MARIA CONSTANZA CASTRO
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Mar del Plata
Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 15, N° 30, pp.105-135
Julio-Diciembre de 2022
ISSN 1853-7723
Fecha de recepción:04/08/2022 - Fecha de aceptación: 29/12/2022
Resumen
El trabajo analiza la militancia universitaria durante el periodo de recuperación democrática y se centra en el surgimiento y la actuación de la agrupación de signo radical Franja Morada. Específicamente propone examinarla en su accionar en la Universidad de Mar del Plata (UNMdP) ¾sin por esto desconocer los problemas y los procesos más amplios en los que se enmarcan las dinámicas políticas e institucionales y los actores involucrados¾ y en articulación con las demás organizaciones estudiantiles. Considera este espacio como un ámbito más de lucha política por lo que pone atención a la relación entre Franja Morada y la Junta Coordinadora Nacional (JCN) con el fin de evidenciar el rol que desempeña la militancia universitaria como vía de acceso a la política partidaria. A partir de la intersección de estos dos niveles ¾universidad y partido¾, se analiza la conformación y organización de Franja Morada hasta conseguir una estructura estable, su participación en el proceso de normalización universitaria, identificándose los momentos de tensión con las líneas internas del radicalismo, muy particularmente durante la elección de rector.
Palabras Clave
Militancia universitaria – normalización universitaria - recuperación democrática.
RADICALISM AND UNIVERSITY DURING THE DEMOCRATIC RECOVERY. DYNAMICS, ACTORS AND TENSIONS INSIDE THE NATIONAL UNIVERSITY OF MAR DEL PLATA (1982-1986)
Abstract
This paper explores the main discourses, practices and conflicts of Peronism in the Chubut province in the party’s internal dispute for the 1973 electoral race. In this context, different sectors coexisted within the Peronist movement: on the one hand, there was a more traditional and orthodox wing and, on the other hand, there were trends related to a generational and youthful renewal of the movement, whose discourse and practices opposed the dictatorship. Taking into account this framework and the sectors that struggled to embody the "true and authentic" Peronism, we will analyze how the dispute was solved, what identity disputes it created, and finally, how the provincial lists were built and how the 1973 Peronist campaign developed in Chubut. This paper draws on interviews with party supporters at the time and publications in the regional press.
Keywords
University militancy - university normalization - democratic recovery
RADICALISMO Y UNIVERSIDAD DURANTE LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA. DINÁMICAS, ACTORES Y TENSIONES EN EL INTERIOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA (1982-1986)[1]
Introducción
Las investigaciones sobre movimientos estudiantiles en la Argentina conforman un importante corpus centrado ¾fundamentalmente¾ en acontecimientos y periodos específicos. Para los años ochenta, recién en los últimos tiempos se han incrementado notablemente las exploraciones, aunque en su mayoría tienen como objeto de análisis a las universidades ancladas en los principales centros urbanos, como la Universidad de Buenos Aires (Arriondo, 2011; Cristal 2014 y 2016; Cristal y Seia, 2018), y la Universidad Nacional de Córdoba (Cabrera y Hernández, 2010; Servetto y Chabrando, 2012; González Valdés, 2022). Pocos son los trabajos que reconstruyen las dinámicas de algunas agrupaciones en el interior del país que muestran otros recorridos políticos e institucionales (Touza, 2007; Monasterolo, 2020). Más aún, en consonancia con la impronta refundacional adjudicada al periodo de recuperación democrática (Franco y Feld, 2015), buena parte de estas indagaciones brindan una imagen que tiende a destacar más rupturas que continuidades respecto de los años setenta, particularmente al resaltar los valores democráticos con una férrea condena a la violencia armada y al pasado autoritario.
Lejos de desconocer el impacto que tuvo la recuperación democrática y sus implicancias en términos discursivos y en algunas prácticas políticas, en este trabajo nos interesa subrayar una línea de continuidad muy fuerte respecto de los años sesenta y setenta dada por la partidización de la comunidad universitaria. Como señala Silvia Sigal (1991), hasta mediados de los años sesenta, las agrupaciones universitarias se destacaban por brindar una imagen de la sociedad apoyada en principios generales, destacándose profundamente los postulados reformistas. Desde entonces, con la politización universitaria, ni la institución misma ni la reforma operaron como productoras principales de identidad, sino que los partidos políticos fueron, a partir de allí, los encargados de canalizar los conflictos estudiantiles (Sigal, 1991:72). En línea con esta argumentación, podemos afirmar que esta impronta de la militancia universitaria terminó de afianzarse en los años ochenta con el predominio de la agrupación Franja Morada en la mayoría de las universidades del país y su abierta identificación con el radicalismo, pero se combinó con una reivindicación de los postulados reformistas.
Enmarcado en esta interpretación, el artículo analiza la participación político juvenil de un sector del movimiento estudiantil durante la apertura democrática de 1983. Toma como objeto de estudio a la agrupación universitaria Franja Morada en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) entre 1982 y 1986, desde la activa movilización de los estudiantes marplatenses en el contexto de la guerra de Malvinas hasta la asunción del primer rector electo por Asamblea Universitaria de la UNMdP en 1986. La preocupación que guía el trabajo es comprender la actuación del sector juvenil universitario del radicalismo en articulación con la dinámica partidaria local. En este sentido, la universidad es observada como un ámbito más de lucha política. Por ello se pone atención a la relación entre Franja Morada y la Junta Coordinadora Nacional (JCN) con el fin de evidenciar el rol que desempeñó la militancia universitaria como vía de acceso a la política partidaria. A partir de la intersección de estos dos niveles de observación ¾universidad y partido¾, se analiza la conformación y organización de Franja Morada en una estructura estable y su participación en el proceso de normalización universitaria. Se identifican, además, los momentos de tensión con las líneas internas del radicalismo, particularmente durante la elección de rector.
Metodológicamente, el trabajo se cimenta sobre el análisis cualitativo de tipo histórico de documentos escritos existentes en distintos repositorios que permitieron identificar a los militantes estudiantiles de la UNMdP. Una parte del corpus está constituido por documentos institucionales de esta casa de estudios; otra corresponde a prensa partidaria y periódica. Para su abordaje se ha tenido presente que se trata de un actor político, formador de opinión, que decodifica los hechos sociales de la realidad al mismo tiempo que los constituye, con el objetivo de influir sobre los lectores en determinados sentidos (Sidicaro, 1993). Asimismo, se recuperaron los testimonios orales de los ex militantes a fin de comprender los rasgos particulares de la dinámica política interna donde operan prácticas políticas informales que definen las estrategias de los actores en el juego político. Los testimonios utilizados para la investigación conforman un corpus de dieciséis entrevistas de antiguos militantes universitarios de diferentes agrupaciones estudiantiles, docentes y autoridades. La representatividad de la muestra se justifica en base al criterio de saturación teórica que arrojaron sus resultados dado que, a medida que se avanzaba en la realización de nuevas entrevistas, estas no alteraban los datos ya obtenidos ni aportaban nueva información (Glaser y Strauss, 1967). En esa línea, la información extraída de la variedad de fuentes fue sometida a un proceso de triangulación para otorgarle mayor validez a los resultados de la investigación.
El trabajo se divide en tres apartados. El primero reconstruye el mapa interno de la UCR durante el periodo de la recuperación democrática a través del reconocimiento de sus principales vertientes. Enfatiza en la emergencia de la juventud como un protagonista clave de la etapa y se destaca la importancia del conflicto bélico por Malvinas y su impacto en la activación de la militancia universitaria puntualizando en la conformación de la agrupación Franja Morada en la UNMdP. El siguiente apartado presenta a las demás agrupaciones que también tuvieron presencia en la escena universitaria y mantuvieron relaciones de colaboración y competencia con los jóvenes radicales, fundamentalmente a través de la conformación de la Federación Universitaria Marplatense (FUM) y las actividades impulsadas desde allí. El último apartado se concentra en la actuación de los militantes de Franja Morada, pertenecientes también a la JCN de la Juventud Radical en la UCR para resaltar las tensiones protagonizadas en el ámbito partidario entre históricos y coordinadores por la elección de las autoridades de su línea interna y en las elecciones para renovar las autoridades de la Juventud Radical. Se expone también cómo se trasladó esa disputa a la elección de autoridades de la UNMdP una vez concluida su etapa normalizadora.
1- Entre la militancia partidaria y universitaria: emergencia y consolidación de la Juventud Radical en la apertura democrática
En el contexto de la recuperación democrática, se evidenció una reestructuración en el escenario político partidario de la UCR marcado por la consolidación del liderazgo de Raúl Alfonsín como resultado de un cúmulo de factores. Entre ellos se distinguieron ¾además de su trayectoria en el partido¾, su capital simbólico incrementado a raíz de su participación en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) ¾desde su fundación en 1975¾ y, con posterioridad, su negativa a apoyar la Guerra de Malvinas. Pero fue la desaparición física de Ricardo Balbín y la ausencia de un fuerte liderazgo partidario como el del viejo caudillo radical lo que terminó por favorecerlo dado que encontró el discurso y la actitud para producir el reemplazo, aun excediendo los límites del partido (Persello, 2007:287).
En la provincia de Buenos Aires, las dos vertientes principales del partido eran el Movimiento de Renovación y Cambio (MRyC) y Línea Nacional. A ellos se sumaba el Movimiento de Afirmación Yrigoyenista (MAY), con menor presencia, pero con representación en algunos distritos. De todas las líneas internas que conformaban el radicalismo a nivel provincial, el MRyC era aquel que se encontraba mejor posicionado a raíz de la renovación de sus cuadros producida entre fines de los años sesenta y setenta. Estaba compuesto por dos sectores: por un lado, los históricos, desprendidos del viejo tronco balbinista y, por el otro, la Juventud Radical de la JCN que incluyó a la mayoría de los universitarios nucleados en Franja Morada.
En vísperas de las elecciones de octubre de 1983, el radicalismo bonaerense conformó una coalición dominante estable, en la que confluyeron los históricos del MRyC y el Balbinismo Auténtico, un desprendimiento de Línea Nacional cuyo máximo referente fue Juan Carlos Pugliese. Este acuerdo favoreció a los primeros al asegurarse los votos del sector más tradicional del partido y frenar el impulso de algunos jóvenes coordinadores que pugnaron por ocupar mayores espacios en la estructura del partido, mientras el Balbinismo Auténtico conservaba espacios de conducción partidaria y de gobierno en el marco de un vertiginoso ascenso del alfonsinismo (Ferrari y Closa, 2015:39).
Al igual que en el orden provincial, en la ciudad de Mar del Plata la coalición dominante se conformó entre el Balbinismo Auténtico y el MRyC. Sin embargo, este último atravesó un desgastante proceso de competencia entre las distintas facciones que constituyeron la línea interna de Alfonsín por apropiarse del capital simbólico que representó su líder. En consecuencia, los dos sectores que rivalizaron en las elecciones por la titularidad del movimiento no lograron reunir a la totalidad de sus facciones aún dirimida la disputa intrapartidaria. El primero de ellos lo integraban las últimas autoridades electas que formaron la Junta Reorganizadora y, el segundo, un conjunto de ateneos y agrupaciones que se habían formalizado durante la apertura política. Una vez resuelta la elección dentro del MRyC, el enfrentamiento de esa corriente con el Balbinismo Auténtico derivó en una derrota y provocó la renuncia de las autoridades que habían sido elegidas en los comicios previos. El resultado de ese proceso fue la dispersión y desorganización de los integrantes del alfonsinismo.
Es en ese escenario conflictivo cuando irrumpió la Juventud Radical ¾a través de Franja Morada¾ y se incorporó como un grupo interno más a las disputas que protagonizaron las facciones que nutrieron el MRyC en la ciudad de Mar del Plata. Su impulso tuvo lugar en el marco de la revitalización de la militancia universitaria atravesada por el estallido de la Guerra Malvinas, hito que marcó a la generación de jóvenes universitarios que se sumaron a la militancia política en los años ochenta. El conflicto bélico habilitó la oportunidad de promover actividades destinadas a colaborar con la “causa nacional” que contribuyeron a la socialización entre estudiantes, en una coyuntura en la que continuaban vedadas las actividades políticas. Entre las iniciativas que se destacaron estuvieron la creación de un “Fondo Patriótico Malvinas Argentinas” y la organización de “Peñas Estudiantiles” que coexistieron con el fomento de campeonatos deportivos que afianzaron aún más los vínculos entre estudiantes. Ese incipiente grado de coordinación permitió que, una vez producida la derrota bélica y ante el descontento social generalizado, los estudiantes reclamaran la habilitación de la actividad gremial, que derivó en la elección de delegados por cursos y sentó las bases para la reorganización de los Centros de Estudiantes.
Desde entonces, el accionar del movimiento estudiantil estuvo jalonado por numerosas demandas que aceleraron la organización y nutrieron las distintas agrupaciones estudiantiles. Entre algunos de los sucesos más trascendentales se destacaron la protesta por la supresión de los aranceles universitarios, los pedidos por el ingreso irrestricto y la aceleración de la normalización de la casa de altos estudios. Así las cosas, entre los meses de agosto y octubre de 1983, se celebraron las elecciones para la conformación de los Centros de Estudiantes en la totalidad de las unidades académicas, y los resultados evidenciaron la supremacía de Franja Morada que se alzó con la conducción de la mayoría de ellos. Como explican algunas investigaciones (Servetto y Chabrando, 2012), ese éxito puede interpretarse en relación a las promesas de futuro e integración de una fuerza política que asumía como propia la difícil tarea de “refundar” el país, tomando distancia de las prácticas violentas y autoritarias. En efecto, el predominio de la agrupación estudiantil estuvo asociado a la figura del líder del radicalismo y el discurso anclado en los valores democráticos se subordinó a los principios reformistas. Pero en la UNMdP ese proceso fue más asombroso por el hecho de que la agrupación universitaria radical, pese a los esfuerzos realizados en la década previa, no contaba con una estructura propia, sino que fue gestada al calor de los acontecimientos y en pleno auge de la figura de Alfonsín, que convocó a numerosos jóvenes a involucrarse en la vida política.
A fines de los años sesenta, la mayoría de los sectores juveniles de la UCR se organizaron en el ámbito partidario en torno a la JCN y en el universitario en la Unión Nacional Reformista Franja Morada. Esta última era una federación de agrupaciones conducida por anarquistas y socialistas en la que también participaban los jóvenes radicales que, al poco tiempo, se propusieron hegemonizarla, siendo reconocida ¾con posterioridad¾ en la carta orgánica partidaria (Persello, 2007). En la UNMdP, la ausencia de una expresión orgánica hasta entrados los años ochenta se debió, en buena medida, a la creación de las universidades católica y provincial durante los años sesenta y setenta, cuando el clima revolucionario de la época inclinó al estudiantado universitario marplatense hacia posiciones más radicalizadas de izquierda o de derecha. A ello se sumó la existencia del Movimiento Nacional Reformista (MNR) ¾expresión del Partido Socialista Popular (PSP) ¾ que tenía un fuerte arraigo en algunas facultades, particularmente en la de Ciencias Económicas, dificultando aún más la instalación de la agrupación radical dado que competían por el mismo electorado.
El origen de Franja Morada en la universidad local tuvo una doble gestación, ya que combinó los intentos partidarios por instalar a la agrupación y la acción espontanea de jóvenes universitarios que se agruparon motivados por las ideas y el liderazgo de Alfonsín. En cuanto a los intentos partidarios, luego de un acto de campaña realizado en la ciudad se estimuló la conformación de una Mesa de Conducción de Franja Morada que incluyó a los pocos jóvenes que militaban en las filas radicales. Paralelamente a esta tentativa, se formaron grupos de estudiantes en distintas unidades académicas de la UNMdP que se sentían interpelados por la figura de Alfonsín. De esa manera, comenzó a gestarse desarticuladamente una fuerza militante que adquirió un protagonismo preponderante por encima de las iniciativas partidarias, situación que obligó a los militantes insertos en el partido a coordinar estos grupos e incorporarlos a la estructura inicial. Así, a mediados de 1983 se fundó la Mesa Regional de Franja Morada que contaba con representación de estudiantes de todas las facultades de la UNMdP.
El rápido crecimiento de la reciente agrupación Franja Morada provocó fuertes tensiones internas en el radicalismo local. Franja Morada representaba prácticamente a la totalidad de la Juventud Radical. Más fuerte aún era la asociación entre Juventud Radical y la JCN, corriente interna en la que se reconocían los jóvenes y que en la provincia de Buenos Aires lideraba el entonces diputado nacional Federico Storani. Este dirigente había sido designado como docente en la cátedra de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la UNMdP, lo que facilitó la relación permanente con los militantes radicales. Y si bien algunos jóvenes se identificaban con otras vertientes partidarias, especialmente la balbinista, no ocuparon puestos relevantes en el ámbito universitario, cuya hegemonía perteneció siempre a la JCN.[2]
La acelerada consolidación de la Franja Morada en el ámbito universitario fue indiscutida. Al mismo tiempo, su participación en la estructura partidaria fue vista con recelo por los viejos sectores que disputaban los espacios de poder dentro del MRyC y del partido en general, por lo que la irrupción de la juventud como un actor gravitante en el radicalismo indujo a tensiones internas evidenciadas en los comicios internos sucesivos.
2. Militancia universitaria y otras fuerzas en disputa: MNR, JUI, UPAU[3]
Al margen del predominio ejercido por Franja Morada en la UNMdP, otras organizaciones estudiantiles, con dispares desempeños en cada una de las unidades académicas, tuvieron protagonismo en la escena político estudiantil. Muchos de sus militantes participaron en la conformación de frentes estudiantiles que luego evolucionaron en armados propios y que respondían a diferentes partidos políticos, vinculación que se hizo aún más visible hacia 1985. Cabe destacar que un rasgo de la UNMdP fue la débil presencia del peronismo universitario. Si bien existieron algunas expresiones juveniles del movimiento, su desempeño fue ominoso y su presencia demasiado efímera, situación que se modificó parcialmente con la emergencia de la Renovación Peronista y los intentos por emular su expresión en el ámbito universitario.[4] Entre las agrupaciones que mostraron cierta regularidad y sistematicidad durante el periodo merecen destacarse tres: el MNR, vinculado al PSP; la Juventud Universitaria Intransigente (JUI), identificada con el Partido Intransigente (PI); y, a partir de 1985, la Unión para la Apertura Democrática (UPAU) que respondía al partido de centroderecha Unión del Centro Democrático (UCEDÉ).[5]
El MNR secundó a Franja Morada en la mayoría de las unidades académicas, a excepción de Ciencias Económicas y Sociales, baluarte de la agrupación cuyo predominio se extendía desde los años setenta. Su presentación en las distintas facultades se dio a través de armados específicos que se identificaban como “Agrupación Reformista”, cuya denominación se completaba con el reconocimiento de alguna personalidad destacada de la disciplina.
Por su parte, la JUI inició su recorrido participando en distintos frentes estudiantiles y desde 1985, lo hizo de manera autónoma en algunas de las facultades, con variable desempeño. Si bien su composición fue muy heterogénea, uno de sus rasgos característicos fue su autorrepresentación como una verdadera “alternativa”. Confrontaba abiertamente con la Franja Morada, a quienes los intransigentes identificaban como representantes de un “proyecto antipopular” y elitista en el espacio universitario. En alusión directa a sus contrincantes se mostraban como:
una agrupación integrada por estudiantes y graduados afiliados y simpatizantes del Partido Intransigente y otros, que sin estar afiliados a ningún partido coinciden en que el único camino de la verdadera reconstrucción nacional y social, tiene que basarse en un programa NACIONAL, POPULAR y REVOLUCIONARIO.
No somos de los que dividen al Pueblo entre aquellos que militan en su partido y aquellos que no. Estamos convencidos de que la solución de los problemas colectivos no es patrimonio exclusivo de nuestro partido, sino de todo el pueblo argentino.
La JUI entiende que frente a los que postulan la Universidad para los elegidos, se debe luchar por una universidad para el pueblo y abierta a él, que es en definitiva quien la mantiene con su trabajo.[6]
Este pasaje de los jóvenes intransigentes abona el planteo esbozado sobre la partidización de la comunidad universitaria y su traducción en las disputas entre agrupaciones que responden a esas estructuras. Sin embargo, más allá de las tensiones entre estas fuerzas, tanto la Franja Morada como el MNR y el PI reconocían ¾en diferente medida¾ los esfuerzos por recuperar la institucionalidad democrática universitaria. En las antípodas de esta concepción se ubicó la UPAU, que se instaló con fuerza en la universidad local hacia mediados de 1985. A tono con la prédica liberal del dirigente Álvaro Alsogaray de la UCEDÉ con quien se referenciaban, sus integrantes enfatizaban en la defensa de “los principios de libertad como base de un estilo de vida”, se manifestaban en contra del ingreso irrestricto e instaban por una “autonomía total” dado que entendían que “las autoridades de la Universidad [estaban] nombradas por el Poder Ejecutivo y [eran]todos radicales”. En ese punto, y a pesar de que reconocían su inserción en la organización liberal, repudiaban la política partidaria en la universidad porque entendían que el accionar militante solo debía limitarse a lo estrictamente gremial.[7]
2.1. La Federación Universitaria Marplatense
Luego de los comicios estudiantiles en las distintas unidades académicas, los jóvenes universitarios emprendieron la conformación de la FUM hacia principios de diciembre de 1983. En una primera instancia, se creó una Mesa Provisoria que contó con la participación de los Centros de Estudiantes constituidos de las facultades de Ciencias Económicas, Ingeniería, Derecho, Arquitectura, Humanidades e incluso incluyó al Instituto de Formación Docente N°19.[8] En su comunicado inaugural, la FUM se declaraba en “defensa de la soberanía argentina”, en franca “oposición a los imperialismos de cualquier signo e independencia de todo centro de poder mundial”. En política internacional apoyaba los principios de autodeterminación y de no intervención en los asuntos internos de los pueblos y condenaba el colonialismo y el neocolonialismo, en especial el de Inglaterra. Sin duda, la reciente experiencia bélica de Malvinas orientó las preocupaciones de los jóvenes que, en el plano nacional, abogaron por “el respeto y defensa de la voluntad popular y de las instituciones democráticas” y formularon un “llamamiento a la unidad nacional, como instrumento válido de la liberación nacional”.[9]
En lo ateniente a la realidad universitaria, defendieron la autonomía, el cogobierno, el ingreso irrestricto, la gratuidad de la enseñanza, los concursos por oposición y antecedentes, la libertad académica, la unidad obrero estudiantil, la lucha antiimperialista y antioligárquica y la inserción de la universidad en su medio social. A su vez, respecto a la normalización universitaria en curso, exigieron la “derogación de la ley 22.207/80”, la designación de rectores y decanos normalizadores “en el lapso más breve posible” y la nulidad de los concursos sustanciados durante el gobierno militar, la supresión de todo arancelamiento a la enseñanza y el pleno reconocimiento y libertad de acción de los Centros de Estudiantes. También bregaron por el aumento del presupuesto educativo, la vigencia del sistema de cátedras libres, la revisión de los planes de estudio “al servicio de las necesidades del pueblo argentino” y la plena libertad de expresión y el “cese de toda medida represiva y de discriminación política y religiosa”. El documento finalizaba solicitando la separación de la universidad de todo individuo comprometido con el régimen militar y el “vaciamiento cultural” y señalaba que:
los estudiantes sólo pedimos justicia, no nos mueva la venganza ni el odio, sólo bregamos por ser fieles intérpretes de la voluntad popular. Nuestra meta es el logro de la tan anhelada unidad nacional, en paz, y el respeto absoluto de los derechos individuales expresados en nuestra Constitución Nacional.[10]
El documento evidencia no solo las coincidencias en torno a las preocupaciones estudiantiles sino también la importancia de la FUM como una experiencia de construcción política que articulaba y socializaba a los dirigentes estudiantiles. Los propios protagonistas consideraban a la FUM como un espacio que pretendía superar las disputas interpartidarias por los Centros de Estudiantes y contribuía a la formación de dirigentes políticos capaces de consensuar, disentir y fortalecer ¾mediante el debate¾ la elaboración de políticas estudiantiles conjuntas.[11]
Con la inclusión de las todas las unidades académicas, su organización interna reconocía como órganos de gobierno al Congreso de Estudiantes, la Junta Ejecutiva y la Junta Representativa, siendo de carácter obligatorio para los Centros de Estudiantes las resoluciones adoptadas por el primero, mientras que las dos restantes poseían carácter recomendativo.[12] Es decir que el Congreso de Estudiantes era la autoridad máxima de la FUM y estaba constituido en forma directamente proporcional al porcentaje de votos obtenidos por cada Centro de Estudiantes en las elecciones realizadas el año previo al Congreso, siendo su composición final de alrededor de setenta congresales dado que el número total de los mismos era el resultado de la multiplicación por diez de la cantidad de los Centros de Estudiantes de las unidades académicas.[13] Por su parte, la Junta Ejecutiva era el órgano de conducción de la Federación, encargado de administrarla, representarla y dirigirla. Las autoridades eran electas a través del Congreso de Estudiantes en sesión ordinaria y su composición era de trece miembros, siendo la presidencia y vicepresidencia para la agrupación más votada, la Secretaría General para la segunda fuerza mientras que los vocales eran asignados a partir del sistema D´Hont. Finalmente, la Junta Representativa correspondía a una ampliación de la anterior dado que estaba conformada por los mismos integrantes de la Junta Ejecutiva, a los que se sumaban un representante selecciónado por cada Centro de Estudiantes. En efecto, en base a este modo de funcionamiento, la conducción estuvo a cargo de Franja Morada en alianza con el MNR; la primera en la presidencia y la segunda en la Secretaría General. También contó con la presencia de otras fuerzas políticas en las distintas secretarías según el desempeño electoral de cada una de ellas.[14]
El Estatuto, además de regir el funcionamiento básico de la organización, fue redactado con una fuerte impronta que atravesó el clima de época. Al igual que otras expresiones juveniles del momento, la FUM declaraba como principios el sostenimiento, la promoción de la democracia, la libertad, la igualdad de oportunidades, la paz, la justicia y la solidaridad. Asimismo, entre algunos de sus fines y propósitos señalaba la lucha por la justicia social, el respeto por los derechos humanos, la plena vigencia del Estado de derecho, la defensa de las instituciones y de la Constitución como también preveía la participación en actividades y actos que remitieran a tales fines.
2.2. La actuación de la militancia universitaria a través de la FUM
Los desafíos que enfrentaron las universidades nacionales en su etapa normalizadora fueron múltiples, pero dos demandas cobraron relevancia y provocaron la activa movilización del conjunto del estudiando: el reclamo por el ingreso irrestricto y la conformación del cuerpo docente a través de la sustanciación de concursos y la reincorporación de aquellos que habían cesado en sus funciones por motivos políticos y/o se habían visto obligados a emigrar.
En cuanto al ingreso irrestricto, si bien el gobierno alfonsinista eliminó aquellos requisitos como el arancelamiento y los cupos para la admisión, en la práctica se crearon cursos de ingresos que tenían como finalidad la nivelación de los conocimientos entre los estudiantes y fueron vistos como un obstáculo para el ingreso directo. En el caso de la UNMdP, la normativa estableció que los estudiantes debían superar con éxito dos exámenes parciales en dos asignaturas que variaban en relación a la carrera escogida. Este escenario precipitó numerosas protestas de la FUM, que impulsó movilizaciones y petitorios dirigidos al rector normalizador. También resolvió, en una de sus asambleas y a modo de reclamo, la inasistencia a los exámenes, aunque la medida no tuvo la recepción esperada. Como resultado de estas demandas, el rector normalizador flexibilizó los requisitos para la aprobación del curso que pasó de siete cuatro puntos e incorporó una instancia de recuperación para quienes no alcanzaran la nota mínima.[15]
Con respecto a la normalización del cuerpo docente, en la UNMdP el aspecto más debatido fue la incorporación de los estudiantes como jurado en la sustanciación de los mismos. Su inclusión obedeció a que esta casa de estudios no contaba con un Estatuto previo al momento de la interrupción constitucional de 1976, por lo que debía adoptar uno externo tal como lo establecía la normativa impulsada por el gobierno alfonsinista. En efecto, el rector normalizador decidió replicar el de la Universidad Nacional de La Plata dado que había desarrollo sus estudios en esa institución y consideraba que la normativa era “avanzada” en comparación a la de otras universidades, porque otorgaba importantes prerrogativas estudiantiles como su incorporación con voz y voto en los jurados, entre otros motivos[16]
Fueron numerosas las ocasiones en que los docentes cuestionaron la carencia de conocimientos para evaluar los méritos académicos de los postulantes, crítica que en algunos casos se extendió a los graduados que estaban comprendidos en la normativa.[17] Sin embargo, los estudiantes justificaron su inclusión en torno a la vigencia de los principios democráticos que también alcanzaban la institución universitaria, identificando como resabios del autoritarismo a quienes rechazaban su participación. Más allá de los cuestionamientos y las polémicas suscitadas, la presencia estudiantil en la sustanciación de los concursos no pudo ser desestimada. Desde la FUM se alentó la presencia pública de los estudiantes en ellos; y, si bien la realidad era muy heterogénea según cada facultad, los estudiantes cumplieron un rol trascendental en la denuncia contra la vigencia de profesores que habían accedido a las cátedras durante el gobierno militar.
Además de instar por el ingreso irrestricto y la participación en la sustanciación de cursos, las acciones de la FUM estuvieron orientadas a reclamar ante las autoridades municipales por el boleto universitario, la prolongación de las líneas de transporte hacía el complejo universitario, la implementación de una guardería para la universidad y la posibilidad de mejorar los accesos al campo deportivo universitario.[18] Otro de los proyectos radicó en la creación de una cooperativa universitaria, por lo cual se convocó permanentemente a asambleas con el objetivo de conformar una Junta Promotora que trabajase sobre su estatuto. Sus promotores señalaban que las ideas básicas de esta cooperativa eran “el libre acceso y la adhesión voluntaria, el control democrático, el capital en función del servicio, la neutralidad política y religiosa, la distribución de excedentes en proporción a las operaciones y el fomento de la educación y la integración”.[19] Asimismo, para consolidar tal iniciativa fueron frecuentes las reuniones y la disertación de especialistas sobre el tema, aunque su funcionamiento no llegó a concretarse en lo inmediato.[20]
3. La interna radical entre el partido y la universidad: las tensiones en la disputa por el control de la Juventud Radical y la elección de rector en la UNMdP
Además de la militancia universitaria, los integrantes de Franja Morada participaron decididamente de la actividad partidaria y se involucraron en las disputas internas que protagonizaron las fracciones internas del radicalismo. Como han señalado algunas investigaciones, en la provincia de Buenos Aires la figura de Alfonsín impidió la emergencia de liderazgos alternativos. En un escenario en el que los renovadores históricos apuntaban a afianzar su predominio en el partido y los coordinadores pugnaban por ocupar mayores espacios de decisión, en el MRyC se desencadenó “la interna de la interna” (Ferrari, 2017).
En el plano local, en 1985 el radicalismo marplatense se había reconfigurado. Habían desaparecido algunas facciones y ciertos individuos habían mudado de agrupación. No obstante, permaneció la práctica competitiva, enfrentándose ese año por la titularidad del movimiento y por la conducción de la JR, ambas instancias escenario de las diputas desarrolladas en el orden provincial entre renovadores históricos y coordinadores.
En los primeros comicios, realizados en el mes de marzo, se presentaron tres listas que compitieron por la representación del movimiento: la verde, encabezada por el diputado nacional Jorge Carmona y compuesta por un sector de los históricos y la JCN; la azul, que llevaba como candidato a Ramiro Martín; y la celeste y blanca, cuyo candidato fue Filkeinstein. La existencia de las dos últimas se explicaba por el rechazo a compartir filas con la JCN y la incapacidad de arribar a un acuerdo entre ellas. La distancia con la lista verde era contundente y sus miembros afirmaban: “Nosotros no somos ni ´históricos´ ni de la JCN. Somos, por siempre, yrigoyenistas y alfonsinistas”.[21] Si bien en esa elección la lista verde se impuso por amplio margen, la interna entre ambos sectores se prolongó en las elecciones juveniles del centenario partido.
En el orden provincial, los comicios para elegir autoridades juveniles fueron motivo de confrontación entre históricos y coordinadores. Los representantes eran electos en razón de tres por cada distrito electoral de la provincia. Con el fin de neutralizar el predominio de la JCN, los históricos propusieron la modificación de la carta orgánica partidaria para que la provincia se transformase en distrito único y se eligiera a los representantes a través del sistema de representación proporcional por mayoría y minoría. De esta manera, pretendían afianzar su primacía valiéndose de la influencia que poseían en el Gran Buenos Aires, particularmente en la primera y la tercera sección, de donde eran oriundos Juan Manuel Casella y Leopoldo Moreau. No obstante, los coordinadores bonaerenses se opusieron argumentando que el único medio habilitado para realizar una reforma era el congreso juvenil.
Más allá de las rispideces en el orden provincial, en algunas localidades intentaron conformar listas únicas. En Mar del Plata, los esfuerzos por establecer la unidad partidaria comenzaron hacia fines de mayo de ese año y el acuerdo alcanzado fue ratificado por Néstor Saggese y Jorge Carmona, titulares del Movimiento de Intransigencia Nacional (MIN), en el que había evolucionado el Balbinismo Auténtico cuando se extendió en el orden nacional, y el MRyC, las dos líneas internas mayoritarias del radicalismo.
Sin embargo, al aproximarse la fecha de los comicios, la ruptura fue inevitable a causa de los conflictos irresueltos en el MRyC. Dentro esa línea interna, dirigentes opositores a su conducción impulsaron la formación de una lista que desconoció el acuerdo alcanzado meses atrás. Esto provocó que los jóvenes del MIN constituyeran su propia nómina. En efecto, tres fueron las listas que se presentaron a competir: la N°51 del MIN; la N°11 por el MRyC, que respondía a las autoridades oficiales en el orden local y cuyos integrantes militaban en las filas de la JCN; y la N°15, que pertenecía al sector de los históricos y se referenciaban en Casella. Frente a estos sucesos, los jóvenes de la lista N° 11 del MRyC-JCN manifestaron:
Nosotros queremos seguir siendo una juventud verdaderamente autónoma, que luche sin trabas ni imposiciones producto de cacicazgos o compromisos … tenemos las ideas bien puestas, no transamos con los arribistas ni los advenedizos, y creemos en definitiva en la liberación nacional, luchamos por la justicia social y la libertad, porque nuestro compromiso es con el pueblo y nuestro camino es la democracia …[22]
En alusión a los históricos, consideraban que estos pretendían confundir al electorado radical a partir de la postulación de un joven de apellido Alfonsín que encabezaba la lista. En respuesta, los históricos del MRyC afirmaban que sus integrantes “no pertenecen al sector de la Juventud que se autotitula ´la patota radical´ y que en sus momentos de júbilo vivan a la Junta Coordinadora Nacional, pero nunca al Movimiento de Renovación y Cambio”.[23]
La distancia entre ambas listas era notable y las disputas inevitables. A nivel provincial, los resultados del comicio juvenil configuraron un escenario proclive a la continuación de los enfrentamientos. La JCN alcanzó preeminencia entre los delegados a la Junta Ejecutiva y el sector que respondía a los “históricos” del MRyC obtuvo mayoría en la composición del Congreso lo cual profundizaba las disputas, a la vez que obligaba al entendimiento entre ambos. En sintonía con los resultados provinciales, en la quinta sección electoral se impusieron los históricos del MRyC que obtuvieron dos congresales por la mayoría y; la JCN alcanzó la minoría con un solo congresal.
No obstante, para la conducción de la juventud a nivel local, en Mar del Plata se impuso la lista N° 11 y terminó por consolidar al sector de la JCN. Pero la ruptura estaba abierta y la interna se iba a trasladar un año más tarde a la universidad con motivo de la elección del primer rector. El 30 de abril de 1986 fue convocada la Asamblea Universitaria para proclamar al primer rector electo de manera democrática y dar por finalizado el proceso de normalización. El cronograma electoral iniciaba con las elecciones de decanos en cada facultad, conformándose también los consejos académicos con doce integrantes: seis docentes, cuatro estudiantes y dos graduados. Luego, el 30 de abril, los noventa y seis miembros que conformaban la Asamblea Universitaria (doce por cada facultad y doce por la Escuela de Ciencias de la Salud) eran los encargados de elegir al nuevo rector mediante voto secreto.[24]
Aspiraban al máximo cargo el entonces rector normalizador e integrante del MRyC Víctor Iriarte, y los decanos normalizadores de las facultades de Arquitectura y Urbanismo e Ingeniería, Javier Rojo y Daniel Reynaldo Ávalos, respectivamente. Las propuestas académicas de los tres candidatos compartían diagnósticos en común y coincidían fundamentalmente en la necesidad del fortalecimiento de la investigación y la extensión. Entre los aspectos propositivos más sobresalientes de Iriarte se encontraban una mayor articulación de la universidad con el nivel educativo medio, la adecuación de las carreras que ¾entendía¾ debían estar en consonancia con el proyecto de país vigente y la reorientación de la estructura interna de las facultades para generar una mayor interrelación entre ellas. Por su parte, Rojo ratificaba que, si bien su postulación había sido impulsada y avalada por el estudiantado, también contaba con la adhesión del resto de los claustros. Políticamente se reconocía consustanciado con los principios de la Reforma Universitaria de 1918 y su carrera docente había sido interrumpida por cesantía durante los golpes de Estado de 1966 y 1976 en la Universidad de Buenos Aires y en la Provincial de Mar del Plata. Sus propuestas más destacadas consistían en la provisión de los cargos docentes a partir de los recursos humanos del medio local, la formación de graduados comprometidos con los problemas de la comunidad y una planificación académica en base al estudio estadístico de datos concretos. Finalmente, Avalos instaba por “la horizontalización y democratización total de la universidad” dado que entendía que desde sus comienzos la casa de estudios (y en particular su administración) había exhibido rasgos muy verticalistas a través de la preeminencia de la figura del rector. A la vez, subrayaba que sus esfuerzos iban a estar dirigidos a demandar mayor presupuesto al Ministerio de Educación.[25]
De los tres candidatos, el rector normalizador Iriarte contaba con el apoyo de la estructura de la UCR que, cuyas fracciones habían acordado promover su continuidad en el cargo a pesar de las tensiones internas. Sin embargo, Franja Morada impulsó y brindó su adhesión a Javier Rojo ya que consideraba que era el candidato que tenía el perfil académico, intelectual y comprometido con los principios reformistas. La propuesta fue impulsada por militantes de la Facultad de Arquitectura y gozó de la aprobación de los restantes miembros de la agrupación. Tal decisión provocó el rechazo de la cúpula partidaria y la intervención de Federico Storani, máximo referente de la JCN en territorio bonaerense, que no consiguió doblegar esa decisión.
Para alcanzar el objetivo, los militantes de Franja Morada alentaron alianzas en el espacio estudiantil con el MNR y un sector de la JUI. A ello se sumó la articulación con graduados y algunos docentes. El umbral de coincidencias en torno a las ideas reformistas posibilitó el entendimiento entre Franja Morada y el MNR. Parte de los intransigentes ¾únicamente por oposición a Franja Morada¾ apoyaron la candidatura de Avalos mientras que la UPAU se abstuvo de otorgar aval a los candidatos. En efecto, la militancia desplegada entre los jóvenes radicales para imponer la candidatura de Rojo confrontó directamente el voto orientado a Iriarte que respaldaban otras facciones partidarias, generando fuertes tensiones en el interior del partido.
El aspecto más debatido en torno a la elección radicó en la modalidad del voto. Las posturas enfrentadas eran dos: voto secreto y voto nominal. La primera posición era defendida por el entonces rector normalizador, amparándose en el artículo 86 del Estatuto de la UNMdP que establecía el sufragio obligatorio y secreto en todas las elecciones que tuvieran lugar en la universidad. La tensión se incrementó cuando Iriarte impulsó la Resolución 130 en la que estableció que la incipiente elección del rector iba a realizarse de manera secreta y, días más tarde, mediante dos resoluciones nuevas, anuló las designaciones de los decanos de las facultades de Derecho e Ingeniería por no ajustarse a dicha modalidad de votación.[26] En abierta alusión a los militantes radicales que eran partidarios de la elección nominal, Iriarte expresó no “concebir cómo sectores democráticos pueden renegar del ejercicio del voto secreto y obligatorio, siendo éste una conquista del pueblo por el cual luchó tanto el radicalismo”.[27]
En oposición, desde la FUM, los representantes estudiantiles cuestionaron que la Resolución impulsada fuera realizada pocos días después de la reunión del Consejo Superior dado que ¾entendían¾ podría haberse discutido en su seno, a la vez que criticaban su efectivización sin previa consulta por quien aspiraba al cargo de rector. Promovían el voto nominal porque, como señalaba el presidente de la FUM y militante de Franja Morada Hernán Vela, la asamblea “[funcionaba] como un colegio electoral, representando a distintos claustros, por lo que todo representante [debía] rendir cuenta a sus representados”. Asimismo, defendían esa modalidad ya que,
constituye la forma más transparente y clara … cada delegado va a la asamblea con el nombre de una persona por la que tiene que votar. La única forma que se respete de manera absoluta el mandato de las bases, y que este sea garantizado sin recibir presión alguna, es el voto cantado de manera nominal en esa asamblea.[28]
Para los estudiantes, la preocupación central radicaba en que el voto secreto actuara como condicionante de los compromisos asumidos, torciera la voluntad de algunos asambleístas y, por lo tanto, aumentara la incertidumbre del resultado.
El día de la celebración de la Asamblea Universitaria, dirigentes de la UCR se presentaron con el fin de doblegar la decisión adoptada por su brazo estudiantil. Sin embargo, el presidente de la FUM y referente de Franja Morada, en su intervención manifestó que “no seguirían nombres sino ideas”. La apertura de la asamblea estuvo a cargo del entonces rector normalizador que, al ser candidato, debió ser remplazado. De manera simultánea se eligieron, entonces al nuevo presidente de la asamblea y a la Junta Escrutadora. Se adoptó una posición intermedia respecto al voto, que combinó la argumentación y su materialización de manera secreta. Los resultados fueron contundentes: Rojo se impuso con 52 votos, fue seguido por Ávalos que reunió 30 votos e Iriarte que cosechó un magro resultado de apenas 13 votos. Así se ponía punto final a la normalización universitaria. Visto desde los espacios observados, Rojo se convertía en el primer rector de la UNMdP electo de manera democrática por sus claustros y los militantes de Franja Morada, enrolados también en la JCN, se impusieron en la disputa intrapartidaria.
Consideraciones finales
En este trabajo analizamos la participación juvenil en el ámbito universitario durante la apertura democrática tomando como punto de mira a quienes militaron en la agrupación Franja Morada, siempre en relación con otras organizaciones estudiantiles. Advertimos su recorrido militante desde la universidad hacia las filas de la UCR marplatense como parte de la Juventud Radical y, en particular, de la JCN.
Su conformación tuvo un fuerte arraigo universitario asociado al fenómeno social alfonsinista, que superó los esfuerzos partidarios por instalarse en la universidad local recorriendo un camino inverso al planificado. La inserción en las estructuras partidarias ocurrió en el marco de las disputas internas que atravesaban al centenario partido, prácticas en las que fueron socializados tempranamente para involucrarse en ellas. En ese sentido, reconocidos como parte de la Juventud Radical de la JCN liderada por Federico Storani y reconfigurado el escenario político dentro del MRyC, los jóvenes radicales se enfrentaron abiertamente a los históricos como correlato de los conflictos que se desarrollaban en el partido en el orden provincial.
Enmarcado en esa rivalidad, el resultado de la Asamblea Universitaria pretendió acabar con la lógica de acuerdos entre cúpulas en la UCR y se explica en el universo de ideas que sostuvieron los jóvenes radicales. La decisión de apoyar a un candidato extrapartidario y no al rector normalizador y candidato del partido ¾que también contaba con la adhesión del máximo referente político de la JCN bonaerense, Federico Storani¾, demostró cómo se constituyeron en un actor clave en la interna partidaria. En un escenario en el que confrontaban distintos intereses en pos de alcanzar un equilibrio entre las líneas internas, se transformaron en un axioma fundamental que terminó por definir las riendas del primer gobierno universitario y la situación interna del movimiento de Alfonsín en el plano local. Al mismo tiempo, exhibieron su capital político en el ámbito universitario a partir del despliegue de una fuerte militancia entre sus bases.
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[1] El presente trabajo es una adaptación de la Tesina de Licenciatura en Historia de la autora, dirigida por las Dras. Marcela Ferrari y Mariana Pozzoni. Asimismo, una versión preliminar de este escrito fue presentado en el Seminario "Conflictos universitarios y movimientos estudiantiles en América Latina: temas emergentes", coordinado por los Dres. Denisse Cejudo y Nicolás Dip. Agradezco los aportes y las sugerencias realizadas en ambas instancias para enriquecer el texto.
[2] Oscar Pagni, entrevista realizada por Constanza Castro, Mar del Plata, 21 de octubre de 2016.
[3] Una parte del apartado constituye una adaptación de un texto escrito en coautoría con Mariana Pozzoni. Cf. Pozzoni y Castro (2018)
[4] Entre algunas de las manifestaciones del peronismo universitario de efímera participación se encontraban la “Coordinadora Juvenil Justicialista de Mar del Plata”, que reconocía afinidades con el dirigente justicialista Ángel Federico Robledo, y las agrupaciones “Scalabrini Ortíz” y “Matecocido” en la Facultad de Humanidades.
[5] En el periodo 1982-1986, las agrupaciones estudiantiles señaladas fueron las que mostraron mayor regularidad en cuanto a la militancia universitaria y tuvieron presencia al menos en tres unidades académicas. Si bien existieron agrupamientos que respondían a las estructuras de otros partidos como el MID, PC, PSD, se trataron de experiencias muy fugaces, en algunos casos con cierto protagonismo en los frentes estudiantiles de las distintas facultades.
[6] “Para que todo cambie en la Universidad”, en Plataforma de la JUI, Ciencias Exactas y Naturales, UNMdP.
[7] “Una nueva agrupación pugnará por el centro”, en La Capital, Mar del Plata, 23/9/1985, p. 10.
[8] Esta mesa provisoria tuvo como presidente a María Izaguirre de Ciencias Económicas, vicepresidente primero a Gustavo Larrieu de Ciencias Económicas y como secretaria a Amelia Correa del ISFD. Las comisiones de trabajo fueron cuatro y correspondieron al análisis la realidad nacional, la internacional, la política universitaria, y otra especifica que estudió las demandas y reivindicaciones para el sector estudiantil. “Mesa provisoria en la federación”, en La Capital, Mar del Plata, 4/12/1983, p. 8 y Gustavo Larrieu, entrevistado por Constanza Castro, Mar del Plata, 23 de octubre de 2016.
[9] “Acatamiento a la voluntad popular”, en La Capital, Mar del Plata, 7/12/1983, p. 1
[10] “Acatamiento a la voluntad popular”, en La Capital, Mar del Plata, 7/12/1983, p. 1.
[11] Alfredo Lazzeretti, entrevistado por Constanza Castro, 23 de noviembre de 2016.
[12] El carácter obligatorio de las resoluciones emanadas por el Congreso de Estudiantes era válido siempre que fueran tomadas por el 75% de los miembros presentes (Artículo N°9, FUM). La primera junta ejecutiva de la FUM quedó conformada por Hernán Vela (FM de Arquitectura) como presidente, quien fue acompañado por Alberto Castro (Agrupación Reformista Manuel Belgrano de Ciencias Económicas) como secretario general. También incluyó en distintas comisiones a Estela Fernández Puentes (FM de Derecho)-, Cecilia Serafini (FM de Humanidades), Mariana Canedo (Agrupación José de San Martín de Humanidades), Eduardo Patrizi (FM de Ciencias Económicas), César Regidor (FM de Arquitectura), Alberto Rodríguez (Reformista de Derecho), Claudio Pasolini (Línea Independiente de Ingeniería), y Jorge Weschler (José Ingenieros de Ingeniería). “Acatamiento a la voluntad popular”, en La Capital, Mar del Plata, 7/12/1983, p.1.
[13] Artículo N° 13, Estatuto FUM. Asimismo, la distribución de los congresales era realizada por Representación Federativa, distribuyéndose el 40% del total de congresales igualitariamente entre los Centros de Estudiantes; y por Representación Proporcional, en el cual el 60% restante se repartía en forma proporcional al porcentaje de votos obtenido por cada Centro de Estudiantes.
[14] Las secretarías que componían la FUM eran las de Deportes y Recreación, Extensión, Derechos Humanos, Bienestar Estudiantil, Asuntos Académicos, Actas, Relación Obrero Estudiantil, Relaciones Institucionales, Prensa y Difusión y Cultura. Artículo N°29, Estatuto FUM.
[15] “Exámenes parciales en la universidad”, en La Capital, Mar del Plata, 23/1/84, p.5; “Inútil reclamo de más de mil jóvenes”, en La Capital, Mar del Plata 28/2/84, p. 12; “Asambleas con una escasa adhesión”, en La Capital, Mar del Plata, 29/2/84, p. 7.
[16] Víctor Iriarte, entrevistado por Constanza Castro y Mariana Pozzoni, Mar del Plata, 28 de abril de 2016.
[17] En un recurso de amparo no solo cuestionaban la presencia estudiantil sino también la del claustro graduado por considerar que los conocimientos académicos de sus miembros resultaban insuficientes. Manifestaban preocupación al sostener que ambos claustros representaban el 40% de la decisión. “Reflexiones sobre concursos docentes”, en La Capital, Mar del Plata, 19/4/85, p.7
[18] “Gestiones de la FUM ante el intendente”, en La Capital, Mar del Plata, 27/1/84, p. 5.
[19] “La FUM propone una cooperativa”, en La Capital, Mar del Plata, 9/8/84, p. 7
[20] “Los universitarios y el cooperativismo”, en La Capital, Mar del Plata, 5/10/84, p. 5
[21] “Carmona se impuso en el comicio de RyC”, en La Capital, Mar del Plata, 18/3/1985, p. 12.
[22] “Un mensaje a los jóvenes radicales”, en La Capital, Mar del Plata, 30/7/1985, p. 9.
[23] “Impugna lista la Juventud de RyC”, en La Capital, Mar del Plata, 3/8/1985, p.5.
[24] La mitad más uno de los sufragios consagraba al candidato y, en caso de no alcanzar la mayoría en la primera votación, se llevaba a cabo una segunda. Posteriormente, si ninguno de los postulantes alcanzaba la mayoría, los integrantes de la asamblea debían concurrir de nuevo a las urnas para optar por simple mayoría entre los dos candidatos más votados.
[25] “La Asamblea Universitaria se reunirá”, en El Atlántico, Mar del Plata, 30/6/1986, p. 2.
[26] Resoluciones 142 y 143 de Rectorado, UNMdP.
[27] “Controvertida Resolución N° 130”, en El Atlántico, Mar del Plata, 26/4/1986, p. 3.
[28] “Iriarte sostiene la Resolución 130”, en El Atlántico, Mar del Plata, 27/4/1986, p. 4