DOS
TRAYECTORIAS ACADÉMICAS Y POLÍTICAS DE PROFESORES ANTIRREFORMISTAS DE LA
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. LOS
CASOS DE LEOPOLDO MELO Y RAMÓN CASTILLO, 1920-1930.
Por IGNACIO A. LOPEZ
CONICET - Universidad de
Buenos Aires. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio
Ravignani".
Buenos Aires, Argentina.
PolHis,
Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año
13, N° 25, pp. 100-130
Enero-
Junio de 2020
ISSN 1853-7723
Fecha de
recepción: 06/4/2020 - Fecha de aceptación: 06/07/2020
Resumen
El siguiente artículo tiene por
objetivo analizar comparativamente dos trayectorias académicas (a través de sus
reverberaciones políticas) de docentes de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Los casos por analizar presentan
singular importancia dado que se trata de académicos del Derecho que luego de
una nutrida carrera académica alcanzaron importantes posiciones en el mundo de
la política argentina de entreguerras.
A través de un enfoque biográfico
proponemos reconstruir la trayectoria de dos hombres del universo conservador
que, con matices y contrastes, mostraron un patrón de inserción política
similar. Asimismo, estos casos ofrecen pistas valiosas para entender las
nutridas intersecciones entre el ámbito académico (especialmente el espacio de
socialización que ofrecía la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires) con el mundo de la política en un período de creciente democratización y
profesionalización.
Palabras Clave
Leopoldo
Melo – Ramón Castillo – Universidad – Anti-reforma – Trayectorias.
Two academic and political trajectories of
anti-reformist professors of the University of Buenos Aires’ School of Law. The
cases of Leopoldo Melo and Ramón Castillo, 1920-1930
Abstract
The following
article aims to analyze comparatively two academic trajectories (through their
political reverberations) of professors of the University of Buenos Aires’
School of Law. The profiles to be analyzed are key cases since these professors
were legal scholars who, after an extensive academic career, reached important
positions in the Argentine Interwar politics.
Through a
biographical approach, we propose to reconstruct the trajectory of two men of
the conservative spectrum, which, with nuances and contrasts, showed a similar
pattern of ascension in the political world. Also, these cases offer valuable
pieces of evidence to understand the large intersections between the academic
cosmos (especially the socialization space of the University of Buenos Aires’
Law School) with the world of politics in a period of growing democratization
and professionalization of Argentine politics.
Keywords
Leopoldo Melo – Ramón Castillo –
University – Anti-Reformism – Trajectories.
Dos
trayectorias académicas y políticas de profesores antirreformistas de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Los
casos de Leopoldo Melo y Ramón Castillo, 1920-1930
Introducción[1]
La reconstrucción de las vinculaciones
entre las facultades de Derecho y la conformación de las elites políticas en
los sistemas democráticos modernos ha sido abordada profusamente en la
historiografía europea y americana (Dahrendorf, 1969; Kagan, 1975; Marshal,
1977; Hendricks y Levine, 1981; Murilo de Carvalho, 1982; Pérez Perdomo, 2006).
Para el caso argentino, los aportes de Tau Anzoátegui (1999), Zimmermann (1995;
2012, pp. 36-42; 2014, pp. 385-424), Buchbinder (2012, p. 115-142; 2013),
Graciano (2003; 2005; 2008) y Ortiz (2012; 2015; 2017), entre otros tantos, han
sido cruciales para pensar el rol de los universitarios vinculados al derecho y
analizar su inserción estatal e institucional a inicios de siglo XX. En este
sentido, el rol de los abogados en Argentina pudo ser analizado en una triple
dimensión: como intelectuales, como hombres de estado y en el ejercicio mismo
de su profesión. Desde la sociología histórica, Los que mandan de José Luis de Imaz (1964) iniciaba una línea de
investigación sociológica –descontinuada en las décadas siguientes– donde
rastreaba individuos y grupos que se ubicaban en el ápice de las instituciones
políticas, militares, administrativas y económicas, y que formaban elites
dirigentes ipso facto. En los cuadros
políticos en el largo período de 1880-1960, destacaba la presencia abrumadora
de abogados y la influencia prevalente que había tenido la Facultad de Derecho
en la formación de esa clase dirigente (Imaz, 1964, pp. 25-27).
Existe aún una vacancia historiográfica en
términos de la reflexión sobre algunas trayectorias individuales académicas y
políticas de juristas de la Facultad –específicamente algunas ligadas a la
“reacción” por la reforma–, a diferencia de otras más transitadas como las de
Joaquín V. González, José N. Matienzo y Rodolfo Rivarola (Zimmermann, 2008;
Roldán, 1993; 2006; 2008). En este sentido, estudios novedosos como los de
Leandro Losada y María Pollitzer están actualmente reconstruyendo itinerarios
desde la historia de las ideas para la Facultad de Derecho de UBA, al igual que
Osvaldo Graciano para los profesores socialistas de la Universidad Nacional de
La Plata (Losada, 2018; Pollitzer, 2017; 2018; Graciano, 2018).
En este escrito nos proponemos estudiar a
dos docentes que se desempeñaron en diversas cátedras de la carrera de la
Universidad de Buenos Aires, que asumieron participación en el gobierno de la
Facultad (ya sea como decanos o como miembros del consejo directivo) y que, a
su vez, tuvieron una extensa actuación política. Sin embargo, a diferencia de
otros itinerarios, estos casos se mantuvieron en una coalición “reaccionaria”
durante los años 1920-1930 dentro del claustro docente frente a los postulados
y los valores identificados con los docentes y estudiantes reformistas después
de 1918. Especialmente este grupo vehiculizó reservas y acciones concretas
sobre la injerencia de los estudiantes en el gobierno universitario y alentó su
desmovilización (Buchbinder, 2008).[2] Suponemos que las
alianzas de estos docentes en el gobierno universitario en esa coyuntura se
trasladaron a la política, y que su espíritu antirreformista fue inescindible
de sus posiciones públicas en los años treinta: respecto a los radicales y el
fraude electoral –en el contexto de la restauración conservadora–, y a la
cuestión comunista –ideología a la que se opusieron fervientemente–.[3] Estos docentes,
asimismo, compartieron múltiples espacios de sociabilidad simultáneos, no solo
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Participaron de otros circuitos satelitales como la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de la Plata y de reuniones y
equipos de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Aunque en este
artículo, por limitaciones de extensión, no avanzaremos en ello, estos espacios
también fueron cruciales para consolidar redes políticas posteriores en las que
estos actores circularon hacia su madurez política e intelectual.
A través de estas páginas buscaremos
recrear las actuaciones de estos dos docentes en el gobierno universitario
–esencialmente a través de una reconstrucción de sus legajos académicos–
entrelazadas con sus posiciones en la vida pública. En ambos casos, su paso por
Derecho y Ciencias Sociales sirvió para consolidar y afianzar la conquista de
espacios centrales de decisión que, en el caso de Castillo, significó el máximo
pedestal del poder republicano. Estos casos, sin embargo, no fueron excepcionales.[4] Como analizó de Imaz, el
92% de los elencos políticos que gobernaban la Argentina hacia 1941 –titulares
del Poder Ejecutivo, ministros y secretarios de Estado, presidentes de la
Cámara de Diputados y gobernadores de los principales distritos– eran abogados
(Imaz, 1964, p. 23). Ese año, además, cosechaba un récord en la cantidad de
ministros en el gobierno nacional que eran docentes de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires: seis sobre ocho (Imaz,
1964, p. 11-12). Es tal vez por ello que la administración del
“profesor-presidente” Castillo, sea una de las coyunturas más fructíferas para
analizar cómo ese linaje académico forjado en los claustros de Derecho durante
la década anterior –y uno de los espacios docentes más anti-reforma dentro de
la Universidad de Buenos Aires– impactó en las redes de la política argentina a
inicios de los años cuarenta y en firmes posiciones políticas (Sanguinetti,
1974, pp. 8-35; Buchbinder, 2005).
A continuación intentaremos reconstruir
algunos aspectos centrales de su actuación universitaria y política. A riesgo
de una presentación lineal en sus rutas biográficas, la recuperación de sus
trayectorias obedece a la necesidad de temporalizar su actuación académica y
política en forma comparada presentando elementos comunes y destacando algunos
aspectos diferenciales. Por último, se presentan algunas conclusiones.
Itinerarios académicos y
reverberaciones políticas: redes, alianzas y linajes
Leopoldo Melo y Ramón Castillo nacieron
entre fines de los años sesenta e inicios de los setenta del siglo XIX. Ambos
tuvieron una inserción docente temprana a inicios de siglo XX en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde fueron
previamente estudiantes. En el caso de Melo la actividad estudiantil se
articularía con la política presidiendo el Comité Universitario Radical en
1891. Castillo entraría a la actividad partidaria después de 1930.
Después de la reforma universitaria de
1918, hacia finales de la segunda década de siglo, Melo y Castillo accedieron
al decanato. En ambos casos, la academia les dio status y prestigio entre sus pares, y la labor docente y su perfil
de scholars confluyó con la política, la carrera judicial y la
diplomacia. Los dos docentes tuvieron una pendiente ascendente en lo
estrictamente académico y universitario que culminó hacia mediados de los años
cuarenta con una multiplicación de su presencia en sociedades científicas y en
academias (ver Cuadros I y II).
Por otro lado, la reconstrucción de
linajes académicos mediante sociogramas (ver Sociograma I, II y III) muestra a estos actores en una prestigiosa
asociación con otras figuras en forma ascendente (mentores, padrinos,
profesores titulares y miembros de jurados) y descendente (discípulos y
sucesores). Los actores a los cuales estuvieron asociados no solo se destacaron
académicamente en la Universidad de Buenos Aires y otros centros universitarios
sino que, además, conformaron cuadros dirigentes del período conservador y del
período radical. De alguna manera, estos dos docentes fueron eslabones de una
cadena que unió a prestigiosos juristas y políticos de inicios de siglo con
destacados letrados de mediados de siglo (Sociograma III). En términos
de Tau Anzoátegui, estos profesores pertenecieron a la primera generación de
juristas de 1910 pero también se desempeñaron como bisagras hacia la segunda
generación de 1925 (Tau Anzoátegui, 1999, pp. 163-164).[5]
Leopoldo Melo (1869-1951), nacido en Entre Ríos, inició sus
estudios en abogacía en la Universidad de Buenos Aires en 1886.[6] Su
primera residencia académica en Buenos Aires le permitió compartir vivienda con
Antonio Robirosa[7] y
Manuel Carlés.[8] En
su época de estudiante comenzó a trabajar tempranamente en un Juzgado de
Comercio a cargo de Pascual Beracochea,[9]
que al mismo tiempo se desempañaba como profesor suplente de Derecho Comercial
de la Facultad de Derecho. Beracochea resultó ser un verdadero mentor de Melo
en la academia, en la política y en la actividad privada (Dell’Oro Maini,
1956). Independientemente de la protección de Beracochea, Melo tuvo una
temprana actuación pública cuando en 1891 presidió el Comité Universitario
Radical, que agrupó a la juventud universitaria, en un momento clave de la
constitución de la Unión Cívica Radical (UCR). Como señaló Ojeda Silva
Beracochea, hombre clave del bernardismo en la provincia de Buenos Aires
–importante corriente de la UCR que seguía el liderazgo del gobernador Bernardo
de Irigoyen– le facilitó a Melo su desembarco en uno de sus primeros cargos
públicos como miembro del directorio del Banco Provincia (Ojeda Silva, 2016).
Melo cursó sus estudios de grado en la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales durante 1886 y 1891, año en que
presentó su tesis para obtener el grado de doctor en Jurisprudencia sobre los
efectos jurídicos de la declaración de la quiebra. Rápidamente se incorporó a
la docencia bajo el auspicio de Manuel Obarrio,[10]
titular de la cátedra de Derecho Comercial entre 1872 y 1902 y hombre poderoso
del claustro con múltiples lazos en el mundo radical y conservador: Obarrio,
además, presidió el Consejo Directivo de la Facultad en más de ocho
oportunidades entre 1885 y 1904. Bajo su auspicio, Melo concursó para obtener
la titularidad de la materia Derecho Procesal, por entonces a cargo de Juan
José Montes de Oca, pero quedó tercero.[11]
Sin embargo, cuando dos años más tarde Obarrio obtuvo su jubilación, el joven
doctor concursó por la titularidad de la cátedra y la obtuvo.
A partir de 1906, momento en que se
efectivizó su designación como titular de cátedra, el profesor Melo fue
conquistando posiciones en los organismos de gobierno de la Facultad recién
reformada en sus estatutos. Desde 1908 hasta 1914 ejerció funciones en el
Consejo Directivo y fue electo por dos períodos consecutivos más (1914-1918 y
1918-1920). En el marco de esas actividades compartió funciones en la Comisión
de Plan de Estudios, Enseñanza, y Programas junto a Juan A. García y Carlos
Ibarguren, y allí promovió la reforma de los programas de materias codificadas,
especialmente derecho civil y comercial. En 1917 obtuvo un importante éxito al
promover el desglose de la materia Derecho Comercial en tres cursos distintos:
Comercial I, II y III. A partir de allí se convirtió en el primer titular en la
historia de la Facultad de Derecho de la Navegación (Marítimo) que correspondía
a Comercial III.
Esos años fueron cruciales para conquistar
posiciones políticas. Melo ingresó en el Congreso nacional en tiempos de
Hipólito Yrigoyen, primero como diputado (1914) y luego como senador (1917). En
la cámara alta su conquista sería perdurable, dado que conservaría su banca por
trece años. Opuesto al liderazgo de Yrigoyen tempranamente –firmó un manifiesto
disidente en 1909–, las posiciones de Melo dentro del partido no le impidieron
cosechar distintos apoyos de disconformes y convertirse en presidente
provisional del Senado por cinco períodos, desde donde combatió al oficialismo.
Durante estos años, además, fue miembro activo de la Liga Patriótica Argentina
(McGee Deutsch, 2003; López Cantera 2009, pp. 69-70). Esa coyuntura fue crucial
para la definición y reformulación de un perfil radical “reaccionario” a la
política de Yrigoyen y todo lo que representaba institucionalmente el líder de
la UCR.
En la Facultad, el año de la Reforma lo
colocó como vicedecano por un breve período (1918-1919) y como decano durante
1920 y 1921. En abril de ese año presentó su renuncia ante el Consejo y
consideró allí que la aceptación del decanato había sido solo “transitoria”
aunque a esa altura Melo representaba una coalición de profesores que se oponía
a las reformas más radicales, especialmente a aumentar la participación de los
estudiantes en el gobierno universitario.[12] Su
decanato navegó en la inestabilidad producto de la renuncia de Estanislao
Zeballos y tuvo que enfrentar la oposición de los grupos reformistas del
estudiantado (Bustelo, 2016, pp. 75-76).
A fines de la gestión de su sucesor –el
profesor reformista Mario Sáenz– presentó su dimisión a sus cátedras en una
actitud de lock out a la gestión de Sáenz que compartió con otros
docentes, pero la retiró tiempo después cuando mediante una nueva elección fue
consagrado Ramón S. Castillo.[13] El nuevo decano y el
flamante consejo le ofrecieron un puesto en el órgano, lo que rechazó en
diciembre de 1923.[14] Lo
mismo hizo durante 1931 y 1932.[15]
Finalmente en 1934, el Consejo de la Facultad le prorrogó, según el art. 54 del
Estatuto, la libertad de enseñar por cinco años más, pese a haber alcanzado la
edad de retiro.[16]
Durante los años veinte, a medida que
consolidaba sus posiciones antirreformistas en el claustro docente, Melo
profundizó su antiyrigoyenismo en el Congreso. Como legislador fue autor de dos
proyectos de intervención a la provincia de Buenos Aires (uno durante 1925 y
otro en 1927) con el objeto de quitar al yrigoyenismo su mayor bastión
electoral. La cámara alta fue un espacio propicio para encarar estos proyectos
y para buscar apoyo de un nutrido grupo de colegas antirigoyenistas en sus
empresas políticas. Melo fue parte de un bloque que unía a conservadores,
disidentes radicales y colegas de la Facultad de Derecho como Vicente Gallo,
Alejandro Ruzo y Teófilo Sánchez de Bustamante (profesor de diversas
asignaturas en la Facultad de Ciencias Económicas), entre otros (Piñeiro, 2007,
pp. 45-48). Su figura se había convertido, al finalizar el gobierno de Alvear,
en un vector que sumaba diversas simpatías del mundo conservador y radical para
competir con Yrigoyen, que buscaba la reelección. En 1927, Julio A. Roca (hijo)
que impulsaba la “Confederación de las Derechas” no dudó en negociar con Melo,
a través de sus nutridos contactos en el mundo conservador del Congreso y en la
Facultad de Derecho, para conformar una coalición, el Frente Único, a la que se
sumaron la Unión Cívica Radical Antipersonalista, el bloquismo sanjuanino y
lencinismo mendocino.
Luego de la derrota en las urnas de la
coalición antiyrigoyenista, Melo conservó dos años más su banca en el Senado y
firmó el “Manifiesto de los 44” en contra del presidente Yrigoyen. A partir del
golpe de 1930, fue parte de esos sectores del radicalismo que no acudió a la
reorganización partidaria que convocó Marcelo T. de Alvear en 1931, a la que
concurrieron, sin embargo, colegas y socios de Melo como Gallo, Roberto Ortiz,
José Tamborini, Enrique Mosca, Carlos Noel y Fernando Saguier (Piñeiro, 2007,
p. 82). Melo prefirió, con otros radicales del interior y de la ciudad formar
otra junta, la Reorganizadora del Hotel Castelar, desde donde se conformaría el
bloque antipersonalista dentro de una coalición mayor –la Concordancia– que
apoyó la candidatura de General Agustín P. Justo en las elecciones
presidenciales de noviembre de 1931 (López, 2017, pp. 19-34). Como cabeza de la
nueva UCRA organizó la mesa nacional junto con radicales disidentes como José
Nicolás Matienzo, Eduardo Laurencena, Raúl Alberto Díaz, Enrique Pérez, Luis
Etchevehere, Abraham Molina, José Camilo Crotto y Pedro Larlús. Dicho apoyo a
Justo le valió que una vez triunfado éste, se le ofreciera la cartera de
Interior. Melo ocupó el ministerio entre 1932 a 1936, en un gabinete compuesto
por otros radicales antipersonalistas como Manuel de Iriondo; conservadores
como Alberto Hueyo, Carlos Saavedra Lamas –pieza clave de los profesores de
Derecho “reformistas nacionalistas” (Bustelo, 2016, pp. 65-66)–, Manuel de
Alvarado y el socialista independiente, Antonio de Tomaso.
Como ministro del Interior fue una pieza
central en los planes políticos de Justo. Por un lado, durante su gestión se
instauró la Sección Especial dentro de la Policía de la Capital Federal y se
promovió una persecución sistemática al comunismo, además de mantenerse
políticas fuertemente represivas por las revueltas radicales de 1932 y 1933
(López Cantera, 2014, pp. 1-17; López Cantera, 2015, pp. 63-81). Por otro, fue
clave en la estrategia política del gobierno de Justo para evitar el retorno de
la UCR del Comité Nacional a la arena pública, favoreciendo la concurrencia de
los radicales tucumanos en 1934 a fin de mantener dividida a la oposición
(Piñeiro, 2007, pp. 225-228; López, 2018a, pp. 28-39). Durante su gestión, a su
vez, se promovió la intervención a la provincia de Santa Fe, gobernada por el
Partido Demócrata Progresista, con el fin de asegurar los electores para el
oficialismo en la próxima elección presidencial. Sin embargo, y ante la
predilección de Justo por otro candidato presidencial dentro del círculo
antipersonalista, Melo presentó la renuncia indeclinable en abril de 1936 y fue
reemplazado interinamente por Ramón Castillo, colega y socio en la Facultad
(Piñeiro, 2007, p. 238).
A partir de 1936 Melo se alejó de la
actuación política directa, dedicándose a la labor diplomática, a la docencia,
y a la representación de la Argentina en el exterior. En 1939, luego de treinta
y tres años de ejercicio docente ininterrumpido, renunció a sus cátedras y fue
nombrado profesor honorario. En su discurso de despedida, Melo se pensó a sí
mismo como un “representante del espíritu de la reforma”, pero de una manera
especial, diferente a como lo hubieran hecho muchos otros reformistas después
de 1918. En una intervención de despedida consideraba que el impulso forjado en
las universidades argentinas a inicios de siglo era deudor de la renovación
europea tiempo antes, y había sido para aumentar el “caudal” científico y
adaptarlo a las necesidades de la sociedad contemporánea. Pero también creía
que la reforma universitaria no debía limitarse a cambios en el organismo
burocrático sino que su contenido debía ampliarse y extenderse –como en las
universidades europeas de avanzada– a problemas sociales. La universidad debía
“modelarse” a los nuevos tiempos y dedicarse a discutir si la ciencia debía
orientarse al puro conocimiento especulativo o si debía reorganizarse en
distintas escuelas para profundizar estudios de técnica superior aplicada y de
preparación profesional.[17]
Sus sucesores en las cátedras de Derecho
Comercial III fueron Dimas González Gowland[18] y Atilio Dell’Oro Maini[19] (Sociograma
III), eminentes juristas con actuación política posterior en el campo
conservador. A partir del año de retiro, sin embargo, la actividad académica de
Melo continuó dentro de la Facultad como titular del Instituto de Derecho
Comercial gracias al cual obtuvo financiamiento, realizó algunos viajes al
exterior y organizó congresos científicos. Durante estos últimos años, además,
multiplicó su participación en sociedades científicas en la Argentina y en el
exterior.[20] Melo, a esa altura,
había acumulado membresías en la Academia Nacional de Ciencias Económicas (de
la que formaba parte desde 1914), en la Academia de Ciencias Morales y
Políticas (desde 1939) y en la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales
(de la que fue presidente entre 1937 y 1951). En esta última, compartió un
espacio común de sociabilidad con Castillo.
Sus últimos cargos públicos fueron como
embajador plenipotenciario de la delegación argentina en las Conferencias
Interamericanas de Neutralidad de Panamá (1939) y de Cuba (1940). Después del
golpe militar de 1943 que derrocó a su colega Castillo, se refugió en la vida y
en las sociedades académicas, aunque en 1945 formó parte de algunos mítines
para reorganizar el antipersonalismo bonaerense en una gran coalición de la
Unión Democrática junto con algunos radicales del distrito como Diógenes
Taboada, Adolfo Lanús, Carlos Márquez y Carlos Pita, entre otros. Sin embargo,
el sector no logró ninguna representación en el radicalismo bonaerense que
estaba en plena ebullición, ya dominado por sectores que respondían al
Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR) (Piñeiro, 2007, p. 344;
Persello, 2007, pp. 121-130).
La trayectoria de Ramón Castillo (1873-1944) resulta también reveladora de las
intersecciones entre la Facultad de Derecho y el mundo de la política de
entreguerras. Nacido en Catamarca, Castillo estudió de abogacía en la Facultad
de Derecho entre 1891 y 1896. Ese año obtuvo el título de doctor en
Jurisprudencia con una tesis sobre Bolsas
y mercados de comercio, siendo su padrino Ramón T. Figueroa.[21] Además fue parte de un
nutrido grupo de alumnos que tuvo a Obarrio, varias veces presidente del
Consejo Directivo y titular de Derecho Comercial, como mentor en esa
especialidad. Hacia 1896 su tesis fue defendida ante un tribunal compuesto por
Bernardo de Irigoyen, Ramón Paz Posse, Wenceslao Escalante, Félix Martín y
Herrera y Pascual Beracochea (Olaza Pallero, 2016, pp. 189-190).
Castillo inició su tarea docente como
profesor suplente en Derecho Comercial durante 1907 y 1915, materia bajo la
titularidad de Leopoldo Melo, también discípulo de Obarrio (Sociograma
III). Con la división de la materia que promovió Melo, el joven profesor
Castillo accedió a la titularidad de Comercial I. A partir de allí, su
ascendente carrera en los organismos de la Facultad no cesó de fortalecerse:
fue miembro del Consejo Directivo entre 1915 y 1928, delegado al Consejo
Superior Universitario y decano por un período completo entre 1923 y 1927.[22]
Al mismo tiempo que consolidaba sus
posiciones docentes, Castillo desarrolló a lo largo de tres lustros una
ascendente carrera judicial. Primero, se desempeñó como auxiliar de Primera en
los Tribunales de Capital Federal durante 1894-1895 ni bien graduado y luego
como secretario de Juzgado de Comercio entre 1896 y 1903. Allí fue clave el
juez Ramón T. Figueroa, quien fuera su padrino de tesis en la Universidad y
quien patrocinó a Castillo en sus primeros pasos en la Justicia. De hecho, una
vez jubilado Figueroa Castillo heredó su cargo en calidad de suplente del
juzgado. En 1903, fue propuesto por el gobernador Marcelino Ugarte como Juez
del Crimen en San Nicolás (1903-1906) y pasó a la órbita bonaerense. Desde allí
fue promovido como camarista en la Cámara de Apelaciones del Departamento Costa
Sud con asiento en Bahía Blanca (1906-1907). Luego de ocho meses, volvió a la
Capital Federal en un ascenso que lo colocó como Juez de Comercio (1907-1910).
Para 1910, el desdoblamiento de la Cámara de lo Comercial y Criminal lo llevó a
juez en la Cámara de Apelaciones en lo Criminal (1910-1912); y para 1912, fue
movido como juez a la Cámara de Apelaciones en lo Comercial (Gutiérrez, 1941,
pp. 25-60).
En política universitaria, luego de la
reforma de 1918, Castillo fue una pieza clave de la liga de profesores
antirreformistas. Con la intervención de la Facultad por el gobierno radical,
se sucedieron dos breves gestiones en el decanato de Estanislao Zeballos y de
Leopoldo Melo hasta la renuncia de este último en 1921. Como vimos, ese año fue
electo el reformista Mario Sáenz con importante apoyo del movimiento
estudiantil. Sáenz triunfó sobre el candidato del claustro conservador que era
Castillo y si bien no llegó a durar dos años, atendió problemas de fondo que
exigía el impulso de la reforma mostrando una importante actividad de extensión
universitaria: surgieron becas, seminarios, cursos nocturnos, una biblioteca
circulante, la revista de la Facultad, y un consultorio jurídico gratuito
(Sanguinetti, 1974, pp. 8-35; Bustelo, 2016, 75-81). La elección de Sáenz
provocó la oposición de Castillo y de otros profesores conservadores, que
renunciaron al Consejo de la Facultad por estar en desacuerdo con el método de
elección y considerar su designación como “ilegal”. En palabras de Castillo,
Sáenz no cumplía los requisitos mínimos para ser elegible (en ese momento,
según el reglamento, el decano debía desempeñar el rol de consejero activo).[23] La embestida de Sáenz
contra la elite profesoral “reaccionaria” incluyó también la exoneración del
secretario académico y de tres profesores por arbitrariedades e irregularidades
(Olaza Pallero, 2016, pp. 202-203).
Castillo formó parte activa de la
oposición a Sáenz y orquestó su renuncia, junto a los profesores Juan Ramos,
Clodomiro Zavalía y otros docentes, en 1923. Una nueva elección tuvo lugar
donde se candidatearon Alfredo Palacios, apoyado por los estudiantes y los
profesores reformistas, y Castillo, que encarnaba el sector más conservador con
apoyo de un buen número de docentes y del Centro de Estudiantes liderado por la
Unión Universitaria (Bustelo, 2016, p. 84). Castillo y varios consejeros se
votaron a sí mismos y vencieron a Palacios por solo cinco votos, lo que
posibilitó una victoria ajustada pero contundente (García Costa, 1997, p. 286).
Como muestra de su espíritu conservador y restaurador del orden, expresaba el
nuevo decano en el acto de asunción:
“Como
decano cumpliré con mi deber; no renunciaré por la presión de ustedes, aunque
me silben, y aunque como lo han hecho con otros decanos, me vejen. No estoy
dispuesto a irme de aquí ni muerto, pues si me matan, están ya escritas mis
órdenes para que me entierren dentro de la Facultad” (Gutiérrez, 1941, pp.
118-119).
Según Sanguinetti, Castillo representaba
la quintaescencia del conservadurismo y de la reacción dentro de la Facultad de
Derecho para los grupos más reformistas. Como decano, combatió a los sectores
intransigentes y encarnó el contraataque de los grupos más reaccionarios que
habían sido desplazados por el decanato anterior. Castillo promovió una reforma
del Estatuto desdoblando la asamblea mixta de profesores y estudiantes que –hasta ese entonces– elegía a los consejeros
y limitó la representación estudiantil en el Consejo. En palabras del profesor
y consejero Héctor Lafaille, la reforma evitaría los desórdenes y mantendría al
cuerpo de profesores como una “entidad intelectual” distante de las pasiones
estudiantiles, y no como un “grupo político” que apreciaba a los candidatos por
“ideología” y no por “mérito”.[24]
Castillo, además, restringió el número y la publicidad de las sesiones del
Consejo, designó ternas para cátedras vacantes en sesiones secretas y en la
mayor parte de los nuevos nombramientos prescindió de los despachos de
comisiones. Según Sanguinetti, de alguna manera, fue configurando los padrones
de docentes que asegurarían mayoría de votos al sector gobernante de la
Facultad en las futuras elecciones (Sanguinetti, 1974, pp. 18-19).
Además, durante sus años como decano,
Castillo protagonizó varios episodios de enfrentamiento con grupos reformistas.
En 1925 enfrentó una polémica al invitar el heredero al trono italiano,
Humberto de Saboya, otorgándole el doctorado honoris causa con tan solo
19 años. El incidente fue ridiculizado por algunos reformistas como Carlos
Sánchez Viamonte como “absurdo” y violatorio de los reglamentos de la Facultad
(Sánchez Viamonte, 1928, pp. 39-40). En 1927 protagonizó otro escándalo por
censurar a un grupo de estudiantes de izquierda que intentó boicotear una
charla del mayor Enrique Röttjer sobre “La Guerra en el Derecho Internacional”
en el marco de la Facultad. El decano defendió al expositor y acusó a los
estudiantes de “subversivos” provocando una crisis en los delegados del
movimiento estudiantil (Ibarguren, 1970, pp. 21-22). Otro episodio polémico que
tuvo que sortear fue cuando cerró la Facultad debido a una protesta estudiantil
que pedía su renuncia y la de un grupo de profesores también en 1925. La
respuesta del decano fue terminante: cuando el clima se crispó y las demandas
se agudizaban, Castillo decidió clausurar la Facultad por tres meses con aval
del Consejo (Gutiérrez, 1941, pp. 146-147).
Castillo, además de su extensa carrera
dentro de la UBA, fue profesor suplente de Derecho Comercial de la Facultad de
Ciencias Jurídicas de la Universidad de La Plata durante 1909 y 1910 y, a
partir de ese año, alcanzó la titularidad de la materia Derecho Comercial
Comparado, cargo que mantuvo entre 1910 y 1923. Además, sirvió como consejero
académico en esa Facultad por dos períodos consecutivos.[25] Pero sumó, además, un
tercer espacio de sociabilidad: fue miembro de la Academia de Derecho y
Ciencias Sociales de Buenos Aires. Allí desempeñó la vicepresidencia del
organismo, cargo que ocupó entre 1936 y 1942, mientras Melo era presidente.
Durante los años treinta, Castillo
desembarcó de lleno en la política partidaria. A diferencia de Melo, que había
articulado su vida de estudiante con la política, Castillo fue nombrado en su
primer puesto político con 58 años. La crisis de 1930 fue crucial para volcar
al juez y académico a la vida pública. Durante el golpe militar del General
José F. Uriburu, Castillo fue nombrado interventor en la provincia de Tucumán y
tuvo una actuación exitosa en la resolución de conflictos laborales en los
ingenios azucareros (Lichtmajer y Parra, 2014, pp. 139-165). El debut político
como comisionado federal en Tucumán resultó triunfador para su carrera y hacia
1932 fue electo senador nacional por su provincia natal en el marco de la
restauración surgida con el gobierno de Agustín P. Justo. En el Senado fue un
digno representante del grupo conocido como “coalición del Norte”, integrado
por legisladores conservadores de las provincias del Noroeste y cuyo liderazgo
partidario ejercía el influyente senador Robustiano Patrón Costas, presidente
del Partido Demócrata Nacional (López, 2018b, pp. 79-112).
Pero también fue muy exitoso cabildeando
apoyo en el Congreso Nacional para varios proyectos de ley. Promovió uno sobre
sociedades de responsabilidad limitada, sancionado en 1932 bajo ley número
11.645, y otro sobre quiebras sancionado en 1933 como ley 11.719 (Gutiérrez,
1941, pp. 66-67). Sobre estos dos temas tuvo un aliado y socio valioso, colega
de la Facultad de Derecho: el mismísimo Melo. Éste, titular de Castillo en la
cátedra de Derecho Comercial, forjó una alianza estratégica en lo académico que
se trasladó a lo político. Melo fue quien presentó un primer proyecto de
autoría de Castillo en Diputados en 1914, y luego actuó como asesor en una
comisión especial de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales para preparar
el proyecto de sociedades comerciales y prestar asistencia técnica. Ambos
proyectos fueron sancionados cuando Melo era Ministro del Interior del gobierno
de Justo, y los dos hombres militaban en el mismo espacio.
Castillo se movió con energía y astucia en
las bambalinas de la política nacional. Había pasado una década desde que el
profesor Castillo conoció al General Justo, cuando éste aún era ministro de
Guerra de Marcelo T. de Alvear y Castillo, decano de la Facultad de Derecho.
Ambos estuvieron involucrados en los episodios de boicot estudiantil de la
conferencia del coronel nacionalista Röttjer. Es así que, a partir de enero de
1936, el jurista fue convocado por el presidente Justo para asumir como
ministro de Justicia e Instrucción Pública. A partir de abril de ese año sumó
la cartera del Interior –a raíz de la salida de su colega Melo del gabinete– la
que conservó hasta mediados de 1937, momento en que renunció para dedicarse de
lleno a la campaña presidencial. Su gestión como ministro del Interior resultó
vital por varias razones. Ese año se incorporó un importante contingente de
radicales a la Cámara de Diputados del Congreso, debido a la vuelta de la UCR a
las urnas y el levantamiento de la política de abstención. Castillo desactivó
la parálisis en el Congreso mediante la negociación con legisladores de la
oposición y del oficialismo para la aprobación de los diplomas de los recién
incorporados. Pero más importante aún, promovió el tratamiento en julio de 1936
de la ley 12.298, por la cual se suprimió la representación de la minoría en
las elecciones de electores de presidente y vicepresidente de la Nación así
como en la de los electores de Senadores por la Capital Federal, sistema que
rigió en las elecciones presidenciales de 1937. Esa “leve” modificación de la
ley 8.871 (Sáenz Peña) posibilitó al oficialismo el control de la sucesión de
cara a la próxima contienda que se avecinaba (Gutiérrez, 1941, pp. 211-213;
Piñeiro, 2007, pp. 241-242).
El nombre de Castillo expresaba por esos
años la pureza del conservadurismo norteño, además de haber demostrado una
triunfante gestión ministerial. Cuando su nombre como candidato a
vicepresidente de la fórmula de la Concordancia –debido al obstáculo generado
entre las candidaturas vetadas de Patrón Costas y de Cárcano para el mismo
puesto entre Justo y la mayoría demócrata– se hizo efectiva a mediados de 1937,
el diario conservador La Fronda
destacó su “sobriedad y severidad” y una carrera judicial, académica y política
“sin vacilaciones” (López, 2015, pp. 282-309). Además subrayó su característica
“rigidez” en el respecto de las normas que había impreso en el gobierno
universitario cuando ocupó el decanato de la Facultad.[26]
A partir de febrero de 1938 asumió como
vicepresidente de la Nación durante el mandato de Roberto M. Ortiz y cuando
éste enfermó en 1940 ocupó provisionalmente el Poder Ejecutivo (de julio de
1940 a junio de 1942). Cuando el presidente Ortiz renunció definitivamente a la
presidencia, asumió con plenos poderes hasta mediados de 1943. Su presidencia
fue clave para reconstruir el tejido político-conservador del Partido Demócrata
Nacional dentro de la Concordancia y detener los avances democratizadores que
había implementado su antecesor y que hubiesen derivado en una normalización
del sistema político argentino a inicios de los años cuarenta (López, 2018b,
pp. 79-112). Su presidencia fue asociada al nacionalismo económico, el
conservadurismo político y la neutralidad inflexible ante la Segunda Guerra
Mundial. Por ello, su estilo político y sus acciones desde la primera magistratura
son inescindibles de su actividad previa como juez y como académico.
Durante sus últimos años de actividad
docente, y como resultado de su consagración académica en la especialidad
cosechó algunos reconocimientos, como la vicepresidencia del Comité Argentino
de la Comisión Interamericana de Arbitraje Comercial durante 1938, y la
recepción de dos doctorados honoris causa de las universidades de
Heidelberg (Alemania) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil).
Se retiró completamente de sus cátedras en la Universidad de Buenos Aires en el
año 1940, cuando ya era vicepresidente de la Nación. Dejó como sucesores en la
materia Comercial I a los doctores Juan José Britos[27] y Héctor Julianéz.[28]
Reflexiones finales
A lo largo de este escrito hemos procurado
reconstruir la trayectoria académica y política de dos profesores de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires que tuvieron
participación coetánea en el gobierno de la Facultad durante los años veinte, y
que desplegaron posteriormente –gracias a su inserción académica y su expertise universitaria previa– una
destacada actividad política en el campo conservador. La selección de estos
docentes obedeció en parte a que compartieron espacios de sociabilidad comunes,
principalmente el de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires,
pero también otras pertenencias políticas: ambos fueron parte de los elencos de
la Concordancia durante los años treinta y profesaron un claro antiyrigoyenismo
y anticomunismo. Hemos intentado demostrar que su militancia en el sector
“reaccionario” dentro de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales fue un
elemento inescindible de su accionar en el mundo conservador de los años veinte
y treinta e informó parte de sus posiciones públicas durante los años de la
restauración conservadora.
La reconstrucción de linajes académicos
mostró una prestigiosa asociación de figuras en modo ascendente (mentores,
padrinos, profesores titulares) y descendente (discípulos y sucesores). Estos
mentores y discípulos no solo se destacaron académicamente en la Universidad de
Buenos Aires, sino que, además, conformaron cuadros dirigentes y se dedicaron a
actividades políticas en las décadas subsiguientes. Desde el punto de vista
generacional, Melo y Castillo fueron eslabones de una cadena que unió dos
cohortes de prestigiosos juristas y políticos, una de inicios de siglo y otra
de mediados de siglo.
Los vínculos académicos forjados en la
Facultad de Derecho resultaron cruciales para la actividad política y el
encumbramiento en el servicio público durante los años de veteranía. Los lazos
forjados en los claustros sirvieron para consolidar y afianzar la conquista de
espacios centrales de decisión política. Como hemos señalado más arriba, tal
vez la administración del profesor-presidente Castillo sea una de las
coyunturas más fructíferas para analizar cómo esos lazos académicos forjados en
los claustros durante las décadas anteriores se convirtieron en cuadros
políticos a inicios de los años cuarenta, y cómo sus posiciones en el gobierno
universitario fueron inescindibles de sus posicionamientos políticos en la
democracia argentina de entreguerras.
Apéndice
Cuadro I. Filiaciones universitarias
|
Facultad de Derecho UBA |
Facultad de Derecho UNLP |
Leopoldo Melo |
X |
X |
Ramón Castillo |
X |
X |
Fuente: Elaboración propia en base a Quién
es quién, 1939
Cuadro II. Filiaciones en academias nacionales
|
Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas |
Academia Nacional de Ciencias Económicas |
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales |
Leopoldo Melo |
X |
X |
X |
Ramón Castillo |
|
|
X |
Fuente: Elaboración propia en base a Quién
es quién, 1939
Fuente: Elaboración propia vía y Ed
Graph Editor en base a Legajo personal del Museo de la Facultad de Derecho.
Fuente: Elaboración propia vía y Ed
Graph Editor en base a Legajo personal del Museo de la Facultad de Derecho.
Sociograma
III. Linajes académicos
cruzados de Leopoldo Melo y Ramón Castillo
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[1] Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el
XIV Congreso Nacional de Ciencia Política organizado por la Sociedad Argentina
de Análisis Político y la Universidad Nacional de San Martín, en la ciudad de
San Martín del 19 al 20 de julio de 2019, y en XVII Jornadas Interescuelas /
Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Catamarca, en la ciudad de
Catamarca los días 2 al 5 de octubre de 2019. María del Carmen Maza fue central
en la recolección de los legajos en el Museo de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires. El autor agradece los comentarios, sugerencias e
intercambios allí generados, especialmente a Eduardo Zimmermann, María
Pollitzer, Leandro Losada, Noelia Fernández, Mercedes López Cantera,
Guillermina Zanzottera y María José Valdez, entre otros, y a los dos
evaluadores anónimos que revisaron este artículo.
[2] La
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales experimentó un profundo debate a
inicios de siglo XX sobre el plan de estudios con el objeto de revertir el acentuado
“profesionalismo” del que gozaba, para algunos críticos, la carrera de
abogacía. Parte de ese clima reformista fomentó una actualización de los
estatutos en 1906. En el marco de esos debates, diversos docentes consideraron
la necesidad de incorporar en la currícula las ciencias del estado, engrosar
las ramas del derecho constitucional y administrativo, fortalecer los estudios
doctorales y profundizar la investigación científica vinculada a los
jurisconsultos. Aunque con resultados modestos, esas discusiones tuvieron
amplio consenso en claustro docente aunque no así la reforma de los sistemas de
enseñanza (Buchbinder, 2005, p. 79; Buchbinder, 2012, pp. 5-10). Sin embargo,
los principales postulados del movimiento reformista de 1918, concretamente la
participación de los estudiantes en los órganos de gobierno universitario,
forjaron ciertas alianzas “anti-reforma” en la Facultad de Derecho que se
fueron consolidando durante los años veinte, y que tuvieron a los profesores
Melo y Castillo, entre otro nutrido grupo de docentes, como actores centrales
(Buchbinder, 2005, p. 131-132).
[3] A lo largo de estas páginas será imposible abordar los
discursos públicos de Melo y Castillo sobre estos tópicos y la estabilidad de
sus posiciones respecto al comunismo y a la “demagogia” radical. Sobre estos
temas cfr. López Cantera (2019) y López (2018a).
[4] De los dieciocho titulares del Poder Ejecutivo Nacional
entre 1862 y 1943, catorce fueron abogados (Molinelli et al., 1999, pp.
556-561).
[5] En la primera generación, la de 1910, Tau Anzoátegui
incluye los siguientes juristas nacidos entre 1873 y 1887: Carlos Octavio Bunge
(1875-1918), Alfredo Colmo (1878-1934), Eusebio Gómez (1883-1954), Juan A.
González Calderón (1883-1964), Tomás Jofré (1879-1930), Héctor Lafaille (1883-1956),
Ricardo Levene (1885-1959), Enrique Martínez Paz (1882-1952), Alfredo Palacios
(1880-1965), Juan P. Ramos (1878-1959), Emilio Ravignani (1886-1954), Juan
Carlos Rébora (1880-1964) Isidoro Ruiz Moreno (1876-1952), Raymundo M. Salvat
(1881-1940), Gastón Federico Tobal (1886-1967), Alejandro M. Unsain
(1881-1952), Mariano de Vedia y Mitre (1881-1958) y Carlos M. Vico (1881-1960).
La segunda generación (de 1925) comprende, según Tau Anzoátegui, a los nacidos
entre 1888 y 1903: Hugo Alsina (1891-1958), Leónidas Anastasi (1890-1940),
Rafael Bielsa (1889-1966), Tomás D. Casares (1895-1976), Carlos Cossio
(1903-1987), Mario L. Deveali (1897-1985), Faustino Legón (1897-1959), Pedro
León (1894-1974), Carlos C. Malagarriga (1891-1971), Miguel Marienhoff (1903-1998),
Arturo Orgaz (1890-1955), Raúl Orgaz (1888-1948), José Peco (1895-1966), José
Ramiro Podetti (1895-1955) y Sebastián Soler (1899-1980).
[6] La reconstrucción de algunos perfiles en las notas que
siguen obedece a presentar información adicional sobre las conexiones radiales
de los dos perfiles analizados. Se han realizado a través de los diccionarios
biográficos Quién es quién en sus ediciones de 1939 y 1950.
[7] Antonio Robirosa (1870-1952) fue abogado por la UBA.
Diputado nacional, ministro de Hacienda de la provincia de Buenos Aires y
senador de la Legislatura bonaerense. Fue Presidente del Banco Provincia.
[8] Manuel Carlés (1875-1946) fue abogado y político argentino.
Se desempeñó como profesor en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Colegio
Militar y la Escuela Superior de Guerra y en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la UBA. Fue diputado nacional (1898-1912), interventor en las
provincias de Salta y San Juan y fundador de la Liga Patriótica.
[9] Pascual Beracochea (1849-1905) fue abogado por la UBA. Se
desempeñó como diputado nacional y ministro de Hacienda de la provincia de
Buenos Aires. Perteneció a los sectores bernardistas
de la UCR y fue una figura clave en la promoción de Melo en el ámbito político,
académico y profesional.
[10] Manuel Obarrio (1836-1918) fue abogado por la UBA. Inició
su actividad política en Buenos Aires durante la década de 1860. Fue legislador
y constituyente por la provincia. Electo senador en 1894 por la Unión Cívica
Radical renunció a su banca. A inicios de siglo XX ocupó la intendencia de la
Ciudad de Buenos Aires. Tuvo una extensa actividad académica en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales siendo presidente de su Consejo Directivo por
varios años. En 1910 la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos
Aires lo eligió presidente, cargo que ocupó en dos períodos consecutivos, y fue
nombrado presidente honorario y miembro del consejo directivo.
[11] Museo de la Facultad de Derecho, Universidad de Buenos
Aires (en adelante, MFD, UBA), Legajo personal, Leopoldo Melo, p. 3.
[12] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta de Melo al
Sr. Vicedecano, Buenos Aires, 29 de abril de 1921, p. 10.
[13] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta de Melo al
Delegado Universitario de la Facultad, Buenos Aires, 24 de octubre de 1923, p.
20.
[14] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta de Melo al
Decano Ramón Castillo, Buenos Aires, 14 de diciembre 1923, p. 30.
[15] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta de Melo al
Decano Carlos Rodríguez Egaña, Buenos Aires, 16 de mayo de 1931, p. 41.
[16] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta del decano
Clodomiro Zavalía a Melo, Buenos Aires, 7 de noviembre de 1934, p. 45.
[17] MFD, UBA, Legajo personal, Leopoldo Melo, Carta de Melo al
decano de la Facultad, Agustín N. Matienzo, Buenos Aires, 13 de diciembre de
1939, pp. 107-118.
[18] Dimas González Gowland (1887-1944) fue abogado por la UBA.
Fue profesor de Derecho Comercial en la UBA y en la Facultad de Ciencias
Económicas de la misma universidad y en la Universidad Católica Argentina.
También ejerció en la Universidad Nacional de La Plata. Fue miembro de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y ejerció la
carrera judicial y la actividad política desde 1918.
[19] Atilio
Dell’Oro Maini (1895-1974) fue abogado por la UBA. Fue profesor de Derecho
Comercial en la UBA, líder del sector estudiantil que se opuso a la Reforma
Universitaria de 1918, impulsor del Partido Demócrata Cristiano y Ministro de
Educación de Argentina (1955-1958). Primer director de la revista Criterio. Presidente de la Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y miembro de grado de
las Academias Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Argentina de Letras y
Mexicana de la Lengua. Ejerció la actividad diplomática y periodística.
[20] A
nivel exterior sumó en esos años membresías en el Instituto Chileno de Estudios
Internacionales; en International Law Association (fue allí vicepresidente) en
Londres, Reino Unido; de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia en
Madrid, España; y presidente de la Rama Argentina del Comité Marítimo
Internacional en Washington, Estados Unidos (Vanossi, 1997, pp. 19-20).
[21] MFD, UBA, Legajo personal, Ramón S. Castillo, pp. 2-4.
[22] MFD, UBA, Legajo personal, Ramón S. Castillo, p. 4.
[23] MFD, UBA, Legajo personal, Ramón S. Castillo, Carta de
Ramón S. Castillo al Decano, 15 de junio de 1921, pp. 40-42.
[24] Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Buenos
Aires, 1926, t. 5, “Sesión del 20 de julio de 1925”, pp. 243-244.
[25] MFD, UBA, Legajo personal, Ramón S. Castillo, p. 18.
[26] La Fronda, 26 de
junio de 1937, p. 1.
[27] Juan José Britos fue abogado por la UBA. Profesor de
Derecho Comercial en la Facultad de Derecho y en la de Ciencias Económicas de
la Universidad de Buenos Aires. Fue Juez en lo Comercial y Fiscal en la Cámara
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional hasta 1938.
[28] Héctor Julianéz fue abogado y doctor en Jurisprudencia.
Profesor de Derecho Comercial en la Facultad de Derecho de la UBA. Ejerció
también la
carrera judicial en el fuero comercial.