PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 14, N° 28, pp. 175-179
Julio- Diciembre de 2021
ISSN 1853-7723
La tesis estudió los procesos de conformación de la élite cordobesa en el último cuarto del siglo XIX, con hincapié en la de la región sur. Su foco fueron las dinámicas de confrontación y los modos de procesamiento del antagonismo a través de negociaciones y acuerdos. Para ello, nos preocupamos por identificar la existencia de una ‘red relacional’ de la élite del sur de Córdoba que logró reproducirse y mantenerse desde épocas coloniales dominando políticamente una región fronteriza considerada marginal y que fue captada por el General Julio Argentino Roca mientras ocupó la Comandancia de Fronteras con sede en Río Cuarto (1872-1878). Simultáneamente, el interés de Nicolás Avellaneda en dominar la situación frente al alzamiento armado producto de las elecciones de 1874, lo ubicó como un referente de peso real a nivel nacional en el espacio regional, lo que lo hizo constituirse en el eje centrípeto de la red.
Aquella organización en pleno despliegue captó a los sujetos que se incorporaron a la región, atraídos por las posibilidades de acceso a la tierra y la incorporación a la economía capitalista atlántica luego de los corrimientos fronterizos de 1869 y 1879. La mayoría provenía de familias de raigambre colonial de otros espacios del interior con el mismo pasado unitario que la familia Roca. En el espacio regional, usaron el matrimonio, los negocios y las tierras como mecanismos de entrelazamiento social conformando así una ‘élite regional renovada’. En esas dinámicas, fue posible identificar a los sujetos que actuaron políticamente en la región y sus adscripciones partidarias con las dos fuerzas ‘nacionales’ de mayor alcance: el Partido Nacionalista y el Autonomista; particularmente nos concentramos en el proceso abierto luego del anuncio de la política de “Conciliación de los partidos”. Esto permitió, por un lado, observar las particularidades del espacio regional donde la propuesta intentó llevarse a cabo, contrastando con la capital donde se rechazó; por otro, pudimos conectar el plano regional con el provincial e incluso el nacional, atendiendo a aquel armado de redes políticas y sociales cada vez más extensas que llevaron a que Roca, abordado en este punto como un mediador, terminara atrayendo a individuos que, aún en un espacio local de dimensiones relativamente pequeñas, se mantenían al margen de su influencia.
Todo aquel nudo de relaciones cada vez más complejas se consolidó en la región del río Cuarto (particularmente en la ciudad homónima) a partir de dos elementos: de un lado la creación a lo largo de la década de 1870 de espacios de sociabilidad de la élite (como la Biblioteca Popular, el Club Social y el Jockey Club), que afianzaban los vínculos dentro de ese sector de la sociedad, y de otro, la ebullición de los periódicos en el mismo decenio que como prensa partidaria fueron partícipes activos de la política y sociedad local y regional. Paralelamente, nos permitió identificar, junto a la movilización callejera, el proceso de conformación de una esfera pública local cada vez más vívida y activa. La identificación de aquellos espacios y emprendimientos periodísticos, junto al Banco de Río Cuarto (1876), se nos revelaron como lugares de protagonismo de la competencia partidaria. En efecto, la elección de las mesas directivas, del directorio del Banco y la compra de la publicación periódica con mayor tirada y extensión temporal como lo fue La Voz de Río Cuarto (1875-1889), se convirtieron en micro-espacios de pugna electoral que afianzaron al autonomismo, en desmedro del Partido Nacionalista.
A partir de las trayectorias individuales de cuatro individuos que arribaron por distintos motivos a la región entre finales de la década de 1860 y finales de la subsiguiente, pudimos observar la importancia de su inserción en la red del sur para el proceso de construcción política individual y de propulsión a otros estamentos del Estado en cargos relevantes que, además, resulta una novedad para el marco temporal que hemos trabajado. Previamente ningún sujeto de la región había logrado acceder a otros espacios de poder que no fueran los regionales y posteriormente, luego de 1890, pasarían varias décadas para que volviera a suceder. Nos referimos concretamente al tucumano Manuel Espinosa (Jefe Político departamental en 1880 y luego Diputado Nacional ente 1886 y 1892), al entrerriano Eduardo Racedo (Comandante General de La Frontera Sur desde 1878, Gobernador de Entre Ríos en 1882) y a los cordobeses Wenceslao Tejerina (municipal en varias oportunidades a lo largo de la década de 1870, vicegobernador entre 1883 y 1886 y luego Diputado Nacional, 1888-1892) y Ambrosio Olmos (Gobernador de Córdoba entre 1886 y 1888). La reconstrucción de sus trayectorias nos permitió reconocer la relevancia de la red por fuera del espacio regional. Aunque la mayoría de ellos contaba con algún capital (social o económico) de sus lugares de origen, la vinculación a la élite del sur de Córdoba les permitió crear o consolidar una sólida posición económica fundamentalmente a través de la adquisición de tierras.
Además, como eje de nuestro análisis, consideramos que se convirtieron en figuras políticas de una relevancia cada vez mayor en vinculación directa con Roca y con Juárez. Sea ocupando cargo de gestión en la política regional, como es el caso de Espinosa, Olmos y Tejerina, ocupándose de la interacción como agentes ‘informales’, presionando o negociando dentro y fuera del espacio, como es el caso de Racedo, o pugnando por la dirección de los espacios de sociabilidad, el Banco o el periódico, los cuatro pudieron desplegar sus carreras en el marco de la relación con aquellos, desde el espacio regional hacia la administración provincial y nacional. En ello fue posible advertir de qué manera actuaron u operaron políticamente y las decisiones que fueron tomando en el campo de posibilidades que se les presentaba, aunque todos compartieron algo en común: su integración en el núcleo de relaciones y el vínculo más o menos fuerte con Julio Roca.
Desde el punto de vista metodológico, el análisis relacional y el seguimiento nominal se nos presentaron como las herramientas más acordes para el abordaje, junto a la reducción de escalas en la configuración de una red social y política que pudimos desentrañar a partir de la correspondencia privada y comunicaciones oficiales. Ello nos permitió reconstruir un espacio regional en términos socio-políticos, interconectado con otros, incluyendo el núcleo de relaciones de la región norte de la provincia, así como con la Nación, con dinámicas propias a partir de las cuáles pudimos construir nuestro relato como una historia con alcance provincial y nacional. Además, abrevamos en la conceptualización teórica de los individuos como miembros de la élite, no sólo en sus características individuales constitutivas (económicas, sociales y políticas), sino también comprendiendo el juego cruzado de influencias y acuerdos como proceso de oxigenación y actualización del grupo con el resultado esperado de la negociación antes que la ruptura.
Una de las hipótesis que nos guio fue que en las dinámicas entrelazadas de conflictos y negociaciones interliguistas dentro del PAN, la élite de la red del sur de Córdoba encontró canales de participación política cada vez más amplios. La coyuntura política y económica de las décadas analizadas, en la que se destacó la pampa húmeda en general y la región del río Cuarto en particular, junto a las posibilidades presentadas y las relaciones cada vez más firmes entre aquellas élites y las capitalinas cordobesas y porteñas abrieron las puertas a que, por diferentes motivaciones y siempre en preservación y crecimiento, “hombres de Roca” u “hombres de Juárez” del espacio riocuartense participaran de los procesos políticos de orden provincial y nacional.
Relacionado a lo anterior, otra de las hipótesis fue que allí también intervinieron particulares mecanismos de tramitación de las disidencias que se concentraron en buena medida en la provincia de Córdoba donde se complejizó la relación entre las redes, pero que funcionó como una especie de “triangulación” de poder político, atravesado por intrigas, negociaciones, conflictos y algunas rupturas. En efecto, también consideramos que los vaivenes de la política provincial estuvieron dominados, en el segundo lustro de la década de 1880, por la acción, más o menos operativa, de dos relaciones de hermanos que, de algún modo, reflejan el ordenamiento de las dos redes socio-políticas que identificamos para el espacio provincial: los hermanos Juárez, por un lado, con Miguel desde la presidencia y Marcos en la jefatura policial de la capital cordobesa y luego en la gobernación (1889-1890) y por el otro, los hermanos Roca, con Julio, también desde la primera magistratura nacional (luego con capital político propio), con su hermano Alejandro operando en la jefatura política de Río Cuarto (1880-1889), con intermediarios que operaron a partir de la región, como Olmos, Tejerina, Espinosa y Racedo.
En síntesis, a partir de lo analizado desde el abordaje de redes relacionales hemos podido demostrar la existencia de una región en términos socio-políticos en el sur de Córdoba para el último cuarto del siglo XIX con dinámicas particulares, algunas singularidades, pero en relación constante con los procesos macro, a partir de la identificación de un grupo de élite que permanentemente habilitó los mecanismos para su auto-preservación y oxigenación. Ello también implicó el desarrollo regional de espacios de sociabilidad y prensa “modernas” junto a mecanismos de procesamiento de la conflictividad política que dinamizaron y le dieron un carácter novedoso a la política y la vida social en este espacio, en el marco de la ampliación territorial del cual fueron beneficiarios.
Hemos podido demostrar que el abordaje de los procesos históricos en clave regional constituyen no sólo un aporte a las historias provinciales para matizar algunos relatos, sino que en sí mismos se construyen historias provinciales e incluso nacionales, reduciendo e invirtiendo la unidad de análisis. Esto nos permite afirmar que es posible comprender analíticamente la historia cordobesa, para lo que nos compete de carácter político-social de la segunda mitad del siglo XIX, descentrando la mirada de las capitales y ubicándolas en otros espacios sin que el relato se convierta en una argumentación localista descontextualizada.