LAS AGRUPACIONES INDEPENDIENTES EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES DURANTE LA ETAPA FINAL DE LA DICTADURA EN ARGENTINA (1981-1983)

 

 

Por GUADALUPE  A. SEIA 

Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)

Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires (UBA)

Buenos Aires, Argentina.

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 13, N° 25, pp. 242-268

Enero- Junio de 2020

ISSN 1853-7723

 

Fecha de recepción: 06/3/2020 - Fecha de aceptación: 27/5/2020

 

Resumen

En el presente artículo nos proponemos completar el conocimiento sobre la composición del movimiento estudiantil durante la última dictadura y a la vez complejizar el consenso historiográfico existente acerca de la partidización de la política universitaria en el marco de la transición democrática (Buchbinder y Marquina, 2008). Específicamente, estudiamos el surgimiento de expresiones políticas estudiantiles novedosas, autodenominadas como agrupaciones independientes durante los años finales del régimen del “Proceso de Reorganización Nacional” (1981-1983). Mediante un análisis cualitativo de plataformas y volantes estudiantiles, prensa y entrevistas en profundidad, reconstruimos las matrices ideológicas, los modelos de participación estudiantil y de universidad que estos grupos propusieron al estudiantado porteño.

 

Palabras Clave

Universidad- Dictadura- Argentina- Movimiento Estudiantil- Agrupaciones Independientes.

The independent groups at the University of Buenos Aires during the final stage of the dictatorship in Argentina (1981-1983)

Abstract

This article seeks to complete the knowledge about the composition of the student movement during the last dictatorship and the democratic transition in Argentina (1976-1983). We focus on the emergence of innovative student political expressions, self-identified as “agrupaciones independientes” (independent student organizations) during the final years of the so-called “National Reorganization Process” at the Universidad de Buenos Aires (University of Buenos Aires, UBA). The article contributes to the broaden of the scholarly literature on the reconfigurations of the student movement between the 1970s and the 1980s, by describing the ideological frames, the models of university, and student participation that these new organizations proposed to the student body.

 

Keywords

University- Dictatorship- Argentina- Student movement- Independent Groups.

 

Las agrupaciones independientes en la Universidad de Buenos Aires durante la etapa final de la dictadura en Argentina (1981-1983)

1. Introducción

El campo de estudios sobre la universidad y el movimiento estudiantil argentino durante el pasado reciente se consolidó e incorporó nuevas etapas entre los períodos de interés. Así, disponemos de investigaciones sobre la aplicación de la política universitaria y los cambios en la vida académica e institucional en diversas casas de altos estudios durante la última dictadura, y cada vez más, sobre los años de la transición democrática también (Buchbinder y Marquina, 2008; Águila, 2014; Rodríguez, 2015; Seia, 2019). Más lentamente, se están desarrollando investigaciones sobre el movimiento estudiantil entre los años del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” y el gobierno de Raúl Alfonsín (Cristal, 2020; Castro, 2017; González Valdés, 2019; Grimi, 2018; Seia, 2020).

Localizamos, sin embargo, escasos abordajes sobre las diversas tendencias políticas que constituyeron agrupaciones estudiantiles y tuvieron una militancia activa durante la segunda mitad de la década de 1970 y a lo largo de los años ochenta. Mientras, que Yann Cristal y Guadalupe Seia (2018) analizaron el papel de la izquierda estudiantil de la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante la transición democrática; Laura Polak y Juan Gorbier (1994) estudiaron el desarrollo de la Franja Morada en el contexto dictatorial, y Valeria Manzano (2018) abordó las agrupaciones universitarias liberales durante la década de 1980 en la universidad porteña.[1] En estos dos últimos trabajos, las llamadas agrupaciones independientes son identificadas como antecedentes para la conformación de agrupaciones universitarias que finalmente se ligaron a una estructura partidaria nacional. En cambio, Picotto y Vommaro (2010) consideraron a estas experiencias de organización como antecedentes de las agrupaciones estudiantiles independientes de finales de la década de 1990. A la vez, estas organizaciones han sido destacadas como un fenómeno político y universitario relevante y complejo durante la salida de la dictadura al haber reunido considerables caudales de votos en los comicios estudiantiles de 1983 en diferentes casas de altos estudios a nivel nacional (Cristal, 2020; Iuorno y Cáceres, 2019; Manzano, 2018; Arriondo, 2011; Touza, 2007).[2] Sin embargo, las mismas no han concentrado estudios específicos.

En el presente artículo nos proponemos completar el conocimiento sobre la composición del movimiento estudiantil durante la última dictadura y a la vez complejizar el consenso historiográfico existente acerca de la partidización de la política universitaria en el marco de la transición democrática (Buchbinder y Marquina, 2008). Específicamente, estudiamos el surgimiento de expresiones políticas estudiantiles novedosas, autodenominadas como agrupaciones independientes durante los años finales del régimen del “Proceso de Reorganización Nacional”. Mediante un análisis cualitativo de plataformas y volantes estudiantiles, prensa y entrevistas en profundidad, reconstruimos las matrices ideológicas, los modelos de participación estudiantil y de universidad que estos grupos propusieron al estudiantado porteño. Al respecto, sostenemos que a pesar de que estos agrupamientos se posicionaron en contra de ciertas formas de politización y/o partidización de la vida universitaria, participaron activamente de la re-organización de los Centros de Estudiantes y la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), organismos que las Fuerzas Armadas ilegalizaron y procuraron suprimir de los claustros. En ese sentido, a pesar de los esfuerzos de la dictadura, el movimiento estudiantil se reorganizó a partir de su matriz histórica asentada, y re-significada, sobre la Reforma Universitaria de 1918.

 

2. La UBA bajo la dictadura: entre la represión y la “apertura”

En el diagnóstico de la dictadura las universidades constituían un “problema” debido a que habían sido “infiltradas por el comunismo”, generando cuadros para la llamada “subversión”.[3] Para las autoridades educativas y militares, el co-gobierno y la autonomía universitaria habían propiciado la politización estudiantil que luego había llevado a su radicalización hacia la izquierda (Cersósimo, 2018; Seia, 2019). En su modelo de universidad, los jóvenes debían concurrir exclusivamente a estudiar y formarse profesionalmente a los claustros. Asimismo, sostenían que las estructuras universitarias habían crecido “demasiado”, generando una situación de “sobredimensionamiento” de la matrícula que debía ser revertido ya que era un escenario propicio para la acción revolucionaria (Seia, 2019).

Así, la UBA, como el resto de las universidades nacionales, fue intervenida por las Fuerzas Armadas pocos días después del golpe de estado. La comunidad universitaria de Buenos Aires fue objeto del plan sistemático represivo: 926 estudiantes, ex estudiantes, graduados, docentes, no-docentes y autoridades fueron asesinados o desaparecidos entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983.[4] La denominada “depuración de los claustros” también incluyó cesantías docentes y la quita de la condición de estudiante a quien no se presentara a cursar en las facultades, vigiladas de forma permanente por las fuerzas represivas. Asimismo, las autoridades interventoras sostuvieron la prohibición de toda actividad política y gremial en los claustros establecida en la ley universitaria 20.654 (1974), a la vez que se ilegalizó a prácticamente todas las agrupaciones estudiantiles y los organismos gremiales universitarios (Casola, 2015). A la “limpieza ideológica” de las facultades se sumó un proceso doble de achicamiento y selección del estudiantado concretado mediante la disminución de los cupos por carrera y la exigencia de exámenes de ingreso, certificados de antecedentes penales y de domicilio actualizados. La matrícula de la UBA pasó de 166.215 estudiantes en 1974 a 102.766 en 1982 (Seia, 2019).

Si bien estos han sido destacados como los aspectos básicos de la gestión dictatorial de la UBA, en este artículo nos detenemos sobre otros rasgos que suman matices y complejidad a la caracterización de la política universitaria de la dictadura. En ese sentido, retomamos las observaciones de Laura Rodríguez (2015), Pablo Buchbinder (2016) y Manzano (2018) acerca de las peculiaridades del rectorado de Lucas Lennon entre 1978 y 1981.[5] En concreto, se trató del mandato más extenso en dicha universidad, ya que sus predecesores abandonaron el cargo ante desacuerdos fundamentales con el Ministerio de Educación acerca del ejercicio de la autonomía universitaria. Lennon, en cambio, sostenía un alineamiento absoluto con dicha cartera y el Poder Ejecutivo Nacional, al que se integró luego como Ministro de Justicia. A pesar de dicha identificación con el régimen, Lennon desarrolló una política temprana de acercamiento hacia el estudiantado a partir de encuentros con ingresantes y alumnos “distinguidos”.[6] Las iniciativas de “diálogo” entre autoridades y estudiantes fueron institucionalizadas en el marco de la ley universitaria 22.207 de 1980. El estatuto de la UBA reglamentó que cada facultad debía promover la “participación estudiantil” de modo de preparar su “integración responsable en la comunidad nacional” y orientar “sus aptitudes culturales, sociales y cívicas”.[7]

Esta línea de acción adquirió un nuevo impulso en el marco de la “apertura política” desarrollada durante la presidencia de facto de Roberto Viola en 1981 (Novaro y Palermo, 2003). El flamante ministro de educación, Carlos Burundarena, consideraba que los estudiantes tenían que participar en “por lo menos el 80 por ciento de los asuntos universitarios”.[8] Al respecto, es importante considerar la postura “politicista” de Viola (Canelo, 2016), quien desarrolló un acercamiento a la dirigencia política, sindical y empresaria, también hacia la juventud. Sin embargo, el “joven” de 1981 al que se dirigían las políticas y los discursos oficiales no era, por cierto, el de 1976 (Luciani, 2017). En la UBA, para 1980 ya había sido desaparecido o asesinado más del 90 por ciento del total de los represaliados que estudiaban allí. Asimismo, había tenido lugar un recambio generacional: la población a la que las autoridades dirigían sus convocatorias había transcurrido buena parte de sus estudios secundarios y universitarios bajo estado de sitio y con la UBA intervenida. En 1980, el 50,3 por ciento de los estudiantes había ingresado a partir de 1976, mientras que el 24,4 por ciento lo había hecho en 1974 y 1975, de este modo la mayoría del alumnado no había tenido contacto con una vida política universitaria libre.

Marina Franco (2018) afirma que las nuevas condiciones de mayor distención política que propició Viola en 1981 implicaron la aparición de cierta opinión pública y una notable activación social. Así, sostiene, que ese año es recordado como el “renacer” político y cultural posibilitado por la ampliación de libertades y la relajación de la censura. La reactivación política tomó forma con el surgimiento de la Multipartidaria y de una creciente movilización sindical opositora, potenciado por el surgimiento de iniciativas y formas de encuentro social y cultural de ánimo desafiante, aunque no abiertamente anti-dictatoriales. Ante este escenario, se inició el “giro opositor”. En la UBA, en 1981 identificamos un momento de “liberalización” en que las autoridades universitarias buscaron desplegar nuevas estrategias hacia el “nuevo estudiantado”, promoviendo iniciativas de participación estudiantil en las facultades. El clima de “apertura” promovido por Burundarena, además, generaba expectativas entre ciertos sectores del movimiento estudiantil, así como también creciente margen de acción para actuar en los claustros, aunque las organizaciones estudiantiles continuaban ilegalizadas.

 

3. El movimiento estudiantil ante un nuevo clima político (1981-1983)

En la UBA, la militancia estudiantil se esforzó por sostener y reorganizar su práctica política luego del golpe de estado. La situación varió según la tendencia política, mientras que la Juventud Universitaria Peronista se encontraba desarticulada para 1977, los comunistas y radicales contaban con cierto margen de acción debido a que sus partidos políticos no habían sido ilegalizados, como sí lo fueron las organizaciones de izquierda maoísta, trotskista y peronistas. Así, la Federación Juvenil Comunista y Franja Morada buscaron sostener el funcionamiento gremial y recreativo de los Centros de Estudiantes de las facultades de Medicina, Arquitectura, Ciencias Exactas, Farmacia y Ciencias Económicas donde habían ganado la presidencia en los comicios de 1975. Se desarrollaban reuniones de Comisión Directiva fuera de los claustros donde participaban esas fuerzas políticas y otras agrupaciones de izquierda como la primero Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista y luego Unión de Juventudes por el Socialismos (TERS/UJS), el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), la Juventud Socialista del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).[9] Estas agrupaciones constituyeron también las Comisiones por la Reorganización de los Centros en aquellas facultades donde éstos habían quedado desarticulados durante los años finales del gobierno peronista. Así se fue entretejiendo una red colaborativa de militantes en busca de la legalización del Centro de Estudiantes, el fin de la presencia policial y un número de reivindicaciones gremiales como la ampliación de la oferta horaria de cursada, el incremento del presupuesto para educación, entre otras (Seia, 2019). En 1977 estas agrupaciones acordaron revitalizar a la FUBA, presidida transitoriamente por el comunismo y el radicalismo.[10]

Hacia fines de 1980, las agrupaciones de la izquierda estudiantil observaban cambios a nivel de las actitudes estudiantiles hacia la realidad universitaria, con un resquebrajamiento del silencio y la pasividad en los claustros.[11] La sanción de la nueva ley universitaria que imponía aranceles junto a la agudización de las dificultades para el ingreso a la UBA fueron elementos clave para impulsar la re-organización colectiva y la construcción de un discurso crítico hacia la política universitaria vigente (Seia, 2020). Ya en 1981, en línea con las observaciones de Franco (2018), en la UBA se observaba un crecimiento del activismo, con mayor participación en círculos, cursos y reuniones de las organizaciones, mayor nivel de recepción de las publicaciones partidarias de izquierda y de aportes económicos a las Campañas Financieras, estimulando la disputa entre las diversas tendencias políticas por convocar y orientar al activismo.[12] Ese año, se consolidaron formas organizativas previas, surgieron otras nuevas y se desplegaron acciones gremiales de carácter opositor hacia la política universitaria. A las Comisiones re-organizadoras de los Centros de Estudiantes, se sumaron nuevos y más estudiantes, al igual que se incorporaron las nuevas agrupaciones que fueron surgiendo. Se realizaron actos, concentraciones en las facultades, movilizaciones callejeras,[13] conferencias de prensa convocadas por la FUA, plenarios, mesas redondas, peñas, petitorios, recitales, pequeñas asambleas y reuniones, a la vez que se multiplicaron los petitorios, las revistas estudiantiles “desde abajo” y las comisiones de ingresantes, contra el arancel o en defensa de las carreras.[14]

 

3.1. Desde arriba y a la derecha del movimiento estudiantil

En paralelo, como medidas de “apertura”, los decanatos impulsaron y respaldaron la producción y circulación de revistas, boletines o gacetillas estudiantiles, para incrementar la comunicación entre el alumnado y las autoridades.[15] Surgieron así espacios de expresión estudiantil coordinados y orientados por ellas para contrarrestar la iniciativa de los estudiantes, que estaban creando de manera independiente publicaciones “desde abajo” (Seia, 2019). Las revistas “desde arriba” propusieron una orientación afín a la intervención universitaria y su modelo de estudiante. Estas nacieron con una fuerte primacía de la cuestión gremial y corporativa, apostando a la difusión de las actividades organizadas por las autoridades y de cuestiones exclusivamente disciplinares. Entre dichas experiencias, se destacaron las de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Ciencias Económicas. En la primera, el Boletín era elaborado por el Área de Cultura de la Secretaría, con participación estudiantil, y contenía notas científicas, de divulgación, de historia, de interés general e informaciones sobre las actividades de la facultad y la universidad.[16] En Ciencias Económicas surgió la revista estudiantil Base Cero, que contó con recurrentes colaboraciones de decano Cayetano Licciardo, entrevistas al ministro de educación y a otros funcionarios de la UBA (Seia, 2019). Su Cuerpo de Redacción se componía por estudiantes, pero su Cuerpo Asesor estaba integrado por docentes y autoridades. Más allá de la iniciativa editorial, las revistas “desde arriba” fueron un espacio de nucleamiento estudiantil. En ese sentido, un militante de Franja Morada describe que Base Cero contenía estudiantes con posicionamientos y trayectorias heterogéneas: “gente sin definición ideológica partidaria” y militantes de agrupaciones que se acercaba para entablar contacto con otros compañeros.[17] Al ser un espacio autorizado a desarrollar actividades adentro de la facultad permitía conocerse entre estudiantes y, según recuerda, “comunicarse con mayor facilidad” (Polak y Gorbier, 1994: 64). Los espacios oficiales, de este modo, fueron utilizados y re-significados por la militancia estudiantil.

La iniciativa “politicista” más perdurable de las autoridades universitarias haya sido el impulso para la conformación de grupos estudiantiles ideológicamente afines (Polak y Gorbier, 1994), para promover una perspectiva de participación estudiantil despolitizada y desarrollar una “apertura política” controlada y excluyente. Las denominadas agrupaciones independientes surgieron durante los meses finales de 1981 y se consolidaron durante los últimos dos años de la dictadura.[18] Entre ellas se destacaron Iustum (Derecho), Quantum (Ingeniería), Sinapsis (Medicina), Nexo-Revalúo (Ciencias Económicas), Nobis (Filosofía y Letras), Línea de Agronomía Independiente (LAI), Lista Veterinaria Independiente y Estudiantes Independientes de la Facultad de Odontología. Nos detendremos sobre las de las facultades de Derecho y Ciencias Económicas para analizar su surgimiento y posicionamientos.

Los integrantes de las nóveles agrupaciones destacan en sus testimonios el rol de la Secretaría de Asuntos Estudiantiles en ese proceso. En ellos, recuerdan, encontraron gran predisposición, así como también un interés en orientar e influenciar las definiciones de las agrupaciones.[19]

A pesar de rescatar el rol de las autoridades, un militante de Nexo-Revalúo sostiene que la agrupación surgió “espontáneamente”:

Nuestro grupo se armó en el patio de la facultad, lo que nosotros en Económicas llamamos ‘la rotonda’, fue una organización espontánea. … nos empezamos a reunir en charlas de muchachos y chicas que estábamos ahí, estudiando… [20]

Asimismo, aclara que no era una agrupación del decanato y que no se definían como de derecha, sino que se auto-identificaban como de “centro”: “Teníamos un conjunto de ideas que digamos no eran las que predominaban en el movimiento estudiantil. Decían que éramos la derecha de la universidad, nosotros no nos sentíamos de derecha pero éramos de centro…”.[21] Por otra parte, los miembros de Nexo-Revalúo no “veían bien” la influencia de la política partidaria en la universidad, y se enorgullecían de no tener apoyo de partidos políticos.[22]Así, esta agrupación buscaba diferenciarse de las demás organizaciones estudiantiles de la UBA que tenían una identificación política nacional más o menos pública. Es posible identificar la búsqueda por distanciarse de las formas tradicionales de organización y acción estudiantil. A pesar de dicha intención, Nexo-Revalúo también incorporó prácticas del movimiento estudiantil como disponer una “mesita” para difundir sus panfletos y plataformas electorales.

Por su parte, Iustum surgió en la Facultad de Derecho como una agrupación independiente, en paralelo a la conformación de la agrupación Unión por la Apertura Democrática (UPAU).[23] Un miembro de la primera recuerda que se buscaba construir una organización común pero que no lograron llegar a un acuerdo. Las primeras reuniones fueron convocadas por el Partido Demócrata de la entonces Capital Federal, y contaron con la participación de estudiantes de Derecho de la UBA y la UCA, entre ellos, Federico Pinedo[24] y Carlos Maslatón, quién luego fue el principal referente de UPAU. Allí, se debatió la orientación político-ideológica de la futura agrupación:

Maslatón quería hacer una agrupación de carácter liberal, entonces no nos poníamos de acuerdo, porque quería hacer una agrupación liberal y partidaria en la UBA… Si bien sintonizábamos con la idea del centro, no con hacer una agrupación partidaria… Entonces se produce un choque… Lo que resolvimos entonces fue hacer una agrupación independiente, no partidaria y no liberal necesariamente, sino una agrupación universitaria.[25]

En línea son sus pares de Nexo-Revalúo, los miembros de Iustum también procuraban diferenciarse de la militancia estudiantil: “Los que estábamos en Iustum no éramos activistas, primeramente éramos estudiantes y el tiempo que nos sobraba lo usábamos para la militancia universitaria.”.[26] Su objetivo era representar a los alumnos en cuestiones relativas al estudio, desarrollando lo que llamaron “gremialismo universitario”:

… la idea básica es un proyecto universitario, y no una identificación partidaria[27], con lo que reunimos a universitarios de diversas extracciones políticas e ideológicas –excepción hecha de los extremos-. …. IUSTUM es una agrupación que hacemos los estudiantes.[28]

Respecto de su identificación con el decano y/o del mote de “cría del proceso”, el entonces militante de Iustum sostiene que “No nos identificábamos, para nada, con el proceso… militar o la dictadura militar pero sí quizás, no es que… si esa crítica a la “Universidad de la violencia” que hacían incluso las autoridades… tenía su influencia también, yo no lo voy a negar.”.[29] En efecto, el testimonio da cuenta de las coincidencias entre las ideas de la agrupación y las de la intervención universitaria y su modelo de casa de estudio. Además, los entonces independientes de Derecho y Ciencias Económicas afirman que en esos años adentro de sus facultades no existía una vigilancia acérrima y que nunca presenciaron hechos represivos. Incluso, en Nexo-Revalúo, bromeaban irónicamente sobre que “no podía ser” que fueran activistas universitarios y no hubieran sido detenidos nunca, por lo que debían “hacer algo” para ser detenidos en alguna ocasión.[30]

A pesar de la identificación con el modelo universitario de la intervención dictatorial, al ser invitados a participar de la Comisión Reorganizadora del Centro de Estudiantes de Derecho, Iustum se sumó. Por su parte, Nexo-Revalúo participó de las elecciones estudiantiles, y ambas agrupaciones junto a otras independientes de derecha conformaron un Bloque llamado “Mesa Coordinadora de Estudiantes Independientes” para participar de la reorganización de la FUBA, logrando acceder a la Secretaría General ocupada por Andrés González Escudero de Nexo-Revalúo. Como las demás agrupaciones estudiantiles activas a finales de la dictadura, las independientes de derecha identificaban a los Centros como los órganos “naturales” y “genuinos” de reunión y representación de los intereses estudiantiles. Coincidían también en que el Centro debía desarrollar tareas gremiales como la administración de un bar/comedor, la publicación de la bibliografía de estudio, de boletines y revistas, la organización de actividades recreativas, etc. Como señaló Touza (2007) para el caso de la Universidad Nacional de Cuyo, los desacuerdos versaban sobre los posicionamientos políticos del organismo estudiantil. Mientras el resto del arco político universitario se expresaban positivamente al respecto, las independientes de derecha y UPAU, sostenían que las funciones de los centros debían ser exclusivamente gremiales, limitándose a servir los intereses del estudiante. Al respecto planteaban:

El Centro de Estudiantes tenía que tener una tarea de servicios, estábamos en contra de la politización, estábamos más por dar servicios que ir a una marcha… una especie de servicio, de mutual para los estudiantes.[31]

… el Centro de Estudiantes debe ser representativo de nosotros y luchar por nuestros intereses, y no volverse un medio de adoctrinamiento en manos de miembros de un comité.[32]

Respecto del lugar de la política en la universidad, los grupos independientes de derecha y agrupaciones liberales como UPAU presentaban matices entre sí. Mientras las independientes postulaban un “apoliticismo” al interior de los claustros, UPAU planteaba la necesidad imperiosa de desplegar la política en la universidad, pero en términos “moderados, opuestos a los totalitarismos y la violencia” que se habían desplegado, afirmaban, entre 1973 y 1976. A la vez, consideraban que la prohibición de la política en la universidad era una actitud totalitaria y una medida impracticable. Maslatón diferenciaba a los grupos independientes compuestos por “chicos a los que la política les caía mal” de UPAU que reunía a militantes políticos que planteaban que “a la universidad se va a estudiar... y a hacer política… nos gustaba pegar afiches, repartir panfletos, cantar, gritar”.[33] En ese sentido, UPAU se distanciaba de la propuesta dictatorial para la universidad y los estudiantes, auto-postulándose como la alternativa a la continuidad del proyecto de Llerena Amadeo “la universidad del silencio” y a la “la universidad de la violencia” generada por la izquierda en la década anterior.[34] Para UPAU, las expresiones políticas, necesarias, debían encontrar su límite en la no interferencia de la “marcha académica normal” de la universidad. Iustum, por su parte, proponía una “universidad armónica” que no debía convertirse en un “comité” donde primara la “agitación político partidaria”, sino dedicarse a la formación integral de profesionales.[35] Según su mirada, los partidos podían accionar sobre la universidad únicamente a través del congreso, evitando la partidización entendida como “saturación ideológica o política de toda actividad académica y científica en pos de intereses extrauniversitarios”.[36] En correlato directo al modelo universitario de la dictadura, las independientes de derecha consideraban que los “temas políticos” podían ser discutidos en los claustros desde una perspectiva exclusivamente “académica”.[37]

Manzano (2018) ha destacado como una novedad que las agrupaciones liberales de los ochenta reconociesen y respetaran la tradición universitaria reformista.[38] En las independientes de derecha encontramos cierta valoración de la autonomía universitaria, exclusivamente en clave de independencia tanto de los poderes estatales como de los demás actores políticos que podrían intervenir en los claustros. Es decir, la autonomía era re-significada como un mecanismo institucional para garantizar el “apoliticismo” y proteger de los vaivenes políticos la “función intelectual” de la universidad.[39] Asimismo, valoraban la importancia de la “representación estudiantil con voz” en los Cuerpos Directivos, fundada en los derechos de opinión y de peticionar a las autoridades garantizados por la Constitución Nacional.[40] Esto no suponía una identificación con la tradición de la Reforma Universitaria. Estos grupos compartían el diagnóstico de las autoridades dictatoriales acerca de los peligros que conllevaba la participación y la politización estudiantil abierta por la gesta reformista. En esa clave, desde Iustum organizaron “… jornadas o conferencias sobre la Reforma Universitaria del ’18, para estudiarla y tomar posición… porque sabíamos que había producido toda esta… organización…”.[41] En concreto, invitaron a diversas personalidades a exponer, entre ellos a Francisco Vocos autor del libro El problema Universitario editado en 1981. En ese texto advertía “… el peligro que era para el país el movimiento subversivo que se ocultaba bajo el disfraz estudiantil de Reforma Universitaria.”. A través de la misma, sostenía, se habían formado en las casas de estudio “las vanguardias de la revolución social”.[42] De este modo, es factible reconstruir la matriz ideológica conservadora y anti-reformista con la cual se formaban los miembros de las agrupaciones independientes de derecha. Rescataban la importancia de la autonomía, de la selección de docentes por concurso público y de la representación estudiantil sobre sus intereses específicos, pero combatían la tradición política y universitaria que les había dado origen.

 

3.2. Nuevas agrupaciones desde abajo y a la izquierda

Como describimos antes, en el escenario de inicio de la década de 1980, en la UBA crecieron y se consolidaron las agrupaciones estudiantiles pre-existentes y surgieron otras nuevas. A las llamadas agrupaciones independientes de izquierda, las caracterizamos asimismo como organizaciones estudiantiles “desde abajo”. En contraste con las independientes de derecha que implicaron algún grado de iniciativa de los decanatos, éstas surgieron como iniciativa de activistas no agrupados, y en algunos casos, de militantes de algún partido político sin agrupación propia en la facultad. Polak y Gorbier (1996) describieron la conformación de los nuevos nucleamientos de activistas sin experiencia de militancia previa como antecedente a la conformación de las agrupaciones de Franja Morada en facultades como Arquitectura y Filosofía y Letras. Sin embargo, no todos esos grupos terminaron como una expresión universitaria del radicalismo y se consolidaron como agrupaciones autónomas, entre ellas: Agronomía Independiente, Agrupación de Estudiantes Independientes (Ciencias Exactas y Naturales), Corriente Independiente de Ciencias Económicas, Estudiantes de Derecho No Alineados, Gestar (Veterinaria), Movimiento de Transformación Universitaria (Filosofía y Letras), Movimiento Independiente de Arquitectura y Urbanismo, Movimiento Independiente de Sociología.

 Durante la dictadura se fue consolidando un núcleo estudiantil activo, identificado como la “vanguardia” desde el trotskismo, que se reunía a leer y discutía sobre las alternativas políticas y perspectivas hacia delante pero al que afirmaban no interpelaban completamente.[43] Una parte de dicho activismo se auto-organizó. Al respecto, el Movimiento Independiente de Acción Estudiantil de Arquitectura justificaba su surgimiento:

Porque pensamos que la universidad y el país no pueden seguir así. Porque necesitamos que se restauren todas las libertades. Porque creemos que con el arancel, examen de ingreso, la inexistencia de presupuesto y docentes capaces, los planes de estudio retrógrados, la cúpula mafiosa y la policía, resulta imposible estudiar. Porque estamos seguros de que esto no se soluciona con meros retoques a una estructura caduca sino con un cambio político profundo. Porque queremos intervenir activamente en ese cambio.[44]

En la Facultad de Filosofía y Letras, el Movimiento de Transformación Universitaria (MTU) se proponía como “… una convocatoria abierta a todos los estudiantes conscientes de la necesidad de una profunda transformación de la realidad nacional”.[45] Sus miembros se definían como estudiantes “políticamente activos” pero no militantes las agrupaciones de la facultad.  Su identidad se construía, justamente, diferenciándose de una noción de un “militantismo” poco constructivo y también, de las visiones demonizadoras de la política propias de los independientes de derecha y las autoridades.

El MTU se formó por la convicción de que en el espacio político universitario es posible, y aún más, necesaria la presencia de un movimiento cuya acción sea de y para los estudiantes, subordinada exclusivamente a los intereses del país. … exigimos la participación activa frente a la política de agitación por la agitación misma y rechazamos la tibia complacencia de los que no quieren ‘política en la facultad’.[46]

           Estos nuevos grupos se insertaron en la experiencia de las independientes ya que proponían su “completa y absoluta autonomía frente a las tendencias y partidos políticos”. Entendían que la independencia respecto de las “cúpulas directivas” posibilitaba tomar las resoluciones más pertinentes y convenientes para su medio de acción específico: la universidad.[47] En ese sentido, una militante del MTU recuerda que era muy fuerte el cuestionamiento a los “dirigentes” de afuera de la facultad que tomaban decisiones sobre la militancia sin conocer lo que pasaba allí, cómo funcionaba la vida estudiantil ni teniendo como preocupación principal las necesidades universitarias. Al respecto, ella reflexiona -en el presente- que tal vez esta crítica puede haber surgido a partir de las ideas sobre  la “infiltración” de los claustros, la “manipulación política” de los jóvenes en la universidad propuestas por las autoridades dictatoriales como parte del diagnóstico sobre el llamado “problema universitario”.[48]

Vommaro y Picotto (2010) han analizado la importancia que para este tipo de organizaciones tenía el distanciamiento de las “prácticas y discursos de lo político extra-situados”. En este tipo de organizaciones lo político era desarrollado de manera situada, como prácticas y proyectos que emergían de su condición estudiantil. En ese camino, la forma de organización tomaba centralidad en tanto había una búsqueda por construir espacios de decisión democráticos en contraste con la “forma partido” y su lógica vertical. De todos modos, a pesar de los esfuerzos por distanciarse de ciertas experiencias previas de militancia estudiantil políticamente orgánica, las agrupaciones independientes de izquierda se enmarcaron tempranamente en la tradición de organización histórica del movimiento estudiantil, reivindicaron y militaron activamente para la reorganización y legalización de los Centros de Estudiantes:

… pensamos que lo que puede garantizar es esa unión es la formación de un Centro de Estudiantes, democrático y representativo, organizado por delegados de curso revocables y no por tendencias partidarias. …. REORGANICEMOS ENTRE TODOS NUESTRO CENTRO DE ESTUDIANTES PARA LUCHAR POR LA UNIVERSIDAD Y EL PAÍS QUE QUEREMOS.[49]

Los centros de estudiantes no son un invento reciente ni de ningún partido; por el contrario, han tenido en el pasado una activa y fructífera existencia. Como creemos que los estudiantes no podemos ser los ignorados de la universidad del silencio ni carne de cañón de la universidad de las barricadas, debemos organizarnos para participar de forma efectiva, para defender nuestros derechos genuinos a través de nuestros organismos legítimos: los centros de estudiantes.[50]

Este fenómeno, aún incipiente durante 1981, adquirió notoriedad en los años finales de la dictadura. El grupo de las independientes de izquierda conformó el “Bloque Universitario Independiente para la Transformación” (BUIT) con el cual participaron de la normalización de la FUBA en 1983. No debemos perder de vista que estas nuevas agrupaciones se gestaron en el marco de un proceso de creciente activación política entre el estudiantado, de los cuestionamientos a la ley universitaria, de la movilización contra el arancel, en paralelo a la “apertura” tutelada promovida por los decanatos.

El surgimiento de estas nuevas agrupaciones da cuenta de transformaciones en el proceso de organización estudiantil, en donde algunos estudiantes crearon sus propios espacios para proponer alternativas de cambio en la universidad en lugar de sumarse a agrupamientos pre-existentes. Esta nueva generación de estudiantes no había tenido contacto con la política estudiantil de las décadas previas, no sentían temor ante la amenaza represiva y comprendían que se podía y se debía militar en las facultades[51] pero mantenían  cierta desconfianza respecto de las tradiciones políticas presentes en la vida política universitaria. Así, es posible rastrear, por un lado, resquemores y cuestionamientos que ese sector del activismo tenía respecto de la militancia estudiantil y política en general como continuidad de procesos previos. Por otro, la búsqueda por conformar espacios por sí mismos, sin necesidad de que otros guiaran sus debates, suponía el cuestionamiento al modelo de participación que promovía la intervención universitaria.

 

4. A modo de cierre

En las elecciones estudiantiles de 1983, las agrupaciones independientes de derecha ganaron las presidencias de los centros de las facultades de Agronomía, Farmacia y Bioquímica y Odontología. Esto equivalía a las conducciones de tres de las trece en disputa y al 23 por ciento del total de los votos emitidos por el alumnado de la UBA durante ese año. Así, el MCEI logró la Secretaría General de la normalizada FUBA. En los años subsiguientes, sólo la lista de Agronomía logró sostener esa posición mientras que las agrupaciones universitarias expresiones de los partidos políticos nacionales asentaron su predominio, con particularmente buenos resultados de Franja Morada, la Juventud Universitaria Intransigente y más tardíamente, UPAU (Manzano, 2018).[52] Así, en el marco de un proceso de partidización de la política estudiantil, las agrupaciones independientes fueron un fenómeno relativamente breve pero heterogéneo en su interior y significativo para caracterizar el movimiento estudiantil emergente al final de la dictadura. Al respecto, debemos precisar que, en tanto modelo de organización estudiantil, fundamentalmente las independientes de izquierda conformaron una experiencia que fue revisitada por el estudiantado a lo largo de la etapa democrática, sobre todo en momentos de crisis política como a principios de la década del 2000. En cambio, cuando el sistema partidario se fortaleció las expresiones estudiantiles independientes retrocedieron y, en algunos casos, sus militantes se volcaron a agrupaciones partidarias (Millán y Seia, 2019).

En estas páginas reconstruimos el surgimiento de las llamadas agrupaciones estudiantiles independientes en la UBA. Describimos las peculiaridades de la sub-etapa política abierta en 1981 durante la presidencia de facto de Roberto Viola, atendiendo a los cambios y continuidades que tuvieron lugar a nivel universitario. En primer lugar, hemos dado cuenta de una etapa de “apertura política” controlada y tutelada por las autoridades universitarias de cara a lo que identificamos como un “nuevo estudiantado”. En ese marco, con el aval y la influencia de los interventores, surgieron las revistas estudiantiles “desde arriba” y algunas de las agrupaciones independientes. Estos grupos se identificaron con el “centro”, mientras que el resto de las organizaciones estudiantiles los presentaron como la derecha debido a los modelos de universidad y participación estudiantil que proponían, muy cercanos a la realidad universitaria de la etapa dictatorial. Si bien las independientes de derecha no se consideraban así mismas como las agrupaciones “de las autoridades”, coincidían con ellas sobre los peligros de la politización del estudiantado, acordaban con el ingreso restringido y el arancelamiento de los estudios superiores.

En segundo lugar, abordamos la otra cara del proceso de “apertura política”: el final del silencio y el inicio de un proceso de movilización social contra diversos aspectos cuestionados al gobierno dictatorial. En esa dinámica, ubicamos la consolidación y crecimiento de las instancias organizativas del alumnado (agrupaciones, comisiones, centros) que venían desarrollando una militancia clandestina y que posibilitaron en 1981 concretar las primeras movilizaciones callejeras para enfrentar el arancel y la política universitaria de la dictadura. Hubo un sector del estudiantado, activo y disconforme con la situación en las facultades, que no se sumó a militar a las agrupaciones ya existentes, sino que optó por constituir nuevas organizaciones. Desde estos grupos, se cuestionaba la subordinación de la militancia a los intereses y prioridades definidas “desde afuera” por los partidos políticos que no aportaba para transformar efectivamente universitaria la UBA.

Dimos cuenta de la re-significación heterogénea de la tradición reformista, así como también de la recuperación de los Centros de Estudiantes y las Federaciones Universitarias como los espacios “naturales” para la representación de los intereses del alumnado. Ahora bien, las independientes de izquierda acordaban con las organizaciones trotskistas, peronistas, radicales, comunistas y maoístas en que los Centros debían tomar posicionamientos políticos y enfrentar abiertamente, además, al modelo universitario de la dictadura. En cambio, las independientes de derecha proponían un Centro de Estudiantes exclusivamente “gremial”, ajeno a la “politiquería” que ponía en jaque el normal y armonioso desarrollo de la actividad académica. Así, a pesar de abrevar y ser parte activa en el proceso de reorganización de los espacios históricos del movimiento estudiantil, este sector promovía un modelo de participación acorde al que la dictadura había procurado instalar en los claustros: desmovilizado y desvinculado de los procesos políticos y sociales más amplios en que las universidades se insertaban.

En la salida de la dictadura, movimiento estudiantil de la UBA cuestionó activamente ese perfil impuesto con la intervención, a la vez que fue construyendo un modelo alternativo para la universidad democrática en donde el acceso y la permanencia en el nivel educativo superior se constituiría como un derecho, y el estudiantado participaría del gobierno universitario, reivindicando su militancia política, en la mayoría de los casos, también partidaria.

 

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[1] Blanco y Vommaro (2018) analizan el activismo juvenil argentino durante la década de 1980, pero soslayan la experiencia de estas agrupaciones en su estudio en tanto prestan particular atención a las expresiones universitarias de los partidos políticos en Buenos Aires.

[2] En las universidades de Rosario y Córdoba, estas agrupaciones habrían representado un fenómeno menos relevante (Águila, 2008; Servetto y Chabrando, 2012).

[3] Ministerio de Cultura y Educación, “Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo”, 1977.

[4] Esta cifra fue obtenida al omitir las reiteraciones de las personas que aparecen en las nóminas por unidad académica construidas por el RUVTE. Agradecemos la colaboración de Joaquín Seia en el análisis de los datos.

[5] Sobre su trayectoria, véase Seia (2014) y Rodríguez (2014).

[6] En ese sentido, Lennon recuperaba una preocupación del Ministro de Educación Juan Llerena Amadeo respecto del “alumno como persona”, siendo importante escuchar las “quejas” de los estudiantes y procurar revertir las situaciones problemáticas para no generar tensiones ni descontentos mayores. (J. Llerena Amadeo en Actas del CRUN, 27/12/78, p. 56).

[7] Res. Nº 429, 01/09/1980.

[8] Volante del CECEN, abril de 1981.

[9] Según la FJC, en 1977 funcionaban 60 Centros de Estudiantes universitarios en Argentina (“En una universidad en crisis, ¿qué hacen los estudiantes?”, Imagen, 1977, s.p.)

[10] Las organizaciones activas a nivel nacional acordaron re-unificar la Federación Universitaria Argentina, dividida desde 1971, bajo la presidencia de la Franja Morada (Beltrán, 2013).

[11] Imagen, “Cambio de clima”, n. 75, 23/10-05/11/1980; Opción, “1980: se acabó la pasividad”, n. 25, III, diciembre de 1980; Nueva Generación, “La FUA y la contra los aranceles”, n.8, 06/12/980, p.7.

[12] Informe PCR, diciembre de 1981, p. 10; Minuta Estudiantil PST, “Apuntes sobre Educación Superior”, septiembre de 1981, p. 6; Nueva Generación, “Editorial: Por una gran movilización nacional”, n. 11, 08/11/1981, p. 2.

[13] En las principales universidades nacionales tuvieron lugar movilizaciones callejeras contra el arancelamiento y las restricciones al ingreso, constituyendo la primera experiencia de activismo para gran parte de los estudiantes (Seia, 2020).

[14] Opción, “Universidad 1980: ruido en las aulas!”, n. 25, III, diciembre de 1980.

[15] Rectorado, Memorias de la UBA: año 1981, 1982, p. 181.

[16] Rectorado, Memorias de la UBA: año 1982, 1983.

[17] Por ejemplo, el militante de Franja Morada Andrés Delich figura como miembro del comité editorial de Base Cero.

[18] La Nación, “Nuevas siglas y viejas tendencias en las agrupaciones estudiantiles”, 28/02/1983; Clarín, “Los ‘independientes’”, 02/06/1983.

[19] Andrés González Escudero y Andrés González Balcarse, entrevistados por la autora, Buenos Aires, 2017.

[20] A. González Escudero, entrevista, op. cit.

[21] Ibidem.

[22] Ibidem.

[23] UPAU fue fundada en 1982 por la convergencia de militantes de diferentes fuerzas que se autoproclamaban “de centro”; incluyendo al Partido Federal, el Demócrata Progresista y la Unión del Centro Democrático (UCEDE) (Manzano, 2018).

[24] Presidente provisional del Senado de la Nación entre 2015 y 2019 por Propuesta Republicana (PRO).

[25] A. González Balcarse, op. cit. Según el testimonio, este grupo también había intentado coordinar organización con una agrupación estudiantil católica de fuerte impronta nacionalista.

[26] Ibidem.

[27] Aclaraba que eso no implicaba que “menospreciaran” a los partidos, que ellos en su mayoría estaban afiliados a uno pero que querían dar a cada actividad su lugar (Volante, “¿Qué es Iustum?”, 1984).

[28] Volante, “¿Qué es Iustum?”, 1984.

[29] A. González Balcarse, entrevista, op. cit.

[30] Sin perder de vista la identificación ideológica con el modelo de universidad vigente, debemos considerar que durante los primeros años de la década de 1980 los niveles represivos habían descendido. Sin embargo, contamos se ha documentado la detención de estudiantes durante 1982 y 1983 en las facultades (Seia, 2019).

[31]A. González Escudero, entrevista, op. cit.

[32] Volante Iustum, op. cit.

[33] Carlos Maslatón, entrevista en el diario Río Negro, s/f. Disponible en: http://www1.rionegro.com.ar/diario/tools/imprimir.php?id=26247 [Última consulta: 08/05/2020].

[34] La Nación, “UPAU, una opción de centro para los comicios de derecho”, 04/07/1983.

[35] Al respecto Nobis sostenía que “El verdadero servicio de la universidad al país es la formación de profesionales idóneos y honestos.” (Volante, 1983).

[36] Plataforma Iustum, op. cit. Nobis afirmaba “Queremos una universidad al margen de todo activismo político, adoctrinamiento y desorden.” (Volante, 1983), mientras que un militante de Nexo-Revalúo sostenía que “… politizar la universidad es convertirla en campo de batalla de predominios sectoriales, extrauniversitarios.” (Clarín, “Los ‘independientes’”, 02/06/1983).

[37] A. González Escudero, entrevista, op. cit.

[38] Plataforma UPAU (Derecho), 1983

[39] Volante Nobis, op. cit.; Volante, ¿Qué es Iustum?, op. cit.

[40] Volante Nobis, op. cit.; Volante, ¿Qué es Iustum?, op. cit.

[41] A. González Balcarse, entrevista, op. cit.

[42] “Prólogo” de Vocos, F. El problema universitario, Buenos Aires: Cruz y Fierro, 1981. El mismo se encuentra disponible en: http://www.libreria-argentina.com/libros/francisco-vocos-el-problema-universitario.html [Última consulta: 08/05/2020].

[43] Minuta Estudiantil PST, “Apuntes sobre Educación Superior”, op. cit.

[44] Volante del Movimiento Independiente Acción Estudiantil (FAU), 30/11/1981.

[45] Volante del MTU (FFyL), marzo de 1982.

[46] Volante del MTU (FFyL), Fragmento del “Manifiesto del MTU a los estudiantes de Filosofía y Letras”, marzo de 1982.

[47] Ibidem.

[48] Entrevista a militante del MTU, 2015. Centro de Documentación Universidad y Dictadura.

[49] Movimiento Independiente Acción Estudiantil, volante, 30/11/1981.

[50] MTU, Manifiesto, 1982.

[51] Pablo Alabarces (MTU) recuerda que los militantes de su generación sentían como “exageradas” las medidas de seguridad que aplicaban sus compañeros mayores. Entrevista realizada por la autora, Buenos Aires, 2015.

[52] Para un análisis detallado de los resultados electorales estudiantiles en la etapa democrática, véase Cristal (2020).