Presentación.
Los Populismos
de América Latina - Debates, Perspectivas
MOIRA MACKINNON
Universidad
Nacional de Tres de Febrero (UNTREF)
Provincia de
Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del
Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 14, N° 27, pp. 3-14
Enero-Junio de 2021
ISSN 1853-7723
El populismo -sus líderes, discursos, partidos-movimiento,
gobiernos, políticas- ha sido parte del escenario político de América Latina
desde al menos mediados del siglo XX (Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas
en Brasil, Eva y Juan D. Perón en Argentina, Víctor Raúl Haya de la Torre en
Perú, para mencionar a los más conocidos). En los años noventa emergieron los
así llamados populismos neoliberales o neopopulismos (el Fujimorismo en Perú,
Fernando Collor de Mello en Brasil, Carlos Menem en
Argentina) y, en las primeras décadas del siglo
XXI, los llamados populismos radicales (los de izquierda: Hugo Chávez en
Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador; de derecha: Jair Bolsonaro en Brasil). La novedad es que, en tiempos
recientes, el populismo también ha emergido en países con democracias
consolidadas en Europa y Estados Unidos,[1] y crecen los análisis de casos en Asia y África (de la
Torre, 2015, 2019; Rovira Kaltwasser, Taggart, Ochoa Espejo
y Ostiguy, 2017).[2] En consecuencia, la relevancia política y académica del
populismo ha ido en ascenso. Surge un interés renovado por los rasgos, la naturaleza,
las causas y los efectos de este fenómeno que se ha convertido en uno de los
ítems principales de la agenda política global y una cuestión central para el
análisis político comparado. Es, al mismo tiempo, como se ha repetido hasta el
cansancio pero sigue siendo verdad, uno de los conceptos más debatidos y
polémicos de las ciencias sociales. No existe hoy una definición ni una teoría
consensuada de populismo (de la Torre y Anselmi,
2019, p. 467). De allí que merezca ser estudiado, discutido, dilucidado. Tal es
el propósito de los trabajos reunidos en este dossier, resultado de dos
reuniones académicas llevadas a cabo, la primera en Buenos Aires en 2018[3] y la siguiente en New Orleans
en 2019.[4]
A continuación, un breve comentario
sobre los usos del concepto de populismo. En un trabajo anterior (Mackinnon y Petrone, 1998), nos preguntábamos si “populismo” era una
categoría histórica, aplicable solo a un tiempo y espacio determinados, o una categoría
analítica que podía abarcar un fenómeno populista más amplio que se manifestaba
en diferentes sociedades y épocas. Esta última era la aspiración de los
influyentes artículos
escritos por Roberts (1995) y Weyland (1996, 2001),
en los que se sugería extender el uso del término desde la época de los
populismos clásicos a
nuevos fenómenos políticos, los populismos neoliberales o neopopulismos. Hoy debemos sumar a esta
lista los populismos radicales del siglo XXI ya mencionados y los populismos
europeos como proponen Mudde y Rovira Kaltwaser (2012).
Cuando se
observa en perspectiva histórica el desarrollo del pensamiento académico sobre
el término “populismo”, se puede advertir un proceso progresivo de
despojamiento de atributos originalmente asociados a él. Es decir, el término
“populismo” se fue independizando de determinados procesos socioeconómicos (las
migraciones a las
ciudades, la urbanización, la industrialización); asimismo se independizó del
momento ISI y las alianzas entre distintas clases sociales ante la crisis de
hegemonía en América Latina de mediados del siglo XX; luego, dejó de ser
meramente sinónimo de políticas económicas ‘estatistas redistributivas
irresponsables y del derroche fiscal’. Después de soltarse del contexto
económico, de la sociedad y a su vez de determinadas políticas económicas, para
algunos autores, le llegó también la hora de liberarse de sus marcas originales
en la política. Para ellos, el populismo ya no equivaldría a un estilo político
o una estrategia política de acumulación y/o ejercicio del poder de carácter
plebiscitario que debilita las instituciones de mediación política, ni tampoco
una forma especifica de movilización política. En tiempos más recientes y por obra de su
tratamiento en la escuela del
análisis del discurso, el término populismo finalmente flota en lo alto, sobre corrientes de aire, lejos de los casos.
Un autor
importante a ese respecto, Laclau (2005) ha destacado
que, a partir de la formación de una cadena equivalencial se crean las condiciones para la creación
discursiva del enemigo, de una frontera interna entre pueblo y poder
establecido que, a su vez, construye la identidad del pueblo en una democracia
radical creada por la ruptura populista. Desde este punto de vista, no importan
los contenidos sino la articulación formal del antagonismo. Esta es la
dimensión -la división antagónica del espacio político entre “el pueblo” y “la
elite” o “el establishment”- que toman la mayoría de los autores (Roberts,
2019, p. 150), adaptándola de diversas formas. En forma congruente, últimamente
el populismo ha sido entendido como una
ideología poco densa, anclada en un conjunto de ideas que considera que la
sociedad está dividida en dos campos enfrentados (‘el pueblo puro’ y ‘la elite
corrupta’) y que la política debe ser una expresión de la voluntad
general del pueblo (Mudde,
2004, Mudde y Rovira Kaltwasser,
2017). Con este lente conceptual y la que concibe al populismo como una
lógica política, se han producido
estudios sobre casos de populismo en nuevos y diversas áreas del mundo: en
Europa (los casos mencionados), en Asia (por ejemplo, India, Tailandia), en
África (Sudáfrica, Zambia, Kenya), en Medio Oriente
(Irán, Turquía) (de la Torre, 2015 y 2019; Rovira Kaltwasser et. al., 2017). Entonces, la pregunta que surge es: ¿se puede
hablar de populismo en todos estos lugares? Obviamente, esto depende de
la definición.
En 1981 Roxborough, escribiendo sobre si existía una teoría
adecuada que explicara el desarrollo histórico de los movimientos obreros
latinoamericanos, afirmaba
que la pregunta clave era la siguiente: “¿Qué nivel de imprecisión respecto de
los límites de un paradigma es suficiente para justificar su abandono?” (Roxborough, 1981, p. 82). Dicho de otra manera: ¿qué grado
de generalidad es aceptable al “definir” los perímetros de un concepto? ¿Cuál
es el límite de esa generalidad? Sabemos que una definición siempre deja fuera,
arbitrariamente o según criterios explicitados, algunos rasgos; pero, si el
concepto es tan amplio que engloba a tantos casos ¿no pierde utilidad? ¿Qué
datos históricos estamos perdiendo, qué información estamos dejando afuera
(transformaciones sociales, tipos de liderazgo, formas de movilización
política, rasgos de los partidos-movimiento que la sustentan) al haber alejado
tanto el concepto de los casos? ¿O es más importante la capacidad de
comparación provista por una definición más amplia que permite comparar casos
en distintos continentes? ¿Qué beneficios se ganan? ¿Se avanza en el
conocimiento?
Desde
el punto de vista metodológico, no hay consenso sobre la definición de
populismo ni sobre la forma de construirla: como tipos ideales, como
definiciones mínimas, o como definiciones cumulativas (de la Torre y Anselmi, 2019). Los académicos ponen el énfasis en
elementos diferentes cuando conciben y definen al populismo como un discurso,
una lógica política, una forma de organización o de movilización política, un
estilo de liderazgo, una estrategia política para llegar al poder y gobernar;
como un conjunto de políticas económicas; o como una ideología o un conjunto de
ideas. A pesar de las diferentes perspectivas y énfasis, como se verá al leer
los artículos, los autores de este dossier tienden a concebir al populismo como
una lógica política.
El
Dossier
Los
trabajos en este dossier participan de varios de los debates que el surgir y
resurgir del populismo -según el caso- en países de todos los continentes ha
suscitado. El debate contemporáneo más importante es el de sus relaciones con
la democracia y el autoritarismo. En el primer artículo, Carlos de la Torre
propone que nos centremos en el examen de las ambigüedades del populismo para
entender mejor su compleja relación con la democratización. Parte de un lugar
de crítica tanto hacia aquellos autores que ven en el populismo la panacea de
los problemas de las democracias como hacia aquellos que lo consideran la
antesala de un régimen autoritario. Haciendo referencia a los diversos y
variados argumentos de los autores de esta muy nutrida literatura (de la que nos
ofrece una visión panorámica), explora dichas ambivalencias a través del examen
de las relaciones entre populismo y fascismo, los procesos de inclusión, los
límites de las políticas populistas de género, y las contradicciones entre las
dos fuentes de legitimidad populista: la que emana de ganar elecciones y la que
emana de un líder que encarna (o se apropia) de la voluntad popular. Va
enhebrando su argumento utilizando datos y ejemplos provenientes de todos los
populismos de América Latina: los clásicos, los neoliberales y los radicales.
En su trabajo, Gerardo Aboy Carlés rescata el valor de
la dimensión sociológica del fenómeno populista al concebirlo como una forma
particular de constitución (relaciones hacia dentro) y funcionamiento
(relaciones hacia afuera con otras identidades políticas) de una identidad o
solidaridad política colectiva. Desde este lugar teórico, cuestiona seis
proposiciones sobre los cuales la literatura institucionalista y la Laclausiana frecuentemente coinciden (cuatro de los supuestos
que critica: que el populismo divide a la comunidad entre el pueblo y sus
enemigos; que supone una relación directa y no mediada entre el líder y sus
seguidores; que el populismo es lo opuesto a las instituciones; y que el
populismo y la democracia liberal son incompatibles). Sus casos de referencia y
fuentes de ejemplos son el yrigoyenismo y el peronismo argentinos, el cardenismo mexicano y el varguismo brasileño. Aboy estudia
en detalle esas fronteras (es decir, las relaciones con las otras identidades
políticas y también las interiores), captando su calidad pendular, su
porosidad, la dinámica de inclusión/exclusión; revisa el significado del
término “enemigo”, de los grupos intermedios, de la “organización”, la
construcción de instituciones, la inestabilidad del demos, en fin; y pone en
duda la aplicación del término a las experiencias actuales.
Partiendo
de la diferenciación entre “acceso al poder” (las diversas actividades que los
distintos grupos llevan a cabo para lograr controlar cargos en el estado, en
una democracia las elecciones) y “ejercicio del poder” (la forma en que se
ejerce el poder para alinear a los diversos grupos sociales según la forma de
la administración del estado) (Mazzuca, 2007),
Enrique Peruzzotti centra su análisis en el populismo
como ejercicio del poder; es decir, el populismo en el gobierno, y descarta
otras manifestaciones del fenómeno. Se basa en los llamados populismos
radicales los cuales -sostiene- tienden a erosionar aspectos importantes del régimen representativo y pueden
desembocar en un régimen autoritario. La novedad, justamente -afirma- reside en
estos tonos de gris, los procesos de hibridación democrática. Revisa la teoría
democrática de Laclau señalando sus insuficiencias
(entre ellas, que el relieve otorgado a “la intensidad antagónica de los
significantes sobre cualquier otro criterio” contradice las aspiraciones
democráticas de su misma teoría del populismo). En particular, analiza la
relación entre poder constituyente y poder constituido (la cual, sostiene, se
basa en una contraposición falsa), y los efectos sobre el marco institucional y
el accountability democrático. Propone una
idea de éste que no solo implique controlar a los gobiernos sino también poder
reflexionar sobre los déficits democráticos y fomentar la agencia ciudadana.
El
artículo de Moira Mackinnon se ocupa de examinar la
mentada relación entre líder y masas a través del estudio de la conflictividad interna del partido Peronista que se
expresó en los procesos eleccionarios de 1946, 1948, 1949 y 1950, en las
elecciones internas, en
las convenciones provinciales, las legislaturas, en los debates sobre las
nuevas Constituciones provinciales, etc. Propone la existencia en estos
partidos-movimiento de un polo organizativo democrático (dinámica que nace de
los diversos sectores de base que se diferencian y quieren competir en
elecciones internas y generales, que acatan pero no cumplen las directivas de
los cuerpos partidarios) y un polo organizativo carismático (generado por la fuerte y universal aceptación del
liderazgo de Perón que ejerce una presión contraria para mantener unidas esas
multitudinarias facciones y crear una estructura que las contenga). Esa
dinámica estará atravesada
por los rasgos de los escenarios nacionales por los que debe atravesar el
partido en formación. La autora sostiene que la existencia de estos dos polos demuestra que hay otras dinámicas
presentes, “de abajo hacia arriba”, en los movimientos populistas, no solo una
de “arriba hacia abajo”.
Un
tema menos estudiado en relación a los populismos latinoamericanos es
su relación con ideologías religiosas. Un producto de esa fusión es la teología
del pueblo. El trabajo de Humberto Cucchetti
interroga el itinerario del Papa Francisco en relación a esta temática.
Para desentrañarla, el autor recorre la trayectoria política, ideológica,
institucional de Francisco, consciente de los peligros sembrados en el camino (estudiar un tema que
requeriría más distancia en el tiempo, la dificultad de acceso a
documentación necesaria, la ausencia de un mayor número de estudios académicos,
etc.). El autor revisa trabajos
académicos, fuentes periodísticas y declaraciones de actores religiosos y
seculares sobre su figura. Recorre los mojones de su pontificado hasta
2018 (los inicios, los ejes de su acción, sus viajes, aspectos doctrinales de
discursos y encíclicas). Analiza también cómo es recibido en el mundo católico
creyente y en el no católico. Las críticas parten de sectores conservadores de
la política y de la Iglesia, pero también en particular, de sectores internos
de la burocracia vaticana, opuestos a las reformas financieras y
administrativas del Papa. Este sería el contexto del que surge el mote
descalificador de “populista”. En otras palabras, Cucchetti propone
que nace de una disputa weberiana
entre aparato burocrático y liderazgo carismático. Respecto al mundo no
católico, el Papa no parece haber suscitado simpatías en el campo de los
populismos de extrema derecha, mientras que una parte de la prensa
progresista, en cambio, lo presenta favorablemente en sus páginas. El
autor revisa los usos y los sentidos del término “populista” en el escenario
europeo contemporáneo, y expresa dudas respecto de la utilidad del término para
desentrañar el pontificado de Francisco.
Para concluir, algunas preguntas
importantes que tratan los autores que se dedican al estudio del fenómeno
populista son las siguientes: ¿cual es la relación
del populismo, o los populismos, con la democracia: tienden a democratizar o al autoritarismo?;
¿representan una amenaza para la democracia, un peligro porque afectan los
resortes que forman y median la voluntad popular o son un correctivo, una forma
de reequilibrar la distribución del poder en favor de los que menos tienen
cuando los gobiernos se olvidan de representar? ¿Se
debe hablar de populismo como fuerza insurgente, como proceso vinculado a la
democratización o como régimen en el poder? ¿Todo lo que llamamos
populismo responde a un fenómeno común? Los
movimientos populistas ¿son predominantemente “de arriba-abajo”,
desorganizados y dependientes, o son también “de abajo-arriba”,
organizados e independientes de sus líderes? ¿Se puede extrapolar la
categoría de populismo al análisis de entramados culturales y religiosos? Estas son las cuestiones que los artículos
reunidos en el Dossier analizan y procuran dilucidar.
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[1] Entre
ellos, el Front National
(ahora Rassemblement National) y la France Insoumise en Francia, la Lega y Cinque Stelle en Italia, Podemos en España, Alternative fur Deutschland en
Alemania, y el ala Trumpista del partido
Republicano en Estados Unidos.
[2] Para una introducción a la literatura global reciente se
pueden ver los capítulos iniciales de las compilaciones que acabo de mencionar,
Mudde y Rovira Kaltwasser
(2017) y Casullo (2019) quien conceptualiza el populismo en términos de “mito
populista”. Sobre populismo en América Latina consultar a Svampa
(2016) quien incluye debates anteriores y recientes en clave latinoamericana,
de la Torre y Peruzzotti (2008), de la Torre y Arnson (2013); un texto reciente sobre Argentina es el de
Serra (2019) que reintroduce el concepto de lo “nacional-popular”.
[3] En las jornadas “Populismo Comparado: América Latina, Europa, Estados Unidos” que tuvieron lugar en la Universidad Nacional de Tres de Febrero el 11,
12 y 13 de abril de 2018, participaron Gerardo Aboy Carlés (Universidad Nacional de San Martín), Enrique Peruzzotti (Universidad Torcuato Di Tella), Carlos de la
Torre (University of Kentucky), Manuel Anselmi (Universidad de Peruggia,
Italia), Carlos Waisman (University
of California, San Diego), Andrés Malamud
(Universidad de Lisboa, Portugal), y Humberto Cucchetti,
Carolina Barry, Gustavo Castagnola, Alejandra Salinas
y Moira Mackinnon, todos ellos de la Universidad
Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires. Agradezco el apoyo económico de la
UNTREF y la colaboración de los miembros del proyecto que dirijo, Sistema de
partidos, participación política y Peronismo, en la organización de las
jornadas.
[4] La segunda conferencia, “Populism:
Latin America in Comparative Perspective”, tuvo
lugar en el Center for Inter-American Policy and Research (CIPR),
Tulane University, New Orleans, el 15 de febrero de
2019. Participaron Enrique Peruzzotti (Universidad
Torcuato Di Tella), Gerardo Aboy Carlés
(Universidad Nacional de San Martin), Raul Sanchez Urribarri (La Trobe University, Australia),
David Smilde (Tulane University),
Humberto Cucchetti (Universidad Nacional de Tres de
Febrero), Andrés Malamud (Universidad de Lisboa,
Portugal), Carlos Waisman (University
of California, San Diego), Manuel Anselmi (Unitelma Sapienza, Italia) y
Moira Mackinnon (Universidad Nacional de Tres de
Febrero),