Israel Arroyo, Juárez y sus gabinetes: republicanismo y división de poderes. México: Consejo Editorial de la Honorable Cámara de Diputados, 2021, 373 pp.
Giuliana Nicolini
Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Mar del Plata
Mar del Plata, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 16, N° 31, pp. 295-297
Enero- Junio de 2023
ISSN 1853-7723
Este libro constituye un valioso aporte al conocimiento sobre la consolidación del republicanismo y la división de poderes durante el siglo XIX, en México en particular y en Latinoamérica en general. Se centra en la gestión de Benito Juárez, figura que ha sido muy abordada, pero presenta una perspectiva novedosa, ya que atiende a las complejas relaciones entre los poderes públicos en los diferentes periodos que atravesaron sus administraciones. Dicho abordaje es de interés para repensar a Juárez en el entramado político y superar visiones antagónicas presentes en diversa literatura.
El autor parte de la Constitución de 1857, que en teoría consolidó el sistema presidencial mexicano, para reflexionar sobre las discusiones que se abrieron en torno a la forma de gobierno y la división de poderes. En la introducción, plantea la pregunta rectora del libro: cómo se pusieron en ejercicio los diseños constitucionales a la luz de las prácticas políticas durante el juarismo. De allí que resulta un aporte muy productivo la perspectiva comparada, ya que pone en evidencia las similitudes, pero también las divergencias de diferentes casos dentro de los republicanismos americanos que aplicaron teóricamente modelos similares.
El libro consta de cuatro capítulos. El primero realiza un análisis comparativo del diseño institucional de México con dos modelos latinoamericanos, el de Chile y el de Argentina, para concluir que en el caso mexicano existió una supervivencia de elementos del parlamentarismo, lo que demuestra la importancia de trascender los modelos y examinar la experiencia histórica. También atiende de forma eficaz a la conformación y el funcionamiento de los gabinetes entre 1855 y 1872, prestando especial atención a la articulación entre el presidente y sus ministros, y clasificando los gabinetes según el uso que cada uno le dio a los hábitos parlamentarios, en momentos donde paradójicamente se consolidaba el sistema presidencialista. El autor destaca rasgos tales como el requerimiento de la firma de los ministros para autorizar las órdenes del presidente, la rendición de cuentas presencial de aquellos ante el Congreso o la atribución del legislativo de modificar o crear ministerios. Estos elementos diferencian al sistema mexicano de entonces del modelo norteamericano, y lo asemejan a otras experiencias como la argentina.
Los dos capítulos siguientes se ocupan del funcionamiento del poder legislativo en la década de 1860. Particularmente en el segundo, Arroyo realiza un análisis de su relación con el ejecutivo en los primeros años de la década. El autor explica el recorrido que hacían los legisladores a partir de la labor de los clubes políticos y la prensa para llegar a sus cargos, así como lo que sucedía con las juntas electorales y su legitimidad. Por último, Arroyo se concentra en dos tópicos que se discuten en el Congreso: la calificación de la elección presidencial y la solicitud de renuncia del presidente electo. Estos casos demuestran, según su argumento, el importante grado de autonomía del Congreso y, asimismo, las presiones que pudo ejercer, por ejemplo, en los recambios de gabinete y en las crisis ministeriales. El tercer capítulo continúa dicho abordaje con foco en la problemática de las alianzas parlamentarias de finales de la década. En contraste con el anterior, advierte una disputa menos marcada con el ejecutivo, pero coaliciones legislativas más sólidas, concretamente las de oposición al gobierno.
El cuarto capítulo se encarga del poder judicial, menos analizado por la historiografía. Aquí, el autor resalta y estudia el diseño de la elección de los magistrados. Analiza, asimismo, el funcionamiento de esas elecciones y ofrece un estudio prosopográfico breve de quiénes ocuparon esos cargos. También incorpora estudios de caso para observar el accionar de la Corte y su emergencia como un poder político. Este análisis le permite hacer una reconstrucción de las autorepresentaciones de la Suprema Corte, en las que operaron sus interacciones con los otros dos poderes.
Arroyo concluye que la experiencia juarista sintetizó el funcionamiento de un sistema presidencial, pero que en la práctica aplicó elementos del parlamentarismo ponderando la figura de los ministros y el accionar del Congreso y la Suprema Corte como contrapesos. Pero los aportes de la obra exceden esa cuestión. Por una parte, rescata la experiencia mexicana durante las administraciones de Juárez, superando las visiones dicotómicas y reubicando su figura en el entramado político. Y, por otra, brinda claves metodológicas en perspectiva comparada para reflexionar sobre los sistemas políticos de la región.