Paula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado. Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Prohistoria Ediciones: Rosario, 2021, 188 pp.
Por Luna Sofía Dobal
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales,
Tandil, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 15, N° 29, pp. 130-132
Enero- Junio de 2022
ISSN 1853-7723
Este libro reúne los trabajos de Paula Bruno, Marina Alvarado y Alexandra Pita quienes se han propuesto analizar las singularidades, experiencias y agencias de la vida diplomática de mujeres argentinas, chilenas y mexicanas entre 1860 y 1960, a partir de reflexiones e interrogantes que nutren y complejizan los estudios sobre la Nueva Historia Diplomática.
A partir de un recorrido introductorio, Bruno nos alerta sobre las claves de lectura y los aportes de la obra a la historia de las mujeres latinoamericanas y la vida diplomática y propone la categoría de “embajadoras culturales” para pensar los roles que estas mujeres ejercieron en representación de sus países de origen; pero también para visualizar las posibilidades y los límites que encontraron en la realización de este tipo de actividades.
La primera parte del libro titulada Eduarda Mansilla, Guillermina Oliveira Cézar y Ángela Oliveira Cézar. Entre ámbitos diplomáticos y circuitos transnacionales, corresponde a la misma Paula Bruno. Allí analiza la experiencia de estas tres mujeres rioplatenses, reconstruyendo con profundo detalle el entramado social y las similitudes y diferencias en cómo llevaron adelante su vida diplomática. Mansilla y Guillermina Oliviera Cézar no sólo fueron esposas de diplomáticos que supieron moverse y aplicar los protocolos correspondientes al estilo de vida asociados a los viajes al exterior, ocupando el lugar de “partner”, sino que también fueron diplomáticas con actividades propias tal como la escritura en el caso de Eduarda y las actividades de beneficencia y la acción social en el de Guillermina. Por otro lado, Ángela Oliveira Cézar, construyó su rol diplomático por medio de la reivindicación y la lucha por la paz y la confraternidad argentino-chilena (e internacional) transgrediendo lo esperado para las mujeres en su época y obteniendo reconocimientos por ser una pacifista.
La segunda parte, que corresponde a Marina Alvarado, se titula Carmen Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca. Entre vínculos familiares, mediaciones y responsabilidades internacionales. Allí analiza, desde enfoques culturales, la sociabilidad y la construcción de redes personales y el uso de los afectos como medios para lograr objetivos. Posiciona a Bascuñán como una dama diplomática y ghost writer, a Herrera como mediadora – emisaria cultural, entre Chile y Argentina (al recibir exiliados chilenos y apelar a su capital social y afectivo para insertarse en la agenda política) y a Labarca como una embajadora educativa y funcionaria profesional que capitalizó la lucha por la educación de las mujeres y sus relaciones personales para insertarse en el ámbito internacional.
La tercera parte titulada Gabriela Mistral, Palma Guillén y Concha Romero. Entre amistades, redes intelectuales y organismos de cooperación pertenece a Alexandra Pita quien reconstruye las características del ejercicio diplomático de estas mujeres que se hallaban ellas mismas insertas en este mundo y no como damas consortes. Su trabajo articula las particularidades y los encuentros de estas mujeres chilenas y mexicanas, el rol de educadoras de Mistral y Guillen que las llevó a formar parte de organismos internacionales, los lazos de amistad en general y con Ocampo en Argentina. No queda fuera de estos análisis el proceso de profesionalización de la diplomacia, atendiendo a las tensiones entre los deseos y la vida cotidiana como también a las diferencias en torno a la remuneración y el reconocimiento de estas mujeres con sus pares masculinos.
Este libro conecta las vivencias, los desafíos y particularidades de cada una de estas embajadoras culturales, teniendo como punto común la configuración de redes amicales, afectivas, de recursos y contactos como estrategia para el ejercicio de sus roles como también el despliegue de sus habilidades para insertarse y aprehender los protocolos del escenario diplomático en cada contexto histórico (y geográfico).
Con escritura fluida y a partir de la revisión de un conjunto diverso de fuentes históricas, estas autoras complejizan en detalle la vida diplomática de esas mujeres latinoamericanas. También abordan interrogantes que nutren a la historia política y de género, quebrando los enfoques tradicionales sobre este tipo de estudios y ofreciendo un gran aporte historiográfico.