 (Frávega, 2006, pp. 170-171). En términos laclauianos, a diferencia del PS, el sabattinismo articuló de manera más exitosa diversas demandas de una parte significativa de la sociedad cordobesa. Entre otras, la lucha contra la violencia fascista y el fraude.[9]

Una vez conocida la victoria de Sabattini y durante el gobierno radical, el PS se mostró reticente poniendo en el centro de sus dudas el antifascismo, antiimperialismo y perfil pro-obrero del nuevo gobernador. El partido, sobre todo en voz de sus principales dirigentes y órganos de difusión, consideraba y reclamaba que el líder radical no se definía claramente sobre estos temas, sobre todo en cuanto a la formación de un frente popular. Juan Pressaco diferenciaba el PS de la UCR precisamente por la convicción frentepopulista del primero. Recriminaba que los dirigentes radicales no comprendían la importancia de la iniciativa antifascista y que habían estado “ausentes en todas las manifestaciones contra la reacción”.[10]

Por lo menos hasta mediados de 1936, Roca y el resto del CPPYLA aguardaron la respuesta de la UCR provincial respecto a la invitación a formar un frente popular. Hasta ese momento, pudo haberse albergado alguna esperanza de acercamiento al radicalismo entre militantes del PS más interesados en formar un frente que en la disputa electoral con la UCR. Este podría ser el caso de Teófilo Olguin, vecino de Guatimozín (departamento de Marcos Juárez), corresponsal del periódico socialista La Vanguardia y presidente de la comisión organizadora del frente popular local. A fines de julio de 1936 Olguin denunció ante el Jefe de Policía que recibía amenazas de la policía local y las interpretó como un sabotaje contra Sabattini, contra un “gobierno liberal”.[11] En cambio, en La Vanguardia la denuncia recayó contra “la policía radical” que “pone a sus agentes al servicio de los dueños de la tierra”. Finalmente, el periódico sentenciaba: “Creemos firmemente que los radicales nada han progresado y que solo hubo un cambio de hombres en nuestra provincia, pero con las mismas taras”.[12] En esa línea, en el marco del debate de la ley de represión del comunismo (1937), el senador nacional por el PS Mario Bravo (1937) afirmó que la situación de los trabajadores en Córdoba no había mejorado con Sabattini. Denunciaba que el gobierno radical no atendía los reclamos de las agrupaciones obreras y reprimía a los trabajadores porque representaba los mismos intereses que sus predecesores demócratas. A la vez que desacreditaba las denuncias de complicidad entre sabattinismo y comunismo, mostraba al dirigente radical como contrario a la clase obrera.

El socialismo buscaba cuestionar al sabattinismo poniendo en duda su coherencia entre lo que decía ser y lo que hacía. En ese sentido cuestionaba el antifascismo del radicalismo para erigirse como su único representante, como lo hizo en la Cámara de Diputados de la Nación hacia 1938 (Irisarri, 2022). El retorno del radicalismo a la vida electoral había cambiado el escenario para la unión de diferentes sectores bajo el paraguas antifascista. La situación no era la misma que en 1933 había habilitado en Córdoba la convergencia en ANA de radicales, demócratas y socialistas. En ese momento, el PS era el único partido que en la Legislatura podía condenar al fascismo y denunciar la complicidad del gobierno demócrata en el asesinato de Guevara y encabezar actos multitudinarios por el hecho. Dos años después, el triunfo de Sabattini y sus expresiones contra las organizaciones de extrema derecha permitían dar cuenta de que el discurso antifascista no había logrado ser capitalizado por el socialismo. Podía ser utilizado por diversas fuerzas y, por lo tanto, convertirse en objeto de disputa, especialmente después de la demostración de su capacidad de convocatoria y movilización en 1933. En definitiva, también era una apelación que podía ser activada o encapsulada según la intencionalidad específica de una coyuntura o estrategia determinada (Bisso, 2023).

Mientras que el PC -desde su recientemente asumida estrategia frentepopulista- vio en el radicalismo una fuerza antifascista y garante de las libertades que veía recortadas, en 1933 -bajo la orientación de “clase contra clase”- el Comité Popular Contra la Reacción había criticado a la heterogénea ANA acusándola de estar integrada por miembros de partidos fascistas y burgueses (Sánchez, 2024a). Una vez en el gobierno, el sabattinismo le garantizó al comunismo un escenario de libertades del que no gozaba en otros puntos del país. De allí que el partido haya mantenido su respaldo al gobierno radical durante todo su mandato. 

En suma, la candidatura de Sabattini de mediados de 1935 surgió en un escenario local marcado por la memoria del asesinato de Guevara y por el surgimiento de organizaciones antifascistas. Desde ese lugar y sensibilidad antifascista, el candidato prometió eliminar las “milicias armadas” en la provincia.[13] Recogía una demanda significativa para la sociedad cordobesa y la vinculaba con otra también importante: el respeto a los procedimientos y a los valores democráticos. Así, lograba aglutinar y buscar representar una serie de demandas también compartidas por otras fuerzas democráticas opositoras al gobierno fraudulento de Justo.[14]

 

La hospitalidad hacia el PC

César Tcach (2012) advierte que el gobierno de Sabattini generó expectativas entre la clase obrera al ser visto como un potencial aliado. Durante su gestión, la izquierda creció en el movimiento obrero desatando luchas que lejos estuvieron de ser promovidas por el gobierno radical. Las esperanzas depositadas en Sabattini surgían de su compromiso con garantizar las libertades públicas.

Así lo interpretaba el dirigente comunista Salvador Marín en el acto del 1° de Mayo de 1936, a pocos días que asumiese Sabattini. En su discurso sostuvo que el gobierno del radical sería “de orden y de libertad, especialmente para la clase trabajadora cuyas libertades se encuentran hoy cercenadas por el gobierno de la nación que pretende erigirse en dictador.”[15] El acto terminó siendo disuelto por la policía y el Jefe de Policía que impartió la orden reprendido por el Ministro de Gobierno demócrata. La autoridad provisoria que gobernó la provincia desde marzo a mayo de 1936 (hasta que asumió Sabattini) consideró incorrecto que el Jefe de Policía disolviera un acto comunista sin consultar al gobierno. Quizás no se trataba más que de un anticipo o adecuación a lo que prometía la gestión pronta a asumir. De tal manera puede considerarse la respuesta que dio el propio Jefe de Policía al presentar su renuncia e indicar el motivo: “la divergencia acerca de la forma en que debe encararse el problema del orden público con relación a la prédica subversiva del comunismo internacional.”[16]

Una vez en el gobierno, el sabattinismo llevó a cabo una política conciliatoria y de arbitraje en la conflictividad capital-trabajo. Según Tcach (2012a), esto respondió más a las políticas intervencionistas que mundialmente se promovieron desde la crisis de 1929 que a una postura cómplice con el PC. Para el gobierno sabattinista lo importante era que fuesen respetadas las libertades públicas y políticas y la Constitución. Si bien el PC se vio beneficiado de esas preocupaciones, no significaba que el sabattinismo compartiera o colaborara ante sus pedidos.

Por ejemplo, en 1937 el Ministro del Interior de la gestión de Justo presentó al gobierno de Córdoba una denuncia de un vecino de Cruz Alta (departamento de Marcos Juárez) contra el comunismo. Según el telegrama que el Ministro remitía a Córdoba, en la localidad del sureste provincial el comunismo había realizado un acto en el que había agraviado a Justo e incitado a la formación de un frente popular. El gobierno cordobés inició una investigación de lo sucedido y concluyó que los insultos contra el presidente obedecían al fraude cometido en Santa Fe y Buenos Aires. Por lo tanto, el fiscal de gobierno consideró que:

 

el orador habría ejercitado un derecho que constituye una de las características de la forma republicana de gobierno: la crítica de los actos ejecutados por los funcionarios públicos en el cumplimiento de sus cargos. En consecuencia, debe desestimarse la denuncia y archivarse las actuaciones.[17]

 

En febrero de 1938 el gobierno volvió a desestimar otra denuncia, pero esta vez del PC. En esa ocasión, el comunismo de Villa María acusó al jefe político de Tercero Abajo de amenazar con aplicar la ley de Residencia a los comunistas que participaban de la huelga en la fábrica de calzados “Tate”.  El jefe político representaba al gobernador a nivel departamental y, desde el siglo XIX, tenía funciones amplias, como mantener el orden público (Cucchi, 2015). Por lo tanto, el PC villamariense estaba denunciando a un funcionario clave del gobierno en el interior provincial. En la nota, el partido recordaba que el radicalismo se había comprometido a respetar la Constitución y las libertades “de huelga, de reunión y de palabra” y a repudiar la ley de Residencia. Indicaba que precisamente por esas promesas habían respaldado a la UCR en las elecciones de 1935. Interpretaba que el jefe político no era un fiel representante de ese radicalismo que el comunismo había apoyado electoralmente y por eso debía ser reprendido. De no suceder esto, se preguntaba, si Sabattini no iba camino al fascismo. Por su parte, el jefe político argumentó que, como radical, no apoyaba la ley de Residencia y que sus palabras habían sido sacadas de contexto. Así buscó alinearse con el discurso sabattinista, repudiando la ley y la represión de los trabajadores. Finalmente, su explicación permitió que se desestimaran las acusaciones y fuese rechazada la denuncia.[18]

El interrogante sobre Sabattini que se planteaba el PC de Villa María no tuvo mayores repercusiones en el apoyo comunista al sabattinismo. Sin embargo, nos informa de que en el interior del PC el vínculo con el gobierno radical pudo haberse interpretado en términos de reciprocidad. También, revela la importancia que los comunistas le dieron al carácter antifascista que veían en Sabattini, cómo ligaban esa causa con la de la lucha de clases y las expectativas que les generaba el reconocerlo en el mismo bando en la contienda internacional.

Unos meses después, en julio de 1938, el jefe político del departamento de Unión, Mario Zinny, envió una carta a Del Castillo preguntándole cómo debía actuar ante “los extremismos, sea comunista o fascista”. El jefe político realizaba esta pregunta porque la autoridad militar de Unión le había solicitado investigar los vínculos entre el comunismo y las organizaciones obreras.[19] Zinny buscaba que el Ejecutivo provincial lo orientase para evitar denuncias del tipo de las que había recibido su par de Villa María.

Hasta la asunción de Sabattini la sección Orden Social y Político de la División de Investigaciones se encargó de investigar a los trabajadores y a las organizaciones y partidos de izquierda (López Cantera, 2021). Esta particularidad se hizo evidente en la respuesta del ministro de Gobierno, quien sentenció:

 

A los extremismos -comunismo y fascismo- no se les puede combatir legalmente, dado que en un régimen democrático liberal como el nuestro se pueden expresar las ideas siempre que no atenten contra la seguridad de los habitantes o del Estado.[20]

 

La pregunta es: qué consideraba un atentado contra la seguridad de los habitantes o del Estado. Postulamos que el sabattinismo no veía en el comunismo una amenaza, sino un partido que no alteraba el orden democrático con el que compartía ciertos intereses: la inclinación pro-obrera y la oposición a sectores conservadores, católicos y fascistas. En noviembre de 1936, Del Castillo ya había diferenciado al comunismo cordobés del fascismo al considerar democrático al primero y antidemocrático al segundo.[21] Una posición muy diferente a la que asumió cuando fue gobernador y, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, Córdoba se plegó a la lucha que a nivel nacional se llevaba contra las “actividades antiargentinas” y aplicó una importante represión al PC (Blanco, 2016).

Por su parte, el PC no solo apoyó a Sabattini en las elecciones de 1935, sino que llamó a votar por la UCR en las elecciones presidenciales de 1937 y en las legislativas de marzo de 1938. A Alvear lo presentaban como “una esperanza para la democracia argentina”[22] y al radicalismo cordobés como la realización de esa expectativa. En esa línea, ante los comicios de 1938 en Orientación se afirmaba: "con comicios libres y limpios, con un mandato respetuoso de la soberanía popular, Córdoba dará un ejemplo al país de cómo se defiende la democracia".[23] Dos meses después, allí también se aseguraba que solo un gobierno como el de Córdoba que era apoyado por el pueblo podía hacer que “las fuerzas reaccionarias que están al acecho” comprendieran que las normas y los derechos democráticos eran inviolables. Además, sostenía que las relaciones del gobierno de Sabattini con las organizaciones obreras habían mejorado al punto de que el primero le consultaba a estas sobre planes de obras públicas.[24]

Por supuesto que a partir de esto último no podemos sugerir que existió tal nivel de colaboración entre el gobierno sabattinista y el comunismo. Sobre todo si tenemos presente lo estudiado por Tcach (2012) acerca de en qué consistió la política pro-obrera del sabattinismo. Un ejemplo de que no se trataba de una relación entre iguales y, menos aún, de una alianza o coalición lo constituye el caso de Villa María antes relatado. Empero, sí podemos sostener que el comunismo respaldó al sabattinismo, en primer lugar, por considerarlo una garantía de su libertad política. Durante su gobierno pudo desarrollar sus actividades sin sufrir el nivel de represión que sus camaradas vivían en otros territorios provinciales. Segundo, y relacionado con lo anterior, vio en él un aliado en la lucha contra los sectores que promovían su persecución. Una disputa que comunistas y radicales interpretaron y sintetizaron como una batalla contra el fascismo.

 

La intrincada hostilidad hacia el fascismo

Después del triunfo de Sabattini en las elecciones internas, el Congreso de la UCR sancionó una plataforma electoral que postulaba disolver “toda clase de legiones armadas”.[25] El artículo retomaba la promesa de campaña interna y presentaba al radicalismo como el verdugo de las organizaciones de la derecha radicalizada. Captaba así una demanda que había movilizado a Córdoba tras el asesinato de Guevara. El partido fue definiendo su campaña electoral en términos de fascismo versus democracia, lo que llevó al PC a ver en la UCR, y en Sabattini en particular, un posible aliado en la lucha antifascista. Bajo el significante "fascismo" se englobaron todas las entidades de derecha de la provincia, entre ellas el PFA, la LCA, la Acción Nacionalista Argentina y la Afirmación de una Nueva Argentina (ADUNA).

Para el sabattinismo, esta postura no solo implicaba oponerse a las entidades de derecha, sino también diferenciarse del PDC. Recuperaron la asociación entre el PDC y el fascismo que habían realizado el PS y LVI tras el atentado a Guevara, responsabilizando al gobierno de Pedro J. Frías por “tolerar” a estos grupos (Sánchez, 2024a). Tras ganar las elecciones internas, Sabattini acusó directamente a la oposición demócrata de ser “la neta expresión del fascismo en el país” por:

 

los actos de violencia del gobierno que usurpa; por su afán incontenido de avasallar las libertades; por [su] esencial tendencia a la dictadura al afianzar el privilegio; por su origen, por su método de acción, por su índole y por su espíritu regresivo.[26]

 

Así ignoraba la complejidad interna del PDC, donde existían divisiones sobre la LCA y algunos miembros habían pertenecido a ANA en 1933 (Osella, 2019; Sánchez, 2024a). En la campaña, LVI comparó al candidato demócrata, José Aguirre Cámara -alias “Tito”-, con el gobernador conservador y filo-fascista de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco.[27] Aunque Aguirre representaba al sector más progresista y liberal del PDC, el diario filo-radical lo equiparó con el conservador antiliberal y fraudulento. Tres días antes de las elecciones, lo caricaturizó con la leyenda: “Fresco, (el de Morón): Te confieso sinceramente Tito, a Fresco me ganas tú a mi.”[28]

Una vez en el gobierno, Sabattini insistió en que se alejaba “tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha” y que actuaría “con toda decisión” ante cualquier acto ilegal.[29] Para evitar una intervención federal, intentó proyectar una imagen de la provincia como democrática y ordenada, ajena al conflicto y la violencia. En ese sentido, cuando en 1936 el fascio local denunció que algunos miembros habían sido torturados por la policía, el Jefe de Policía buscó alinear su discurso con el del sabattinismo. La autoridad policial aseguró a Del Castillo que esa clase de comportamientos no tenían lugar en Córdoba. También, que las reuniones fascistas se desarrollaban en orden porque precisamente la policía evitaba enfrentamientos con antifascistas.[30]

A su vez, las entidades y autoridades fascistas italianas gozaron de aceptación y respeto. En 1937 Sabattini recibió en su despacho a pilotos aviadores italianos junto a las autoridades consulares y de la colectividad. Según LVI, el gobernador“elogió sin reservas la hazaña cumplida por ellos en su breve visita a Sud América”.[31] Las autoridades provinciales y LVI entendían que la infiltración fascista se convertía en un peligro solo cuando era alentada -o tolerado ese incentivo- por dirigentes locales. De allí que el diario cordobés denunciara las marchas de camisas negras en Buenos Aires responsabilizando a Fresco y Justo.[32] También, que explicara que “el pueblo argentino” estaba en contra del fascismo “como sistema” y no “porque el fascismo sea italiano.”[33]

A su vez, el gobierno consideró al Consulado Italiano como el legítimo representante de los italianos. En agosto de 1936, tras la detención del italiano Vicente Landini en la investigación de los explosivos colocados contra la Iglesia y el Ejército durante la visita de Justo, el ministro de Gobierno -en vez de exigir control sobre sus “súbditos”- rindió cuentas al cónsul italiano. Landini, detenido cerca de la LCA, fue liberado al día siguiente, pese a resistirse a la requisa y agredir a la policía.[34] Los otros tres italianos de la LCA que fueron finalmente hallados culpables, no recibieron la atención del ministro. El gobierno los responsabilizó de querer promover la intervención federal (Tcach, 2009).

Las medidas más resonantes que se tomaron contra el fascismo no fueron iniciativas del Poder Ejecutivo, pero contribuyeron a la imagen de que en la Córdoba de Sabattini se lo combatía. En efecto, durante su gestión fueron expuestos y sancionados importantes dirigentes de la extrema derecha. En 1936 se allanó el domicilio del médico Antonio Nores Martínez y en 1939 fueron sancionados el profesor Nimio de Anquín y el nacionalista Alberto Novillo Saravia. Nores Martínez, rector enfrentado a los reformistas en 1918, miembro de la LCA y figura del clericalismo cordobés, vio allanada su casa, donde se encontraron parte de las 500 armas largas denunciadas como desaparecidas por la policía provincial (Tcach, 2009).

Los casos de Anquín y Novillo Saravia se dieron en un contexto de conflictos violentos en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde la Reforma de 1918, los sectores conservadores se opusieron a los reformistas y, en los años veinte comenzaron a defender proyectos corporativistas. Tras el golpe de 1930, el gobierno de facto desplazó a los líderes reformistas. Mientras que la élite católica disputaba la organización estudiantil y mantenía vínculos con los gobiernos de Frías y Justo. Bajo el gobierno de Sabattini la violencia no disminuyó y la extrema derecha siguió compitiendo por espacios de poder. Así, la Universidad continuó siendo un campo de rivalidad entre reformistas y reaccionarios, un conflicto que también fue interpretado como antifascismo versus fascismo (Osella, 2024).

En 1938, en la Facultad de Derecho, una lista nacionalista ganó las elecciones estudiantiles y celebró su victoria entonando el Himno Nacional con la mano en alto, al estilo fascista. El escándalo provocado por este gesto llevó a convocar un plebiscito para refrendar la lista ganadora. Durante la consulta, ocurrieron incidentes que resultaron en la trágica muerte de dos estudiantes nacionalistas. Nimio de Anquín ofició de orador en el sepelio de uno de ellos y en el acto conmemorativo del primer aniversario (Angelini, 2021; Tcach, 2009). Por esta última intervención, el Consejo Superior de la Universidad lo cesanteó por sus "expresiones agraviantes para la democracia y el sistema institucional" e incitación a la violencia.[35] En 1939, las autoridades también sancionaron a Alberto Novillo Saravia por presentar una nota al rector en defensa de De Anquín (Angelini, 2021).

A partir de 1938, tras la invasión alemana a Austria, varios países de América Latina comenzaron a tomar medidas contra la infiltración fascista y nazi. En Argentina, Ortiz prohibió el uso de banderas extranjeras (decreto 3.372) y en el Congreso se debatieron regulaciones sobre las actividades extranjeras.[36] El gobierno de Córdoba interpretó que el decreto solo prohibía el uso de banderas el 1 de Mayo, por lo que lo continuó permitiendo más adelante.[37] Es más, el Comisario inspector de jefaturas políticas llamó la atención a las autoridades de Unión que multaron el uso de la bandera italiana en los festejos del 25 de Mayo.[38] A diferencia del temor que recorría a sus correligionarios diputados nacionales, Sabattini se mostraba confiado. Sostenía que en Córdoba se habían desarticulado las organizaciones armadas gracias al clima de libertad y democracia garantizado por su gobierno (Sabattini, 1992, p. 57). A contramano de Ortíz, para el gobernador la solución era la libertad y no la regulación.

Al final de su gestión, Sabattini aseguró que en la provincia habían sido respetados tanto los extremismos de izquierda como los de derecha y desaparecidas las organizaciones armadas. A instancias de una nueva competencia electoral y con la voluntad de proyectarse en el escenario nacional se promocionó como el garante de la democracia, el orden y la ley. Para ello, contrapuso su gestión a la de Frías observando que los demócratas dejaban actuar a “fuerzas uniformadas y armadas, que confesaban, como objetivo de su actividad, la suplantación de nuestro régimen político, por un sistema extraño”.[39]

Como señala Osella (2024), el máximo difusor del fascismo en la provincia, De Anquín, recién fue sancionado a finales del mandato de Sabattini. Mientras que los miembros y organizaciones de derecha, responsables de colocar explosivos en 1936, fueron requisados y detenidos por la policía por ese delito. Sin embargo, a pesar de las promesas de campaña, ni el PFA, ni la LCA fueron prohibidos en el territorio provincial. La provincia no se convirtió en una cacería de fascistas, pero sí en un ambiente desfavorable para sus actividades e ideas, en comparación con la Buenos Aires de Fresco.[40]Para Sabattini la lucha contra el fascismo y las organizaciones de extrema derecha no podía darse por fuera del marco constitucional y de lo que entendía como el respeto a las libertades civiles y políticas. De allí que avanzó contra estos sectores respetando tiempos y canales institucionales y en la medida en que se detectó algo ilegal.

Lo relevante es que la ofensiva contra la extrema derecha cordobesa fue noticia e involucró a sus principales figuras. En la prensa oficialista, las medidas contra estos actores fueron presentadas como victorias del gobierno sobre el nacionalismo y el fascismo.[41] ¿Cómo dudar de semejante hazaña si ya había sido anunciada por el Sabattini candidato? Aunque para el sabattinismo el peligro fascista se hallaba en la oposición demócrata, no avanzó contra sus miembros, probablemente por el alto costo político que implicaba. A Justo y, luego a Ortiz, la arremetida contra el nacionalismo católico y el fascismo no debió inquietarlos como lo hubiera hecho un ataque a sus aliados demócratas.

 

Reflexiones finales

La pluralidad del antifascismo no es una novedad en la Argentina, como tampoco lo es en la historiografía europea. De allí que en este trabajo nos propusimos estudiar una de las tantas variantes del antifascismo argentino. En particular, analizamos cómo la “sensibilidad” transnacional impactó en el sabattinismo al momento de que su líder gobernara Córdoba. Al estudiar el antifascismo de una fuerza liberal, democrática y nacionalista y cómo se vinculó con el comunismo y otras expresiones antifascistas buscamos captar su complejidad. La laxitud de los términos da lugar a tramas complicadas.

Sabattini no fue solo el líder de una facción del radicalismo del interior, sino un actor político que disputó significados y posiciones con la dirigencia nacional del partido. Si el PC lo consideraba un aliado antifascista en los años treinta, ¿cómo explicamos su neutralismo -y la de otros sectores del radicalismo- durante la Segunda Guerra Mundial? Para practicar posibles respuestas, es clave examinar las interpretaciones que se hicieron del antifascismo y los vínculos que entablaron con el comunismo.

Sabattini gobernó Córdoba teniendo como telón de fondo a una Europa en la que el orden democrático y liberal se consideraba obsoleto. Sin embargo, como sucedió con otros actores políticos argentinos, el radical no vinculó la crisis europea con la local (Halperin Donghi, 2013). En el gobierno de su provincia intentó resolver los problemas de la democracia aferrándose a sus principios, no falseándolos. En ese sentido, la interpretación que hizo del antifascismo estuvo ligada -y supeditada- a su concepción de democracia, a cómo leyó la realidad local y a la relación con sus adversarios.

El sabattinismo veía los problemas de la democracia en Argentina como producto de gobiernos ilegítimos y fraudulentos, que favorecían la violencia de grupos de extrema derecha. En el radicalismo, tanto personalistas como antipersonalistas, coincidían en que el verdadero problema era la corrupción institucional. Para algunos, como Justo, el conflicto se daba entre república y demagogia; para otros, como Alvear, entre república y oligarquía  (Losada, 2018). A diferencia de la minimización del fascismo que hacía Alvear, el sabattinismo lo consideraba un peligro cuando esos gobiernos corruptos lo fomentaban o se inspiraban en él. Así, como la izquierda, identificaban a Fresco con el fascismo, una identificación que Alvear rechazaba (Losada, 2023).

Para el radicalismo cordobés, a diferencia del antifascismo comunista y socialista, el problema del fascismo no era una cuestión de escala internacional. A diferencia de comunistas y socialistas, los radicales sabattinistas compartieron un antifascismo que carecía de tonos heroicos y radicalizados y no veía a la Italia de Mussolini como una amenaza. La amenaza fascista no provenía de Italia ni de los italianos, sino que era un fenómeno interno, alimentado por gobiernos no democráticos. Combatirlo, entonces, no requería alianzas frentepopulistas, sino restaurar el gobierno de los auténticos representantes del pueblo: el radicalismo. Desde esta perspectiva, la solución era respetar la Constitución y los principios democráticos, permitiendo la libertad tanto para el PC como para el fascismo. Sin embargo, para el sabattinismo el fascismo constituía un problema mayor que el comunismo porque lo consideraba asociado a la oposición conservadora. De allí que el fascismo fuera “atacado” en Córdoba en un espacio como la Universidad, un locus de disputa que mantenía el radicalismo desde hacía años con el conservadurismo.

El sabattinismo asumió el poder prometiendo acabar con las organizaciones armadas, alineándose así con algunas demandas de la izquierda. No obstante, su gobierno no se convirtió en una "caza de brujas"; en cambio, Córdoba se promovía como una tierra democrática y respetuosa de las libertades. El fascismo solo se consideraba problemático en su vínculo con los sectores conservadores. Como señala Bisso (2023), la apelación antifascista podía activarse o encapsularse según la intencionalidad coyuntural o estratégica de los actores políticos.

El caso del antifascismo en la UCR devela que no toda posición antifascista derivaba en posiciones frentepopulistas (Losada, 2016b, 2023). No siempre el espanto es causa de unión entre la heterogeneidad, porque pueden prevalecer las diferencias en las formas de entender y tramitar la “monstruosidad”. También muestra que la decisión de no conformar un frente popular no puede ser explicada exclusivamente por la ventaja electoral que tenía un partido sobre otro. Debemos considerar que una vez en el gobierno el sabattinismo tuvo como desafío el respeto de la Constitución y de las libertades públicas y no la caza de fascistas. Y, para esas tareas, consideraban que la UCR era su mejor y única ejecutora.

En suma, el antifascismo no siempre se presenta como un amplio paraguas que cubre a sectores heterogéneos ante el temor de una tormenta mundial. También, puede tomar la forma de sombrillas individuales abiertas ante los nubarrones del propio cielo, desconociendo que las nubes también pueden formarse en el océano.

 

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[1] Los liberales conservadores cordobeses, como así también Justo, confiaban en que se mantendrían en el poder sin la necesidad de recurrir al fraude. Esta confianza se basaba en la victoria del PDC sobre el radicalismo en las elecciones provinciales de 1925, cuando la UCR gobernaba a nivel nacional y fue reelegida en 1928 (Halperin Donghi, 2004). A su vez, al triunfo de la UCR contribuyó el hecho de que el partido se presentó unido y no sufrióla intervención del Comité Nacional, como sí sucedió en otras provincias (Persello, 2007).

[2] Los Principios (LP), 27 de octubre de 1935; La Voz del Interior (LVI), 5 de julio de 1935; 25 de agosto de 1935.

[3] Son numerosos los estudios sobre el antifascismo en Argentina. Solo por citar algunos, indicamos los que indagan el antifascismo italiano (Cimatti, 2016, 2020, 2023; Grillo, 2004; Newton, 1994); aquellos que lo abordan desde una perspectiva de género (Ardanaz, 2013; Becerra, 2013; Bisso y Valobra, 2013; McGee Deutsch, 2013; Pasquali, 2023); otros que examinan su relación con el socialismo (Bisso, 2005; Martínez Mazzola, 2017) y el comunismo (Pasolini, 2005a, 2017; Petra, 2017).

[4] CeDIncI, F. Reinaudi, Carta de Deodoro Roca a Luis Reinaudi, 22 de agosto de 1940.

[5] Flecha, nº 4, 12 de diciembre de 1935.

[6] Flecha, nº 16, 21 de julio de 1936.

[7] LVI, 11 de noviembre de 1935, p. 6.

[8] LVI, 2 de noviembre de 1935, p. 6.

[9] Según la teoría política del discurso de Ernesto Laclau (2006) en una lucha hegemónica se articulan múltiples demandas en cadenas equivalenciales. De manera que toda demanda se liga equivalencialmente a otro tipo de demanda.

[10] CeDIncI, F. Reinaudi, Impulso, febrero de 1936.

[11] Archivo General de la Provincia de Córdoba (AGPC), Serie Ministerio de Gobierno (SMG), t. 43, 1936, f. 179.

[12] AGPC, SMG, La Vanguardia, t. 43, 1936, f. 180.

[13] LVI, 5 de julio de 1935, p. 12.

[14] La apropiación que distintas fuerzas democráticas argentinas hicieron del discurso antifascista para oponerse y denunciar el régimen fraudulento de Justo ha sido señalada por Andrés Bisso (2007).

[15] AGPC, SMG, t. 35, 1936, f. 94.

[16] AGPC, SMG, t. 35, 1936, fs. 92 y 93.

[17] AGPC, SMG, t. 29, 1937, fs. 460-469.

[18] AGPC, SMG, t. 21, 1938, fs. 264-280.

[19] AGPC, SMG, t. 32, 1938, fs. 441-442.

[20] AGPC, Policía, tomo 32, 1938, f. 443.

[21] Biblioteca de la Legislatura de Córdoba (BLC), Diarios de sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de la provincia de Córdoba (HCDC), 18 de noviembre de 1936.

[22] Orientación, 12 de diciembre de 1936.

[23] Orientación, 5 de marzo de 1938.

[24] Orientación, mayo de 1938.

[25] LVI, 25 de agosto de 1935.

[26] LVI, 2 de noviembre de 1935.

[27] La comparación entre Fresco y Sabattini fue un lugar común en los años treinta. Mientras la prensa liberal lo hacía para rescatar la figura de Sabattini, la católica utilizó la comparación para atacar al cordobés (Tcach y Camaño Semprini, 2019).

[28] LVI, 1 de noviembre de 1935.

[29] LP, 7 de septiembre de 1936.

[30] AGPC, SMG, t. 34, 1936, fs. 178-180.

[31] LVI, 24 de noviembre de 1937.

[32] LVI, 11 de noviembre de 1937.

[33] LVI, 17 de julio de 1937.

[34] AGPC, SMG, t. 34, 1936, fs. 1-9.

[35] LVI, 19 de agosto de 1939.

[36] Sobre este tema véase Jimena Irisarri (2022).

[37] AGPC, SMG, t. 29, 1937, fs. 191, 206; t. 40, 1938, fs. 48, 151, 179, 390-391.

[38] AGPC, SMG, t. 21, 1939, fs. 155-157.

[39] LP, 1 de febrero de 1940.

[40] Sobre este tema véase Bruno Cimatti (2024).

[41] LVI, 19 y 24 de agosto de 1939.