TEORÍA DEMOCRÁTICA POPULISTA DE LACLAU Y SUS
LIMITACIONES: ANALIZANDO AL POPULISMO COMO UN EJERCICIO DE PODER GUBERNAMENTAL
ENRIQUE PERUZZOTTI
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. (CONICET)
Universidad Torcuato Di Tella.
(UTDT)
Buenos Aires, Argentina
PolHis,
Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 14, N° 27,
pp. 68-98
Enero- Junio
de 2021
ISSN
1853-7723
Fecha de recepción: 14/11/2020 - Fecha de aceptación: 06/07/2021
Resumen
El
artículo analiza algunas de las limitaciones de la teoría democrática del
populismo actual a partir del análisis de su más destacado exponente, Ernesto
Laclau. El argumento que se desarrolla en la primera sección es que dicha
teoría presenta un sofisticado marco conceptual para comprender la lógica de la
identificación populista, pero es no tiene nada para decir acerca del populismo
en el gobierno y sus efectos en la institucionalidad democrática. El artículo
analiza la lógica de ejercicio del poder populista como un proyecto de
hibridación democrática que aspira a desmantelar las estructuras de
intermediación de la democracia representativa. En la segunda sección se
señalan algunas similitudes que existen entre el modelo populista y el del
elitismo competitivo en cuanto a su concepción de la relación entre poder
constituyente y poder constituido que deriva en una visión acotada del accountability
democrático. La tercera sección plantea la necesidad de desarrollar una noción
de rendición de cuentas más densa que la propuesta por dichos modelos, de
manera tal que se pueda integrar las preocupaciones por el gobierno limitado
del elitismo democrático con las demandas por representación más inclusiva que
inspira la crítica populista a las democracias representativas existentes.
Palabras clave: Democracia, Populismo,
Liberalismo, Representación, Gobierno Representativo, Rendición De Cuentas,
Laclau
THE SHORTCOMINGS OF LACLAU’S
DEMOCRATIC THEORY OF POPULISM: ANALYZING POPULISM AS AN EXERCISE OF
GOVERNMENTAL POWER
Abstract
This
article discusses Laclau’s “democratic theory” of populism. The first section
argues that, while Laclau’s model provides a sophisticated analysis of the
process of populist identification, it has nothing to say about populism as an exercise
of governmental power. It also analyzes populist power as a democratic hybrid
seeking to sweep away the structures of mediation found in liberal democracies.
The second section explores some common features between the models of populist
democracy and competitive elitism, which results in a thin understanding of
democratic accountability. The third section suggests the need to advance a
thicker notion of democratic accountability that could encompass both the
concern for limited government and the demands for more inclusive representation.
Keywords: Democracy,
Populism, Liberalism, Representation, Representative Government,
Accountability, Laclau
LA TEORÍA DEMOCRÁTICA
POPULISTA DE LACLAU Y SUS LIMITACIONES: ANALIZANDO AL POPULISMO COMO UN EJERCICIO
DE PODER GUBERNAMENTAL
Introducción
El populismo se ha convertido en el rasgo más saliente
de la vida política de las democracias contemporáneas. La irrupción populista
supuso el fin del consenso ideológico alrededor del modelo poliárquico que había
dominado los debates sobre democratización en América Latina. Dicho consenso
pregonaba el mejoramiento de la calidad institucional de los regímenes
establecidos a fin de eventualmente promover una “segunda transición” hacia una
poliarquía representativa (O´Donnell, 1992; Schmitter, 2009). El populismo
radical propuso una hoja de ruta diferente hacia un modelo alternativo de
democracia. Fue Ernesto Laclau quien desarrolló la teoría más sofisticada y
comprensiva de lo que podría considerarse como la teoría democrática del
populismo. Laclau considera que el populismo expresa la quintaesencia de la
democracia y que, por lo tanto, es imperativo rescatar al concepto de la
posición marginal a la que había sido consignado por la teoría política
mainstream a fin de colocarlo en el centro de la reflexión contemporánea sobre
democracia (Laclau, 2005, p. 19).
La teoría de Laclau es un detallado y profundo
análisis acerca de la racionalidad política del populismo, es decir, una
descripción de lógica de estructuración de la vida política que distingue al
populismo como fenómeno político. Para Laclau, la lógica de identificación
populista representa la más pura expresión de la lógica democrática, puesto que
considera que la construcción de un pueblo es el acto político democrático por
excelencia. Es por ello que señala que no hay intervención política que no sea
en cierto grado populista, aunque no todos los proyectos políticos puedan ser
considerados igualmente populistas (Laclau, 2005, p. 154). Su bien lo anterior
sugiere que las dinámicas democráticas están inevitablemente impregnadas de
elementos populistas, es importante distinguir sus diferentes gradaciones en
función de la intensidad y extensión que los estilos y discursos populistas
alcanzan en cada contexto particular (Canovan, 2005, pp. 74-78).
Este artículo se centra en las expresiones extremas de
populismo que han sido denominadas como populismo radical (De la Torre, 2000,
cap. 5; Mudde y Kaltwasser, 2007, p. 31), y más específicamente, en la lógica
del populismo radical como ejercicio de poder gubernamental. Lo anterior
significa, por un lado, dejar una amplia variedad de fenómenos que, como
señalan Laclau o Canovan, contienen ingredientes populistas sin devenir,
necesariamente, plenamente populistas (Canovan, 2005; Laclau, 2005). Hay
expresiones de populismo que pueden coexistir con un régimen poliárquico o que
carecen de la ambición fundacional que caracteriza a las expresiones más
radicalizadas del fenómeno. La concepción de adversario sobre la que se estructura
la noción de política agónica que promueven proponentes de cierto populismo de
izquierda (Mouffe, 2019), por ejemplo, es muy distinta de la de enemigo que
organiza el modelo antagónico del sobre el que se estructura el populismo
radical. El primero puede convivir con la institucionalidad democrático
representativa mientras que ese no es
generalmente el caso en las expresiones de populismo radical. Gino Germani calificaba al gobierno de
Hipólito Yrigoyen como un caso de populismo liberal que no aspiraba a
trascender el marco democrático-representativo sino más bien a su plena
actualización (Germani, 1979). Lo mismo
puede decirse de lo que Margaret Canovan denomina como “el populismo de los
políticos” que está asociado a una situación de debilitamiento de los partidos
políticos y donde un liderazgo neutral aparenta servir los intereses del pueblo
(Canovan, 2005; pp. 77-78). No es ese el caso de los populismos radicales, en
los que la lógica antagónica fomenta una dinámica muchas veces hostil al pluralismo
político.
El presente análisis también deja de lado al populismo
fuera del poder, ya sea que el mismo se exprese como un movimiento social
contestatario (Mudde y Kaltwasser, 2017; p. 46; Urbinati, 2014; pp. 129-130) o
como una estrategia política al que partidos políticos u outsiders apelen para
acceder al poder (Barr, 2009; Mayorga, 2006). El foco del análisis estará
centrado, en cambio, en cómo la lógica antagónica del populismo radical (que
Laclau teoriza), de ser mantenida una vez que se accede al poder, muta en una
lógica específica de ejercicio del poder.[1] La transición del populismo como movimiento
al populismo como gobierno abre la posibilidad de que los recursos del
Ejecutivo se pongan al servicio de la construcción de un régimen populista.
Las ambiciones fundacionales del populismo radical
ponen en marcha procesos de hibridación democrática que pueden, bajo ciertas
condiciones, desembocar en un régimen autoritario. Sin embargo, el
autoritarismo no es sino uno de los posibles resultados. Dado que dichos
procesos de hibridación se implementan en un contexto democrático, pueden
enfrentar todo tipo de resistencias (institucionales, electorales, sociales) lo
que puede derivar a un sinfín de situaciones de imbricación de impulsos
democratizantes y autocratizantes.
La irrupción
populista y el fin del consenso liberal de la tercera ola: El populismo como
teoría democrática
La globalización que el populismo ha experimentado ha
terminado instalándolo como el fenómeno político más relevante de las primeras
dos décadas del siglo XXI en el mundo democrático (Arnson y De la Torre, 2013;
Moffit, 2016; Rivero, Zarzalejos y Del Palacio, 2018; De la Torre, 2019), hasta
el punto que Pierre Rosanvallon ha anunciado (quizá prematuramente), que el
populismo se ha convertido en la ideología dominante de este siglo
(Rosanvallon, 2020). La irrupción populista puso fin al clima triunfal que
caracterizó a los procesos de democratización de la denominada tercera ola,
triunfalismo que impulsó a Francis Fukuyama a interrogarse si no nos
encontrábamos frente al inicio de una era post ideológica marcada por el
triunfo normativo de la democracia liberal (Fukuyama, 2006; Huntington, 1991).
La crisis y el descrédito de los regímenes
autoritarios y las transformaciones que tuvieron lugar en el contexto
internacional (Huntington, 1991; pp. 85-100) parecían dar asidero a las
especulaciones de Fukuyama: las democracias de la tercera ola estuvieron
marcadas no solamente por el reclamo por elecciones libres sino también por la
exigencia de hacer realidad la defensa de los derechos humanos y del estado de
derecho (Cleary, 2007; O'Donnell, 1999; Peruzzotti 2002; Schedler, Diamond, y
Platner, 1999). La llegada del populismo radical puso fin a la ilusión del
triunfo definitivo del liberalismo político, reabriendo el conflicto ideológico
que en el presente asume la forma de una disputa interpretativa al interior del
mundo democrático más que el de una competencia entre principios de legitimidad
alternativos. De esta forma, el consenso democrático de la tercera ola llega a
su fin, aunque sólo parcialmente, puesto que la democracia permanece como único
parámetro de legitimidad aceptable.
Si bien el populismo reactiva el conflicto ideológico
dentro del mundo democrático, el mismo tiene a la legitimidad democrática como
límite. Es por ello que el calificar apresuradamente al populismo como abierto
autoritarismo puede llevarnos a una visión que ignora la novedad de la
situación, la cual está caracterizada más por los fenómenos de hibridación o
desfiguración de la democracia que por el abierto autoritarismo (Bogaards,
2009; Diamond, 2002; Gervasoni, 2020; Levistky y Way, 2003; Petrov, 2013; Urbinati,
2014). El populismo es un fenómeno que se desenvuelve en los grises que separan
el blanco y negro del contraste democracia versus autoritarismo. El epicentro
de los populismos contemporáneos es el mundo democratizado: el populismo
radical se origina en el seno de sociedades que han abrazado la legitimidad
democrática pero cuyos sistemas políticos enfrentan profundas crisis de
representación. Lo anterior no significa ignorar los impulsos autocratizantes
que caracterizan muchas de las experiencias de populismo en el poder y que
resultan en la puesta en marcha de un proceso de hibridación o desfiguración
del régimen democrático vigente. El populismo radical puede eventualmente
devenir en dictadura, pero en ese devenir inevitablemente cambia su esencia. Recurrir
a un arsenal conceptual que lo equipare automáticamente a otras expresiones
autoritarias, por lo tanto, nos hace perder de vista la originalidad de la
presente coyuntura política marcada por la proliferación de los denominados
regímenes híbridos.
El trabajo de Laclau, La Razón Populista, representa
el intento más articulado de elaboración de una teoría democrática organizada
alrededor del concepto de populismo (Laclau, 2005). En dicho libro, Laclau
desarrolla una sofisticada teoría acerca de las condiciones que generan la
posibilidad de una ruptura populista y de las condiciones que deben estar
presentes para que una estrategia populista de identificación sea exitosa. Su énfasis en la identificación populista
como respuesta a una crisis de la institucionalidad representativa remite a la
distinción Schmittiana entre identificación y representación como vías
alternativas para lograr la unidad política (Schmitt, 2008; 1988). En Laclau
estas dos vías se presentan, respectivamente, en la contraposición entre formas
"institucionales" y "populistas" de constitución de
identidades políticas (Laclau, 2005; p. 81). La lógica de la
institucionalización, afirma, es una de 'diferencia', es decir, refiere a un
tipo de dinámica que mantiene separadas a las demandas sociales entre sí. La
cuestión relevante para cualquier régimen representativo, en su opinión, no es
si el sistema institucional puede absorber o no demandas, sino la capacidad que
tiene este último para procesarlas aisladamente unas de otras: "Llamaremos
a una demanda que, satisfecha o no, permanece aislada como demanda
democrática" (Laclau, 2005; p. 74).
Por el contrario, la estrategia de identificación se
construye a partir de establecer una cadena de equivalencias que agrupa
demandas insatisfechas bajo el ambiguo significante de pueblo. La
identificación populista supone un proceso de construcción antagónica de un
pueblo, es decir, una construcción identitaria basada en el no reconocimiento
de una parte de la comunidad política (Laclau, 2005; p. 73). El pueblo, nos
dice Laclau, es parte de la comunidad que se ve a sí misma como la única
totalidad legítima (Laclau, 2005; p. 81). La política antagónica que la noción
populista de pueblo promueve contrasta así con el ideal de reconocimiento
universal que inspira el concepto de ciudadanía.[2]
Laclau enumera una serie de condiciones que deben
estar presentes para asegurar el éxito de cualquier operación populista de
identificación. En primer lugar, una crisis de representación o de
incorporación que dé lugar a demandas sociales insatisfechas. La emergencia de
la brecha entre el desempeño institucional y las demandas y aspiraciones de
grupos sociales específicos es un prerrequisito para el surgimiento del
populismo. Debe haber una percepción de que ha surgido una brecha la cual
impide la continuidad armoniosa de lo social: “Sin esta ruptura inicial de algo
en el orden social… no hay posibilidad de un antagonismo, una línea divisoria,
o, en última instancia, el pueblo” (Laclau 2005; p. 85). En segundo lugar, que esas
demandas sociales insatisfechas sean exitosamente articuladas por el discurso
populista, es decir, que el discurso logre establecer una relación de
equivalencia entre las mismas. En tercer lugar, la construcción y mantenimiento
de un enemigo siempre acechante que mantenga viva la llama de la polarización.
Lo que prima en esta estrategia de identificación política no son los
contenidos programáticos sino la capacidad de tracción antagónica que contengan
los significantes vacíos. Como argumenta Andrew Arato en su perspicaz crítica
de Laclau, "La vaguedad de la ideología es compensada por la intensidad
del antagonismo. La ausencia de identidad real se compensa con lazos afectivos,
libidinales, amor por el líder y amor por todos aquellos a quienes el líder realmente
ama" (Arato, 2013; p. 160).
Lo anterior supone también que dicho proceso es
indiferente con respecto a los principios de validez a los que se recurre para
legitimar la autoridad del líder. Si bien Laclau explicita su preferencia por
un populismo de izquierda capaz de convivir con las estructuras del liberalismo
político, admite que debido a la naturaleza formal y ambigua de su concepción
del populismo, las estrategias de identificación populista generan un
significantes ideológicamente diversos: “entre el populismo de izquierda y el de
derecha existe una tierra de nadie que se puede cruzar, y se ha cruzado, en
muchas direcciones" (Laclau, 2005; p. 87).
Se puede extender el argumento acerca de la
impredecibilidad de los resultados ideológicos de una intervención populista al
plano institucional: el populismo no solamente supone una apuesta incierta
ideológicamente sino también en cuanto al tipo de régimen resultante. Si bien
no toda intervención populista implica una ruptura de la institucionalidad
democrático-representativa, los populismos radicales tienden a erosionar
aspectos centrales del régimen representativo como el principio de separación
de poderes, el sistema de pesos y contrapesos, los mecanismos de control, y la
autonomía de la esfera pública, de la sociedad civil y de los medios. Por no
mencionar los casos abiertamente dictatoriales que aparecen mencionados en su
libro que incluyen desde el régimen de partido único chino al Estado Novo
brasilero (Laclau, 2005; p. 91).
El privilegiar la intensidad antagónica de los
significantes sobre cualquier otro criterio contrasta con la aspiración de
Laclau de otorgar credenciales de teoría democrática a su concepción del
populismo. Si la naturaleza del proceso de identificación populista no puede
garantizar que una ruptura populista tenga invariablemente un resultado
democratizante, entonces la teoría laclauniana es inadecuada en tanto teoría
democrática. Lo que nos provee Laclau es
un sofisticado análisis del populismo como estrategia discursiva a la que
pueden recurrir movimientos o liderazgos que aspiran a acceder al poder o, al
menos, a cuestionarlo desde el campo de la sociedad civil. Pero su teoría no
puede dar cuenta sobre qué es lo que hacen los líderes con el poder una vez que
éstos lo han alcanzado.
Laclau nos muestra la potencial efectividad que el
populismo tiene como estrategia política de desestabilización de la
institucionalidad vigente, pero su teoría no tiene nada que decir sobre el
populismo como estrategia de recreación de un orden político. Si uno toma en
cuenta los esfuerzos fundacionales de varios de los populismos radicales, el
balance democratizador es cuestionable en el uso que esos gobiernos
generalmente hacen de los recursos estatales para arrinconar a las voces
opositoras en el poder legislativo, los medios (Waisbord, 2013) y la sociedad
civil o para promover reformas constitucionales que están guiadas por una
lógica de imposición (Arato, 2019; Petrov, 2021), hace insostenible mantener la
afirmación de que el populismo expresa la lógica paradigmática de la democracia,
independientemente de que algunas de sus políticas públicas puedan suponer
avances democratizantes. Si bien en ciertos casos los populismos no devienen en
autoritarismo y algunos de ellos promueven reformas inclusivas, es difícil
determinar conceptualmente cuál será el resultado de cierta intervención
populista. En los términos propuestos por Laclau, la estrategia populista como
vía de democratización de las democracias existentes es una apuesta altamente
riesgosa puesto que la moneda puede indistintamente caer del lado de la
democracia o del autoritarismo. La teoría de Laclau nos ofrece una
conceptualización sofisticada acerca de la estrategia de identificación
populista como herramienta para desestabilizar un orden y acceder al poder,
pero es muda en todo lo que refiere al populismo en el poder. Su modelo está
más cercano a una teoría del cambio político revolucionario que de la
democracia, dado que la misma no puede especificar la naturaleza del orden
institucional a la que la intervención populista da nacimiento.
La teoría del populismo de Laclau es parte de un
conjunto más amplio de teorías que buscan rehabilitar la noción de poder
constituyente (Wenman, 2013; p. 9). Wenman distingue entre dos conjuntos de
teorías: las democrático-radicales y las del agonismo democrático. La
diferencia entre ambas, argumenta, es la radicalidad que le atribuyen a la
capacidad creativa del poder constituyente con respecto al poder instituido:
los teóricos alineados en la perspectiva de la democracia (o populismo) radical
no admiten que el poder del demos deba ser cercenado por las estructuras
institucionales existentes, mientras que los segundos están dispuestos a
conceder entidad al poder constituido: las intervenciones constituyentes no
suponen un momento de total ruptura revolucionaria sino como un acto que
simultáneamente expande un preserva al orden institucional (Wenman, 2013; p.
9).[3]
La concepción del poder constituyente que subyace en
la teoría del populismo radical supone un giro radical con respecto a la agenda
de perfeccionamiento del orden institucional vigente que inspiraba al paradigma
de la calidad democrática. La intervención populista rompe con la correlación
“democratización = institucionalización” que postulaba que el fortalecimiento
de la democracia estaba intrínsecamente ligado al fortalecimiento institucional
(Peruzzotti, 2017). La teoría de Laclau celebra a la intervención populista
como un acto de ruptura en el que el poder creativo del demos se expresa en la
figura carismática del líder, sin aportar ninguna referencia acerca del orden
institucional a que va dar lugar esa intervención. Lo anterior supone un
dramático giro de timón en la discusión política y conceptual, donde la
preocupación sobre el gobierno limitado que inspiraba la agenda liberal en la
tercera ola es reemplazada por la celebración del espíritu de transformación
del presidente electo, puesto que en su figura se encarna la voluntad popular.
No hay que asumir, por tanto, una posición apologética para con las supuestas
infracciones que los líderes populistas eventualmente generan para dar vida a
una forma más auténtica de democracia. Lo anterior revierte el llamado a
fortalecer la estructura de rendición de cuentas del gobierno representativo,
llamado que tenía como objetivo primordial contener la discrecionalidad del
poder ejecutivo y sus reiterados avances sobre los otros poderes del estado y
de las agencias de accountability asignadas (O´Donnell, 1992; 1994). Las
ambiciones refundacionales del populismo radical no aspiran a mejorar el
sistema existente sino a trascenderlo, aspiración que se expresa en el énfasis
de los populismos radicales en el gobierno por poner en marcha procesos
constituyentes caracterizados por una lógica de imposición en la que la
voluntad del líder prevalece sobre la asamblea constituyente o el congreso
(Arato, 2017; pp. 37-8; Blokker ,2019; Corrias, 2017).
De esta manera, la teoría del populismo radical
propuesta por Laclau invierte las interpretaciones canónicas del populismo de
mediados del siglo XX. Estas últimas, si bien reconocen el impulso
democratizador de regímenes como los de Cárdenas, Perón o Vargas, acompañan
dicho reconocimiento con una condena a las formas político-institucionales a
las que esos gobiernos recurrieron para impulsar los procesos de inclusión
social y política.[4] En esos análisis, el populismo ocupaba un
sitial similar al que hoy ocupa el concepto de democracia delegativa
(O’Donnell, 1994): los regímenes nacionales populares a los que había dado
nacimiento la irrupción populista eran considerados, como lo es hoy la variante
delegativa de poliarquía, una forma sub-óptima de régimen. Tanto en la teoría
clásica de la modernización que enmarcaron los análisis del populismo
latinoamericano de la segunda ola como en la literatura sobre mejoramiento de
la calidad democrática de los regímenes realmente existentes que emergieron
como resultado de la tercera ola, el régimen democrático-representativo aparece
como el modelo a emular (Germani, 1979; O´Donnell, 1995). En la concepción de
Laclau, en cambio, el populismo no aparece como una versión sub-óptima de
democracia sino como la expresión última de la misma.
Más allá de la dicotomía entre poder
y constituyente y poder constituido
El intento de rescate de la noción de poder
constituyente que está supuesta en la teoría del populismo radical como
expresión de lo político (Laclau, 2005; pp. 117, 222) se basa en una falsa
contraposición entre creatividad política e institucionalidad. El populismo
comparte la lógica de lo político que consiste en desafiar y trascender el
orden instituido. El principio de soberanía popular se disocia de la
constitucionalidad que lo hace posible para encarnarse en un liderazgo que se
concibe como el pueblo mismo y por tanto, por encima de las restricciones que
la institucionalidad vigente le impone a todo gobernante. De esta manera, el
concepto de soberanía popular del populismo se piensa de manera disociada a la
de régimen político. Algo similar, pero a la inversa, sucede en el elitismo
competitivo: en dicha concepción el orden instituido se vacía de cualquier
referencia normativa al principio de soberanía popular al punto tal que el
objetivo de dicho modelo es desacoplar al sistema político de todo influjo que
venga de las masas (Schumpeter, 1942; Almond y Verba, 1965). La democracia se
reduce al orden instituido; a un procedimiento de selección de los liderazgos
gubernamentales vía la competencia electoral. El corolario es que en ambas
versiones, el concepto de accountability democrático queda reducido a su mínima
expresión, lo que da lugar a una dos variantes de elitismo: el oligárquico y el
plebiscitario.
¿Cómo articular productivamente esas dimensiones de la
política sin asumir el debilitamiento unilateral de una de ellas? Una respuesta
adecuada requiere del desarrollo de un marco conceptual capaz de articular
productivamente ambas dimensiones de la política de manera de evitar los
problemas que nos plantean las dos formas límites de lo democracia
anteriormente mencionadas: o la reducción de la democracia a un régimen
institucional incapaz de darle lugar a la dimensión creativa de la política
constituyente, o una concepción autoritaria del poder constituyente que termina
erosionando la institucionalidad garante de la libertad política y, con ello,
la posibilidad de ejercer agencia ciudadana. Es necesario desarrollar una
concepción de la política constituyente que, sin renegar de su papel creativo y
transformador, pueda convivir y desarrollarse en el marco de la
institucionalidad democrática, expandiéndolo y renovándolo. En síntesis, hace falta
una teoría democrática del poder constituyente, es decir, una concepción de
política constituyente que la ubique dentro y no fuera de la institucionalidad
democrática.
Es el principio de accountability democrático el que
permite articular productivamente ambas dimensiones. Lo anterior supone
desarrollar una noción más densa del término, que requiere ir más allá del
concepto liberal de gobierno limitado que marcó con su impronta los debates
regionales. El argumento sobre democracia delegativa constituyó un saludable
esfuerzo por distinguir un subtipo de régimen poliárquico cuyas dinámicas
estaban condicionadas por la inefectividad del Estado de Derecho (O´Donnell,
1994; O'Donnell, Iazzetta y Quiroga, 2011). De dicho diagnóstico surge una
agenda de perfeccionamiento democrático que se estructura fundamentalmente
alrededor de la necesidad de reforzar la dimensión legal de la rendición de
cuentas (Schedler, 1999). En este punto, la crítica populista tiene razón al
argumentar que tal enfoque ignora la dimensión propiamente política de la
noción de accountability así como los déficits representativos que los actuales
sistemas políticos (Peruzzotti 2014).
La crítica populista se concentra en el otro déficit
de las democracias actuales, déficit que conlleva al desacoplamiento del
sistema político con respecto a las demandas de diversos sectores. La crítica
populista no es original: existe una extensa literatura acerca de la crisis o
metamorfosis de la representación que se traduce mayormente en sistemas de partidos
que van perdiendo arraigo social, volviéndose incompetentes a la hora de
canalizar institucionalmente las demandas ciudadanas (Dalton, 2007; Maier,
2013; Schmitter, 2001). Cuando a los problemas de crisis de representatividad
se les suma una dinámica económica que -paralelamente- genera exclusión social
nos encontramos frente a un escenario proclive a intervenciones políticas que,
invocando el principio de soberanía popular, interpelan a aquellos que se
sienten excluidos. El populismo radical apela a aquellos sectores que se
sienten relegados política y/o socialmente con un discurso fundacional que
promete poner fin a dicho statu quo. Ese intento viene muchas veces acompañado
de la erosión de elementos que son constitutivos de todo régimen democrático. Las
consecuencias autocratizantes de las políticas de hibridación democrática han
sido ampliamente documentadas por los análisis de los populismos radicales
contemporáneos (De la Torre, 2017; Landau, 2018; Weyland, 2013). Al mismo
tiempo, es importante reconocer que esos esfuerzos de hibridación institucional
confrontan obstáculos y resistencias diversas (Argentina, Bolivia, Ecuador),
tanto a nivel institucional como social y electoral, y sólo en ciertos casos
han derivado en una situación de autoritarismo (Venezuela).[5]
La estrategia de hibridación está inspirada en una
noción problemática del poder constituyente. El líder populista se presenta
como la personalización de un poder constituyente que se concibe como unitario
y soberano (Arato 2017: 1). En nombre de esa autoridad, que supone privar de
legitimidad a cualquier oposición, es que se pone en marcha un proceso de
desmantelamiento de toda instancia institucional que oponga resistencia a la
voluntad presidencial. La estéril contraposición entre poder constituyente/constituido
termina dando por tierra muchos de los logros que el reconocimiento del
principio de accountability gubernamental que sirvió de inspiración a luchas
ciudadanas durante los procesos de democratización de la tercera ola, así como
a la agenda de perfectibilidad de las nuevas democracias. En este sentido, es
necesario expandir la noción de accountability más allá del modelo de gobierno
limitado, de manera de incorporar las cuestiones que dan origen a las
intervenciones populistas. Lo anterior supone reforzar la dimensión propiamente
política del concepto para poder reflexionar no solamente sobre los déficits de
estado de derecho sino también de los propiamente democráticos.
Del accountability legal al
accountability democrático
Una noción adecuada de accountability democrático debe
de ir más allá de la noción de gobierno limitado sobre la que se apoya buena
parte del enfoque de calidad democrática y, al mismo tiempo, preservar dicha
agenda e incorporar la dimensión propiamente política del término. La noción de
accountability no se puede reducir a la función de control y/o limitación de
los gobiernos, sino que debe incluir también mecanismos que fomenten la agencia ciudadana. Lo
anterior no implica desmerecer o ignorar la recuperación del ideal de gobierno
limitado que tuvo lugar en la última ola democratizante. Los trabajos de
O’Donnell proveyeron el marco conceptual de ese modelo y contribuyeron a
tematizar los problemas que la ineficacia de la ley genera: la colonización del
estado y de la sociedad civil por circuitos privatizados de poder y de los
poderes judicial y legislativo por parte del ejecutivo. Este modelo destaca la
relevancia del Estado de Derecho para la creación de un escenario favorable a
la agencia ciudadana, aunque sin enfatizar el papel que cumplen las estructuras
de intermediación en la generación de gobiernos receptivos. El enfoque de
calidad de la democracia se movió dentro de los confines de esta comprensión
del término, centrando su atención en las deficiencias que los mecanismos
horizontales presentaban en las nuevas democracias y que dificultan el
acoplamiento entre dinámicas gubernamentales y las normas constitucionales,
legales y normas administrativas vigentes. El énfasis en la dimensión legal de
la rendición de cuentas es comprensible, dada las circunstancias históricas que
precedieron a la apertura democrática en países de América Latina cuya
experiencia autoritaria estuvo marcada por el terrorismo de estado, experiencia
que puso a la cuestión del gobierno
limitado y la supresión de enclaves autoritarios como uno de los ejes
estructurantes de la agenda política (Brinks, 2008; Maravall, 2003; Schedler,
Diamond, y Platner, 1999; Mendez, O´Donnell y Pinheiro, 1999; Peruzzotti y
Smulovitz, 2002).
La dimensión propiamente política de la rendición de
cuentas, si bien está presente en el esquema propuesto por O’Donnell, se
interpreta fundamentalmente como la celebración de elecciones libres, regulares
y competitivas. Dado que las transiciones habían resultado en la celebración
regular de elecciones regulares, libres y honestas, la cuestión del
accountability político quedó relegada de la agenda de los estudios de
democratización.[6]
Hay, por supuesto, muchos argumentos para apoyar la presuposición de que las
elecciones son el mecanismo por excelencia que los ciudadanos tienen a mano
para controlar a sus representantes (Manin, 1997; p. 174; Przeworski, 2010; p.
189). Sin embargo, también se plantean dudas acerca de la idoneidad de las
elecciones como una herramienta de accountability político. Puede existir
circunstancias que afecten el desempeño de las elecciones como instrumento de
control ciudadano, como ser la inexistencia de alternativas políticas viables a
los candidatos oficiales, partidos políticos débiles o la ausencia de un
sistema de partidos bien estructurado (Mainwaring, Bejarano, y Pizarro, 2006;
Mainwaring y Scully, 1995, Moreno, Crisp y Shugart, 2003; Stokes, 2001). Hay
autores que plantean objeciones aún más sustanciales, argumentando que las
elecciones son estructuralmente inadecuadas como herramienta de control popular
de los gobiernos (Manin, Przeworski y Stokes 1999; p. 5; Przeworski, 2006). A
la luz de los anteriores argumentos, es posible inferir que una democracia
organizada alrededor de una concepción clásica de accountability (controles
legales horizontales + mecanismos políticos electorales verticales), producirá
bajos niveles de receptividad política como de control legal.
Sin embargo, no todas las democracias han permanecido
indiferentes a los déficits de rendición de cuentas: varias de ellas han puesto
en marcha procesos de innovación y experimentación democrática que sumaron
prácticas y mecanismos que no figuraban en la lista original de los manuales
clásicos de ciencias políticas sobre el accountability gubernamental (Avritzer,
2009; Fung y Wright, 2003; Smith, 2012; Peruzzotti 2014). Esos procesos de
innovación han enriquecido la caja de herramientas que los ciudadanos tienen a
su disposición para promover el accountability gubernamental, aunque muchas
veces el diseño y expansión de los mismos ha seguido un patrón que ha sido
calificado como “caleidoscópico” (Welp y Whitehead, 2011). Como resultado, los
ciudadanos ahora tienen a mano una variedad de lugares/espacios para hacer
escuchar sus reclamos y para controlar a los funcionarios gubernamentales:
organizaciones de vigilancia informal para exponer y documentar irregularidades
gubernamentales, el establecimiento de diferentes formas de supervisión
articulada que combinan recursos horizontales y sociales, la creación de
instancias de participación institucionalizada como consejos sociales,
presupuestos participativos o conferencias de políticas nacionales, el
crecimiento y expansión de organizaciones de interés público para presionar al
gobierno a través del lobby, el activismo judicial por parte de organizaciones
de la sociedad civil, etc. Sin embargo, dichos espacios se han desarrollado
desordenadamente y mayormente a nivel local, complejizando[7] y ampliando las instancias de
representación al agregar nuevas instancias y circuitos, pero sin presentar un
modelo alternativo ni suficientemente articulado con los circuitos
representativos ya existentes. El resultado es un ejercicio más complejo de la
rendición de cuentas, donde la misma ya no puede pensarse como una prerrogativa
de un número reducido de agencias estatales ni limitada al llamado ocasional a
elecciones: en las últimas décadas se ha agregado una multiplicidad de actores
sociales y herramientas institucionales que obliga a repensar cómo se ejercita
la rendición de cuentas en las democracias contemporáneas. La crítica populista
no agrega nada nuevo en cuanto a la forma de pensar la rendición de cuentas
sino que, más bien, la oblitera pues representa una apuesta por un
hiper-electoralismo (marcado por la convocatoria a elecciones, referendos,
consultas y a un estilo de gobierno de campaña permanente, Jakobs, Akkerman, y
Zaslove, 2018; Rosanvallon, 2020; Conaghan y De la Torre, 2008; Urbinati, 2019)
que no está estructurado alrededor de una lógica de accountability sino de
plebiscitarismo en la cual la función de las elecciones y referendos es
certificar la adhesión de la audiencia a la persona del líder que encarna al
pueblo “adecuado” (Urbinati, 2019; pp. 168, 192). Esa forma plebiscitaria -que
vincula por medio de los mecanismos electorales al líder directamente con el
pueblo- devalúa las estructuras de intermediación representativa. La respuesta
a la crisis de representación no debe consistir en una simplificación y
distorsión plebiscitaria de la práctica representativa sino en una
complejización de las estructuras de intermediación. Son estas las que aseguran
el ejercicio de la rendición de cuentas.
Una noción democrática de accountability puede
ayudarnos a superar la comprensión antagónica de la relación entre poder
constituyente y constituido. Tal noción debe construirse en torno a la tensión
que -inevitablemente- caracteriza la relación entre esas dos dimensiones
entrelazadas de la política democrática: a través de diversos mecanismos y
arenas de rendición de cuentas se garantiza una presencia continua al poder
constituyente. La política constituyente no queda relegada a irrupciones
ocasionales y generalmente disruptivas del orden institucional que tienen lugar
en momentos excepcionales (sean momentos fundacionales de creación de un orden
político o en momentos de profundo desorden institucional) sino que se
transforma en una presencia permanente de la vida pública. Si la
representación, como argumenta Nadia Urbinati, “...designa una forma de proceso
político que está estructurado en términos de la circularidad entre las
instituciones y la sociedad...” (Urbinati, 2006; p. 24), en una comprensión
democrática del término de accountability, la principal función de los
mecanismos de rendición de cuentas es el de efectivizar dicha circularidad.
Bibliografía
Almond, Gabriel y Sidney Verba
(1963) The Civic Culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations,
Boston y Toronto: Little, Brown and Company.
Arditi, Benjamin (2005) “Populism
as an internal periphery of democratic politics” in Francisco Panizza, Ed.
(2005) Populism and the Mirror of Democracy, New York y Londres: Verso.
Arato, Andrew (2019) “Populism,
Constitutional Courts, and Civil Society” en Christine Landfried, Ed. Judicial
Power How Constitutional Courts Affect Political Transformations, Cambridge,
Cambridge University Press.
Arato, Andrew (2017) The
Adventures of Constituent Power. Beyond Revolutions? , Cambridge: Cambridge
University Press.
Arato, Andrew (2015) “Political
Theology and Populism” in Carlos de la Torre (Ed.), The Promise and Perils
of Populism. Global Perspectives, Lexington, Ky.: University of Kentucky Press.
Arnson, Cynthia J. and Carlos de la
Torre Eds. (2013), Latin American Populism in the Twenty-First Century,
Washington DC and Baltimore: Woodrow Wilson Center Press/John Hopkins
University Press.
Avritzer, Leonardo (2009)
Participatory Institutions in Democratic Brazil, Washington DC and Baltimore:
Woodrow Wilson , Center Press/John Hopkins University Press.
Barr, Robert (2009) “Populists,
Outsiders and Anti-Establishment Politics” Party Politics, 15: 1, 29-48.
Blokker, Paul (2019) “Populist
Constitutionalism” in Carlos de la Torre (Ed.), Routledge Handbook of
Global Populism, New York y Londres: Routledge, 113-128.
Bogaards, M. (2009). "How to
classify hybrid regimes? Defective democracy and electoral
authoritarianism." Democratization 16(2): 399-423.
Borowiak, Craig (2011) Accountability
and democracy. The pitfall and promise of popular control, Oxford: Oxford
University Press.
Brinks, Daniel (2008) The
Judicial Response to Police Killings in Latin America: Inequality and the Rule
of Law, Nueva York, Cambridge University Press.
Canovan, Margaret (2005) The
People, Londres, Polity.
Cleary, Edward (2007) Mobilizing
for Human Rights in Latin America, Kumarian Press.
Conaghan, Margaret y Carlos De la
Torre (2008) “The Permanent Campaign Rafael Correa: Making Ecuador
Plebiscitary Presidency” Journal of Press and Politics, 13:3, 267-284.
Corrias, Luigi (2016) “Populism
in a Constitutional Key: Constituent Power, Popular Sovereignty, and
Constitutional Identity” European Constitutional Law Review, 12:6-26.
Dahl, Robert A. (1956) A Preface
to Democratic Theory, Chicago: The University of Chicago Press.
Dalton, Russell J. (2007) Democratic
Challenges, Democratic Choices. The Erosion of Political Support in Advanced
Democracies, Oxford: Oxford University Press.
De la Torre, Carlos, Ed. (2019), Routledge
Handbook of Global Populism, New York, Routledge.
De la Torre, Carlos (2017) “Rafael Correa: entre
las promesas de democratización y el autoritarismo” en Angel Rivero, Javier
Zarzalejos y Jorge del Palacio, Coords. (2018) Geografía del Populismo. Un
viaje por el universo del populismo desde sus orígenes hasta Trump, Madrid:
Tecnos Editorial.
De la Torre, Carlos (2000) Populist Seduction in
Latin America. The Ecuadorian Experience, Ohio, Ohio University Press.
De la Torre, Carlos y Enrique Peruzzotti Eds. (2008), El
Retorno del Pueblo. Populismo y Nuevas Democracias en América Latina,
Quito: FLACSO.
Diamond, Larry (2002).
"Thinking about hybrid regimes." Journal of Democracy 13(2): 21-35
Dimova, Gergana (2020) Democracy
Beyond Elections. Governmental Accountability in the Media Age, Palgrave,
Macmillan.
Fukuyama, Francis (2006) The End
of History and the Last Man, Free Press.
Fung, Archon y Erik Olin Wright
(2003) Deepening Democracy. Institutional Innovations in Empowered
Participation, New York y Londres, Verso.
Germani, Gino (1979) “La Transición Hacia un
Régimen Político de Participación Total en la Argentina,” in Gino Germani,
Política y Sociedad en una Época de Transición, Buenos Aires, Editorial Paidós,
pp.300-325.
Gervasoni, Carlos (2018) Hybrid
Regimes within Democracy. Fiscal Federalism and Subnational Rentier States,
Cambridge, Cambridge University Press.
Hawkins, Kirk A. (2010) Venezuela’s
Chavismo and Populism in Comparative Perspective, Cambridge, Cambridge
University Press.
Huntington, Samuel P. (1991) “Democracy's
third wave” Journal of Democracy, 2:2, pp. 12-34.
Huntington, Samuel P. (1999) The
Third Wave. Democratization in Late Twentieth Century, Oklahoma: University
of Oklahoma Press.
Jacobs, K., Akkerman, A., &
Zaslove, A. (2018). The voice of populist people? Referendum preferences,
practices and populist attitudes. Acta Politica, 53(4), 517–41.
Levitsky, Steven and Lucan A. Way
(2002). "The rise of competitive authoritarianism." Journal of
Democracy 13(2): 51-65.
Mair, Peter (2013) Ruling the
Void. The Hollowing of Western Democracy, London and New York: Verso.
Mainwaring, Scott, Ana Maria
Bejarano, and Eduardo Pizarro Eds. (2006) Crisis
of Political Representation in the Andes, Stanford, CA: Stanford University
Press.
Mainwaring, Scott and Timothy
Scully, Eds. (1995) Building Democratic Institutions: Party Systems in Latin
America, Stanford, CA: Stanford University Press.
Manin, Bernard (1997) Principles
of Representative Government, Cambridge: Cambridge University Press.
Manin, Bernard, Adam Przeworski, and
Susan Stokes (1999) “Elections and Representation” in A. Przeworski, S.
Stokes, and B. Manin, Eds. Democracy,
Accountability and Representation, Cambridge: Cambridge University Press.
Maravall, José María (2003) El Control de los
Políticos, Madrid, Taurus.
Mayorga, R.A. 2006. Outsiders and
Neopopulism: The Road to Plebiscitarian Democracy. In: Mainwaring, S.,
Bejarano, A.M. , and Leongómez, E.P. , eds. The Crisis of Democratic
Representation in the Andes Stanford, CA: Stanford University Press.
Mazzuca, Sebastian (2010) “Access
to Power versus Exercise of Power: Democratization and Bureaucratization in
Latin America,” Studies in Comparative International Development 45:3, pp.
334-357.
Mendez, Juan, Guillermo O’Donnell
and Paulo Sérgio Pinheiro, eds. (1999) The (Un)Rule of Law and the
Underprivileged in Latin America, Notre Dame: University of Notre Dame
Press.
Moffitt, Benjamin (2016) The
Global Rise of Populism. Performance, Political Style and Representation,
Stanford, Ca., Stanford University Press.
Mouffe, Chantal (2019) For a Left
Populism, Londres y Nueva York, Verso.
Mouffe, Chantal (2013) Agonistics.
Thinking the World Politically, Londres y Nueva York, Verso.
Mudde, Cas y Cristóbal Rovira
Kaltwasser (2017) Populism. A very Short Introduction, Oxford, Oxford
University Press.
Negri, Antonio (1999) Insurgencies.
Constituent Power and the Modern State, Minneapolis y Londres: University of
Minnesota Press.
O’Donnell, Guillermo, Osvaldo Iazzetta y Hugo Quiroga,
coords. (2011) Democracia Delegativa, Buenos Aires, Prometeo.
O’Donnell, Guillermo (1994) "Delegative
Democracy", Journal of Democracy, 5:1
O'Donnell, Guillermo (1995) "Illusions
about Consolidation", Journal of Democracy, 7:2.
O´Donnell, Guillermo y Philippe C.
Schmitter (1986) Transitions from Authoritarian Rule: Tentative Conclusions
about Uncertain Democracies, John Hopkins University Press.
Panizza, Francisco (2005) “Introduction.
Populism and the Mirror of Democracy” in Eudardo Panizza, ed. Populism and the Mirror of Democracy, Verso.
Peruzzotti, Enrique (2017) “Regime
Betterment or Regime Change? A critical review of liberal democratic and
populist theory in Latin America”, Constellations. An International Journal
of Critical and Democratic Theory, 24:3.
Peruzzotti, Enrique (2017)
“Kirchnerismo y Populismo” en Angel Rivero, Javier Zaerzalejos y Jorge Del
Palacio (eds.) Geografía del populismo. Un viaje
por el universo del populismo desde sus orígenes hasta Trump, Madrid: Tecnos,
136-145.
Peruzzotti, Enrique (2014) “Accountability
Deficits of Delegative Democracies” in Reflections on Uneven Democracies. The
Legacy of Guillermo O´Donnell, D. Brinks, S. Mainwaring, &M. Leiras
(eds.), Baltimore, The John Hopkins University Press.
Peruzzotti, Enrique (2012) “Broadening
the notion of democratic accountability: Participatory Innovation in Latin
America” Polity 44:4, pp. 625-642.
Peruzzotti, Enrique (2002) “Towards
a New Politics: Citizenship and Rights in Contemporary Argentina”
Citizenship Studies, 6:1.
Petrov, Jan (2021) “(De-)judicialization
of politics in the era of populism: lessons from Central and Eastern Europe”
The International Journal of Human Rights, DOI: 10.1080/13642987.2021.1931138.
Petrov, N., et al. (2013). "Three
dilemmas of hybrid regime governance: Russia from Putin to Putin."
Post-Soviet Affairs 30(1): 1-26.
Plotke, David (1997) "Representation
is Democracy" Constellations. An International Journal of Critical and
Democratic Theory, April.
Rivero, Angel, Javier Zarzalejos y Jorge del Palacio,
Coords. (2018) Geografía del Populismo. Un viaje por el universo del
populismo desde sus orígenes hasta Trump, Madrid: Tecnos Editorial.
Rosanvallon, Pierre (2020) El Siglo del Populismo. Historia, Teoría, Crítica, Buenos Aires; Editorial Manantial.
Saward, Michael (2010) The
Representative Claim, Oxford, Oxford University Press
Schedler, Andreas, Larry Diamond,
and Marc Platner, Eds. (1999) The Self-Restraining. State. Power and
Accountability in New Democracies, Boulder, Co.: Lynne Rienner.
Schmitt, Carl (2008) Constitutional
Theory, Duke University Press.
---- (1988) The Crisis of Parliamentary Democracy, Cambridge,
Ma.; MIT Press
Schmitter, Philippe (2009) “Defects
and Deficits in the Quality of Neo-Democracy” en Gary Bland y Cynthia J.
Arnson, eds. Democratic Deficits. Addressing Challenges to Sustainability and
Consolidation Around the World, Washington DC, Woodrow Wilson International
Center for Scholars.
---- (2001)
“Parties are not what they once were” Larry Diamond and Richard Gunther.
Eds. Political Parties and Democracy, Baltimore: The John Hopkins University
Press, pp. 67-89
Smith, Graham (2012) Democratic
Innovations. Designing Institutions for Citizen Participation, Cambridge,
Cambridge University Press
Schumpeter, Joseph A. (1942) Capitalism,
Socialism and Democracy; Nueva York: Harper and Brothers Publishers
Urbinati, Nadia (2019) Me the
People. How Populism Transforms Democracy, Cambridge, Mass. Harvard
University Press
Urbinati, Nadia (2006) Representative
Democracy. Principles and Genealogy, Chicago: University of Chicago Press.
Waisbord, Silvio (2013) Vox Populista.Medios
Populismo Democracia, Buenos Aires, Gedisa
Wenman, Mark (2013) Agonistic
Democracy. Constituent Power in the Era of Globalization, Cambridge, Cambridge
University Press
Welp, Yanina y Laurence Whitehead (2011) Caleidoscopio
de la Innovación Democrática en América Latina, México, CLACSO
Weyland, Kurt (2013) “Latin
America´s authoritarian drift: the threat from the populist left” Journal of
Democracy 24:3.
[1] Sobre acceso y ejercicio de poder como
lógicas distintivas ver Mazzuca (2010).
[2] Concepto de
ciudadanía que el denominado agonismo
democrático comparte: lo que distingue a un adversario de un enemigo, es
precisamente que los primeros comparten su afiliación a una comunidad
estructurada alrededor de los principios de igualdad y libertad sobre los que
se estructura el moderno status de ciudadanía (Mouffe, 2015; p. 7).
[3] Conceder entidad al
poder constituido le quita radicalidad (e intensidad) al proceso de
identificación que Laclau describe como característico del populismo. La
conversión de los enemigos en adversarios supone aceptar la legitimidad de los
oponentes y del orden que hace posible esa confrontación agonista (Mouffe,
2013; p. 7).
[4] Sobre la ambigüedad
que caracterizaba el análisis académico acerca de los resultados
democratizantes de las experiencias clásicas de populismo en América Latina ver
De la Torre, 2000; pp. 1-27.
[5] Bajo el mando de Nicolás Maduro, Venezuela ha experimentado
una regresión autoritaria. Mientras que otros casos de populismos
contemporáneos se caracterizan por preocupantes iniciativas de hibridación
institucional en ciertas áreas como el control de los medios o el copamiento
las agencias de accountability gubernamental, en la mayoría de ellos no
resultaron en un drástico cambio de régimen hacia la dictadura, tal como sucede
en la Venezuela contemporánea. En la Argentina de los Kirchner, por ejemplo,
muchas de las iniciativas de hibridación institucional fracasaron debido a la
resistencia de la sociedad civil o de actores institucionales. A pesar de su apoyo entusiasta a los Kirchner,
Laclau consideraba que el kirchnerismo había sido un “populismo a medias” por
su incapacidad de lograr un proceso de identificación populista exitoso. De
hecho, a lo largo de los años, Laclau repetidamente los alentó para radicalizar
su estrategia y discurso político para fomentar la partición política de la
sociedad argentina en dos campos políticos claramente demarcados como había
ocurrido en la Venezuela de Chávez o bajo el peronismo clásico. Sin embargo,
por diversas razones, entre ellas las resistencias institucionales y sociales
que tal proyecto tuvo que enfrentar, tal objetivo nunca fue logrado (Peruzzotti
2015).
[6] Eso a pesar de que el
argumento sobre democracia delegativa no solamente señala déficits de accountability
horizontal sino también de intermediación, que son los que hacen posible esa
forma particular que adquiere el accountability electoral en los ciclos
delegativos (O’Donnell, 1994).
[7] Tal como argumenta
David Plotke, los logros obtenidos por los movimientos democráticos tienden a
complejizar el proceso de toma de decisiones políticas. Es por tanto erróneo
identificar a la democracia con simpleza: el campo de política mediada tiende más
bien a crecer en complejidad como resultado de la innovación democrática
(Plotke, 1997; p. 24).