EL BOMBARDEO A LA PLAZA DE MAYO DE 1955: REPRESENTACIONES MEDIÁTICAS Y VISIBILIDAD DE LAS VÍCTIMAS A TRAVÉS DE LOS DIARIOS LA NACIÓN Y LA RAZÓN
MAURICIO MACKINZE
Universidad Nacional de General Sarmiento
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 16, N° 31, pp. 236-263
Enero- Junio de 2023
ISSN 1853-7723
Fecha de recepción: 05/04/2023 - Fecha de aceptación:12/08/2023
Resumen
En este artículo nos proponemos analizar la cobertura que realizó la prensa escrita sobre el bombardeo a la Plaza de Mayo, sucedido el 16 de junio de 1955. Puntualmente, nos interesa reconstruir la articulación entre el relato escrito y el relato visual que estos medios realizaron y comprender el lugar de los muertos y de las víctimas en las narraciones e interpretaciones del bombardeo. Para ello, se examinará la cobertura de los periódicos La Nación y La Razón de la Tarde (5ta ed.) teniendo en cuenta que ambos poseían líneas editoriales disímiles, apelaban a diversos públicos, se relacionaban con el peronismo de forma diferente y contaban con un número similar de ejemplares vendidos. Se intentará demostrar que las víctimas -muertos y heridos- fueron referenciadas en ambos periódicos y también impactaron en amplios sectores sociales y políticos. Al mismo tiempo, las ceremonias fúnebres y los reconocimientos oficiales se desplegaron ̶ si seguimos las páginas de ambos periódicos ̶ para aquellos muertos que pertenecían a las Fuerzas Armadas o de Seguridad. Por último, formulamos algunos interrogantes en cuanto a la cobertura del suceso en el Interior del país y el juicio a los autores del suceso.
Palabras Clave
peronismo, bombardeo, medios de comunicación, muertos, víctimas.
THE BOMBARDMENT OF PLAZA DE MAYO IN 1955: MEDIA REPRESENTATIONS AND VISIBILITY OF THE VICTIMS THROUGH THE NEWSPAPERS LA NACIÓN Y LA RAZÓN
Abstract
In this article, we want to analyze the Bombardment of “Plaza de Mayo”, which took place the 16th of june in1955, focusing on the media coverage made by the written press. Punctually, we are interested in the reconstruction of the articulation between the written and visual story that these media do and comprehend the place of the dead and the victims in the stories and interpretations about the bombardment. For this purpose, the coverage carried out by the newspapers ``La Nación” and “La Razón de la Tarde (5ta ED.)” will be examined, taking into consideration that both have dissimilar editorial lines and they appeal to different audiences, that they relate to Peronism in different ways, and that they have a similar circulation. We will try to demonstrate that the victims -dead and wounded- were referenced by both newspapers and they also impacted in various social and political sectors. At the same time, the funeral ceremonies and the official recognitions were deployed (if we follow the pages of both newspapers) for those dead who belong to the Armed or Security Forces. At last, we will formulate some questions that are awakening this investigation in terms of coverage of this success in the countryside, also known as the Interior, and the judgment of the perpetrators of this event.
Keywords
peronism, bombardment, media, dead, victims.
EL BOMBARDEO A LA PLAZA DE MAYO DE 1955: REPRESENTACIONES MEDIÁTICAS Y VISIBILIDAD DE LAS VÍCTIMAS A TRAVÉS DE LOS DIARIOS LA NACIÓN Y LA RAZÓN
En junio de 1955 el gobierno de Juan Domingo Perón cumplía nueve años al mando de los destinos del país. Su segundo mandato ̶ consecuencia directa de la reforma constitucional de 1949 que permitió la reelección presidencial ̶ tuvo características muy disímiles al anterior: el país se encontraba aquejado por una crisis económica que disparó la inflación y encareció el costo de vida de la población argentina.
A los problemas económicos se le sumaría el rápido deterioro de la relación entre el gobierno y la Iglesia Católica, de una importancia estratégica para Perón durante su primer mandato (Caimari, 2010). La disputa con la Iglesia Católica comenzó cuando Perón acusó a sus máximas autoridades locales de gozar de privilegios y exenciones incompatibles con su función y de alejarse de “la verdadera doctrina de Cristo” encarnada en las políticas del primer mandatario. El surgimiento de un partido Demócrata Cristiano en 1954, avalado por algunos sectores de la Iglesia, molestó a Perón, quien consideraba que su partido era el único “democrático” y “cristiano” en el territorio. Un conjunto de políticas que escandalizaron a la Curia –entre las que destacan el reconocimiento de los hijos ilegítimos, la ley de divorcio Nro. 14.394 sancionada en 1954 y el riguroso control de los establecimientos educativos católicos ̶ tuvo su corolario en la iniciativa gubernamental de realizar una nueva reforma constitucional para “separar definitivamente a la Iglesia del Estado”, acontecida en los días posteriores a los sucesos de Corpus Christi del 11 de junio de 1955.[1]
Por otro lado, las relaciones con las Fuerzas Armadas se vieron afectadas por varias razones, entre las que se pueden enumerar problemas personales datados del período previo al arribo de Perón al poder ̶ como en el caso del futuro presidente de facto general (R) Eduardo Lonardi (Page, 1984) ̶ , la oposición de un sector de las FF.AA. a la reforma constitucional de 1949 expresada en 1951 en el intento de golpe de Estado liderado por el General Benjamín Menéndez (Rouquié, 1982 y Potash, 1981) y la negativa de los militares a que Eva Perón integrase la fórmula presidencial en las elecciones de 1952. En medio de esta tensión, el conflicto con la Iglesia Católica terminó de convencer a un gran número de militares sobre la necesidad de derrocar al por entonces presidente de la Nación.
La oposición al gobierno, por su parte, se fue radicalizando cada vez más debido a que la persecución oficial (que incluía el encarcelamiento de algunos de sus dirigentes más importantes y la sanción de una nueva ley electoral que impedía la formación de coaliciones) limitaba sensiblemente sus posibilidades de disputarle el poder a un gobierno que, además, gozaba de notoria popularidad entre amplios sectores de la ciudadanía. La oposición contó con la aparición de nuevos líderes ̶ como fue el caso de Arturo Frondizi ̶ y la alianza informal con la numerosa militancia católica, visiblemente ofuscada por las políticas anticlericales, así como también aprovechó la circulación de ciertos rumores tendenciosos que involucraban al primer mandatario y algunos de sus más notorios ministros.[2]
En este contexto, durante el mes de junio tuvieron lugar una serie de sucesos que comenzaron con la marcha de Corpus Christi el día 11 de junio de 1955 y finalizaron con el bombardeo de la Plaza de Mayo por parte de un escuadrón sublevado de la Aviación Naval, en conjunto con el avance de soldados pertenecientes a la Infantería de Marina en dirección a la Casa de Gobierno, con el objetivo de hacerse con el poder y acabar con la vida del presidente. Como sabemos, este intento de golpe de Estado no prosperó, aunque el lanzamiento de las bombas por parte de los aviones y los combates callejeros entre las tropas sublevadas ̶ acompañadas de civiles armados, los llamados “comandos civiles” ̶ y las tropas leales al gobierno arrojó como saldo un gran número de muertos y heridos, tanto militares como, en mayor parte, civiles.
Durante años el tema de las víctimas (muertos y heridos) fue muy poco atendido por la historiografía a la hora de analizar y explicar el acontecimiento. Las víctimas pasaron a ser una simple cifra aproximada que acompañaba el párrafo vinculado al suceso dentro de un capítulo muchas veces titulado “La caída de Perón”.
En el 2005, al cumplirse el cincuentenario de este suceso y al acercarse el trigésimo aniversario del golpe de Estado de 1976, se inició un proyecto de investigación (bajo la dirección de Juan Carlos Geneyro y con lugar de trabajo en el Departamento de Planificación y Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús), que culminó en la publicación del libro Grafías del ´55 compilado por Juan Besse y Alejandro Kawabata (2007). El libro reunió una serie de trabajos que buscaban reconstruir los acontecimientos que tuvieron lugar en junio de 1955 desde una mirada crítica. En particular, el capítulo escrito por Diego Raus (2007) analiza la representación de los hechos realizada por el diario La Nación, al que caracteriza como un actor político importante en la coyuntura política dominante del período ̶ la querella entre “peronismo” y “antiperonismo” ̶ que apela a su instrumento específico: la palabra. Para junio de 2010 el gobierno argentino, a través del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, emitió un extenso informe[3] que buscaba sentar una posición oficial respecto a los hechos acontecidos en aquel entonces.
Como sostienen Besse y Rodríguez “hoy se sabe qué sucedió ese día atroz para la vida política argentina” a merced de que en esos años se dio una
numerosa producción de escritos periodísticos, académicos, films documentales, programas televisivos y radiales, eventos académicos, instalaciones, arte gráfico y otras materialidades que hacen a la transmisión del pasado reciente permiten afirmar que desde 2005 hubo trazas de distintas políticas de la memoria sobre la masacre del 16 de junio de 1955” (2016, p.11).
En este sentido es que la intención de este artículo será la de dar cuenta del tratamiento que los periódicos La Nación y La Razón de la Tarde (5ta ed.) tuvieron sobre el bombardeo, haciendo particular hincapié en las víctimas y los actores directamente involucrados. El argumento detrás de esta elección es que la cobertura y la interpretación del hecho fueron diferentes porque los periódicos tenían posturas disímiles frente al peronismo, se dirigían a diferentes públicos y sus estilos eran diversos. Por otro lado, se cree que los muertos y las víctimas no adquirieron especificidad ni plantearon ningún cuestionamiento moral a la hora de su representación por parte de los periódicos analizados; y que la relevancia social y política de los muertos y heridos fue retrospectiva, es decir, que ambas fueron recuperadas por los discursos públicos en años más recientes.
Los medios de comunicación durante el peronismo
La utilización por parte de Perón de los medios de comunicación ha sido estudiada por varios autores quienes señalan que fue “una política de hecho” en respuesta a una coyuntura determinada por la abierta hostilidad que la mayoría de estos demostraron hacia su figura durante sus tiempos en la Secretaría de Trabajo y Previsión, incrementada durante la campaña presidencial de 1946 (Sirvén,1985). Pero también es interpretada como un rasgo coherente y programático de la “doctrina peronista” que propugnaba la creación de una “comunidad organizada” tal y como sostiene Lettieri (citada en Varela, 2006-2007, p.48).
La motivación detrás de las políticas peronistas sigue siendo objeto de debate en la actualidad, ya que- se señala que la misma se caracterizaba por la utilización de dos tipos de medidas. Por un lado, se encontraban las “medidas restrictivas”, que incluían básicamente la censura de contenidos y el control material de los insumos de los medios (en el caso de los impresos se trataba del papel prensa) que llevaron a la concentración económica y política de la mayor parte del sistema de medios del país por parte del gobierno hacia el final del período peronista. Por otro lado, el gobierno también llevó adelante lo que podría catalogarse como “medidas de fomento”, que iban desde las cuotas de exhibición del cine argentino y el apoyo crediticio a la industria cinematográfica local (Varela, 2006-2007).
Las investigaciones más recientes complejizan el panorama de la relación entre prensa y peronismo. Por ejemplo, la restricción del vital suministro del papel de diario se encontraba derivado de la carestía de este material que afectaba a todo el mundo en los años de la posguerra (excepto a los EE. UU.) y perjudicaba principalmente a los diarios de gran tirada, puesto que de escaso tiraje utilizaban otro tipo de tecnología que les permitía sortear dicha medida.[4] Otra cuestión que no podemos obviar es que la crisis económica que atravesaba la Argentina durante estos años favorecía el acercamiento de algunos dueños de medios gráficos al peronismo en busca de financianciamiento para sus empresas a través de la publicidad oficial.[5] Por último, y no por ello menos importante, tampoco podemos dejar de tener en cuenta las disputas que tuvieron lugar entre los distintos actores que permitían la circulación de los periódicos y la relación que estas tuvieron con el cambio de dirección editorial o en la expropiación del mismo.[6]
En conclusión, para 1955 los periódicos analizados en el presente trabajo habían sido objeto de medidas restrictivas durante el período peronista: en el caso de La Nación[7], el control material ejercido por parte del gobierno al insumo esencial del papel prensa llevó al diario a reducir su cantidad de páginas de veinte a doce para principios del último año del segundo gobierno peronista. Por su parte, La Razón de la Tarde (5ta ed.) [8] ya se encontraba incorporado desde el año 1951 a la cadena de medios oficialistas integrada por otros diarios como El Mundo, Crítica y Noticias Gráficas, luego de haberse embarcado en una inocultable campaña a favor de la fórmula presidencial de la Unión Democrática en 1946 (Baschetti, 2000).
Los días posteriores al bombardeo y la construcción del “retorno a la normalidad”
Los diarios correspondientes al día 17 presentan la narración de los hechos del 16 de junio de 1955. La primera plana del diario La Nación titula que fue sofocada una “Intentona Subversiva”, mientras que en la columna izquierda ̶ “Cómo se desarrollaron los acontecimientos de la jornada anterior” ̶ se destaca en la crónica de los sucesos que el presidente se había instalado desde temprano en el Ministerio de Ejército, junto con el general Lucero. Confirma que la gente que estaba ese día en la Plaza de Mayo creía que los aviones pertenecían a un escuadrón de la FAA destinado a desagraviar la insignia nacional y que las tres primeras bombas estallaron en la Casa Rosada, un trolebús que circulaba por Paseo Colón y el Ministerio de Hacienda. El diario también relata que desde las 3 am se habían reforzado los controles policiales en las cercanías de la Residencia Presidencial. Esto sugiere que el presidente estaba informado de movimientos inusuales al interior de las Fuerzas Armadas.
La primera referencia a los muertos aparece dentro de esta misma crónica cuando se menciona a los fallecidos en el interior del trolebús y la misma tiene un tono eminentemente grotesco y efectista: “la bomba impactó y cuando se abrieron sus puertas una horrenda carga de muertos y heridos descendió”.[9] A continuación, alude a las víctimas que se encontraban en el Ministerio de Ejército: dos muertos (trabajadores civiles de esa repartición) y dos heridos por esquirlas.
Los primeros rumores señalaban que participaban de la sublevación la Infantería de Marina, un sector de la Aviación Naval, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y la División “Litoral”, comandada por el general Justo León Bengoa.[10] El matutino indica que mientras que los aviones ametrallaban a los civiles, se produjo un duro combate entre los Infantes de Marina, que avanzaban desde la sede del Ministerio de Marina, y los Granaderos a Caballo que, junto con el apoyo del Regimiento Motorizado “Buenos Aires”, se encargaban de defender la Casa Rosada. También se cuenta la participación de grupos de civiles que disparaban contra las tropas leales utilizando carabinas.[11]
La narración de los hechos del día 16 de junio tiene en ambos diarios el carácter de crónica bélica y la utilización de terminología castrense fue una constante en los días siguientes. No resulta exagerado entonces para el lector que Alain Rouquié (1982, pp. 107-112) haya calificado estos hechos como una “guerra civil larvada”, que en muchas ocasiones se equiparaba y se miraba en espejo con la Guerra Civil Española. De esta comparación también se hizo eco la prensa franquista de la época, que veía en los sucesos de Buenos Aires enormes similitudes con los hechos acontecidos en España y que coincidieron con el comienzo del fin de la Segunda República Española y el surgimiento de la dictadura franquista en medio de la lucha fratricida. Los análisis de la prensa española de la época sobre los sucesos acontecidos en Buenos Aires en la mañana del 16 de junio de 1955 fueron analizados detalladamente por Beatriz Figallo (2018).
Es de destacar que el diario La Nación señala la abnegación de las enfermeras, quienes durante una tregua en el tiroteo socorrieron a los heridos de ambos bandos y trasladaron a los cadáveres en sábanas. Durante esta misma tregua un “grupo de personas” no identificadas, pero que presumiblemente formaban parte de la Confederación General del Trabajo (CGT), se acercaron al Ministerio de Ejército para solicitar la provisión de armas. A las 17.40 horas, los sublevados del Ministerio de Marina se rindieron ante las tropas del Regimiento Motorizado “Buenos Aires”, mientras que el Regimiento de Infantería 3 con asiento en La Tablada se hacía con el control del aeropuerto de Ezeiza, que había sido previamente capturado por los sublevados con el objetivo de reabastecer a sus aviones.
A las 18 horas del mismo día Perón se refirió a la ciudadanía a través de un mensaje radial, donde afirmó que se encontraba en su puesto de comando y que las bombas habían caído en un lugar inerme, “perjudicando solamente a algunos ciudadanos que han muerto por efecto de las bombas”. Afirmó que la situación estaba controlada y deseaba que sus primeras palabras encomiaran la “acción maravillosa” llevada a cabo por el Ejército. Luego responsabilizó a la Marina de Guerra por la “enorme cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos”. Prometía que los autores del hecho serían castigados y que la República “tendrá memoria” de lo sucedido y de las víctimas.[12]
En otra columna el diario destaca que 36 aviones y 90 tripulantes buscaron refugio en Uruguay, dos aviones resultaron dañados durante el aterrizaje y uno de los aviadores se encontraba herido. Se menciona que en 1951 (en el fallido levantamiento del general Menéndez) se había dado una situación similar y que en aquella ocasión el gobierno uruguayo decidió devolver todos los aviones y las armas al gobierno argentino, presumiéndose que eso volvería a ocurrir en esta oportunidad.
La cobertura de lo sucedido en el Congreso es similar en los dos diarios: los legisladores escogían rendir homenaje al Ejército y a las víctimas civiles.[13] La enseña nacional se colocó a media asta por petición del diputado del Partido Peronista por Buenos Aires, Alejandro Leloir, en memoria de las víctimas. La diputada Delia de Parodi, presidente del Partido Peronista Femenino (PPF), fue la primera en señalar en la Cámara de Diputados que el objetivo del ataque era el de matar a Perón y luego dedicó un sentido homenaje al Ejército, mencionando que ella misma había visto morir a un granadero preguntándose “si había ganado Perón”. El homenaje a “la virilidad del Ejército” y a las víctimas, haciendo especial hincapié en “las mujeres y los niños caídos”, fue también compartido por el diputado José Miel Asquía, que finalizó su alocución diciendo que los peronistas no se rendirían y que contaban para ello con el firme apoyo del Ejército. Los diputados médicos no se estaban presentes en aquel día en la sala puesto que se encontraban atendiendo a los heridos destinados en los diversos policlínicos.[14]
Así como el matutino destaca la labor de los médicos y enfermeras durante las hostilidades entre las tropas leales y las sublevadas, el diario vespertino subraya la valentía de un grupo de empleados de la radioemisora LR6 “Radio Mitre” que cortó las comunicaciones para que un grupo de rebeldes no pudiese transmitir su mensaje sedicioso. También el vespertino es el primero en colocar las fotografías de algunas de las víctimas de la jornada: se trataba de los retratos tipo carnet de seis policías federales que habían perecido durante los sucesos. Al pie de las mismas se puede leer su nombre y su grado, confirmando una tendencia que se fue profundizando en los días siguientes y que fue compartida por ambos diarios: la diferenciación entre los “caídos” (los militares y policías) y las “víctimas” (los civiles).
(Imagen extraída del Diario “La Razón de la Tarde, 5ta ed.”, correspondiente al viernes 17/06/55, p. 3)
Las repercusiones en el interior del país de lo sucedido en Buenos Aires no pasaron desapercibidas para los cronistas de los diarios que se hallaban en las provincias. El diario La Nación señala que, cuando se dio la noticia del “estallido revolucionario” a eso de las 13 horas, en la provincia Eva Perón (La Pampa), las amas de casas “corrieron a las tiendas de artículos de primera necesidad” dejándolas sin stock. El cronista a su vez se hace eco del pesimismo de la población que parecía creer que una guerra civil era inminente. La CGT local dispuso camiones para trasladarse junto al Ejército hasta la Capital Federal.
Algo distinta fue la reacción de la población en Santa Fe, donde reinaba la tranquilidad y la angustia hasta el comunicado de la CGT que anunciaba la victoria de Perón. Muchos obreros se congregaron en las calles al grito de “¡Viva Perón!” y permanecieron en la sede local de la organización sindical para enterarse de nuevas noticias. Los destacamentos de la policía y el ejército permanecieron acuartelados y posteriormente se procedió al allanamiento de locales de la Acción Católica. En Rosario los obreros se congregaron, al igual que lo hicieron en la Santa Fe y en otras ciudades, en la sede local de la CGT para expresar su adhesión al mandatario. Luego de escuchar las palabras de Perón por la radio se desconcentraron. El diario matutino destaca que mientras aguardaba las noticias la ciudad permaneció tranquila y contó con un “excelente servicio policial”.[15] El diario vespertino, por su parte, señala que varias estaciones de radio fueron tomadas por “subversivos” y que en la localidad de Granadero Baigorria descendió un avión proveniente de El Palomar, cuyo piloto fue apresado por miembros de la CGT y otros civiles. [16]
En Córdoba tuvo lugar un alto acatamiento del paro decretado por la CGT, a la vez que el gobernador y los militares tomaron medidas para mantener el orden. Como en Santa Fe y Eva Perón (La Pampa), la gente se congregó en el local sindical, con la particularidad de que luego de oír el mensaje del primer mandatario intentó ingresar a la Basílica de Santo Domingo ̶ lo cual fue impedido por la policía cordobesa ̶, incendió la Casa Radical y dañó los vidrios del Palacio Arzobispal y del Club Social. También apedreó las oficinas del diario “Los Principios” y pretendió hacer lo mismo con las oficinas de “La Voz del Interior”.[17] Luego de esto, y mediante la intervención policial, la calma fue restaurada. Lo narrado por La Nación contrasta enormemente, como en otras ocasiones previas, con lo expresado por el diario La Razón[18], que se limita a señalar que en la provincia de Córdoba se dieron “marchas entusiastas en nombre de Perón y Evita”.
En Mendoza la convocatoria de la CGT atrajo a “algunos millares” de obreros, lo que parece indicar que la movilización en aquella provincia no fue tan multitudinaria como en las otras, y el evento transcurrió con la mayor tranquilidad. No puede decirse lo mismo de lo acontecido en Santiago del Estero, donde se vivieron grandes momentos de ansiedad y una gran masa de civiles se congregó en el local de la CGT y se desconcentró pacíficamente, arrojando fuegos artificiales frente a la casa del gobierno provincial “para festejar el triunfo de Perón”. En Catamarca y La Rioja la situación tuvo una tónica similar: concentración de obreros en el mismo lugar que en las otras provincias, para escuchar las noticias provenientes de Buenos Aires, seguida de una desconcentración pacífica. Estas noticias son acompañadas de imágenes de Perón en primera plana transmitiendo su discurso por radio.
El análisis de los muertos y heridos
Ambos diarios reproducen una lista de los muertos y los heridos que se -encontraban en cada uno de los nosocomios porteños. En algunos casos estos figuran con nombre, apellido, nacionalidad o con la descripción de sus ropas en aquellos casos donde los restos quedaron tan desfigurados que era imposible identificarlos. En el hospital Argerich se localizaba el mayor número de muertos, mientras que en el Rawson se hallaba la mayor parte de los heridos.[19] De esta forma la muerte parece quedar, en palabras de Izaguirre y Vázquez “excluída en manos de la escritura y de su frialdad simbólica y burocrática, que nombra a los muertos, los enumera y eventualmente los recuerda, pero que de ninguna manera los muestra” (2016, p.32). En efecto, es notoria la ausencia de imágenes de los cadáveres en los periódicos analizados, las cuales suelen ser reemplazadas por fotografías de la destrucción material de la ciudad y de algunos ciudadanos que donaban sangre para los heridos. De esta forma parece transmutarse la victimización de los civiles a la ciudad y, por otro lado, se busca mostrar al Estado como “haciendo” por los heridos y los muertos (p. 34 y 47). Silvia Mercado (citada en Izaguirre y Vázquez, 2016) recoge la versión que sostiene que la decisión de no mostrar retratos de los muertos y de los heridos fue tomada por el mismo Juan Domingo Perón luego de que el subsecretario de prensa y difusión Raúl Apold le mostrase las imágenes más cruentas del suceso, ya que no quería inflamar los ánimos de la población y que esta buscase venganza por mano propia.
El 18 de junio ambos periódicos colocan en su primera plana una mención a la “nueva” situación instaurada en el país: para La Nación “Ha renacido la tranquilidad en todo el país”, mientras que La Razón destaca que “El país vuelve a la normalidad”.[20] Los días siguientes transcurrieron entre las noticias de las bombas que no explotaron siendo desactivadas por tropas especiales de la Fuerza Aérea Argentina bajo la atenta mirada de los curiosos ciudadanos que, al parecer y sin importarles demasiado la sanción del estado de sitio, se agrupaban para observar los peligrosos trabajos de remoción y comentar lo sucedido en cada esquina de Buenos Aires.
(Imagen extraída del Diario “La Razón de la Tarde, 5ta ed.”, correspondiente al sábado 18/06/55, p. 2)
Otra de las noticias más importantes es la del juicio a los militares responsables del ataque por parte del Consejo Superior de las FF. AA., conformado ad hoc para juzgar los acontecimientos del día 16 de junio de 1955. Dicho tribunal buscó establecer el grado de responsabilidad que tuvieron en el hecho el por entonces ministro de Marina, contralmirante Aníbal Olivieri, el comandante de la Infantería de Marina, contralmirante Samuel Toranzo Calderón, y el contralmirante Benjamín Gargiulo, quien se suicidó luego de la rendición del Ministerio de Marina a las fuerzas leales. Es de destacar el hecho de que el tribunal no enjuició al resto de los participantes (pilotos y soldados de la Infantería de Marina) en virtud de que estos se encontraban “obedeciendo órdenes emanadas por la superioridad”.[21]
Dos días después del bombardeo, mientras proseguía la identificación de las víctimas, el ministro del Ejército, general Lucero, ante periodistas acreditados nacionales y extranjeros mencionó que el Ejército condenaba los hechos de violencia a la vez que señaló que la quema de las iglesias[22] en la noche del 16 de junio había sido “obra de subversivos comunistas” que aprovecharon la situación de descontrol producto del enfrentamiento entre las tropas del ejército y las tropas sublevadas para este fin.[23] Esta interpretación es recogida por ambos periódicos y pasará a ser la versión oficial de estos hechos, confirmada por el propio Perón en una alocución radial replicada por el diario La Nación el mismo día.[24]
Los sepelios de las víctimas civiles del atentado no son reflejados por ninguno de los dos periódicos, donde solamente se menciona que la Fundación Eva Perón colaboró con los familiares de los caídos brindando nichos para las inhumaciones (los cuales se entregaban en la calle Esmeralda al 66), encargándose del sepelio y poniendo a disposición visitadores sociales que recorrían los policlínicos buscando dar respuesta a los problemas sociales surgidos a raíz de este incidente.[25]
De este modo, se asiste a un proceso de “victimización” en el sentido de que estas personas comenzaron a ser tratadas como tales por las agencias gubernamentales, en este caso canalizadas por la Fundación “Eva Perón”. Diego Zenobi y Maximiliano Marentes (2020) señalan que se catalogan a las víctimas en general como aquellas personas pasivas, que requieren cuidados y atenciones, que se encuentran en ese estadio de forma ocasional y gobernadas por sus emociones. Se entiende por víctima a aquel que es inocente par excellence y totalmente ajeno a la agencia de los hechos: es alguien que “no ha hecho nada” para merecer un padecimiento infringido por terceros. Si bien ambos autores mencionan que investigadores posteriores reconocen en el proceso de victimización una capacidad de “pasar al acto”, “empoderarse” o “ganar agencia”, nada de ello parece ser reflejado por los periódicos analizados en el presente trabajo.
Lo que se observa claramente es la relación que se establece entre las víctimas del suceso y la acción estatal, en este caso canalizada, como fue mencionado previamente, a través de la Fundación Eva Perón, y la posterior decisión del Ministerio de Economía de congelar el precio de los vidrios para permitir su reposición por parte de aquellos comerciantes que sufrieron daños en sus escaparates (Schillagi, 2018).
Por el contrario, el sepelio de los militares caídos tiene una cobertura mucho más individualizada, destacándose el sepelio del general Tomas Vergara Ruzo,[26] el militar de más alta graduación que perdió la vida durante el bombardeo. Su capilla ardiente se colocó en el Círculo Militar y asistieron a la misma el ministro de Ejército, general Lucero, y el presidente de la Nación, Juan Domingo Perón. Su entierro tuvo lugar en el Cementerio de Chacarita y contó con la presencia de importantes oficiales, entre los que destacaban los generales Juan José Valle, en representación del arma de Ingenieros, y Domingo Arana, en nombre de sus camaradas de promoción. En los días siguientes, un pabellón del Ministerio de Ejército fue renombrado “Pabellón general Vergara Ruzo” como forma de homenaje póstuma.
Distinto es el caso del sepelio del vicealmirante Gargiulo, quien se encontraba en el bando sublevado y que, luego de la rendición del Ministerio de Marina frente las tropas leales, se suicidó ante la probabilidad de enfrentar un pabellón de fusilamiento por su participación en el acto sedicioso. Su entierro también tuvo lugar en el Cementerio de Chacarita, pero se dio en el marco de una ceremonia familiar íntima y el diario La Nación se limita solamente a narrar su foja de servicio.[27]
Resulta imposible no trazar un paralelismo entre ambos casos. El funeral del general Vergara Ruzo y los sentidos discursos que se pronunciaron en su sepelio, así como la rememoración oficial a través del nombramiento de pabellones en su honor de forma póstuma parecen contribuir a la creación de una especie de héroe de los trágicos sucesos acontecidos. Se destaca su abnegación y su sentido del deber, puesto que escogió acudir a la sede del Ministerio de Ejército, a pesar de encontrarse en su día de franco de servicio, poniendo de esta forma su vida en peligro para defender al orden constituido. Por el contrario, el funeral del vicealmirante Gargiulo, que cabe decir ocupa un lugar mucho menor en el diario, parece una mera formalidad y no cuenta con un cortejo fúnebre ni remotamente similar al que tuvo el oficial del Ejército, en el cual participaron figuras destacadas del gobierno. Es decir, a diferencia del primero, el último no contó con un funeral de Estado.
Otros tres sepelios narrados por el diario La Nación corresponden a tres policías que perdieron la vida durante los enfrentamientos: se trataba del oficial principal Alfredo Auliciano, que murió cuando un avión sublevado ametralló la sede del Departamento Central. Sus restos fueron depositados en el Cementerio de Chacarita contando con la participación de numerosos funcionarios nacionales y autoridades de la Policía Federal. También fueron inhumados los restos del chofer José Mario Barcalja en el Cementerio de Morón y del subinspector Rodolfo Nieto en el panteón policial del Cementerio de Chacarita. Sobre este último, el diario menciona que trabajaba hacía muchos años en la policía y que su muerte fue muy sentida por todos sus compañeros.[28]
Esta diferencia entre militares “caídos” y civiles “victimizados” fue una representación útil para presentar los sucesos como una guerra, ya que permite establecer una correlación de fuerzas entre la “Marina sublevada” por un lado y el “Ejército leal” por el otro.
Por otro lado, aunque Izaguirre y Vázquez (2016) señalan que se encontraron imágenes de cadáveres en otros periódicos,[29] sí contamos con fotografías en los aquí analizados. Las imágenes de los militares y policías “caídos” durante el bombardeo ̶ si bien no son de sus cadáveres y de las mutilaciones que recibieron ̶, bajo el formato “carnet” dotan a los uniformados de un rostro y un nombre que los separan de las extensas nóminas de víctimas civiles. Podemos saber el destino de sus restos y las condiciones en las que encontraron la muerte. Así, comienza a construirse un panteón de héroes que demostraron un comportamiento heroico (como en caso del mencionado general Vergara Ruzo) o tuvieron un destino trágico (como el caso del policía Rodolfo Nieto). Esto último, a su vez, contribuye a presentar los hechos no como una matanza o un acto decididamente criminal por parte de los marinos sublevados, sino como una disputa de fuerzas en igualdad de condiciones.
Los días siguientes los diarios siguieron insistiendo en que el país iba recobrando la normalidad y dando cuenta de las refacciones de los edificios y calles dañados por el bombardeo, así como la recuperación de la circulación por las calles céntricas y la reanudación de las clases y los ritos religiosos en la Capital Federal. La fisonomía de las portadas, que en los días posteriores al ataque pasaron a dedicarse exclusivamente a dicho suceso, volvieron a su aspecto previo. Los debates en la Cámara de Diputados pasaban por la necesidad de que el Estado destinara fondos excepcionales para la reconstrucción de los edificios dañados por el incidente, a lo cual los diputados radicales agregaron que también esos fondos debían ser destinados a la reconstrucción de las iglesias perjudicadas por los incendios.[30] El senador Carlos Juárez (Partido Peronista - Santiago del Estero) menciona en su alocución que lasescenas de guerra vistas en la Capital Federal el día 16 “lo llenaban de asombro, incredulidad y vergüenza” ya que pensaba que esas imágenes “habían sido desterradas para siempre del imaginario político argentino”.[31]
Además de la incredulidad inicial ante la brutalidad del hecho, las primeras interpretaciones que se hacen del mismo lo inscribieron dentro de la larga cronología de hechos de violencia política que tuvieron lugar en la Argentina durante el siglo XIX y principios del XX.
En los días posteriores ambos diarios recogen las declaraciones de los distintos ministerios, gobernaciones y entidades públicas mostrando su pesar por las víctimas y condenando la brutalidad del suceso. El diario La Nación a su vez reproduce las declaraciones que en este mismo sentido expresaron los otros partidos políticos, la Iglesia Católica ̶ que realiza un funeral solemne en nombre de todas las víctimas ̶ , los distintos embajadores acreditados en el país y la Unión Cívica Radical (UCR), en cuyo mensaje se defiende de las acusaciones de haber participado en el alzamiento, señalando que:
“no es norma tradicional para esta participar en movimientos armados que ella no prepara y dirige, y consecuentemente ha sido ajena a dicho levantamiento y a su gestación. Toda vez que el radicalismo, cerradas las vías pacíficas, decide actuar con las armas, lo hace por decisión de sus autoridades y lo proclama con su firma”[32]
Por último, a fines de junio, en consonancia con el levantamiento del estado de sitio y el cese del Comando de Represión constituido para reestablecer el orden luego del acontecimiento, se produjo la renuncia del ministro del Interior, Ángel Borlenghi,[33] acompañada en los primeros días de julio por las del ministro de Educación Armando Méndez San Martín y del secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich. Dichas dimisiones se dieron en un contexto de distensión entre peronistas y radicales que abarcó tanto a la Cámara de Diputados como a numerosas legislaturas provinciales y municipales, motivada por la sensación de debilidad política que enfrentaba el gobierno peronista y que se hizo particularmente vigente en los días posteriores al alzamiento del día 16 de junio.[34]
Conclusiones
El análisis de estos dos periódicos permitió constatar que el tratamiento de las víctimas ̶ tanto muertos como heridos ̶ fue inmediatamente posterior a los sucesos y atravesó todo el arco político de la época, independientemente de su posicionamiento con respecto al gobierno peronista. Estas fueron identificadas y sus nombres ocuparon páginas enteras de los tabloides, aunque no queda del todo claro que esto constituyese una especie de memorial o que sirviese de ayuda a los familiares para dar con el paradero de sus seres queridos. Hubo una diferencia notoria en el tratamiento hacia las víctimas militares en contraposición de aquellas de origen civil, en parte motivado por el lenguaje castrense con el cual se narran los acontecimientos y por tratarse de fallecidos que formaban parte de instituciones estatales que mantenían el orden mismo del Estado Nacional.
Resta por conocer en más detalle como influyó el clima geopolítico de aquellos años en la interpretación de los sucesos, aunque una pista importante puede ser hallada en el hecho de que los militantes comunistas fueran acusados como los responsables de las quemas de iglesias en la víspera del día 16 de junio y la comparación entre los acontecimientos del Bombardeo de la Plaza de Mayo y los inicios de la Guerra Civil Española, realizada por los periodistas españoles que cubrieron los sucesos para los medios radicados en la península ibérica y en plasmada primer lugar por Alain Rouquié.
Las coberturas realizadas por los corresponsales de ambos diarios en las provincias dan el puntapié inicial para posteriores investigaciones que busquen dar cuenta de cómo fueron vividos estos acontecimientos en otros espacios del territorio nacional, puesto que al parecer la respuesta de la población varió dependiendo del contexto político local y de la simpatía (o no) hacia Juan Domingo Perón y su gobierno.
Resta conocer además las repercusiones de los principales diarios extranjeros sobre el levantamiento militar, así como las similitudes que se pueden encontrar entre el intento de golpe de Estado de septiembre de 1951 con el de junio de 1955, ya que aparentemente hubo situaciones que se repitieron ̶ como la fuga de una parte de sus actores al Uruguay, que en ambas ocasiones devolverá el armamento incautado a los “refugiados” a las autoridades argentinas.
Por último, y no por ello menos importante, esta investigación despertó mi curiosidad por comprender cómo fueron las rememoraciones del hecho y de las víctimas que tuvieron lugar en los años posteriores, con gobiernos de otro signo político instaurados en lugar del peronismo.
Referencias bibliográficas:
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[1] “El fuero del trabajo apoya la reforma constitucional para separar la Iglesia del Estado” en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 7 de junio de 1955.
[2] Los rumores sobre los romances de Perón con chicas de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la asunción de ministros masones, son interpretados como sucesos que escandalizan a la opinión pública de aquella época, tal y como menciona Caimari (2010).
[3] Ver en el siguiente enlace: http://www.jus.gob.ar/media/2907564/bombardeo_16_de_junio_de_1955_ed._revisada-_digital__2_.pdf
[4] Los diarios y periódicos de escaso tiraje utilizaban rotoplanas alimentadas con papel de hoja, una técnica de impresión que ya había sido reemplazada por los grandes diarios a comienzos del siglo XX, con la incorporación de impresoras alimentadas por bobinas de papel. Tampoco podemos obviar que estas restricciones no culminaron con la caída del peronismo en 1955 sino que fueron institucionalizadas por los gobiernos posteriores. Ver Da Orden y Melón Pirro (2007).
[5] Para un caso similar ver Solís Carnicer (2014).
[6] Son particularmente ejemplificadores los casos de la huelga de obreros gráficos de Capital Federal que tuvo lugar en 1949 y la huelga que el Sindicato de Canillitas realizó al diario La Prensa. Ambas tuvieron una crucial repercusión para el gobierno peronista y las acciones que tomaron hacia el sector. Ver Da Orden y Melón Pirro (2007).
[7] Para 1955 el diario matutino La Nación era -junto con Clarín- el único diario que se encontraba por fuera de la red de medios oficialistas que se había establecido a partir del arribo del peronismo al poder en 1946. El diario mantuvo una postura generalmente opositora durante ambos gobiernos peronistas. En 1951 se había hecho cargo de la dirección Bartolomé Mitre, bisnieto del fundador del periódico, luego del fallecimiento del antiguo director Luis Mitre. En cuanto a su edición, presentaba un formato sábana, a nueve columnas, con muy pocos blancos visuales, letra chica y poca utilización de imágenes (Izaguirre y Vázquez, 2007, pp. 20 y 40). Para más información sobre el diario La Nación ver Sidicaro (1993).
[8] El diario vespertino La Razón, por su parte, fue adquirido por Miguel Miranda (economista ligado a la figura de Perón) en 1951. De esta forma se incorporó a la red de medios oficialistas. Previo a su compra se había opuesto a la candidatura de Perón en 1946. Presentaba un formato estilo sábana, a nueve columnas, pero con una mayor utilización de fotografías para ilustrar sus artículos que el diario La Nación.
[9] “Cómo se desarrollaron los acontecimientos en la jornada anterior”, en La Nación, 17 de junio de 1955.
[10] El general Bengoa fue objeto de rumores sobre su participación en los complots previos que él se encargó de desestimar en los días subsiguientes, aunque al parecer dichos rumores no estaban del todo errados ya que luego formó parte del gabinete del general Lonardi como ministro de Ejército.
[11] “Como se desarrollaron los acontecimientos de la jornada anterior”, en La Nación, 17 de junio de 1955.
[12] “Texto del General Perón por radio”, en La Nación, 17 de junio de 1955.
[13] No parece que la ubicación primigenia del Ejército al momento del homenaje haya sido al azar en virtud de la delicada situación política en la que se encontraba el gobierno.
[14] ”Ambas cámaras celebrarán en la fecha sesión”, en La Nación, 17 de junio de 1955.
[15] “Impresiones de la metrópoli”, en La Nación, 17 de junio de 1955.
[16] “La actitud de un empleado dejó a los rebeldes sin radioemisora” y “Hay tranquilidad en todo el país y se ha reiterado la adhesión al gobierno”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 17 de junio de 1955.
[17] Resulta sencillo para el lector neutral establecer en este caso que pudo tratarse de una venganza por lo sucedido en la marcha de Corpus Christi ni tampoco se puede obviar el rol de la provincia de Córdoba durante el alzamiento de septiembre de 1955.
[18] ”Hay tranquilidad en todo el país y se ha reiterado la adhesión al gobierno”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 17 de junio de 1955.
[19] “Calculase que hay más de 350 muertos y 650 heridos”, en La Nación, 17 de junio de 1955; “Prosigue la identificación de las víctimas”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 18 de junio de 1955.
[20] “Ha renacido la tranquilidad en todo el país”, en La Nación, 18 de junio de 1955; “El país vuelve a la normalidad”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 18 de junio de 1955.
[21] “Recobró ayer la ciudad un ritmo más acelerado”, en La Nación, 19 de junio de 1955; “Uno de ellos se suicidó en el Ministerio de Marina”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 18 de junio de 1955.
[22] Sobre la quema de las Iglesias y la trunca estrategia de pacificación llevada a cabo por el gobierno peronista en los meses siguientes al bombardeo, véase D´Addario (2007).
[23] “El Ejército salvaguarda el orden interno”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 18 de junio de 1955.
[24] “Ayer a mediodía habló por radio el jefe de estado”, en La Nación, 18 de junio de 1955.
[25] “Ambas cámaras celebrarán en la fecha sesión”, en La Nación, 17 de junio de 1955. Es de destacar que muchos legisladores y empleados de los distintos ministerios proponen donar un día de su sueldo para ser destinado a las víctimas del bombardeo a través de la Fundación Eva Perón.
[26] General de origen catamarqueño, perteneciente al arma de ingenieros, se encontraba de descanso cuando tomó conocimiento del alzamiento naval y se dirigió junto a su chofer hacia las instalaciones del Ministerio de Ejército para ponerse a disposición de las autoridades. Cuando se encontraba muy cerca de su destino final fue alcanzado por una bomba que acabó con su vida y la de su chofer. Ver en “Gral. T. Vergara Ruzo”, en La Nación, 18 y 19 de junio de 1955.
[27]“Recobró ayer la ciudad un ritmo más acelerado”, en La Nación, 19 de junio de 1955.
[28] “Se realizó el sepelio de tres policías”, en La Nación, 19 de junio de 1955.
[29] Para Izaguirre y Vázquez, las imágenes de los cadáveres de los civiles eligen no mostrar su rostro y mostrarlos como “ordenados” en las calles de la ciudad (2016, pp. 29-35).
[30] “Nuevamente se reunieron ayer ambas cámaras”, en La Nación, 24 de junio de 1955.
[31] “Tiene sanción del Congreso el Estado de Sitio”, en La Nación, 18 de junio de 1955.
[32] “Regularmente se reanudaron las actividades”, en La Nación, 21 de junio de 1955.
[33] “Habló acerca de su renuncia el señor Borlenghi”, en La Nación, 30 de junio de 1955; “Renunció el ministro del Interior”, en La Razón de la Tarde (5ta ed.), 29 de junio de 1955.
[34] Gerchunoff (2018) estipula que esta “distensión” duró hasta la fecha en que el presidente Perón proclamó su famoso “discurso del 5x1”, donde mencionó que estaba dispuesto a luchar contra las fuerzas opositoras y que por cada uno de sus militantes caídos, caerían cinco de los militantes opositores. Se especula que este discurso tuvo lugar luego del fracaso de la política de distensión con una oposición que se sentía con la fuerza suficiente para hacer reclamos que en otros tiempos se encontraban vedados.