FRANCISCO J. REYES. BOINAS BLANCAS. LOS ORÍGENES DE LA IDENTIDAD POLÍTICA DEL RADICALISMO (1890-1916). ROSARIO: PROHISTORIA, 2022, 374 PP.

Por Nahuel Ojeda Silva

Universidad de San Andrés

Buenos Aires, Argentina

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 16, N° 31, pp. 311-313

Enero- Junio de 2023

ISSN 1853-7723

 

 

En Boinas Blancas, Francisco Reyes ofrece un análisis del radicalismo desde sus años de origen hasta su llegada al gobierno en 1916. El autor examina uno de los elementos centrales de la creación y desarrollo de un movimiento político: la búsqueda de una propia identidad. El libro se suma a la serie de obras que discuten al partido en sus orígenes, como también a las últimas investigaciones que problematizan la historia política nacional del período. A lo largo de los ochos capítulos, Reyes indaga en las representaciones políticas, discursos, imágenes y rituales del movimiento, elementos necesarios a juicio del autor para la construcción de una historia cultural de la política radical.

Los primeros tres capítulos hacen referencia al período de formación del radicalismo hasta el fallecimiento de Alem (1890-1896). Etapa marcada por la agitación política producto de la crisis, Reyes examina la formación del militante radical, del “correligionario” (en clara referencia a una comunidad de creyentes), donde el lenguaje revolucionario y regeneracionista cobró una importancia central en sus discursos y acciones. El autor sugiere que, en la construcción de su simbología, la regeneración fue más allá de la Causa/Régimen (dicotomía formulada en gran parte de la historiografía partidaria). Señala, además, la presencia de un discurso nacionalista dentro de su identidad centrado en la defensa de una “patria en peligro”. Esta percepción unida al ser radical es, según Reyes, un elemento central a lo largo de esta etapa formativa de la agrupación y una clave que permite comprender su construcción como movimiento popular en las primeras décadas del siglo XX.

Para ahondar en la conformación de este lenguaje, Reyes presenta en su segundo capítulo una reconstrucción de trayectorias de diferentes personalidades que actuaron en esta época; abogados, legisladores, periodistas y poetas como Candiotti, Saldías, Barroetaveña, “Almafuerte” y Castellanos, entre otros. También recupera el desarrollo de los radicalismos provinciales más allá de la organización nacional y nos muestra un elenco variado que fue constituyéndose en la fuerza opositora más importante en los noventa. A su vez, examina la formación de militantes, de “ciudadanos-soldados”, movilizados en las conmemoraciones de sus fechas fundantes, y recupera la vasta iconografía radical que rendía homenaje a sus mártires revolucionarios. Estos elementos, presentes en el tercer capítulo, remarcan su hipótesis de que este movimiento político constituyó una religión cívica. En el capítulo seis, retoma dicho análisis en un nuevo escenario: el de las movilizaciones tras los eventos de la Revolución de 1905. Allí se desplegó la construcción de Alem, a la par del “singular” liderazgo de Yrigoyen, como la representación de la fuerza moral de la regeneración nacional.

Durante el período marcado por la desaparición de las autoridades nacionales del partido (1897-1903), analizado en los capítulos cuatro y cinco, Reyes examina la reorganización constante de la agrupación. A pesar de sus tensiones internas, el radicalismo se definía como el elemento fundamental para el progreso de la nación argentina. En el escenario posterior a la revolución de 1905, el autor presenta la supervivencia de la agrupación hasta el Centenario, con nuevos adversarios políticos como el Partido Socialista. Propone que, en los enfrentamientos con otros grupos políticos de la época (con el PAN en sus orígenes y con el PS a finales del siglo), el radicalismo fue conformando parte de su identidad.

Los últimos capítulos hacen referencia al contexto de los Centenarios y de la sanción de la reforma electoral. Allí examina las intervenciones del radicalismo en torno de las celebraciones de la época y reconstruye la presencia de una nueva generación de radicales, la formación del Comité Feminista, las relaciones con los círculos católicos y con los obreros. En este sentido, señala que el radicalismo se presentaba como un movimiento abierto, popular y nacionalista. Esa clave popular, es observada también por el autor en aquellos payadores que recuperaban la iconografía radical de antaño en los festivales y asados criollos.

El radicalismo constituye para Reyes la historia de una serie de grupos de dirigentes cambiantes y de una base de seguidores que se fueron disputando el control de la agrupación. Pero a su vez, más allá de la presencia de un determinado líder, contribuyeron a la construcción de una identidad partidaria las movilizaciones callejeras en la conmemoración de las revoluciones, el homenaje de sus mártires, el empleo de la boina blanca, la formación de solidaridades y lealtades dentro de sus militantes. En definitiva, el autor propone ver al radicalismo como un ejemplo de sacralización de la política en su conformación como movimiento nacional-popular en las primeras décadas del siglo XX.