Marcela meneses
Reyes, ¡Cuotas No! El movimiento
estudiantil de 1999-2000 en la UNAM. México: Programa Universitario de
Estudios sobre la Educación Superior, 2019, 183 pp.
Por Nicolás Dip
Instituto de Investigaciones Sociales-Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM),
México
ISSN 1853-7723
Los libros a
veces comienzan por sus epígrafes y el trabajo de Marcela Meneses Reyes sobre
la huelga estudiantil mexicana de 1999-2000, la más extensa en la historia de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no es la excepción. La
necesidad de caminar hacia atrás para escapar al olvido que exalta el poeta
maya-guatemalteco Humberto Ak'abal en el comienzo del estudio manifiesta muy
bien sus intenciones. Aunque el objetivo de Meneses no sólo es recordar un
movimiento del que fue protagonista en sus tiempos de estudiante, sino entender
las razones de un conflicto que convulsionó por casi diez meses a la UNAM y al
país entero. Desde abril de 1999 cuando el Consejo General de Huelga (CGH) tomó
las instalaciones de la universidad en protesta por el aumento de las cuotas de
inscripción; hasta febrero del año siguiente con la violación de la autonomía
universitaria por la Policía Federal Preventiva y el encarcelamiento de cientos
de manifestantes. La hoy académica de la UNAM elige eludir la versión
testimonial y desde herramientas teóricas del marxismo y la sociología
histórica brinda un análisis profundo de la huelga y de los diversos actores
involucrados. De esta manera, escapa a las miradas condenatorias de un
movimiento que sigue generando incomodidades, como lo atestigua su exclusión de
los actos conmemorativos por los 100 años de la UNAM que organizó la rectoría
en 2010.
El libro va a
contracorriente de la tendencia dominante en las investigaciones sobre el
activismo estudiantil en México, limitada generalmente al movimiento de
protesta de 1968. Indagaciones recientes señalan que ese foco obturó el impulso
de nuevos estudios sobre experiencias previas y posteriores. Sintomáticos son
los escasos eventos o ediciones que se dedicó a la huelga de 1999 al cumplirse
su vigésimo aniversario en 2019, en comparación a la cantidad innumerable que
suscitó el cincuentenario del 68 un año antes. En este marco, la virtud del
trabajo es que logra analizar la experiencia del CGH en una visión histórica de
larga data, lo que ubica al movimiento como un hito de fin de siglo signado por
rupturas y continuidades con los ciclos de protesta precedentes.
Para Meneses la
consigna ¡Cuotas no! es el corazón
del movimiento estudiantil de 1999-2000 y eso lo introduce en la lucha por la
defensa del derecho a la educación pública y gratuita. Pero sobre todo, lo hace
heredero inmediato del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), una experiencia
que irrumpió en la segunda mitad de los ochenta y formó parte del movimiento
democrático que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas ante las elecciones presidenciales
de 1988, con la finalidad de aglutinar a la izquierda mexicana y horadar la
histórica hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El CEU
protagonizó las luchas por la gratuidad de los estudios superiores en 1986-1987
y en 1992, gracias a las cuales los estudiantes siguieron abonando 20 centavos
de inscripción, un monto mínimo que aún simboliza la gratuidad de la UNAM. Sin
embargo, aunque la huelga de 1999 puede inscribirse en esos conflictos previos,
sus anclajes organizativos y políticos viraron en un contexto de profundización
de las políticas neoliberales y de ilegitimidad del sistema político mexicano.
En este punto, Meneses resalta que el faro moral y político del CGH fue el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), lo que explica en buena
medida su opción por las consultas populares y la elección de la asamblea
directa y horizontal como el espacio de toma de decisiones.
El trabajo
propone una visión compleja del movimiento estudiantil de 1999-2000. Resalta
sus instancias de participación colectiva y además indaga en cómo su itinerario
de radicalización lo llevó a lógicas autoritarias y a la pérdida de alianzas
políticas. En esta dinámica, tiene en cuenta el continuo desdén de las
autoridades universitarias respecto de los estudiantes y el interés del
gobierno federal por prolongar el conflicto en un año preelectoral. Aunque, a
su vez, analiza el proceso extremo de moralización que llevó al CGH a concebir
la política bajo la lógica amigo-enemigo, tanto dentro como fuera del
movimiento. Esta experiencia se manifestó en la hegemonía que lograron las
vertientes más intransigentes autodenominadas “megaultras”, entre las que se
encontraban Contracorriente y el “Heroico Comité de Huelga” de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales. Estos sectores dieron prioridad a las “acciones
contundentes” y denunciaron los intentos de negociación con las autoridades
como formas de traición. La primacía de estas posturas llevó a rechazar importantes
propuestas de mediación, expulsar de las asambleas a los sectores “moderados”
ligados a ex miembros del CEU y al Partido de la Revolución Democrática (PRD),
e incluso provocó que las corrientes más intransigentes se distanciaran
públicamente del EZLN.
En
suma, la obra muestra que el legado de esta experiencia es contradictorio, ya
que por una parte logró mantener la gratuidad de la UNAM y ser un espacio de
formación para los jóvenes que participaron en la protesta, aunque por otro
lado dejó un activismo estudiantil fragmentado y desmovilizado. Por su mirada
crítica, el trabajo de Meneses merece ser leído y discutido para alentar nuevos
estudios sobre los movimientos estudiantiles contemporáneos en México, quienes
aún tienen mucho que hacer y decir, como lo demuestran las huelgas feministas
recientes en la UNAM y en otras instituciones del país.