Blumenthal, Edward. Exile and Nation-State Formation in Argentina and Chile, 1810-1862.
Londres y Nueva York:
Palgrave Macmillan, 2019, 372 pp.
Por Ignacio Zubizarreta
Universidad Nacional de La Pampa
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
La Pampa, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del
Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 14, N° 27, pp. 251-253
Enero- Junio de 2021
ISSN 1853-7723
El principal objetivo
de Edward Blumenthal en su más reciente libro excede el análisis del impacto
que tuvo el exilio en la formación de las repúblicas de Argentina y Chile,
entre los años de 1810 y 1862. Pues pretende ubicar la problemática del exilio
en un contexto más amplio de “transnacionalismo” antes de la propia existencia
de las naciones hispanoamericanas. Con ese fin, utiliza un enfoque que sigue
los lineamientos historiográficos de la obra Politics of Exile in Latin America de Mario Sznajder y Luis Roniger
(2009). Blumenthal entiende al exilio como una válvula de escape que permitió
evitar baños de sangre entre los principales contrincantes de las tramas
políticas en tiempos de revolución y guerras civiles, cuando los estados-nación
empezaban a consolidarse, o estaban en vías de hacerlo. Y si bien pretende
extender su reflexión tanto sobre los proscriptos rioplatenses en tierras
chilenas como sobre los trasandinos que buscaron refugio en suelo argentino, es
evidente que se dedica con mayor detenimiento a los primeros, especialmente en
las décadas de 1840/1850. Y ello porque el exilio de rioplatenses en tiempos
del rosismo fue comparativamente mayor que el experimentado en otros países.
Pero además, porque fue muy dilatado en el tiempo, y porque muchos de sus
protagonistas tuvieron un rol gravitante en la política, en las instituciones y
en la prensa de los países anfitriones (Uruguay, Chile y Bolivia
principalmente), lo que no sucedió –al menos en esa escala- con otros exiliados
latinoamericanos en sus respectivos destinos de expatriación.
Dos son las
principales problemáticas que recorren la obra. La primera, cómo entender el
exilio entre “naciones” cuándo éstas aún se estaban constituyendo. La segunda,
cómo las experiencias de exilio sirvieron para la configuración de proyectos
políticos y la formación de cuadros dirigentes que ocuparán los principales
destinos de la vida pública de la Argentina y de Chile en la segunda mitad del
siglo XIX. Para el primer punto es evidente que los exiliados tuvieron un rol
importante en la circulación de ideas y en la creación de “comunidades
imaginarias” entre incipientes estados delimitados por porosas fronteras. La
Argentina, como bien sabemos, no logró consolidarse como nación unificada sino
hasta 1862; mientras Chile adolecía de límites difusos hacia el norte y el sur,
mientras la autoridad de su gobierno era más endeble de lo que buena parte de
la historiografía supuso.
En relación al
segundo punto, Blumenthal se ocupa al detalle en describir y analizar cómo los
exiliados rioplatenses (o, mejor dicho, su elite intelectual) fueron integrados
en la esfera pública chilena durante las gestiones presidenciales de Manuel
Bulnes y Manuel Montt (entre 1841 y 1861). Al posicionarse en nichos
profesionales de vanguardia, como la educación, la prensa, la administración
pública o el derecho, se adecuaron a un Estado en proceso de formación, ávido,
por ello mismo, de recursos humanos letrados. Aunque gran parte de los
exiliados rioplatenses arribaron a sus países anfitriones con una notable expertise (bagaje cultural heredado de
la educación rivadaviana), la proscripción sirvió también para generar nuevas
ideas y compartir experiencias gracias a las incipientes y conectadas esferas
públicas hispanoamericanas, a través de las cuáles circularon correspondencia,
opiniones, periódicos, libros, dinamizando canales que abrieron polémicas y
debates en plena efervescencia del lenguaje y de las ideas románticas.
Un ejemplo de ello lo
constituyó la publicación y divulgación del Facundo
de Domingo F. Sarmiento, que se esparció a gran velocidad por
Hispanoamérica, sirvió como carta de presentación de su autor, popularizó la
causa antirrosista y demostró los aceitados mecanismos de circulación entre los
principales nexos de exilio. Esa integración entre los proscriptos también fue
vital para la consolidación de instituciones surgidas para combatir al régimen
de Rosas (las comisiones argentinas de Chile y Uruguay); o para sostener los
proyectos políticos concurrentes luego de la batalla de Caseros, como el club
constitucional de Valparaíso liderado por Alberdi o su homónimo santiaguino,
comandado por el propio Sarmiento.
Las últimas páginas
de la obra se detienen en las peripecias de los exiliados chilenos producto de
la fallida revolución de 1851. Por diversas causas, los jóvenes románticos que
debieron partir de su tierra, aunque no tuvieron el mismo rol ni impacto de los
exiliados rioplatenses durante la década previa, se nutrieron de sus ricas
experiencias en el extranjero, lo que se plasmó a partir de sus retornos y de
su reincorporación a las dinámicas políticas en las décadas siguientes. Basta
con citar los casos de Federico Errázuriz, o Domingo Santa María, quienes
llegaron a la presidencia de la República.
Para concluir, la
obra de Blumenthal es sólida, se nutre de ideas sugerentes y se convertirá en
referencia ineludible para los que estudiamos la apasionante vida política
hispanoamericana del siglo XIX.