Sebastián Giménez y Nicolás Azzolini (coords.), Identidades políticas y democracia en la Argentina del siglo XX. Buenos Aires: Teseo, 2019, 280 pp.

Por Francisco Reyes

Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (IHUCSO) del Litoral, Universidad Nacional del Litoral/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,

Santa Fé, Argentina.

.

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 13, N° 25, pp. 424-426

Enero- Junio de 2020

ISSN 1853-7723

 

 

 

Las principales vertientes de la renovada historia política no le han asignado aún un lugar significativo a la gestación y devenir de las distintas formas de pertenencia y solidaridades políticas, salvo que se deriven de organizaciones partidarias (algo señalado en el nº 9 de esta revista con saludable espíritu polémico por Eduardo Míguez para el cambio del siglo XIX al XX). Identidades políticas y democracia en la Argentina del siglo XX constituye una estimulante propuesta de diálogo entre aquellas disciplinas más teóricas dentro de las Ciencias Sociales y la historia política. Desde las páginas iniciales invita a un feed-back que se vuelve necesario, ante el estado de avance de múltiples investigaciones que se encargaron de estos cruces, con notables antecedentes en los análisis sobre el período posterior al derrocamiento de Perón.

En los distintos capítulos las identidades políticas se erigen en el objeto de estudio privilegiado, a la vez que como una perspectiva analítica “informada teóricamente”. Los autores parten de la constatación de que las identidades no son algo dado, naturalizables históricamente. Esta perspectiva no tiene un afán “revisionista”, sino consolidar aportes madurados en múltiples intercambios académicos, ya que detrás de la obra hay un conjunto de tesis, obras colectivas, libros individuales y artículos sobre la temática y con una perspectiva teórica común. Las identidades políticas como objeto de estudio con entidad propia, he aquí su principal mérito.

Otro objetivo sostenido es demostrar la operatividad de conceptos analíticos para repensar los procesos políticos del siglo XX y llegar así a nuevas interpretaciones. Se advierte en este punto una segunda virtud del libro. En tanto trabajo con pretensiones teóricas –con una avanzada coherencia colectiva–, la clave de lectura gira en torno a conceptos como populismo, alteridad, hegemonía, sobredeterminación, polarización, regeneracionismo, comunidad, frontera y tradición. Los mismos pueden adquirir un carácter casi esotérico para aquellos no familiarizados con la sociología de las identidades políticas y los estudios de corte postestructuralista sobre populismo, aunque obras de algunos de los autores –Las dos fronteras de la democracia argentina (2001) de Gerardo Aboy Carlés o Las brechas del pueblo (2013) de Aboy junto a Sebastián Barros y Julián Melo– han avanzado en su difusión. Éste es un punto alto de la obra, pero también primera luz amarilla a la hora de establecer un diálogo fluido con investigadores reacios a aventurarse en tierras teóricas.

Una importante cuestión analizada remite a las disputas entre actores políticos por la legitimidad y la pertenencia a la comunidad política. Esto se vislumbra en los estudios que hacen foco en la dinámica de un régimen político específico: el de Giménez que profundiza en el período posterior al golpe de Estado de 1930 y las sucesivas reformulaciones del lugar del radicalismo; el de Adrián Velázquez Ramírez sobre la transición a la democracia de 1983 y el cambio conceptual del alfonsinismo y la renovación peronista; y, con otro énfasis, el de Aboy Carlés sobre los populismos latinoamericanos y la polarización política. Pero también en aquellos que dan cuenta de la inscripción de esas identidades en determinadas tradiciones y su capacidad para reinterpretarlas: la reflexión de Daniela Slipak sobre la reinvención setentista del peronismo por Montoneros; la particular apropiación de un legado nacional-popular operada por el radicalismo de la Junta Renovadora en la “génesis peronista” estudiada por Florencia Campo y Julián Melo; el análisis del discurso de Frondizi y su imposibilidad para trascender la polarización peronismo/antiperonismo ensayado por Azzolini.

Dicho esto, cabe notar algunas cuestiones sobre la propia agenda de investigación y las perspectivas analíticas declaradas en el libro. En primer lugar, en la generalidad del fenómeno de las identidades políticas se exhibe una sobrerrepresentación de los grandes movimientos nacional-populares (radicalismos y peronismos varios), en detrimento de las más minoritarias y enmarañadas expresiones de las izquierdas y las derechas, circunstancia salvada en parte por el trabajo de Ricardo Martínez Mazzola sobre las mutaciones del “espíritu de escisión” del socialismo.

Por otro lado, salvo el aporte de Barros sobre las tramitaciones espaciales de los lugares sociales en las identidades excluidas en la Convención Constituyente de Chubut en 1957, prácticamente se pasa por alto uno de los avances más significativos de la nueva historia política que tiene que ver con las escalas provinciales, regionales y locales como instancias de producción de lo político y donde se modulan las identidades políticas de alcance nacional. Finalmente, se afirma en la introducción teórica –texto de valor en sí mismo– que los símbolos juegan un papel fundamental en las disputas semánticas operadas en todo proceso identitario. Pero tal vez porque se adopta como objeto fundamental de análisis los discursos en sí, hubiera sido deseable encontrar un abordaje de lo simbólico que remita a la iconografía o a las consignas como elementos de interpelación y apropiación. Existen desarrollos provenientes de la antropología, la historia del arte e incluso de la historia de las emociones que han hecho importantes aportes para pensar las identidades políticas.

Lo expresado no hace más que demostrar el grado de avance de una línea de investigación que ha definido con precisión un tema relevante de indagación y sofisticado las herramientas teóricas para su tratamiento. La invitación de Identidades políticas y democracia merece recibirse para profundizar un diálogo crítico en el cual las variantes de la historia política todavía tienen mucho por avanzar. El libro ha pavimentado un camino casi virgen.