Lucas Codesido, Ejército de Línea y poder central. Guerra, política militar y construcción estatal en la Argentina, 1860 – 1880. Rosario: Editorial ProHistoria, 2021, 191 pp.

 

Por Aldo Avellaneda

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas /

Universidad Nacional del Nordeste,

Corrientes, Argentina

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 15, N° 29, pp. 133-135

Enero- Junio de 2022

ISSN 1853-7723

 

 

La publicación de este libro en 2021 tuvo algo de acontecimiento en el submundo de la literatura militar decimonónica en Argentina. No existe bibliografía abundante sobre el Ejército de Línea en la segunda mitad del siglo XIX, y en particular en el periodo en el que el autor se detiene. Aunque un conjunto de investigadores venimos estudiando dicho referente, los marcos temporales apenas llegan a la década de 1880 y salvo excepciones, no vamos río arriba, hacia las décadas de 1870, 1860 o 1850.

Sobre este trasfondo debe valorarse el libro de Lucas Codesido. En él, y al calor de algunas líneas argumentales transversales, se apiña una serie de estudios puntuales que echan luz sobre facetas diversas del Ejército de Línea en esos veinte años entre 1860 y 1880. Los diversos temas encarados son presentados en un orden de desarrollo temporal, con excepción de los primeros dos capítulos que remiten al arco total del periodo considerado. En el primer capítulo se adelanta una de las constantes en todo el libro: la complejidad del sostenimiento de circuitos de mando en grupos de combatientes sin unidad simbólico-material interna y con pluralidad de comandos políticos en disputa.

A partir del tercer capítulo y hasta el octavo se despliegan estudios temporales puntuales que en algunos casos toman como disparador hechos bien precisos, como el parte de guerra adulterado por el comandante Rivas en el marco de la represión contra el levantamiento jordanista en 1873, y lo que esto dice respecto tanto del rol de las lealtades político-partidarias en las promociones y ascensos como de las campañas y las guerras en tanto fenómenos primordiales en los saltos en el escalafón (cap. 3). En el mismo sentido, el capítulo cuarto reconstruye las redes de movilización de los bandos contendientes en la revolución mitrista de 1874, detallando entre otras cosas, los aspectos mundanos a través de los que muchachos y varones adultos ingresaban a las tropas rebeldes.

El quinto capítulo abarca el periodo posterior a la revolución de 1874 y refiere a los procesos judiciales derivados de esta, el papel que en ellos jugaron las representaciones sociales existentes de las Guardias Nacionales y el Ejército de Línea, así como la “política de conciliación de partidos” del presidente Avellaneda. El mismo periodo (1874 – 1877) es considerado en el capítulo siguiente (sexto) pero esta vez para indagar en la política de expansión territorial del ministro Alsina y la tensión entre su programa partidario y las necesidades de coyuntura (este es el único capítulo que estudia a las elites políticas en su relación con lo militar, más que a este mismo). La misma temática pero para el periodo 1878-1880 es abordada en el capítulo séptimo, con Julio Roca en el ministerio de Guerra. Hay aquí una hipótesis de relevancia. La “campaña del desierto” supone la inversión de los valores con los que se enjuiciaba al Ejército de Línea y a sus actores subalternos. En sus mismos días y en los años inmediatamente posteriores, aquel ya no fue solo el lugar de brutalidad y sacrificios conocidos y estos ya no fueron solo víctimas del poder político-judicial-militar. Emergen las representaciones del “ejército civilizador” y quienes sostengan esas campañas serán ubicados en poco tiempo en el lado de la civilización, aunque los modos de su reclutamiento hayan estado legitimados por su condición de habitantes del bajo mundo de los desafiliados educacional y laboralmente.

Los últimos dos capítulos remiten de modo diferente a la cuestión de la centralización política de las fuerzas de guerra, tanto por el lado de las ideas de Julio Roca en relación con el ejército, como por las vicisitudes y consecuencias de la confrontación de 1880. El libro se cierra con un pequeño epílogo en el que el autor señala el norte de los cambios institucionales que – diario del lunes mediante – sabemos que asomaban a la vuelta de la esquina.

A lo largo de los capítulos podemos percibir el eco de un conjunto acotado de temas nodales al libro: la función de las guerras y batallas en la estructuración del ejército y del Estado en general; la perenne porosidad entre mundo político y mundo militar, el juego de lealtades y entonces el peso de factores externos a la propia organización militar; el modo en que desde el gobierno del Estado se busca modelar la organización armada (“política militar”);  derivado de lo anterior, las tensiones respecto a la centralización de las fuerzas de guerra; y por último,  la situación del inframundo rural y subalterno respecto a los conflictos político-armados y sus actitudes ante los programas de movilización y reclutamiento.

Este libro nos propone, en definitiva, múltiples puntos de acceso a un mundo militar jerárquicamente poroso, contencioso en su vida interna y, si dejamos de lado algunos referentes político-militares de familia, lastrado por las periferias y los nomadismos.