DIÁLOGO CON BEATRIZ BRAGONI, EDUARDO MÍGUEZ Y GUSTAVO L. PAZ, EDITORES. ENTREVISTA A PROPÓSITO DE LA DIRIGENCIA POLÍTICA ARGENTINA. DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL AL CENTENARIO
martín O. castro
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”
Universidad Nacional de Tres de Febrero
Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 16, N° 32, pp. 260- 274
Julio- Diciembre de 2023
ISSN 1853-7723
En junio de 2023 la editorial Edhasa publicó la colección de ensayos La dirigencia política argentina. De la Organización Nacional al Centenario que fue el fruto de varios años de trabajo colaborativo de un grupo de historiadores e historiadoras especialistas en la vida política argentina del siglo XIX. El volumen, bajo la dirección de Beatriz Bragoni, Eduardo Míguez y Gustavo L. Paz, es el resultado de intensos intercambios, jornadas abiertas y seminarios internos que concluyeron en esta significativa contribución a la reconstrucción del pasado de las dirigencias políticas argentinas entre la unificación constitucional de 1860 y la crisis política de 1890.
Invitado en 2018 a participar como comentarista externo en uno de los talleres de discusión en la que se presentaron primeras versiones de los capítulos pude entonces observar la relevancia del trabajo en equipo, el diseño de metodologías comunes de investigación y la riqueza de los intercambios entre los investigadores.
Este libro se inserta indudablemente en el proceso de renovación de la historia política en América Latina y en Argentina de las últimas décadas y lo hace transitando preocupaciones centrales de la reflexión historiográfica relativa a la conformación de los elencos dirigentes, su trayectoria y rasgos comunes, las vinculaciones entre la “baja” y la “alta” política y el rol de las elites provinciales en la construcción de un sistema político nacional.
Los editores y colaboradores de este volumen despliegan metodologías comunes, como la elaboración de biografías colectivas y la construcción de detalladas bases de datos de las dirigencias provinciales, pero también se permiten dotar a los capítulos de miradas propias que aportan la riqueza de los matices interpretativos y los rasgos específicos de cada caso provincial.
Con la intención de conversar sobre los propósitos que guiaron la elaboración de este libro y acceder al proceso interno que dio lugar a este esfuerzo colectivo (que ofrece perspectivas generales sin renunciar a la complejidad) acepté con mucho gusto la invitación de POLHIS para conversar con los editores de La dirigencia política argentina.
Beatriz Bragoni es doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires, Profesora titular en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo. Investigadora Principal del CONICET y Académica de número de la Academia Nacional de la Historia. Realizó estudios posdoctorales en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Ha sido profesora invitada de varias universidades europeas y latinoamericanas, Casa de Velázquez y Fondation Maison des Sciences del Homme. Ha publicado artículos en revistas especializadas y capítulos de libros editados en Argentina, Chile, Francia, España, México, Perú, Colombia y Brasil. Es autora, entre otros libros, de Los hijos de la revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX (1999); San Martín. De soldado del Rey a héroe de la Nación (2010); José Miguel Carrera. Un revolucionario chileno en el Río de la Plata (2012), y San Martín. Una biografía política del Libertador (2019). Ha editado, entre otros, Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional, 1852-1880, en colaboración con Eduardo Míguez (2010) y El sistema federal argentino. Debates y coyunturas, 1860-1900, junto con Paula Alonso (2015). Es directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro Científico y Tecnológico CONICET-Mendoza, y presidenta de la Asociación Argentina de Investigadores en Historia.
Eduardo Míguez es graduado en Historia en la Universidad de Buenos Aires (1976) y doctorado en la de Oxford (1981). Autor de varios libros, entre ellos, Los Trece Ranchos. Las provincias, Buenos Aires, y la formación de la Nación Argentina (1840-1880), (Prohistoria, 2021), Bartolomé Mitre, entre la Nación y la historia, (Edhasa, 2018), e Historia económica de la Argentina – desde la Conquista a la crisis de 1930, (Sudamericana, 2008); y editor de, entre otros, Argentina. La apertura al mundo. 1880 – 1930, (Madrid, Taurus 2011), Un Nuevo Orden Político. Provincias y estado nacional 1852-1880 (Buenos Aires, Biblos, 2010), con Beatriz Bragoni y Mass Migration to Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries (Jaguar Books, 2003), con Samuel Baily. Autor de numerosos artículos publicados en Argentina, Alemania, México, España, Brasil, Estados Unidos e Italia. Investigador y/o docente de grado o postgrado en universidades de Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra y la Argentina. Es integrante de, y ha presidido, asociaciones profesionales. Miembro de la Academia Nacional de la Historia. Ejerció cargos de dirección y evaluación universitaria y científica en órganos públicos y privados, incluyendo el Mincyt, Foncyt, la Universidad Torcuato Di Tella, Fundación Antorchas, y de gestión en la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en las que se desempeñó como profesor Titular de Historia Argentina. Es profesor emérito de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
Gustavo L. Paz es profesor de Historia por la Universidad de Buenos Aires y M.A. y PhD. en Historia por Emory University. Investigador Independiente del CONICET en el Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires. Es profesor Titular regular de Problemas de Historia Americana en la Universidad Nacional de Tres de Febrero y profesor Adjunto regular de Historia de América en la Facultad de Filosofía y Letras y de Historia Latinoamericana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires; profesor invitado del Posgrado en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella. Su especialidad es la historia política y social argentina y americana del periodo colonial tardío y el siglo XIX sobre el que ha publicado extensamente. Publicó Las Guerras Civiles, 1820-1870 (Eudeba, 2007), Desde este día adelante Revolución. Voces del 25 de Mayo de 1810 (Eudeba, 2010) y con B. Bragoni y E. Míguez La formación de la dirigencia política argentina. De la Organización Nacional al Centenario (Edhasa, 2023). Dirige la colección “Biografías Argentinas” (Edhasa).
Martín Castro (MC): Podemos comenzar por conversar sobre las motivaciones y origen de este libro: ¿Cómo nace la idea original de este trabajo? ¿Cómo se conformó el equipo de investigadores que colaboraron y con qué apoyos institucionales contaron?
La idea provino de varias cuestiones convergentes realizadas en base al estadio de la historiografía política argentina que mostraba importantes novedades en el estudio de la vida política del siglo XIX con diferentes aproximaciones y estrategias de investigación, y en las que los ámbitos provinciales habían ganado vigor como arena de problematizaciones y tratamientos empíricos de diferente naturaleza. La mayoría de quienes integramos el proyecto contábamos con esas herramientas, y habíamos ensayado aproximaciones previas en tesis doctorales, reuniones científicas o la edición de libros colectivos en los que quedaba pendiente una aproximación de conjunto del proceso de configuración de las dirigencias políticas en la formación del sistema federal que sucedió a la sanción de la constitución nacional. Este era un proceso sobre el que Tulio Halperin había avanzado con habitual maestría en Una nación para el desierto argentino, como asimismo en una conferencia dictada en la Universidad Nacional de Lujan; ambas contribuciones habían planteado (como lo haría otras veces en coloquios y reseñas) el modo en que se conformó la compleja alquimia entre los grupos de poder locales en la consolidación de la autoridad y/o sistema político nacional. Ese interrogante operaba como faro atrayente y desafiaba caracterizar actores concretos (con diferente grado de proyección pública y registrados en la documentación edita o inédita disponible) y escrutarlos del mismo modo, por la imbricación que habían tenido en las nervaduras de los regímenes políticos o estados provinciales en transformación. De modo que la aspiración u objetivo de abordar el fenómeno combinando las escalas nacional y provinciales invitaba a convocar a historiadoras e historiadores familiarizados con el tema que contaran con experiencia en prácticas de archivo que facilitaran el tratamiento cuanti-cualitativo de una investigación de tipo prosopográfico.
La idea originaria de interpelar todas las provincias no fue posible por varias razones: en el caso de Catamarca, La Rioja, San Luis y Santiago del Estero no localizamos especialistas sensibilizados en el tema y la metodología; por su parte, el caso de Santa Fe quedó incompleto por razones ampliamente justificadas. De modo que la idea originaria adquirió cuerpo con la participación de colegas que abordaron las provincias restantes: Buenos Aires (Eduardo Míguez), Córdoba (Laura Cucchi), Corrientes (Raquel Bressan), Entre Ríos (Mariana Pérez), Jujuy (Gustavo Paz), Mendoza (Beatriz Bragoni y Eliana Fucili), Salta (Juan Ignacio Quintián), San Juan (Ana Laura Lanteri) y Tucumán (María José Navajas y Flavia Macías). La investigación contó con el apoyo de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y con aportes discretos de Universidades nacionales y de la Academia Nacional de la Historia, que facilitó las instalaciones para la realización de reuniones de trabajo y tuvo a su cargo la evaluación del manuscrito para su posterior edición.
MC: Se suele ponderar y señalar los méritos de los esfuerzos colectivos de investigación y, sin embargo, contamos con pocos ejemplos en que aquellos se concretan. Este es un libro en el cual los y las autores siguen unas líneas comunes de investigación, preocupaciones similares y una metodología compartida. ¿Cómo fue el proceso de preparación de este libro? ¿Qué actividades desarrollaron a lo largo del proyecto que condujeron a la publicación del libro?
La mecánica de trabajo colaborativa supuso intercambios fluidos entre la coordinación y los integrantes del equipo de trabajo. Se llevaron a cabo reuniones de trabajo para acordar criterios a tener en cuenta en la creación de una base de datos nominativa por provincia y luego unificada; acuerdos básicos sobre la cronología o periodización; socialización de información estratégica sobre archivos, bibliotecas, documentos y bases de datos abiertas o disponibles. Las reuniones del equipo de trabajo tuvieron como sede la Academia Nacional de la Historia; una vez que se pudo avanzar en la elaboración de los manuscritos convocamos a especialistas en la temática y el período con el fin de ajustar aspectos metodológicos e interpretativos. Vale comentar que la crisis desatada por la emergencia sanitaria COVID 19, con su correlato sobre la economía, demoró la publicación del libro por parte de la Editorial Edhasa.
MC: Entre otros elementos en común las investigaciones específicas que dan forma a los capítulos sobre los casos provinciales comparten la utilización de las biografías colectivas. De esta manera, el libro se convierte en una historia exitosa en medio de una historiografía argentina que no ha dudado en señalar los méritos analíticos de la prosopografía pero, al mismo tiempo, no ha producido ejemplos abundantes que acompañen esos comentarios elogiosos. ¿Cómo fue el proceso de construcción de las bases de datos, la sistematización de la información y qué obstáculos encontraron?
Este fue en verdad un tema importante al que la escasez de tradición de los estudios prosopográficos en Argentina contribuía a hacerlo más complejo. Pero si la intención era poner a prueba de manera empírica las hipótesis más arraigadas sobre los rasgos de nuestra dirigencia política, las variables más amplias que debíamos escoger eran bastante claras. Debíamos preguntarnos sobre riqueza, obviamente, sobre origen y redes familiares y sobre la red de relaciones extra familiares. La idea de una oligarquía política remite a la riqueza, una plutocracia, y a un entramado de relaciones familiares estrechas y excluyentes. El papel de los saberes no había sido resaltado salvo en una bibliografía muy antigua y hagiográfica, o en algunos textos muy recientes; pero nos pareció evidente que también debíamos incluir esa dimensión.
Ya en nuestras primeras reuniones, cuando se fue armando el grupo, estaba claro que estas eran las cuestiones que debíamos poner a prueba con nuestros datos. Y no fue difícil, por razones prácticas, delimitar un universo de altas dirigencias que fuera abarcable en cada provincia. También llegamos rápidamente a la idea de que la única forma de hacer nuestro análisis de forma de obtener resultados convincentes era relevar el mismo tipo de información para cada uno de los individuos de los universos que estudiábamos, es decir aplicar los métodos de la prosopografía. De hecho, este era un terreno familiar para alguno de nosotros, que ya habíamos estudiado a las dirigencias de algunas provincias. Para la tradición de la historia cuantitativa era claro que se tenía un conjunto de áreas que se querían analizar en base a información serial (sea cuantificable, como la riqueza, o no, como la formación intelectual o el origen familiar), esa información fue necesario desagregarla en variables que se pudieran precisar (aunque no necesariamente medir) en todos o buena parte de los casos.
Esta etapa de pasar de problemas a modelos analíticos nos llevó mucho esfuerzo y fue el tema central de varias de nuestras reuniones. A ello se agregaba la obvia dificultad de la desigualdad de información en diferentes provincias como también las diferentes experiencias historiográficas dentro del equipo. Charlamos mucho sobre bases de datos y fuentes pero no elaboramos un modelo rígido, ya que no todos contaban con igual información ni podían abordar los problemas de la misma manera. Pero lo que fue emergiendo como consenso y como meta fue un conjunto de preguntas que era necesario responder para arribar a conclusiones comparables. El resultado fue una metodología un tanto híbrida. La base de datos de cada provincia se armó según la disponibilidad de información y las posibilidades de los investigadores, pero el conjunto de preguntas que buscábamos responder eran las mismas; eso llevó a que sobre bases de datos que no eran idénticas las variables analizadas fueran las mismas. Esto nos permitió sintetizar la información en un modelo común que se transformó en una base Excel con la misma matriz para todas las provincias y que está a disposición de quien la quiera consultar. Esta base no sintetiza toda la investigación pero muestra resultados comparables sobre preguntas claves. Despues, cada investigador enfatizó en su análisis los rasgos que eran más relevantes para el caso que estudiaba, como verá el lector del libro. La universidad era una variable importante para Córdoba, la inmigración para Buenos Aires (lamentablemente nos faltó Santa Fe), la “juventud” de la provincia para Entre Ríos.
MC: El libro se encuentra incorporado a un proceso ya consolidado de renovación de la historia política en América Latina y en Argentina sobre el que se da cuenta en la introducción de la compilación. Pero, a su vez, propone vías novedosas de tratar preguntas ya enunciadas con respecto a las clases políticas y que surgen en ese mismo estado de la cuestión que se recorre. Una de ellas es quizás la utilización de la conceptualización de Pierre Bourdieu sobre los “capitales” que los y las autores aplican sin corsés rígidos y creo que allí se encuentra un mérito indudable del libro. ¿De qué manera les parece que la incorporación de este concepto colabora en captar la complejidad de las elites dirigentes?
El uso de las categorías de Bourdieu, los “capitales”, tuvo una relación, diríamos, bilateral, con nuestro proyecto. Formaba parte del trasfondo de nuestra forma de aproximarnos al problema, y a la vez las recogimos porque nos facilitaba estructurar el modelo analítico. La verdad es que al formular el proyecto, no partimos de Bourdieu. Partimos de una pregunta más bien obvia. ¿Como se relacionaba el poder político con la riqueza, con el origen familiar, con el prestigio y las redes sociales, con los saberes? Como dijimos, esto se traducía en una serie de cuestiones concretas, que debíamos abordar para caracterizar a nuestro objeto de estudio.
Y aquí entra otro problema, en el cual también es relevante el pensamiento de Bourdieu, entre muchos otros. ¿Como caracterizábamos a nuestro objeto? Hay muchas etiquetas disponibles; oligarquía, elite, clase política, etc. Cualquiera de estas etiquetas tiene problemas que nosotros tratamos de minimizar utilizando el término dirigencias, que tiene un sentido eminentemente descriptivo; son dirigentes porque ocupan determinados cargos. En este sentido, más que un objeto, son objetos de estudio, porque cada individuo es un caso específico. Despues, sobre la base de los datos concretos, pueden ser caracterizados de manera colectiva o no, y en este sentido, queda mucho por discutir, muchas líneas abiertas. Cuestiones sobre identidades, y culturas compartidas en un conjunto de actores sociales con una ocupación común, más allá de los fraccionamientos partidarios. Ese es un problema que excede lo que hemos hecho, porque nosotros no buscamos una clasificación colectiva, una etiqueta general. Tratamos de identificar rasgos comunes y particulares de los individuos.
Y aquí la categoría de capitales de Bourdieu nos venía muy bien, porque ofrece una definición analítica que se ajusta a nuestras preguntas, y que de alguna forma, le dan un sustento conceptual. Nos facilitaba un lenguaje común para abordar los problemas que nos interesaban. Agrupan nuestros datos en torno a la idea de los capitales económico, simbólico (prestigio social), relacional y cultural. Y en lo que hace al capital simbólico, nos permite pensar cuanto de él deriva del origen y la trama social, y cuanto de los logros individuales, sobre todo en el plano cultural, pero también, por ejemplo, en el económico, el militar o el administrativo; el prestigio que se deriva de la capacidad de progreso económico, o de eficacia guerrera, de la capacidad de gestión. Caracterizar, no al conjunto, si no a cada individuo en estas dimensiones, y luego sacar conclusiones estadísticas, que nos dan, por un lado, los rasgos compartidos del grupo, y por otro, las posibilidades de variaciones dentro de él. Aquí entra una idea que ha sido utilizada, por ejemplo, por la microhistoria italiana; ¿cuál es el rango de diversidad posible dentro del universo analizado? La importancia de los límites y los márgenes que el conjunto admite.
MC: El estudio propone una cronología para la serie de investigaciones sobre las dirigencias provinciales que, a grandes rasgos, va de la década de 1860 a la de 1890, recortando un proceso enmarcado entre la “unificación constitucional” y la crisis política de 1890. ¿Cómo llegaron a la delimitación del período de estudio y por qué les parece que el recorte ofrecido expresa características propias que lo diferencian de procesos previos o posteriores?
Aquí el factor determinante es más práctico que histórico o conceptual. Ante todo, debíamos delimitar un universo abarcable para el equipo y sus disponibilidades de tiempo. En segundo lugar, debíamos trabajar sobre terreno conocido, y aunque cada uno de los integrantes del equipo ha estudiado diversos períodos de la historia política “argentina”, esta era una cronología que a todos nos resultaba familiar. Pensamos que esta definición práctica no acarrea problemas metodológicos. No nos propusimos decir que esta “generación” política era específica en ningún sentido, solo describimos un conjunto que tiene en común haber actuado en esa etapa.
Ahora bien, obviamente, las fechas de corte no son arbitrarias. 1860 marca la unificación constitucional de la Argentina, y 1890, una crisis del sistema político (además del económico), y por eso se prestaban para los cortes. Discutir la etapa de separación entre Buenos Aires y la “Confederación” traía muchos problemas. Valía la pena atravesar la crisis de 1880, para ver si ella traía diferencias notables. Hubiera sido interesante seguir hasta el cambio del sistema político en 1912-16 (de hecho, Gustavo pudo hacerlo), pero para la mayoría, iba más allá de nuestras posibilidades reales.
De todas maneras, esas fechas son solo la puerta de acceso; pero a los que entran por esa puerta – vale decir, a quienes ejercieron los cargos políticos superiores durante ese período – los estudiamos a lo largo de toda sus trayectorias, de modo que vemos su actuación antes y despues del período escogido. Y esto nos ha subrayado sobre todo las continuidades. La caída de la “Confederación” en 1861 no substituyó al personal político (como ya había mostrado Ana Laura Lanteri en trabajos previos), y tampoco la de Buenos Aires en 1880. Y nuestros actores continuaron siendo protagonistas después de 1890, en la medida en que lo permitió la supervivencia. Esto no quiere decir que no haya cambios; pero parecen más bien cambios procesuales y no cortes abruptos. En todo caso, queda una pregunta abierta, que nosotros no hemos analizado, al menos en el plano nacional, que es una revisión cronológica de más largo aliento sobre los perfiles de las dirigencias. Sí se fija el análisis en las provincias, por qué hechos específicos dentro de ellas generan una tendencia hacia ciertos giros en la integración de los elencos, aunque no se trate de rupturas abruptas.
MC: Hacia finales de la década de 1890 frecuentemente, y quizás de manera creciente, algunos observadores contemporáneos (periodistas, políticos profesionales, intelectuales) creyeron identificar, con preocupación, la presencia de “oligarquías” en una variedad de espacios: la vida política provincial, el Congreso, las universidades. ¿Qué cambia, si es que hay cambios importantes, que alimente esta preocupación ante estas posibles limitaciones de las instituciones representativas y que se transforma en un componente significativo de la agenda reformista del cambio de siglo?
La contraposición pueblo-oligarquía es un tropo del discurso político desde el comienzo de la era constitucional, muy presente en particular en el mitrismo. Oligarquía, en este sentido, tiene ante todo una connotación política, como una minoría excluyente, enquistada en los cargos electivos por la distorsión de las instituciones republicanas. Se enfoca en las elites dirigentes del interior, pero no excluye a las de Buenos Aires. Y si bien es sobre todo específicamente política, en ciertos casos, como el liberalismo progresista, también incluye una connotación menor de exclusión social. Mitre alguna vez la formuló en términos alberdianos, como el avance desde la republica posible a la verdadera. La denuncia oligárquica, por ejemplo, está muy presente en las revoluciones de 1874 y 1880. Y esta denuncia de oligarquización se traduce en un déficit de legitimidad que impulsa un espíritu reformista, que va a llevar a cambios en la ley electoral que es muy visible, por ejemplo, en las reformas constitucionales de Buenos Aires de 1873 y 1889.
Ahora bien, la crisis política de 1890 potencia esa falta de legitimidad y, por lo tanto, su contracara, el espíritu reformista. En un excelente trabajo publicado en el Journal of Iberian and Latin American Research en 2014, Marta Bonaudo analiza las iniciativas reformistas de aquella década, y aunque no se concretaron, las ve como el resultado de la gran crisis de 1890. Incluso, argumenta que la reforma de Joaquín V. González de 1902 se emparenta más con el ciclo reformista de los noventa que con el que llevó a la Ley Sáenz Peña. Aquí, sin embargo, incluiríamos un matiz. Como bien ha señalado la literatura clásica sobre la reforma (Natalio Botana, por ejemplo), en esta se percibe tanto la dinámica interna de las dirigencias políticas como las crecientes tensiones sociales creadas por una sociedad en movimiento. Así, la presencia de sectores contestatarios, ya visible desde la crisis económica de 1890 y que se potenció en el giro del siglo y los años sucesivos, fueron un factor adicional en la crisis de legitimidad y las motivaciones reformistas.
Ahora bien, en este contexto, ¿qué podemos aportar desde nuestra investigación? Nosotros no incorporamos a los políticos que solo tuvieron actuación posterior a 1890, pero si tomamos el universo de dirigentes que analizamos, incluyendo su trayectoria posterior a esa fecha, más allá de vaivenes y de particularidades provinciales, no se observa una tendencia a la oligarquización social creciente sino que, en algunos casos, se percibe una limitada apertura. Es claro que el predominio de la tradición identificada con el PAN potenciaba las denuncias de oligarquización política, pero al analizar los datos se observa que la rotación dentro de los mismos sectores no disminuye. La conclusión es que el antiguo espíritu de reforma, tan viejo como la república posible, en juego con la creciente conflictividad social, se va potenciando sucesivamente para crear el sentimiento de la necesidad de una reforma y apertura del sistema político. Más que oligarquización, es un creciente sentimiento de ilegitimidad dentro de las propias dirigencias, que hace que las viejas y reiteradas denuncias sean consideradas más acuciantes.
MC: Uno de los rasgos distintivos del libro es la relevancia reconocida a la especificidad de lo político y a la adquisición de saberes propios que hacen a la carrera política. ¿Qué caminos se abren a quienes están decididos (o sus trayectorias los habilitan) a adquirir un capital cultural y relacional y una preparación particular acorde con la “profesionalización de la política”?
No hay una respuesta unívoca a esta pregunta, porque esto varía según los casos provinciales. Lo que sí parece bastante común es que quienes tienen las capacidades de adquirir esos capitales, y en los grados imprescindibles para alcanzar los círculos de alto poder, que son los que hemos estudiado, no tienen impedimentos para integrar el círculo de los elegibles, lo que no es muy sorprendente si consideramos que aún en Buenos Aires o Córdoba, los círculos sociales respetables eran lo suficientemente reducidos como para que nadie que los integrara pasara desapercibido. Y esto ocurría en mucho mayor medida en las capitales provinciales más pequeñas. Quedan, entonces, dos barreras. La pertenencia a esos círculos sociales respetables, que puede ser más cerrados o más abiertos según la provincia. La otra es el grado de control que un determinado círculo político o partido tenga de la situación provincial. En los momentos de estabilidad, no es raro que un grupo determinado tenga un control férreo de la política provincial, y en ese caso, solo acercándose a ese círculo se tiene posibilidad de ingresar. Los momentos de crisis política local suelen dar mayores oportunidades para que sectores diferentes accedan a cargos electivos.
Y esto convendría pensarlo en el plano de cada provincia. En ocasiones, como en la Conciliación de la segunda mitad de los años 1870, o en el acuerdo Roca-Mitre de 1891, era difícil trasladar a las provincias los acuerdos logrados en el ámbito nacional. Si un sector hegemonizaba el poder en el ámbito provincial podía no estar dispuesto a ceder poder y cargos a los marginados por el hecho de que se llegara a un acuerdo en Buenos Aires. Entonces, una cosa es el progreso sociocultural, necesario para entrar en los círculos de respetabilidad y otra la posibilidad de consolidar ese ingreso con el ejercicio de un cargo. Al comienzo, hay casos en que eso se lograba por un avance en el escalafón militar, pero eso se va haciendo menos frecuente. Las otras vías que permanecen más abiertas son el enriquecimiento, que varía mucho según la dinámica económica de cada provincia, o el progreso intelectual, vinculado a los estudios universitarios (posiblemente Buenos Aires más que Córdoba), o en ocasiones al destacado talento individual. A veces este progreso es inter-generacional, y otras un logro individual. Finalmente, si se lograba estar entre los “elegibles” era necesario acercarse a los círculos políticos correctos si se deseaba ser elegido.
MC: El libro es resultado indudable de un esfuerzo colectivo de investigación que logra articular los aportes y experiencias de un grupo de especialistas con un conocimiento profundo sobre las historias políticas de las diferentes provincias. ¿Es posible pensar en una continuidad de este tipo de prácticas historiográficas en un sentido más generalizado? Y, en todo caso, ¿qué elementos creen que deben darse para llegar a un resultado positivo en este tipo de empresas colectivas?
Nuestra aspiración es poder continuar con líneas de investigación, el abordaje y estrategias metodológicas en torno a las dirigencias políticas en algunas direcciones: por un lado, consolidar el análisis de los elencos provinciales al menos hasta el Centenario; por el otro, avanzar en el tratamiento de las legislaturas provinciales. Este es un tema que no ha contado con un abordaje sistemático y que puede ofrecer resultados muy interesantes sobre las dinámicas locales, el llamado “techo de cristal” de los políticos territoriales, el peso de la titulación universitaria o de otros cargos, los debates legislativos, la conformación de alianzas y la gravitación de reformas constitucionales. Como en otras temáticas de la actual agenda historiográfica, el interés por el pasado de las legislaturas no es solo argentino: en la actualidad los estudios sobre Congresos y Parlamentos ocupan un lugar atrayente en los estudios históricos y politológicos en tanto permiten analizar las relaciones entre los poderes públicos y la forma de reclutamiento o selección de las elites políticas o parlamentarias. La continuidad de este tipo de experiencias enfrenta varios desafíos: ante todo, la obtención de financiamiento adecuado para llevarlas a cabo. Pero no sólo depende de ello: depende también de la actitud del investigador frente a un objeto que sabe no es solamente individual o de un caso, sino que su aporte ha de entenderse en relación con otros.