Comentario de libros relacionados: Historia de la
deuda externa, Endeudar y Fugar y Salir del Fondo
Eduardo Basualdo, Endeudar
y fugar. Un análisis de la historia económica argentina de Martínez de
Hoz a Macri. Buenos Aires: Siglo XXI, 2018.
noemí brenta, Historia de la deuda externa argentina. De Martínez
de Hoz a Macri. Buenos Aires: Capital
Intelectual, 2019.
Esteban Mercante Salir del Fondo. La
economía argentina en estado de emergencia y las alternativas ante la crisis. Buenos
Aires: Ediciones IPS, 2020.
Por Ignacio
Rossi
Universidad Nacional de General
Sarmiento
Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del
Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 13, N° 26, pp. 428-428
Junio- Diciembre de 2020
ISSN 1853-7723
Los
libros que aquí comentamos abordan la política económica reciente de la
Argentina y sus principales transformaciones. Endeudar y fugar. Un análisis
de la historia económica argentina de Martínez de Hoz a Macri. Buenos
Aires: Siglo XXI, 2018, de Eduardo Basualdo; Historia de la deuda externa
argentina. De Martínez de Hoz a Macri. Buenos Aires: Capital Intelectual,
2019, de Noemí Brenta; y Salir del Fondo. La economía argentina en estado de
emergencia y las alternativas ante la crisis. Buenos Aires: Ediciones IPS,
2020, de Esteban Mercante. Aunque desde disímiles perspectivas, estos trabajos
comparten el objetivo de analizar los problemas en torno al endeudamiento en
nuestro país y especialmente la inflexión que significó para la política
económica la victoria de la Coalición Cambiemos desde 2015. En los tres casos
se recupera el pasado reciente con diversos argumentos, lo que nos permite
observar varias ópticas en torno a ese pasado. De esta forma, proponemos
comentar los principales razonamientos que los autores exponen acerca de las
sucesivas etapas históricas analizadas y finalizar con un balance recuperando
las diferentes miradas sobre los temas examinados.
Luego de un capítulo dedicado a
conceptualizar la deuda externa y cómo medir sus indicadores y posibles alarmas
de alerta, Noemí Brenta analiza el endeudamiento durante el gobierno
dictatorial (1976-83). El abordaje retoma el plan económico del Ministro de
Economía Martínez de Hoz desde algunos aspectos claves como la apertura del
inusitado endeudamiento financiado por el FMI y los bancos comerciales y el
desarrollo de “la bicicleta financiera” a través de la “tablita”: política
económica que establecía devaluaciones preanunciadas por debajo de la
inflación. Así, la autora toma una postura crítica de las políticas que
promovieron elevadas tasas de interés, estatización de la deuda externa y
desregulación del sistema financiero.
Luego, se analiza el tibio
intento de distinguir la legitimidad e ilegitimidad de la deuda contraída por
el gobierno militar durante el gobierno de Alfonsín (1983-89), cuando el
Ministro Bernardo Grinspun desplegara un discurso antiimperialista acorde con
una política de reactivación keynesiana e intentos por conformar un club de
deudores latinoamericanos. Pero la homogenización de los bancos
estadounidenses, que contemplaban el mayor volumen de la deuda, inclinó el
tablero a su favor mediante la estrategia de negociar caso por caso. Luego,
desde 1985, con Juan Sourrouile y el lanzamiento del Plan Austral se
materializaron los acuerdos con la banca acreedora y cierto consenso de un
ajuste doméstico. Las nuevas líneas de crédito acordadas y los regímenes de
capitalización de deuda se combinaron con los intentos de reforma del Estado en
el marco del Plan Baker que finalmente fracasaron en implementar reformas
estructurales hasta que la hiperinflación de 1989 iniciara una nueva etapa.
La autora entiende que desde
del Plan Brady y las reformas que permitieron las privatizaciones neoliberales
sobre la plataforma de las relaciones con el FMI en los 90 abrieron un nuevo
ciclo para la economía argentina. El Plan Brady, habría permitido convertir
deuda en bonos canjeables por activos públicos, inaugurando un periodo en el
cual la “colocación de bonos se convirtió en el principal instrumento de la
deuda del sector público” para que capitales nacionales y extranjeros compraran
títulos al Estado que excedían las tasas de interés internacionales. En la
política doméstica el Ministro de Carlos Menem (1989-1999), Erman González,
implementaría una apertura comercial y financiera que generó un superávit
comercial originado en una fuerte recesión y un tipo de cambio alto que con la
venta de activos públicos redujo la deuda externa e inauguró la consolidación
del neoliberalismo económico.
Según Brenta, el gobierno de la
Alianza significó una continuidad en términos de políticas económicas. Aquí la
autora cuestiona el problema del déficit público como primer mal de una
economía caracterizada por severos problemas de insolvencia. A pesar del
blindaje organizado por el FMI como estrategia conjunta de financiamiento para
evitar una moratoria, las fallas de la política económica llevaron a la gestión
de Fernando de la Rua (1999-2001) a recurrir nuevamente al ya conocido ministro
Domingo Cavallo. A su asunción al Ministerio de Economía se sumaron las
facultades de “superpoderes” para avanzar en políticas de más austeridad que
produjeron una caída de las reservas del Banco Central, fuga de capitales y
finalmente el default y la crisis
económica más grande de la historia en el 2001.
Durante el ciclo kirchnerista
el paulatino traspaso de deuda en manos privadas a entes interestatales
permitió reducir la injerencia de los acreedores internacionales y lograr
mejores condiciones de pago. Aquí, Brenta enfoca en los canjes de 2005 y 2010,
cuando Néstor Kirchner (2003-2007) y el Ministro de Economía, Roberto Lavagna,
lograron retirar 62,3 mil millones de dólares de deuda en default a cambio de títulos nuevos por 35,3 mil millones, un
adicional ligado al crecimiento del PIB y la reducción de deuda en moneda
extranjera. La reapertura del canje en 2010 puso en peligro el pago de la deuda
logrado anteriormente, sobre la plataforma de una crisis originada en el
comercio exterior, sumada a los efectos de la convulsión internacional del 2008
que provocaba una caída de las exportaciones y del PIB doméstico. Este segundo
canje puso en el centro de la escena a los llamados “fondos buitre” que,
encargados de comprar deuda en cesación de pagos a precios reducidos y exigir
cobrarla con plenos intereses acumulados, se acogieron bajo la figura del juez
Thomas Griesa. La confluencia de los intereses del gobierno estadounidense,
agentes financieros e interesados en el negocio de las emisiones, torció la
balanza a favor de la Argentina, que se refugió en el paraguas de la ONU, al
menos hasta 2015.
Por último, Brenta analiza el
reciente gobierno de Mauricio Macri asegurando que se inauguró una nueva etapa
de endeudamiento dirigido a eliminar el control cambiario y pagar a los fondos
buitre. La autora inserta esta lógica en relación a los alicientes norteamericanos
para integrarse a las cadenas de producción mundial en oposición al proyecto de
la seda chino, aunque paradójicamente los fondos destinados a infraestructuras
fueron disímiles. El levantamiento de las restricciones para las operaciones
financieras en moneda extranjera favoreció a sectores de las finanzas, aunque
en el 2018 una corrida y la profundización del ajuste, condujeron a la
colocación de deuda por 9 mil millones de dólares en bonos y el inevitable
regreso al FMI. La autora critica fuertemente
el desmantelamiento de los mecanismos de protecciones externos en un contexto
caracterizado por la caída de la producción, el empleo y el salario real
combinado con “tarifazos”, depreciación del peso, fuga de capitales, alza de
las tasas de interés e inflación.
Por su parte, el editor y
coautor de Endeudar y Fugar, Eduardo Basualdo, asegura que el
endeudamiento y la fuga de capitales han sido determinantes para la economía
argentina debido a sus inmediatas repercusiones. En los diferentes ensayos que
componen la obra, autores provenientes del Área de Economía y Tecnología de
FLACSO proponen analizar los cambios en el patrón de acumulación, las
negociaciones de la deuda externa y las transformaciones del Estado, con una
clave gramsciana de la dominación política.
Basualdo y Leandro Bona
analizan la deuda externa y la fuga de capitales entre 1976-2001, periodo en
que el modelo de acumulación se estructuró en torno a la valorización
financiera. Es decir, una dinámica que puede ser entendida como un endeudamiento
instrumentado en la renta financiera en detrimento de la productividad,
financiamiento desmedido a través de los organismos internacionales y la
transformación de un Estado subordinado a la nueva lógica de acumulación.
Andrés Wainer y Mariano Barrera
examinan las causas de la masiva fuga de capitales desatada en el año 2001
cuando el agotamiento de la Convertibilidad iniciara una etapa de
restructuración neoliberal. Los autores aseguran que durante el gobierno de
Fernando de la Rúa (1999-2001) se desarrolló una ruptura del bloque dominante
sobre el eje de la disputa por mantener el agotado modelo de valorización
financiera. La impotencia del gobierno y la crisis internacional proveniente
del sudeste asiático, viralizada en América Latina, contribuyeron a dilapidar
los intentos de la Alianza por contrarrestar la recesión.
Luego, tres apartados forman un
bloque de análisis de diferentes aspectos del ciclo kirchnerista. En el primero
de ellos, Basualdo y Pablo Manzanelli plantean un examen de los casi 13 años de
gobierno con una mirada multidisciplinar sobre las transformaciones políticas y
sociales que se desarrollaron con el fin de la valorización financiera y la
ruptura del bloque dominante desde 2001. La nueva etapa iniciada con la
experiencia kirchnerista, aseguran, significó la reivindicación de la “cuestión
nacional”, el pago de la deuda, el congelamiento de las tarifas públicas y los
“superávits gemelos” (fiscal y comercial) como estrategias para la reactivación
económica, el cambio de hegemonía y la convalidación de demandas populares. No
obstante, desde la inflexión del 2008 y con el recambio presidencial de
Cristina Fernández se optó por consolidar un Estado nacional y popular con un
mayor tutelaje estatal sobre los sectores populares permitiendo a los autores
hablar de un cambio en el tipo de Estado.
Wainer y Leandro Bona centran
su análisis en la fuga de capitales y el conflicto con los fondos buitre.
Partiendo del default argentino de
2001, los autores indagan en el bajo impacto que tuvo éste en el sistema
financiero internacional, así como en la aceptación de los canjes de la deuda
desde 2005, a pesar de las fuertes quitas que incluyeron. La magnitud de la
crisis socioeconómica del 2001, los acuerdos con la Administración de Fondos,
Jubilaciones y Pensiones (AFJP), el ascenso latinoamericano de gobiernos
progresistas y la atomización de acreedores son algunos de los argumentos que
esgrimen los autores para explicar el éxito en las negociaciones de 2005 y
2010.
Mariano Barrera y Bona entienden
que la difícil coyuntura del 2008 fue una plataforma apta para el
desenvolvimiento del conflicto con los fondos buitre y el riesgo de los canjes
acordados en 2005. En el contexto de los litigios en el gobierno argentino, así
como con el exterior, los autores enfatizan en los gravosos efectos de la
ingente masa de recursos girados al exterior y su impacto en la inversión
productiva a pesar de las quitas logradas. Así, la fuga de capitales ligada a
la dolarización de los portafolios del capital oligopólico articulada con las
disputas desatadas entre los fondos buitre, el gobierno estadounidense y el
argentino, manifestarían el agotamiento del modelo.
Finalmente, Basualdo,
Manzanelli y Mariana González abordan el ciclo cambiemita en dos partes: la
composición del bloque de poder y los efectos económicos producidos. Los
autores aseguran que los sectores dominantes ligados al capital doméstico
habrían accedido al poder mediante el sufragio democrático. De naturaleza
clasista, los hombres de negocios habrían marcado una ruptura respecto de la
composición política del ciclo pasado. El endeudamiento con fuga de capitales
al exterior constituye, aseguran, un eje central de análisis para indagar en un
nuevo cambio de régimen de acumulación. Las relaciones con los bancos
internacionales y los acuerdos de blindaje financiero de la nueva
administración intensificaron la “bicicleta financiera” fundando o refundando
un modelo de acumulación con una clara distribución del ingreso contra los
trabajadores.
Por su parte, el libro de
Esteban Mercante, un economista proveniente de la izquierda argentina, realiza
una crítica a la política al gobierno de Mauricio Macri (2015-2019). Sin
embargo, el autor parte de la crisis del 2001 como factor explicativo de las
condiciones en las que Cambiemos llegara al gobierno y sostiene que, aunque
radicalmente opuesto al “populismo” de izquierda que encarnaba el kirchnerismo,
Cambiemos construyó una imagen de añoranza del pasado económico de crecimiento
a “tasas chinas” ocurrido entre 2003-2008 entendiendo que un ajuste como el
producido entre 2001-2003 relanzaría a la Argentina a la prosperidad. El
argumento general es que la consolidación de sectores empresarios clave,
constituidos a lo largo de la historia reciente, formaron los principales apoyos
políticos de la coalición Cambiemos.
Así, Mercante subraya las
relaciones con una alta clase empresarial compuesta por figuras destacadas del management y, especialmente CEOs, como
base de apoyo político en Cambiemos. Al iniciar el gobierno, y tras un lema del
“sinceramiento” económico y de reintegración del país al mundo, Cambiemos
graduaba las políticas destinadas a favorecer a los sectores que lo apoyaron:
cierre del litigio con los fondos buitre, eliminación de las retenciones al
sector exportador y de las restricciones a la compra de dólares y
liberalización de las tasas de interés. Para Mercante el ímpetu reformista del
gobierno en el área económica sufrió un revés en 2017, cuando un nuevo esquema
de ajuste de las jubilaciones y asignaciones recibiera, a pesar de su posterior
aprobación parlamentaria, un rechazo popular que marcaría el ritmo del ajuste.
Posteriormente en abril de 2018
una corrida protagonizada por bancos y fondos de inversiones globales, que
miraban con cautela un endeudamiento público emitido en moneda extranjera,
atentó contra el modelo financiero y de ajuste general en el que avanzaba
Cambiemos. El autor expone una cronología de la crisis donde destaca los
factores más importantes de su desarrollo como el aumento de las tasas de interés
internacionales, la presión inflacionaria doméstica, la corrida contra el peso,
el dilema de la intervención en el mercado cambiario y los primeros acuerdos
que, ante la emergencia, condujeron al gobierno al FMI.
Luego se destacan las
imposiciones del FMI sobre la economía doméstica y cómo éstas operaron en las
variables de inversión, desarrollo, gasto público, etc. Mercante argumenta que
los impulsos del organismo por acelerar el ajuste y cerrar las cuentas fiscales
del Estado llevaron, incluso, a aceptar políticas contrarias a las del staff del Fondo, como volver a las
retenciones, aumentar la carga impositiva o aceptar cierto control del mercado
cambiario.
Casi al final se examinan las
estrategias de desarrollo de los partidos mayoritarios, Cambiemos y el Frente
Para la Victoria (FPV), bajo la principal hipótesis de que, a pesar de las
diferentes fracciones del capital que los apoyaron, ninguno generó alternativas
de desarrollo nacional capaces de superar al periférico capitalismo argentino.
En esta línea, caracteriza a la coalición Cambiemos como aperturista y
económicamente centrada en sectores primario-exportadores que añoraban al
capitalismo chileno y australiano, de los que sin embargo no se describen
diferencias ni posibles homologías, como textura de un proyecto socioeconómico.
Con respecto al FPV se señala la hipótesis de que los tres kirchnerismos
fallaron en generar cambios estructurales en la economía, tomando solo la
debacle de la inversión como una de las principales variables de la falta de
innovación. La conclusión del autor es que la ideología del desarrollo
“burgués” portada por una aparente clase capitalista homogénea e in-distinguida
para ambos proyectos determinó el ciclo de desarrollo desde la crisis del 2001.
Finalmente, Mercante formula un
conjunto de conclusiones tendientes a arrojar recomendaciones para “Salir del
Fondo”. Uno de los argumentos es que superar las relaciones de explotación
internacional que involucran al FMI demandan disolver el vínculo de todos los
compromisos con el organismo mediante el quiebre de los entramados legales y
jurídicos que lo sustentan. Por otro lado, entiende que la reforma financiera
implementada por el gobierno de facto en 1977 actúa como la principal causante
de un sistema que vulnera la estabilidad y el desarrollo con una excesiva
desregulación que alimenta la especulación en detrimento del crédito productivo
por lo que sería de primer orden reformular dicho sistema. Por último, se
denuncia estadísticamente la concentración del comercio internacional y la
apropiación de divisas por un pequeño conglomerado económico agropecuario,
automotriz y metalúrgico, en aras de que las estructuras del Estado ganen
posiciones y reduzcan el poder de veto de estos actores sobre la política
doméstica y, en definitiva, sobre el desarrollo nacional.
Ha de observarse que, tanto
para Brenta como para Basualdo, la dictadura de 1976 es un punto de partida
para entender los problemas de endeudamiento y fuga de capitales en Argentina
sea porque se consolida la dinámica de la valorización financiera o por los
inéditos niveles de endeudamiento desatados en aquel entonces. No obstante,
para Mercante, la respuesta se encuentra en una continuidad del “proyecto
burgués” desde la crisis del 2001, donde la clase capitalista conduce el modelo
de desarrollo. Al respecto de esta última, los dos primeros consideran que
dicha crisis representa de alguna forma el quiebre de un modelo de valorización
financiera o rentístico financiero y la posterior reestructuración de un modelo
económico a nivel doméstico. Sin embargo, Mercante entiende que se trató de una
crisis posneoliberal regional que dio a luz a movimientos progresistas que, en
el caso argentino, sentó las condiciones en las que Cambiemos asumiera el poder
en 2016, en íntima relación con el surgimiento del kirchnerismo de cual se
entiende que es una suerte de germen.
Mientras que Brenta y Basualdo
destacan las quitas en las negociaciones de la deuda externa con los acuerdos
de 2005 y 2010 como parte de una coyuntura internacional que favoreció al
modelo de progresista del kirchnerismo y que luego retrocedió con el ascenso de
Cambiemos, Mercante prácticamente no hace menciones a los acuerdos mencionados.
Así, margina a los mismos como parte importante de las relaciones argentinas con
los organismos financieros internacionales y los acreedores externos quizás
porque el argumento del autor gira en torno a un problema de continuidades
entre las fuerzas políticas y más generalmente de la clase capitalista.
En Endeudar y Fugar se
caracteriza al ciclo kirchnerista como una experiencia de construcción de un
nuevo bloque dominante donde se reivindicó lo nacional y se promovieron
determinadas demandas de los sectores populares en un marco de prosperidad
económica que mostró una inflexión en el 2008, aunque sin retroceder en sus
iniciativas. Sin embargo, Mercante destaca que el kirchnerismo funda sus bases
sobre la misma burguesía industrial y agroexportadora favorecida desde 2003 por
un ajuste doméstico inédito y un contexto internacional de altos precios
internacionales de los commodities. Así y todo, para el primero el
modelo económico puede ser caracterizado como distinto, por una dinámica al
margen de la estructura de dominación, mientras que el segundo acentúa las
continuidades argumentando que la base social sería la misma.
Ya entrados en el análisis
cambiemita, Basualdo analiza el primer año de gestión advirtiendo la naturaleza
clasista, el cambio de las alianzas internacionales y cierta alteración en la
continuidad del régimen de acumulación con el aumento en las tasas de
endeudamiento y fuga de capitales, factores que permiten a los autores
describir un cambio sustancial. Brenta, en general, comparte el argumento de
que se produce un cambio consustancial capitalista pero, Mercante, aunque
también destaca la composición de las elites que apoyaron a la coalición,
difiere como ya se dijo al enfatizar las continuidades de la clase capitalista
que desde el 2015, a través de un proyecto político específico, llegaban para
favorecer al conjunto de la misma.
Los tres libros ofrecen
importantes argumentos y puntos de análisis para pensar en el desarrollo
nacional, las elites políticas y económicas y el devenir del capitalismo
argentino. No obstante, es posible advertir que existen diferentes miradas en
torno a la naturaleza de los fenómenos políticos entre los intelectuales de
FLACSO y el vocero de la izquierda, Mercante, mientras que Brenta, a pesar de
su postura crítica hacia la ortodoxia, se limita a señalar la insustentabilidad
de las políticas económicas. Creemos que pensar en las relaciones que la
Argentina ha construido con el FMI, especialmente desde 1976, es una necesidad
de primer orden. En este sentido, si bien los autores examinan con rigurosidad
las diferentes etapas de la política económica, se necesita formular propuestas
claras que apelen como punto de partida a las bases actuales de la estructura
económica de la Argentina y las posibilidades futuras de que el país gane
márgenes de desarrollo autónomo. Quizás estos libros, a pesar de sus
diferencias, contribuyan a abrir un espacio para comenzar a hacerlo.