Entre la historia, la política y las aulas: reflexiones sobre la trayectoria de Emilio Ravignani. 

Por PABLO BUCHBINDER

Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani Universidad de Buenos Aires/  Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (UBA/CONICET)

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Buenos Aires, Argentina.

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 13, N° 25, pp. 44-72

Enero- Junio de 2020

ISSN 1853-7723

Fecha de recepción: 06/4/2020 - Fecha de aceptación: 06/07/2020

 

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar la trayectoria política y universitaria de Emilio Ravignani articulándola con su itinerario como actor universitario.  Se estudia su visión de la vida política argentina y de los cambios en la Universidad durante la década de 1930, focalizando en su posición frente a la abstención electoral del partido radical y ante las consecuencias de la reforma universitaria de 1918.

 

Palabras Clave

Emilio Ravignani – Universidad – Política – Trayectoria – Argentina.

Between History, Politics and classrooms: reflections on Emilio Ravignani’ trajectory

Abstract

The aim of this article is to analyse the political trajectory of Emilio Ravignani, in relation to his career as a university professor. His vision of the Argentine political life and the changes in the University during the 1930s are studied, focusing on Ravignani's position in the face of the electoral abstention of the Radical Party and in view of the consequences of the 1918 university reform. 

 

Keywords

Emilio Ravignani – University – Politics – Trajectory – Argentina.

 

 

Entre la historia, la política y las aulas: reflexiones sobre la trayectoria de Emilio Ravignani

Introducción

En diciembre de 1946, Emilio Ravignani debió abandonar sus cargos como profesor universitario que ejercía desde los años veinte en las Facultades de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De esta manera terminó su larga trayectoria en las instituciones de enseñanza superior de la Argentina que había incluido no sólo el ejercicio de cargos de profesor en las áreas de Historia Constitucional Argentina y de Historia Americana –además había sido profesor en el Instituto Nacional del Profesorado- respectivamente sino también el desempeño de diversas responsabilidades en puestos y organismos de gobierno universitario. Por un tiempo breve continuaría sus tareas académicas y universitarias en el Uruguay.

Ravignani no era por entonces una figura conocida sólo por su papel como destacado profesor universitario. Era, además, un actor influyente en la Unión Cívica Radical (UCR). Había sido elegido diputado nacional por este partido en 1936 -cargo para el que había sido electo nuevamente en 1940 y 1946- y también había presidido su Convención Nacional, organismo que fijaba la línea partidaria, programática y que proclamaba a los candidatos a los cargos electivos, entre ellos el aspirante a la Presidencia de la Nación. Además, Ravignani contaba con un vasto prestigio como historiador. Su papel, en este último sentido, no se limitaba sólo a la investigación específica que había cristalizado en una serie amplia de escritos académicos y de divulgación sino también a su función como organizador de esta actividad en la condición de Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Por supuesto, el papel central que la historia desempeñaba en la construcción de la conciencia e identidad nacional en la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX conllevaba para los cultores de la disciplina una responsabilidad no sólo académica sino también esencialmente política. La triple función de político, autoridad universitaria e historiador hace del estudio de su figura un espacio particularmente útil para comprender los vínculos entre las tres funciones en la Argentina de la primera mitad del siglo XX.

Ravignani ha sido el centro de varios estudios en los últimos años. Beatriz Martínez (1987: 35-65) analizó sus ideas historiográficas y procuró mostrar la forma en que recepcionó la obra de historiadores europeos como Benedetto Croce. Un trabajo más reciente de Noemí Girbal (1996: 207-233) exploró particularmente su intervención en la Academia Nacional de la Historia de la que fue conspicuo miembro desde 1931. Nora Pagano y Miguel Galante (1993: 45-77) analizaron su labor en la dirección del Instituto a partir de una comparación con las tareas que se llevaron a cabo simultáneamente desde la Junta de Historia y Numismática Americana, convertida luego en la Academia Nacional de la Historia. Hace ya más de 60 años, poco tiempo después de la muerte de Ravignani acaecida en 1954, Ricardo Caillet Bois (1957: 238-277) publicó un estudio bio-bibliográfico que recorrió su extensa carrera académica y su obra historiográfica. Por otra parte, en ensayos tempranos intenté esbozar un perfil de esta última vinculándola con su lectura de los problemas de la política argentina. Publiqué dos trabajos que indagaron en estas cuestiones en dos coyunturas históricas distintas, la de los años ‘20 y la del ascenso del peronismo (Buchbinder 1993: 79-112; 2001: 139-168). En un trabajo posterior analicé brevemente su itinerario en el Uruguay (Buchbinder, 2016: 101-110).

Este trabajo se construye desde una perspectiva algo distinta y también menos explorada ya que su obra historiográfica pasa a un segundo plano. El propósito del artículo consiste en proponer algunas vías para analizar su papel en la vida política articulándola con su trayectoria como actor universitario. Es entonces en el cruce entre vida universitaria, acción e ideas políticas, donde se plantearán los interrogantes que sostienen este trabajo. El propósito del artículo consiste en profundizar en el estudio de las ideas de Ravignani en torno al funcionamiento de la vida política argentina y la evolución de la Universidad en particular durante la década de 1930. Tratamos aquí, además, de desentrañar los hilos que unen su visión de la política con la del mundo de las casas de altos estudios. Los modos en que nuestro personaje articuló su actuación en ambas esferas constituyó uno de los ejes centrales de nuestro trabajo.

 

Los inicios de una carrera académica y política

Emilio Ravignani nació en Buenos Aires en enero de 1886. Hijo de inmigrantes italianos realizó estudios primarios y secundarios en esa ciudad. Los últimos los llevó a cabo en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Luego siguió en la Facultad de Derecho y casi simultáneamente ingresó en la de Filosofía y Letras. Si bien no tenemos registros tempranos de su participación política en la primera de estas instituciones sí, por el contrario, poseemos algunos relativos a su inserción en la segunda. Ravignani figura en 1905 junto a Roberto Giusti y Alfredo Bianchi (creadores de la revista Nosotros) entre los fundadores del Centro de Estudiantes de la institución. Los Centros de Estudiantes de la UBA surgieron durante la primera década del siglo y sus primeras movilizaciones tuvieron una incidencia fundamental en el proceso de reforma de los estatutos de esta casa de estudios de 1906. Aunque en sus primeros tiempos los Centros se concentraron en reclamos de naturaleza gremial fueron también ámbitos en los que figuras más tarde relevantes de la vida pública llevaron a cabo sus primeras experiencias políticas. El aprendizaje de los modos de argumentar, de la exposición en público, de la negociación, constituyeron prácticas cotidianas de los dirigentes estudiantiles de la época que serían particularmente útiles en sus carreras políticas posteriores.

Darío Cantón (1964) y Marcela Ferrari (2008) más recientemente han subrayado el peso decisivo que las universidades cumplieron en la preparación, selección y formación de las élites políticas. Ferrari ha destacado que, entre el personal político, sobre todo parlamentarios y electores entre 1916 y 1930 de la provincia de Córdoba, un 45% tenía título universitario. Un 35% de los bonaerenses compartía esa condición. El 70% de los diputados cordobeses era universitario y en la provincia de Buenos Aires ese porcentaje se elevaba a un 75%. Es presumible que el personal político de la ciudad de Buenos Aires, sede de la principal casa de altos estudios del país en términos del número de estudiantes compartiese esa condición. Tanto Cantón como Ferrari han señalado que las facultades que mayor incidencia tenían en la formación y socialización de las élites políticas eran las de Derecho.

Ravignani no fue una excepción en ese sentido. Los estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales donde se recibiría de abogado y Doctor en Jurisprudencia en 1909 fueron fundamentales en su trayectoria por varios motivos. Allí conoció a Agustín Matienzo, con quien forjó una sólida amistad. Agustín era hijo de José Nicolás Matienzo, prestigioso jurista y figura de gran influencia en el ámbito de la UBA y de la vida política argentina. Matienzo padre sería además designado Decano de la Facultad de Filosofía y Letras en 1906. Ravignani se incorporaría, por recomendación de uno de sus profesores en esta institución, Clemente Fregeiro, a las tareas de investigación a partir de la indagación y recopilación de documentos en distintos archivos locales. En la Sección de Investigaciones Históricas de la Facultad que había sido fundada en 1905, en el marco de un intento de las autoridades de la institución por incentivar los estudios en ese campo, desarrolló distintas tareas de naturaleza científica. Participó además en las primeras publicaciones del organismo, y en 1915 fue designado Encargado de Investigaciones.

Durante toda la década de 1910 llevó a cabo diversas actividades académicas en Filosofía y Letras. Paralelamente, luego de recibirse de abogado inició su actividad profesional en un estudio compartido con Agustín Matienzo. Aparentemente tuvo alguna participación en el movimiento reformista de 1918, aunque probablemente por entonces ya llevaba casi una década como graduado. Fue, de todos modos, a lo largo de su vida un defensor de la tradición reformista en el mundo universitario aunque no con el entusiasmo de correligionarios algo más jóvenes como Gabriel del Mazo. Pero es indudable que los aires de la Reforma en su caso, como en el de otras figuras de su generación, facilitaron el desarrollo de una exitosa carrera académica. En 1920 fue designado profesor titular de Historia de América en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en 1923 de Historia Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP. En ese mismo año 1920 fue nombrado director de la Sección de Investigaciones Históricas de Filosofía y Letras que -poco más tarde- se transformó en el Instituto de Investigaciones Históricas. Paralelamente, como señalamos, ejerció tareas docentes en el Instituto Nacional del Profesorado. En cambio, su vinculación con la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA fue episódica y marginal.

 

La construcción de una carrera política: Emilio Ravignani y las estrategias de la Unión Cívica Radical

Podemos inferir que el ingreso de Ravignani como estudiante a la UBA y en particular a la Facultad de Derecho, lugar tradicional de reclutamiento y sociabilidad de las élites, fue fundamental en la construcción de su propia carrera política. El vínculo con los Matienzo parece en ese sentido haber tenido un peso decisivo en su trayectoria. En este contexto la pregunta por la vinculación con la UCR aparece como un problema central. Los tiempos de esta relación plantean algunos interrogantes. Según lo que él mismo habría revelado, ese vínculo databa de la época de estudiante secundario, pero fue luego de la Reforma Universitaria el momento en que se fortaleció. Sin embargo no parece haber tenido durante los primeros años ‘20 una inserción plena ni una participación política activa en el partido. Tampoco parece haber sido identificado públicamente como radical. En su archivo personal hay una carta del año 1921 de una agrupación denominada “Obreros Unidos” en donde se le solicitaba que “dado el feliz caso de que Ud. no perteneciera en la actualidad a ningún Partido Político, ni que tenga tampoco simpatía por agrupación alguna, tendríamos mucho honor en tenerlo entre nosotros”.[1]

De todas formas, un año después de esta comunicación, en 1922 fue designado Secretario de Hacienda y Gobierno de la ciudad de Buenos Aires siendo entonces Carlos Noel Intendente y Marcelo T. de Alvear presidente de la Nación. Pero cabe recordar aquí que el gobierno de Alvear no se caracterizó por su lazo estrecho y directo con las organizaciones partidarias de la UCR que permanecieron mucho más cercanas a Hipólito Yrigoyen. Alvear construyó su red de apoyos en base a figuras prestigiosas y notables de la vida institucional argentina. Entre ellas convocó a José Nicolás Matienzo, quien fue designado Ministro del Interior. Parece también haber sido central la gestión de este último para la promoción de la carrera política de Ravignani en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires.

A finales de los años veinte era sí ya conocida su condición de dirigente radical. Pero fue desde los ‘30 que forjó lo esencial de su carrera política. Desde entonces asumió una militancia activa. El escenario principal en el que desarrolló su actividad partidaria fue el Comité Capital de la UCR. Su compromiso con el partido coincidió con el de otras figuras como Ricardo Rojas o Arturo Capdevila que por entonces se incorporaron a la vida política en el ámbito del radicalismo. Con el primero de ellos Ravignani compartiría el espacio académico de la Facultad de Filosofía y Letras. Durante estos años se convirtió además en una de las figuras más prestigiosas de la política de la ciudad. A principios de 1932 fue elegido presidente de la Convención Nacional del partido y miembros del mismo junto a otras agrupaciones lo proclamaron candidato a la Presidencia de la UNLP primero y a Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la misma institución más tarde. En mayo de 1936, luego de triunfar en comicios internos fue electo diputado nacional por la Capital y un año después designado apoderado general del Comité Capital del partido. En la Cámara de Diputados tuvo una activa participación. Integró las comisiones de Negocios Constitucionales y la de Comunicaciones. Intervino activamente en los debates sobre la ley de teléfonos y en la relativa a la coordinación de transportes urbanos. También tuvo una activa participación, entre otros, en los debates sobre violación de privilegios parlamentarios, de reforma de los programas de enseñanza de la historia y en el mismo año 1936 en la discusión sobre la intervención a la provincia de Buenos Aires. Más adelante sería uno de los protagonistas del debate sobre las concesiones de las empresas eléctricas de la Capital Federal.[2]

Construir un argumento que permita articular en cualquier figura pública y en particular en Ravignani sus perspectivas como historiador con sus posicionamientos en torno a los problemas de la política nacional y su visión de los problemas universitarios es particularmente complejo y se presta a diversas conjeturas. En el caso de Ravignani, su relación con un grupo de juristas, estudiosos del derecho político y constitucional (cuyas figuras más prominentes fueron probablemente José Nicolas Matienzo y Rodolfo Rivarola) puede situarse en el centro de esta constelación. La mayoría de estos juristas como también Ernesto Quesada o Juan Agustín García, activos particularmente en los debates públicos en torno al Centenario, compartían una perspectiva crítica del orden político argentino centrado en el cuestionamiento a la transgresión sistemática por parte de la mayoría de los actores de las normas que regían el orden institucional y de los valores republicanos. El cuestionamiento a las prácticas políticas cotidianas, a la falta de vigencia de las instituciones liberales expresada, entre otros aspectos, en el falseamiento del voto, en la ausencia de partidos orgánicos o en la violación del sistema federal constituyeron algunos de los aspectos básicos que orientaron sus razonamientos. Al mismo tiempo algunas de estas figuras, entre las que es posible incluir al ya mencionado José Nicolás Matienzo, unieron sus preocupaciones por la Reforma Política con la de la Reforma Social, sobre todo en los primeros años del siglo XX (Zimmermann, 1994: 17-29). Fue mucho más fuerte, posiblemente también, la inserción de estas figuras en la Universidad Nacional de La Plata o en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA que en la de Derecho porteña. Esta última nucleó, por un lado, a gran parte del sector conservador que tuvo una presencia destacada en el elenco político de la Concordancia. Es el caso, entre otros, de quien fuera más tarde Decano de la institución, Ramón Castillo, a cargo provisoriamente de la Presidencia de la Nación desde 1940 y en forma definitiva a partir de 1942. Pero, por otro lado, también esta Facultad congregó, en particular desde el período posterior a 1918 a un grupo numeroso de juristas vinculados algunos de ellos a sectores de izquierda del radicalismo o del socialismo, que ejercieron una oposición sustantiva a los núcleos conservadores antes mencionados. Entre ellos podríamos incluir a Florentino Sanguinetti, Carlos Sánchez Viamonte o Julio V. González. Aun cuando en más de una etapa de su trayectoria política Ravignani confluyó con ellos en algunas iniciativas, se mantuvo también equidistante en múltiples aspectos relativos a sus posicionamientos ante la política nacional y en el debate universitario.

La década del ‘30 tuvo un comienzo complicado para Ravignani como también para muchos dirigentes radicales del período. Las autoridades de facto que llegaron al gobierno con el golpe militar del 6 de septiembre de 1930 lo despojaron, cuando intervinieron la universidad en el mes de diciembre, de su cargo de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Además fue detenido, conducido al Departamento de Policía e interrogado sobre su participación en supuestos movimientos “subversivos”. La detención motivó una posterior nota de protesta elevada ante el entonces Ministro del Interior, Matías Sánchez Sorondo. Allí Ravignani sostuvo que sólo había intervenido en acción de propaganda pública dentro de su partido. También intentó diferenciarse de cualquier intento de uso de la fuerza o de la violencia para oponerse al orden vigente. En ese sentido aclaró que su intervención no había estado orientada por otro propósito “que el de disciplina partidaria, tratando de convencer a la opinión para que se preparase a concurrir a las urnas, respetando las leyes y decisiones del gobierno: de esta forma he creído que contribuía serenar los espíritus y a la pacificación general”.[3] Ravignani fue un firme opositor a las propuestas del gobierno de Uriburu en materia de reforma constitucional y de restricción del derecho del sufragio. También se opuso a los primeros ensayos de reforma del gobierno de Agustín P. Justo en esa misma dirección sosteniendo que no era posible que éste asumiese iniciativas de esa naturaleza habiendo sido electo por un porcentaje reducido de votantes. En este contexto denunció con fuerza la difusión por parte del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública del Gobierno provisional de cifras exageradas de analfabetismo. Esta difusión, sostuvo, sólo tenía como propósito justificar los intentos de introducir el voto calificado.[4]

Sin embargo, con el paso del tiempo los vínculos con funcionarios de este gobierno se volvieron mucho más cordiales, aun conservando diferencias políticas que hizo públicas en más de una oportunidad. Es posible observar, a partir de una somera revisión de la documentación conservada en su archivo personal, los lazos estrechos que siguieron vinculando a Ravignani en los años treinta con los funcionarios de los gobiernos conservadores que detentaron el poder hasta el golpe de junio de 1943. Probablemente, esas relaciones tuvieran su origen en la experiencia común con muchos de ellos en las estructuras de los gobiernos radicales de 1916 a 1930, en particular en el período en que Marcelo T. de Alvear fue presidente de la República. Esos vínculos compartidos también con otros dirigentes de la UCR se extendían hasta el mismo presidente de la Nación Agustín P. Justo -Ministro de Guerra durante el gobierno de aquel- por otra parte, un conocido aficionado a la historia. La pasión común y el interés por la disciplina constituyeron seguramente un ámbito de confluencia de intereses para ambos. Ravignani reconoció y agradeció en alguna de las publicaciones del Instituto que dirigió entre 1920 y 1946 la intervención de Justo para que el organismo pudiese reanudar sus “tareas editoriales” luego del recorte de fondos provocado por el impacto de la crisis de 1930 en la Argentina y, en especial, en el mundo universitario. El apoyo de Justo fue central para que Ravignani fuese integrado a la Comisión que se creó con motivo del cuarto centenario de la Fundación de Buenos Aires o para que el Instituto recibiese la representación del Gobierno Nacional ante el II Congreso Internacional de Historia de América. Probablemente ese vínculo incidió también para que recibiese la correspondencia oficial entre San Martín y el Marqués de Torre Tagle con el propósito de publicarla. Tal vez también incidiese Justo en formalizar su incorporación a la Junta de Historia y Numismática Americana, convertida luego en Academia Nacional de la Historia.

En este sentido, también es importante destacar el respaldo que el gobierno de Justo otorgó a la empresa editorial más importante desarrollada por el Instituto a lo largo de su historia, como fue la publicación de la extensa compilación documental titulada Asambleas Constituyentes Argentinas, cuyos primeros tomos aparecieron en 1937. Se trata de una obra monumental compuesta por casi una decena de volúmenes de varios cientos de páginas que fue distribuida en gran parte de modo gratuito. Los tomos se editaron entre finales de los años treinta y principios de los cuarenta. Sostenía Ravignani entonces: “A partir del año 34, gracias a una decisión del EXCMO Señor Presidente de la República que nos ha repuesto en buena parte, los recursos disminuidos desde 1931, pudimos dar nuevos impulsos a las tareas editoriales”.[5] En octubre de 1935 fue designado miembro de una comisión oficial encargada de la revisión de los textos de historia y geografía. En este marco y consecuente con posicionamientos políticos sostenidos en otros ámbitos, Ravignani manifestó sus reservas frente a la orientación nacionalista que algunos sectores políticos procuraban imprimir a los planes de estudio de Historia, aparentemente también por intervención de Justo. En este sentido llegó a señalar en carta a Enrique de Gandía que en el Instituto “no orificamos ninguna carie, ni hacemos alegatos en pro de intereses nacionalistas determinados”[6]. Condenó entonces sobre todo las tendencias nacionalistas y de reivindicación cerrada de la tradición hispánica y católica que se volvieron cada vez más corrientes durante las primeras décadas del siglo XX. Estas perspectivas habían impregnado también el discurso de diversos grupos nacionalistas de extrema derecha con los que nuestro personaje se enfrentó en más de una ocasión tanto en el mundo político como en el universitario.

 

Contra la abstención electoral

Como señalamos anteriormente, en los años ‘30 Ravignani desarrolló su carrera política en el seno de los sectores alvearistas del Partido Radical. El gobierno de Uriburu había resuelto vetar la candidatura de Marcelo T. de Alvear y Adolfo Güemes a la presidencia y vicepresidencia de la Nación en noviembre de 1931. Esto llevó a que los organismos de conducción de la UCR decidiesen abstenerse de participar en las elecciones lo que provocó, especialmente en algunos distritos como el de la Capital Federal, una notable merma en su influencia política. La derrota de los movimientos conspirativos llevados a cabo por sectores radicales en los primeros años de la década de 1930 provocó que el debate sobre la estrategia electoral del partido tomase nuevo impulso. Mientras un grupo afín al yrigoyenismo postulaba el mantenimiento de la abstención otros, de raíces antipersonalistas, pugnaron por reintegrar al partido al ámbito de la competencia electoral. Esta posición fue respaldada por Alvear, ya líder de la UCR desde principios de los treinta. Uno de los ejes de la actividad de Ravignani dentro del partido estuvo constituido, justamente, por su defensa de las posturas concurrencistas. En carta a Carlos Noel señalaría que en todo el país se notaba un movimiento en pos de la participación en la actividad político-electoral. Agregaba entonces “ si no se interviene oportunamente corremos el riesgo de provocar una crisis seria en la cohesión social del partido”.[7] Al mismo tiempo rechazó con firmeza todo intento de apelar a las Fuerzas Armadas para avanzar en la modificación de la situación política. Su posición a favor del levantamiento de la abstención se fundaba en la idea de que las masas podían caer en manos extremistas si el partido no reveía su posición al respecto.

Seguramente los posicionamientos políticos de Ravignani, tendientes a revisar las posturas abstencionistas encontraban razones fundadas en convicciones profundas en torno a los caminos que debían orientar el funcionamiento de las instituciones en la Argentina como probablemente también en los ya mencionados vínculos personales y relaciones de amistad con personalidades del gobierno anudadas tanto en la vida política como universitaria y profesional que mencionamos en el pasaje anterior. Sectores relacionados con la Concordancia intentaron incorporarlo a sus filas justamente cuando comenzaron a constituirse impulsando la candidatura presidencial de Agustín P. Justo. En octubre de 1931, un Comité denominado “Unión Argentina pro-candidatura del general Agustín P. Justo” solicitó su adhesión.[8] Ravignani rechazó la invitación pero esto no impidió que conservase, como hemos señalado, estrechos vínculos con gran parte de los funcionarios del gobierno que asumió a principios de 1932 tanto como con el mismo Presidente. Las relaciones con Ministros, Secretarios y Subsecretarios como con el mismo Justo fueron utilizadas -como sostuvimos- para obtener recursos y apoyo para las actividades del Instituto pero también para atender las múltiples demandas de puestos en el estado que recibía periódicamente de amigos, colegas y correligionarios.

En este contexto podríamos destacar, además del vínculo con Justo, la amistad que lo unió con quien fue durante gran parte de estos años Secretario de Gobierno y Hacienda de la Municipalidad de Buenos Aires a mediados de los años ‘30, Atilio Dell Oro Maini y, obviamente, con quien fue durante este período Secretario General de la Universidad de Buenos Aires, Agustín Matienzo, además, como ya señalamos, su socio en el estudio jurídico. Los lazos de Ravignani se extendían, por otra parte, a muchos militares en actividad. Las relaciones que conservaba con funcionarios de distinto rango le permitían entre otros aspectos ubicar en puestos públicos, en especial dentro de la Municipalidad de Buenos Aires, a muchos conocidos y amigos que le solicitaban interceder con ese propósito. También le permitieron gestionar la reincorporación a la estructura del estado de aquellos que habían sido cesanteados o perseguidos por razones políticas luego del golpe del 6 de septiembre de 1930.

Por otro lado Ravignani mismo procuró conservar en términos amistosos no solo personales sino también institucionales y políticos su relación con Justo, tal como hemos observado en pasajes anteriores. En septiembre de 1933 el diario Noticias Gráficas le efectuó un reportaje. Las preguntas giraron entonces en torno a su visión del momento político y a la orientación que creía prudente aconsejar al gobierno y a los partidos políticos. Respondió entonces rechazando todo intento de violación de la Constitución nacional. Afirmó que Justo había hecho recientemente declaraciones de auténtica ortodoxia constitucional y electoral aunque no podía decirse lo mismo de algunas de las agrupaciones políticas que tenían presencia en el gobierno y el parlamento. Estas, a su vez, se dividían desde su perspectiva en dos grupos: las que eran respetuosas de la Constitución y las leyes y las que no lo eran. Sostenía entonces que la postura del radicalismo –insistía- había sido siempre muy clara “Pero los radicales nacionalistas puros queremos que se impida cualquier ataque al régimen constitucional, venga de los comunistas o de los fascistas”.[9]

El partido levantó la abstención, finalmente, en enero de 1935. Los radicales ganarían la elección en Capital en marzo del año siguiente. Las estrategias concurrencistas fueron particularmente fuertes en el Comité de la Capital al que pertenecía el personaje que nos ocupa. Sus integrantes se encontraban ante un electorado que podía optar tanto por socialistas como por socialistas independientes. La competencia con estos partidos y la posibilidad concreta de ganar las elecciones y fortalecer su presencia en el aparato administrativo y burocrático de la ciudad los impulsaba a defender las opciones contrarias a la abstención y a insistir en la necesidad de incentivar su participación en la arena electoral. En este sentido, es importante recordar que en las elecciones de 1934 para renovar autoridades partidarias, el eje de las controversias estuvo dado por la oposición entre abstencionistas y concurrencistas. La victoria de los primeros fortaleció el partido y posibilitó el ingreso de muchos de quienes se habían alejado en el período anterior (Persello, 2004).

Ravignani fue un actor relevante de la vida institucional de la UCR en estos años, lo que se expresó en su participación activa en actos públicos y en conferencias en el seno del partido, tareas realizadas paralelamente a su labor como diputado nacional. Mantenía un vínculo estrecho con los principales caudillos locales y dirigentes del radicalismo capitalino, en particular con Julián Sancerni Jiménez quien fuera, en alguna oportunidad, su opositor en las elecciones parroquiales. Por otro lado, es preciso señalar que a los fundamentos personales, políticos e ideológicos para levantar la abstención, que sostuvo con firmeza y entusiasmo, habría que agregar la importancia que, para la dinámica del radicalismo de la Capital, conllevaba el acceso a los cargos en el sistema administrativo o político formal. En este sentido, los documentos conservados en el archivo personal de Ravignani revelan su papel central como intermediario entre los funcionarios del gobierno que controlaban el acceso a los cargos públicos -en particular en el ámbito de las escuelas normales y colegios nacionales- y de quienes integraban o participaban de distinto modo en las estructuras del Comité Capital del radicalismo. Pero la intervención de Ravignani no se limitaba sólo a las gestiones para el acceso al empleo público. También fue fundamental para la obtención de recursos que posibilitasen sostener la estructura partidaria del radicalismo de la Capital. Los subsidios que se distribuían y votaban en el Congreso de la Nación eran fundamentales, en ese sentido, para el mantenimiento de Bibliotecas-que eran en realidad centros de actividad partidaria- para la transformación de los comités en centros de estudios políticos o para la conformación de periódicos vecinales, entre otros aspectos.

 

Las ideas

Era la defensa de los principios contenidos en la Constitución Nacional el que estructuraba, fundamentalmente, la perspectiva con que Ravignani miraba los problemas de la política nacional. Esta visión, centrada en la exégesis de los principios contenidos en la Carta Magna fue también la que orientó su obra como historiador en los años ‘20. A la vez, sus investigaciones sobre el tema estaban directamente vinculadas con su papel como Titular de la Cátedra de Historia Constitucional en la UNLP. En este sentido, su lectura de los problemas de la Argentina del siglo XX estaba fundada en un diagnóstico que partía de la presunción de que los problemas del país residían en sus prácticas políticas y en la discordancia entre éstas y lo establecido en las instituciones formales. La preocupación de Ravignani, entre otros aspectos, por el funcionamiento del sistema federal en los años ‘20 permite entrever una mirada crítica incluso del desenvolvimiento de esas instituciones durante los gobiernos yrigoyenistas (Buchbinder, 1993: 79-112). La preocupación por la vigencia de las instituciones republicanas y liberales, el respeto a los principios democráticos, el mantenimiento del pluralismo en el ámbito académico, constituyeron las bases que orientaron también su visión de la política en los años ‘30.

Como destacamos, el respeto y la fidelidad al orden legal sancionado por la Constitución de 1853 fue, seguramente, el principio que rigió las concepciones políticas de Ravignani durante aquellos años. Se trataba de ideas que estaban relacionadas directamente con sus concepciones sobre el pasado argentino. Entendía, en este sentido, que los problemas fundamentales del país se solucionarían con profundos cambios políticos que permitirían que las “admirables” instituciones básicas del país funcionasen de manera regular y sin limitaciones. El problema central de la Argentina no residía en deficiencias en su sistema económico, o en la escasa atención a las dimensiones sociales sino esencialmente en las distorsiones que afectaban a su vida política. En carta al historiador León Baidaff sostendría que no veía la solución a la crisis “mientras no se renueve la vida política, perturbada aún”.[10] Así, es posible advertir, a través de un análisis de sus declaraciones públicas, sus notas periodísticas o su correspondencia, la preocupación central por la defensa del sistema institucional argentino, el liberalismo político, los principios republicanos y la democracia.

Como ya señalamos, en 1930 Ravignani se opuso a una reforma de la Constitución impulsada por el Gobierno Provisional surgido del movimiento militar del 6 de septiembre de 1930. Los problemas de la Argentina, sostenía, no residían en sus fundamentales legales. Era necesario, en cambio, orientar “la conciencia ciudadana hacia el respeto a la ley”. En este contexto reivindicaba el papel de los partidos políticos que era quienes debían cumplir con esta función educativa. Insistía en que los fines de la Constitución no podía obtenerse con una reforma. De modo enfático, afirmaba que antes que reformar la Constitución era preciso inculcar entre los argentinos “principios de civismo auténtico” y evitar que se corrompa “la conciencia ciudadana, ni con demagogos repudiables, ni con pitanzas miserables que satisfagan únicamente el estómago”.[11]

Sus preocupaciones por el mantenimiento del orden constitucional se agudizaron a raíz del ascenso del autoritarismo en Europa desde los años ‘30. Su inquietud por el futuro de la democracia se acentuó notablemente a raíz del inicio de la Guerra Civil Española. En este sentido, manifestó en más de una oportunidad su preocupación en torno a la posibilidad de que sucesos de esta naturaleza se reprodujeran en la Argentina. En una carta de 1936 al historiador mendocino Edmundo Correas lamentaba que los argentinos no lograran entenderse “lealmente sobre la base de las libertades ciudadanas”, ratificando en ese sentido también “que en este momento grave no salvar a la democracia es una traición a la patria”.[12] En un sentido similar también le manifestaba al historiador español Francisco Quevedo su preocupación por los sucesos que tenían lugar en España y la necesidad de evitar que estos se trasladasen a la Argentina “no faltan botarates que quieren imitar los desvaríos extremistas de Europa”.[13]

Es probable advertir así cómo desde mediados de la década de 1930 la lectura de la política nacional comenzó a estar cruzada por la de los acontecimientos internacionales. En este contexto sus prevenciones ante los extremismos se hicieron frecuentes. Desde su perspectiva, Argentina debía evitar caer en el tipo de conflictos y enfrentamientos que asolaban a Europa. Sus convicciones en torno a la necesidad de defender el liberalismo y la democracia- compartidas ya entonces con la mayor parte del reformismo universitario -incluso con quienes habían optado por sostener posiciones más próximas a la izquierda del arco político- lo llevaron en 1936 a integrar un comité de ayuda antifascista que lideró el dirigente radical José Peco y del que era secretario general el militante comunista Ernesto Giudici.

Las cuestiones sociales o las que afectaban al mundo del trabajo, en cambio, ocuparon un lugar secundario y subordinado a las institucionales en el pensamiento y en el discurso de Ravignani. Es llamativo que el tema, aunque aparece con frecuencia en sus escritos, declaraciones o entrevistas de los años ‘30, lo haga en un lugar secundario. En noviembre de 1933 recibió la carta de un ciudadano argentino que vivía en Estados Unidos y que estaba vinculado al mundo académico y universitario de ese país. En su misiva, y contradiciendo los principios que orientaban la lectura que formulaba Ravignani de la realidad política del país le señalaba “No es solamente con un cambio político fundamental que la cosa se arreglará, como Vd. dice; lo que hace falta, más que todo es un cambio en la estructura económica de nuestro país”. Más adelante, y en relación directa al peso que la cuestión social tenía en el programa radical, este mismo personaje le señalaba: “Creo sinceramente que mientras los dirigentes de la UCR sigan anteponiendo el problema político al problema social argentino no puede augurársele al partido un gran porvenir”.[14] Pero esa misma inquietud era transmitida en más de una oportunidad a Ravignani por dirigentes radicales de la Capital. Inquietos ante la perspectiva de que los socialistas ganasen las elecciones en el distrito, subrayaban la necesidad de que los diputados del radicalismo hiciesen hincapié en los aspectos que hacían a la obra social y laboral de éste. Pero las perspectivas de Ravignani no se alteraron sustantivamente en relación con esta cuestión. La lectura del ascenso del peronismo se estructuró en función de su consideración en torno a la relación entre este movimiento y la transgresión a los principios de gobierno democrático y republicano. Fue este vínculo el aspecto central que orientó su lectura del proceso que llevó a la derrota electoral de la Unión Democrática, organización de la que participó activamente. En un texto anterior (Buchbinder, 2001: 139-168), hemos analizado los modos en que Ravignani articuló desde 1945, directa y estrechamente, un análisis del pasado histórico argentino con una lectura crítica de su presente. Este uso y articulación se explicaba posiblemente por el hecho de que sus juicios políticos no podían expresarse en forma pública y abierta desde entonces. Sus escritos sobre Rivadavia, del que lo había separado su papel en la tradición unitaria, buscaron ahora subrayar su defensa de los principios republicanos. El análisis de Artigas estuvo desde entonces cruzado por consideraciones similares. Ya no era el líder que se oponía a los intentos centralistas de Buenos Aires sino, fundamentalmente el que, frente al autoritarismo porteño, encarnaba tradiciones auténticamente democráticas.

 

La Universidad

Ravignani compartió sus actividades como abogado, como dirigente político y parlamentario con una dinámica participación en la vida universitaria tanto en el ámbito de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata como en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Podríamos subrayar una vez más que esa larga actividad se inició con su participación en la creación del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras en 1905. Ravignani desempeñó, entre otras funciones, la dirección del Instituto de Investigaciones Históricas de esta Facultad de manera casi ininterrumpida desde 1920 hasta 1946. Pero también fue Decano de la misma entre 1927 y 1930 y entre 1940 y 1943. Como ya destacamos, a fines de 1946 debió abandonar sus cargos en la universidad argentina en un contexto de desplazamiento masivo de docentes universitarios por vías distintas impulsado por el primer peronismo. Continuaría entonces su labor académica en Montevideo.

Una parte relevante de su actividad como dirigente universitario se realizó de manera paralela a su labor como diputado nacional. Durante estos años Ravignani fue un gestor y defensor entusiasta de diversas iniciativas vinculadas con la UBA a cuyos problemas prestó particular atención. Su archivo revela su interés y sus gestiones para finalizar los edificios universitarios, su intervención en los primeros proyectos de construcción de una ciudad universitaria porteña o su apoyo a los estudiantes de Ciencias Económicas que se oponían a que su título se equiparase con el de los contadores públicos provinciales. Por supuesto dedicó un espacio relevante de su actuación a la defensa de la Facultad de Filosofía y Letras y de sus egresados. Se interesó como parlamentario por las gestiones destinadas a dotar de un edificio propio a la Facultad y, sobre todo, lideró varias iniciativas para garantizar el reconocimiento de los títulos que emitía la institución en el acceso a los cargos en Escuelas Normales y Colegios Nacionales.

Ya hemos señalado la relevancia de su carrera universitaria a la hora de forjar amistades y vínculos profesionales y políticos con figuras destacadas de la vida pública. Por otro lado, cabe subrayar que ésta se inició en el contexto del movimiento de 1918. La mayor parte de su trayectoria se desenvolvió bajo el marco de la universidad reformista. En ese contexto fue designado no sólo profesor titular sino también director del Instituto de Investigaciones Históricas en 1921 y, luego, Decano. En 1943, en tiempos del golpe de junio ocupaba nuevamente ese último cargo. Incluso, unos pocos años antes debió asumir, durante un breve período, el Rectorado de la institución. A excepción del breve período uriburista y con avances y retrocesos, las prácticas y estatutos reformistas rigieron -con distintas variantes- durante la mayor parte de la etapa en la que ejerció sus principales responsabilidades institucionales y en las que se desempeñó como profesor.

Las instituciones reformistas expresaban un orden institucional democrático, plural y participativo que Ravignani defendió en más de una oportunidad. El reformismo expresaba y participaba de un sistema con el que Ravignani se identificaba en el ámbito nacional. Reflejaba además una orientación tendiente a garantizar la apertura de la universidad a nuevos sectores sociales. En 1929, en el momento de discutirse un aumento de salarios para los profesores cuyos ingresos estaban prácticamente estancados desde 1905, valoró positivamente los cambios que el movimiento de 1918 había provocado en la composición del profesorado. Recordó entonces que justamente en el año 1905 “las facultades eran gobernadas por academias que nunca se renovaban y que se integraban con los nombres más representativos de la política, de la banca, de las industrias”. Esta situación había sido modificada por la Reforma Universitaria que “ha abierto las puertas a hombres modestos por su origen y por su fortuna”. Por eso sostenía, “se hace más necesario arbitrar emolumentos equitativos para el profesorado que, en su mayoría, no ocupa la cátedra como simple ayuda de cotas o de figuración”.[15]

Cuando en los años veinte, como miembro del Consejo Superior de la UBA se vio obligado a intervenir a raíz de los conflictos en la Facultad de Derecho expresó también una perspectiva crítica de las orientaciones antirreformistas de los profesores de dicha institución. Vinculó además estas posturas con su origen social. En este sentido cuestionó la oposición a los principios del movimiento de 1918 y criticó el sabotaje cotidiano del que esas normas eran objeto en dicha Facultad. Los profesores de la Facultad de Derecho, señalaba, no comprendían la vida democrática y preferían referirse al principio de jerarquía en lugar del de representación. La jerarquía, por otra parte, implicaba para ellos subordinación incondicional. En ese sentido señalaba que las facultades desde 1918 ya no eran “confortables palacios en donde sus autoridades son dueñas sin controlar” y tampoco eran sucursales de un “club aristocrático”. Desde el más modesto hasta el “hijo de papa” tenían los mismos derechos y alcanzaban el éxito por igual” si eran “aptos”.[16]

Pero la reivindicación de la Reforma incluía otras dimensiones, como ya hemos subrayado en un pasaje anterior. La apertura y la posibilidad de llevar a cabo una carrera académica a estratos que hasta entonces habían estado marginados era uno de los factores que valoraba particularmente. En este sentido, Ravignani subrayó en más de una oportunidad el nuevo papel que los ordenamientos de la Reforma les habían otorgado a los profesores suplentes, situados hasta 1918 en un lugar marginal de la estructura académica. Al inaugurar como Decano los cursos del año 1929 sostuvo que estaba entre sus propósitos dignificar moral e intelectualmente a los profesores suplentes, y con ese objetivo había logrado que el Consejo Directivo sancionase una ordenanza que los obligaba a dictar un número mínimo de clases dentro del curso del profesor titular. Esto haría, subrayaba Ravignani, del paso de la condición de profesor suplente a titular “sólo un merecido ascenso en la carrera universitaria”.[17] Pero su valoración positiva de la Reforma, en este debate, alcanzaba también a las modalidades y formas de enseñanza. El fortalecimiento de las actividades de investigación, seminarios y trabajos prácticos era contemplado en este contexto. Finalmente, en un reportaje de los años ‘30 refiriéndose a la experiencia reformista, sostendría que ésta había “abierto las puertas de la Universidad permitiendo una renovación que nunca las gastadas y aristocráticas camarillas hubiesen tolerado”. En este sentido diferenció también la situación general de la universidad desde 1918 con la de la Facultad de Derecho, reacia a la renovación en base a la oposición de la mayoría de sus profesores provenientes de la clase dirigente del país.[18]

Con posterioridad a 1930, cuando sectores conservadores aspiraron a modificar de manera sustantiva el orden universitario a través de nuevos estatutos que restringieron el peso de las agrupaciones estudiantiles, Ravignani manifestó también su oposición. Defendió públicamente la vigencia del estatuto reformista sancionado en la UBA en 1923 bajo el gobierno de Alvear. Incluso en desacuerdo con la orientación conservadora imperante en la universidad, impulsó intensamente la participación activa de los profesores en los procesos de normalización. En 1931, en medio del conflicto entre reformistas y antirreformistas, respaldó la concurrencia a elecciones en la casa de altos estudios. En este contexto le comunicaba al Interventor de la Facultad de Filosofía y Letras su convicción en torno a la necesidad de evitar toda manifestación pública en disconformidad con las instituciones y que pudiese ser conducente a fomentar “el desorden”.[19]

Sin embargo, su visión en torno al modo en que las tradiciones y prácticas instaladas con la Reforma incidían en la vida universitaria contenía algunos matices y fue, además, modificándose a lo largo de los años. Sus últimas reflexiones, al menos las anteriores a la victoria del peronismo en las elecciones, revelan su postura en favor de la limitación de algunas prácticas derivadas de esa herencia en particular, las vinculadas con el peso creciente de los estudiantes en las decisiones académicas. Raíces de esta perspectiva es posible encontrarlas en sus primeros pronunciamientos públicos como autoridad universitaria. En el acto en que asumió por primera vez el Decanato aludió explícitamente a la cuestión. Allí señaló que había que evitar que la acción estudiantil fuese orientada por extraños y que se convirtiese en instrumento de aquellos que habían convertido la vida de estudiante en “profesión permanente”.[20] Mantendría Ravignani esta reserva frente al creciente poder de los estudiantes en la vida universitaria hasta el final de su trayectoria en el ámbito de la educación superior. En 1945, Salvador Dana Montaño (figura central en la vida institucional de la Universidad Nacional del Litoral) llevó a cabo una encuesta entre figuras destacadas del sistema universitario. Los interrogantes que sostenían la encuesta estaban relacionados, entre otros aspectos, con la necesidad de reformar los marcos normativos que habían organizado la vida universitaria desde finales del siglo XIX. En este sentido, Ravignani señaló la necesidad de que se mantuviesen en sus trazos principales los marcos legales establecidos por la Ley Avellaneda de 1885, en el contexto de los cuales se habían impuesto los estatutos reformistas. Afirmó la necesidad de fortalecer la actividad científica en las casas de estudios, respetar la libertad de cátedra y de pensamiento “siempre que no se afecte la moral, la religión católica, las instituciones políticas la tradición nacional”.[21] En este sentido, sostuvo que el gobierno de las Facultades y de las Universidades debía permanecer en manos del profesorado y debían reconstituirse los centros para que tradujesen las necesidades estudiantiles. Pero al mismo tiempo afirmó la necesidad de excluir a los estudiantes en la designación del profesorado, aspecto que había generado fuertes polémicas desde 1918.

 

Reflexiones finales

A lo largo de este texto hemos propuesto una serie de coordenadas para pensar la trayectoria política y académica de Emilio Ravignani. Hemos subrayado la relevancia de sus primeras experiencias universitarias en las facultades de Derecho y Ciencias Sociales y Filosofía y Letras en esa construcción y delimitado un espacio de actuación, centrado posteriormente en la última de estas instituciones y en la de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Un aspecto que hemos procurado destacar es el vínculo personal y político construido con José Nicolás Matienzo y, a través de él, con un conjunto de juristas y analistas de la realidad institucional de fuerte presencia en el período del Centenario que sostuvieron –además- una mirada crítica del orden político argentino fundado en la transgresión sistemática de los principios liberales y republicanos y de las normas derivadas de la constitución nacional.

Esta fuerte defensa y reivindicación de los principios constitucionales estructuraron su obra historiográfica pero también encuentran expresión en la intensa participación en el espacio del radicalismo de orientación alvearista durante los años treinta. Ravignani estructuró su discurso político como líder radical en base a la defensa de los valores democráticos. Se opuso al nacionalismo de derecha, a los sectores más intransigentes del catolicismo (al defender con vehemencia la educación laica) y también hizo sentir su voz oponiéndose a los intentos de introducir el sufragio calificado, a los de modificación sustantiva de la ley Saénz Peña y la Constitución Nacional. La denuncia del fraude electoral fue también un motivo que orientó su discurso a lo largo de los años treinta.

Pero su lugar en el sistema político no puede analizarse sin tener presente también los vínculos personales y redes establecidas en su trayectoria universitaria y en su experiencia política de los años ‘20 que incluían al mismísimo presidente de la Nación Agustín P. Justo. Tampoco pueden comprenderse sin tener en cuenta también el lugar institucional ocupado como director del principal instituto universitario dedicado a la práctica de la historia, una disciplina central en la construcción de la identidad y la conciencia nacional en los primeros años del siglo. La tensión en el intento de construir un perfil netamente opositor sin romper de modo definitivo con quienes detentaban los principales resortes del gobierno en esta etapa constituye una variable central para tener en cuenta en el estudio de su trayectoria. Su acción política, por otro lado, debe analizarse en la tensión permanente entre el intento de construir un partido sobre la base de principios políticos bien definidos y las prácticas prebendarias que ese mismo partido construyó en su intento de preservar posiciones para sus afiliados e integrantes en el apartado del estado. El dilema entre abstenerse y concurrir a las elecciones en los años ‘30, en el marco de las denuncias por fraude contra el oficialismo, no puede pensarse entonces solamente en términos ideológicos o políticos sino teniendo presente los modos de articulación entre militancia política, estrategias electorales y acceso el empleo público, característicos de estos años.

El cruce entre universidad y política constituye, finalmente, otra de las variables centrales en el análisis de su trayectoria. Su relación con las principios y postulados de la Reforma Universitaria conforma un eje fundamental para pensar esta relación. Ravignani fue un defensor del orden reformista. En alguna medida este expresaba en el ámbito de la enseñanza superior los valores democráticos y participativos que defendía en el orden de la política nacional. Esta defensa no excluía un conjunto de reservas en torno a algunos aspectos del impacto de la reforma en la vida universitaria, en particular a lo que consideraba una excesiva injerencia de los líderes estudiantiles en decisiones académicas como la elección de los profesores.

 

Referencias bibliográficas

Buchbinder, P. (2016). Argentine Historians in Exile: Emilio Ravignani and José Luis Romero in Uruguay (1948-1954). Storia Della Storiografia, 69, 1, 101-110.

Buchbinder, P. (2001). La historiografía académica ante la irrupción del primer peronismo: una perspectiva a partir de la obra de Emilio Ravignani. Investigaciones y Ensayos, 51, 139-168.

Buchbinder, P. (1993). Emilio Ravignani, la historia, la nación y las provincias. En Devoto, Fernando Devoto (Comp.). La historiografía argentina en el siglo XX (p. 79-112). CEAL: Buenos Aires.

Caillet Bois, R. (1957). Emilio Ravignani. Boletín del Instituto de Historia Argentina. Dr. Emilio Ravignani. Segunda serie, II, 239-277.

Cantón, D. (1964). El Parlamento Argentino en épocas de cambio. Buenos Aires: Editorial del Instituto.

de Privitellio, L. (2003). Vecinos y ciudadanos. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Ferrari, M. (2008). Los políticos en la república radical. Prácticas políticas y construcción de poder. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Girbal Blacha, N. (1996). Emilio Ravignani: entre la convivencia y el compromiso. Verdad histórica y acción política. Investigaciones y Ensayos, 46, 207-233.

López, I. (2018). La república del fraude y su crisis. Rosario: Prohistoria.

Martínez, B. (1985). Los fundamentos filosóficos de la Nueva Escuela Histórica a través de la polémica Ravignani-Carbia. Anuario de Estudios Americanos, 44, 35-65.

Pagano, N y Galante, M (1993). La Nueva Escuela Histórica: una aproximación institucional del centenario a la década del cuarenta. En Devoto, F. (comp.). La historiografía argentina en el siglo XX: CEAL: Buenos Aires. 45-77.

Persello, V. (2004). El Partido Radical: Gobierno y oposición, 1916-1943. Buenos Aires: Siglo XXI.

Zimmermann, E.(1994). Reforma política y reforma social: tres propuestas de comienzos de siglo. En Devoti, F. y Ferrari, M. .La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas 1900-1930. Buenos Aires: Editorial Biblos y Universidad Nacional de Mar del Plata.



[1] Carta del Partido Obreros Unidos a Emilio Ravignani, 4 de agosto de 1921 en Archivo de Emilio Ravignani (ARV), 3, foja 187.

[2] Sobre la política en los treinta en general véase el texto de I. López (2018) y en el ámbito específico de la ciudad de Buenos Aires, marco en el que desarrolló su carrera Ravignani, L. de Privitellio (2003).

[3] Carta de Emilio Ravignani a Matías Sánchez Sorondo, 11/12/1930, en ARV, 11, foja 143.

[4] Ravignani contesta al Presidente del C.N. de Educación, en Noticias Gráficas, 9 de marzo de 1931, en ARV, 91, fojas 371-373.

[5] Emilio Ravignani, “Introducción”, en Documentos para la Historia Argentina, Tomo XVI, Buenos Aires, 1933-1936, pp XV.

[6] Carta de Emilio Ravignani a Enrique de Gandía, 5/9/1932, en Libro Copiador del Instituto de Investigaciones Históricas (CIIH), Vol VIII, foja 285.

[7] Carta de Emilio Ravignani a Carlos Noel, S/F/ Circa 1933, en ARV, 22, Foja 160.

[8] La nota en Noticias Gráficas, 26 de septiembre de 1933, ARV, 17, foja 220.

[9] “Respuesta a una Encuesta de Noticias Gráficas”, en ARV, 20, foja 174.

[10] Carta de Emilio Ravignani a León Baidaff, 24 de marzo de 1933, en CIIH, VIII, foja 427.

[11] Escrito sobre reforma constitucional, Circa 1930 en ARV, 91, Fojas 371-373.

[12] Carta de Emilio Ravignani a Edmundo Correas, 17/8/1936, en CIIH, VIII, foja 139.

[13] Carta de Emilio Ravignani a Francisco Quevedo, 29/12/1936, en CIIH , VIII, foja 277.

[14] Carta a Emilio Ravignani (no se comprende la firma del remitente), 8/11/1933, en ARV, 21, foja 17.

[15] Emilio Ravignani, El Presupuesto de la Universidad de Buenos Aires, 1929, Buenos Aires: Imprenta de la Universidad. 1929, pp 14

[16] En ARV 91 circa 1927, fojas 102 a 104

[17] “Inauguración de cursos en la Facultad de Filosofía y Letras 1/4/1929, Archivos de la Universidad de Buenos Aires, Tomo IV, 1929, pp 81-83.

[18] Reportaje del Diario Noticias Gráficas, 24/4/1932, ARV, 18, foja 738.

[19] Emilio Ravignani, “Carta dirigida al Interventor de la Facultad de Filosofía y Letras, Dr. Carlos Obligado el 11 de mayo de 1931 con motivo de los comicios universitarios”, en La Vanguardia, 13/5/1931, Reproducido en Boletín del Instituto de Historia Argentina E. Ravignani, Serie II, N 2,1957, pp 462.

[20] Transmisión del Decanato de la Facultad de Filosofía y Letras. Discurso del Dr-Emilio Ravignani, en Archivos de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Tomo II, 1927, pp 528-534.

[21] “Esquema de respuesta. Dr. Emilio Ravignani”, en El Problema Universitario Argentino. Bases para su solución, Buenos Aires, Ediciones Colmegna, 1945.