"¡Abajo el tirano Urquiza!"
Propaganda e identidades políticas en la
revolución jordanista de 1870.
Mariana A. Pérez
Instituto de Historia Argentina y
Americana "Dr. Emilio Ravignani"
Universidad de Buenos Aires
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
PolHis, Revista Bibliográfica Del
Programa Interuniversitario De Historia Política,
Año 13, N° 26, pp. 374-400
Junio - Diciembre de 2020
ISSN 1853-7723
Fecha
de recepción: 26/08/2020- Fecha de aceptación: 16/09/2020
Resumen
Este artículo indaga sobre los sentidos
políticos de la revolución de Ricardo López Jordán en 1870 mediante el análisis
de la propaganda de los revolucionarios. El discurso oficial apeló a la noción
de "ciudadanía en armas" y calificó al movimiento como restaurador de
las instituciones republicanas y de las libertades individuales, las que habían
sido avasalladas por el gobierno "despótico" de Justo José de
Urquiza. Además, evitó identificarse con el federalismo y llamó a respetar al
gobierno nacional. Por el contrario, la prensa jordanista apeló a la antinomia
federales versus unitarios o porteños y a la figura de Francisco Ramírez.
También resaltó las iniquidades sociales de la campaña como consecuencia de las
políticas fiscales y de tierras, y denunció el reclutamiento de contingentes
para la frontera. Se establece como hipótesis que las diferencias observadas
obedecen a la heterogeneidad política y social de los integrantes del
movimiento y a los cambios en curso de las identidades políticas.
Palabras Clave
Revolución
– Federalismo – Propaganda - Identidades políticas - López Jordán
Down with the tyrant Urquiza!
Propaganda and political identities in the
Lopez Jordan´s revolution of 1870.
Abstract
This
article inquires into the political meanings of Ricardo López Jordán's
revolution in 1870 by analyzing the revolutionaries' propaganda. The official
speech appealed to the notion of "armed citizenship" and described
the movement as a restorer of republican institutions and individual liberties,
which had been violated by the "despotic" Justo José de Urquiza
government. Also, the official discourses avoided identify the revolutionary
movement with federalism and called for respect for the national government. On
the contrary, the press appealed to the federal versus unitarians or porteños
antinomy and to Francisco Ramírez figure. It also highlighted the social
iniquities of the countryside as a consequence of the fiscal and land policies,
and denounced the recruitment of men for the army. It is proposed as a
hypothesis that the observed differences are due to the political and social
heterogeneity of the members of the movement and the ongoing changes in
political identities.
Keywords
Revolution –
Federalism – Propaganda - Political identities - López Jordán
.
"¡Abajo el
tirano Urquiza!"
Propaganda e
identidades políticas en la revolución jordanista de 1870
En el atardecer del 11 de abril de 1870 una partida de hombres
armados irrumpió en el Palacio de San José, residencia del gobernador,
profiriendo gritos de "¡Muera el traidor Urquiza! ¡Viva López
Jordán!".[1] Minutos más tarde, Justo
José de Urquiza fue asesinado. Comenzaba así la revolución liderada por Ricardo
López Jordán que ponía fin a treinta años de dominio urquicista y prometía
llevar mayor libertad y progreso a los entrerrianos. Dos días más tarde, la
legislatura provincial lo eligió gobernador. A pesar de las esperanzas en que
la revolución no desembocara en un enfrentamiento bélico, pronto comenzó la
guerra entre las fuerzas jordanistas y el gobierno nacional, que desconoció la
legitimidad del nuevo gobierno y decretó la intervención de la provincia. La
guerra, que se extendió hasta febrero de 1871, implicó la movilización de un gran
porcentaje de la población masculina de la provincia (se calcula que los
ejércitos jordanistas movilizaron entre nueve y catorce mil hombres), provocó
numerosas pérdidas humanas y la ruina de la economía provincial.
El profundo impacto que tuvo la revolución y la guerra en la
memoria colectiva entrerriana se percibe en la numerosa bibliografía publicada
sobre el tema, la mayoría en Entre Ríos. Mucha de esa producción, incluso hasta
tiempo reciente, ha tenido como objetivo principal aportar pruebas históricas
para condenar o defender a alguno de los bandos en pugna. No obstante, existen
trabajos exhaustivos y muy bien documentados que intentan ir más allá de estas
premisas, entre los que se destacan los de Fermín Chávez sobre López Jordán y
las investigaciones de Amalia Duarte sobre los círculos jordanistas en la
década de 1860, sobre las campañas militares del ejército nacional para
reprimir las rebeliones, y sobre los debates en el Congreso Nacional y las
negociaciones de paz durante los conflictos armados (Chávez, 1986 [1957];
Duarte,1974, 1988). Sin embargo, no se han estudiado aún sistemáticamente los
discursos y representaciones que dieron sentido a las movilizaciones armadas
del jordanismo.
La revolución fue el desenlace de la crisis en la que estaba sumido
el federalismo entrerriano desde Pavón. Tras la derrota, el liderazgo de
Urquiza comenzó a ser cada vez más cuestionado. Su política de acercamiento al
gobierno nacional y de alianzas políticas que incluían tanto a federales como a
miembros del partido liberal, lo llevó a respaldar o avalar políticas
contrarias a sus aliados políticos tradicionales, como la prescindencia frente
a las rebeliones federales del interior y la adhesión a la guerra contra el
Paraguay. Por otro lado, la perduración de un estilo autocrático de ejercicio
del poder restringía el juego político y excluía a numerosos actores del acceso
a puestos en el gobierno provincial. Al mismo tiempo el debate público creció y
se complejizó, y emergieron nuevas formas de protesta política que erosionaron
el liderazgo de Urquiza y contribuyeron al surgimiento de novedosas alianzas y
adscripciones políticas en el ámbito provincial (Alabart, 2015; Alabart y
Pérez, 2019; Pérez, 2018b; Bressan, 2018; Duarte, 1974; Schmit, 2015).
La crisis política fue acompañada de un magro crecimiento
económico y del aumento de las tensiones sociales en el ámbito rural. Como
parte de una serie de reformas que pretendían modernizar la economía y aumentar
la recaudación fiscal, se aplicaron políticas que alteraron las formas de
acceso a los recursos y la relación con el estado que afectaron negativamente a
vastos sectores de la población de la campaña. Por ejemplo, las políticas de
tierras desconocían las tradicionales formas de tenencia y acceso a la tierra,
permitían el desalojo de sus antiguos ocupantes y la asignación de las parcelas
a nuevos propietarios; al tiempo que nuevas leyes sobre “vagancia”
criminalizaban conductas hasta el momento tenidas como legítimas por los
habitantes del espacio rural entrerriano Por otro lado, la imposición de un
nuevo régimen fiscal, que implicaba el paso de un sistema fiscal basado en el
cobro de impuestos indirectos (sobre el comercio de exportación e importación y
sobre transacciones mercantiles urbanas) a otro sostenido en el cobro de tasas
de carácter directo (a los capitales y a las actividades productivas) implicó
el cobro de impuestos a sectores de la población antes exentos del pago de
tributos. Como consecuencia, las políticas de modernización económica de la
provincia, lejos de generar un evidente progreso para la mayoría de los
habitantes, provocaron el surgimiento de fuertes descontentos entre gran parte
de la población subalterna de la campaña y entre muchos funcionarios y líderes
políticos locales que intermediaban entre esos y las autoridades provinciales
(Alabart y Schmit, 2015; Djenderedjian, 2013; Schmit, 2008a; 2008b).
Los discursos que expresaban los descontentos con el liderazgo de
Urquiza y sus políticas fueron tomando forma y fuerza en la esfera pública
entrerriana a lo largo de la década de 1860. Meses antes de la revolución los
grupos disidentes, ya identificados como "jordanistas", tenían sus
propios órganos de prensa y un discurso abiertamente opositor a Urquiza. Desde
el inicio de la revolución, los bandos en pugna procuraron construir
legitimidad y ganar adherentes mediante una sostenida propaganda que circulaba
de manera oral y escrita. La propaganda escrita se plasmaba en impresos (hojas
sueltas y periódicos), en proclamas dirigidas a la ciudadanía o a los
integrantes de los ejércitos (que eran leídas en público por las autoridades en
cada pueblo o frente a las tropas), en circulares a los jefes políticos y
militares, y en la correspondencia privada, que era un instrumento de los jefes
del movimiento para conseguir adhesiones y homogeneizar el discurso político.
En las páginas siguientes se indaga sobre las identidades
político-partidarias y los sentidos que la revolución jordanista de 1870
tuvieron para los actores que participaron en ella, a través del análisis de la
propaganda jordanista en los inicios de la revolución, desde el asesinato de
Urquiza el 11 de abril hasta el comienzo de la guerra a principios del mes de
mayo. En el primer apartado se analiza la propaganda oficial, es decir, el
discurso público sostenido por los jefes del movimiento. En el segundo, se
estudia el discurso de la prensa jordanista, que incorpora otros temas y apela
abiertamente a problemáticas propias de los sectores populares.
1. La nueva Era
Constitucional pone fin a la oprobiosa tiranía: el discurso oficial del
movimiento jordanista
En las primeras dos semanas tras el asesinato de Urquiza, el
discurso oficial jordanista mantuvo un programa de corte liberal y con un
horizonte de acción limitado a la provincia. Según el relato jordanista, el
gobierno de Urquiza era tiránico y autocrático, disponía arbitrariamente de las
vidas y las propiedades de los entrerrianos y no cumplía con la Constitución y
las leyes. En palabras de Mariano Querencio, uno de los dirigentes del movimiento,
Urquiza "explotaba al país en provecho propio, reduciendo sus heroicos
hijos a la degradante condición de siervos o esclavos".[2] De modo que el
objetivo del movimiento era restituir el orden institucional y republicano. En
la nota dirigida a la Cámara Legislativa a horas de iniciado el movimiento,
López Jordán manifestó su apego a la legalidad republicana:
He jurado solemnemente respetar y
hacer respetar la Constitución y las leyes ... En una palabra, la ley es y será
mi única bandera, la Suprema autoridad en la Provincia que va a recoger los
frutos de la vida Constitucional, con la independencia de sus Poderes Públicos,
la libertad individual, y la garantía de propiedad.[3]
El cumplimiento de la Constitución no solo traía la libertad y la
democracia, sino que además llevarían al progreso material y al desarrollo de
la civilización en Entre Ríos, largamente postergado por las prácticas
autocráticas de Urquiza.
La revolución había puesto fin a "treinta años de
tiranía" amparada en el derecho legítimo de los ciudadanos de empuñar las
armas frente a un gobierno considerado "despótico". A lo largo del
siglo XIX, en nombre de tal derecho y deber ciudadano, se habían realizado
decenas de rebeliones -regionales y locales- en el espacio rioplatense y la
Constitución nacional establecía como obligación en el artículo 21 que todo
ciudadano estaba "obligado a armarse en defensa de la Patria y de esta
Constitución".[4] Sin embargo,
existía la percepción de que la violencia era un recurso extremo que debía
emplearse con moderación. Así lo sugieren las numerosas cartas recibidas por
López Jordán, en las que lo felicitan por haber llevado a cabo "una
revolución sin sangre".[5] Sentido similar
tiene la primera comunicación de López Jordán a los Jefes Políticos. En ella la
apelación al recurso de las armas aparece como un método excepcional:
Desgraciadamente, los patriotas
llegaron a comprender que no debían esperar la salvación de las instituciones
por la influencia tranquila de las ideas del convencimiento y viéronse
compelidos a la extrema necesidad de emprender una lucha sangrienta y
desesperada con la tiranía, quedando el General Urquiza muerto en el camino.[6]
La apelación a los tópicos clásicos del republicano liberal
decimonónico confirma el lugar hegemónico que tenían los valores republicanos
en el imaginario político de mediados de siglo en el Río de la Plata. Este era
el campo de sentido desde el cual se legitimaba el poder y se denostaba al
contrincante político. La oposición libertad versus tiranía recorría el
imaginario de los conflictos políticos desde la Revolución en 1810 y en la
segunda mitad del siglo, una vez derrocado Juan Manuel de Rosas y la sancionada
la Constitución en 1853, esta oposición se expresaba mediante el lenguaje de
defensa del orden constitucional versus formas despóticas y autocráticas de
ejercicio del poder. En este contexto, la propaganda urquicista había hecho
grandes esfuerzos en presentar al caudillo como vencedor de la tiranía de
Rosas, fundador de las instituciones republicanas y paladín de la Constitución.
De modo que las críticas a la figura de Urquiza enunciadas desde el federalismo
disidente eran el espejo invertido de la propaganda urquicista. Asimismo,
compartían el lenguaje y los tópicos de las críticas de la prensa porteña
contra Urquiza. En este caso, desde la década de 1850 era frecuente que se
señalaran sus prácticas políticas como autocráticas, típicas del "caudillaje",
término denostado en los círculos políticos e intelectuales de los liberales de
Buenos Aires.
Por otro lado, no hay en la documentación oficial ninguna
referencia a la identidad federal del movimiento ni críticas a las alianzas
políticas que Urquiza había ido forjando luego de Pavón con figuras porteñas
y/o representantes del partido unitario. Tal ausencia puede deberse a la
necesidad de ganar mayor adhesión y a las esperanzas de poder eludir un
enfrentamiento con el gobierno nacional. Como cualquier movimiento político, el
jordanismo buscaba ser el referente del "pueblo" en su conjunto. Sin
embargo, al no nombrar al federalismo, también renunciaba a identificar al
"pueblo" con esa identidad política. Acaso esta ausencia no solo se
deba a una cuestión de estrategia política, sino que también esté reflejando el
ocaso de la tradicional antinomia unitarios versus federales y el paso hacia la
conformación de otras configuraciones político identitarias.[7]
Sea cual fuese el motivo, el mote de "Urquiza traidor"
gritado por la partida de hombres armados que había irrumpido en la residencia
del gobernador fue evitado en las comunicaciones oficiales. En cambio, se
procuró dejar en claro que el programa de la Revolución tenía como único
objetivo "derrocar al tirano" Urquiza y no pretendía cuestionar al
gobierno nacional. El contenido y el orden de las arengas de una circular
enviada a los jefes políticos el 14 de abril así lo indican:
¡Viva el Gobierno Nacional!
¡Vivan la Patria y la Libertad!
¡Viva la Constitución!
¡Viva el Pueblo Entrerriano!
¡Viva el Excelentísimo Gobernador
de la Provincia Don Ricardo López Jordán![8]
2 Más allá de las proclamas y circulares
oficiales: el discurso en la prensa
2.1 La emergencia de un
discurso federal disidente en la década de 1860
La mayoría de los temas y lenguaje del discurso oficial del
jordanismo estaban lejos de ser una novedad en Entre Ríos. La lucha contra la
tiranía, y la construcción y defensa de un orden constitucional formaban parte
tanto de los atributos positivos otorgados a Urquiza por sus publicistas, como
de los hitos sobresalientes del pasado colectivo del "heroico" pueblo
entrerriano. Así, las conmemoraciones del 1 de mayo (día del pronunciamiento de
Urquiza contra Rosas) y el 3 de febrero (fecha de la batalla de Caseros), con
sus discursos, brindis, bailes y carreras de sortijas, cumplían la doble
función de ensalzar la figura de Urquiza y la de vincular al conjunto de los
entrerrianos con esos valores. Asimismo, los publicistas del partido federal hacían
hincapié en la defensa de la ley y la Constitución como valores fundamentales
del federalismo, los cuales reivindicaban como propios frente a lo que
consideraban imposturas del partido liberal o unitario.
Por otro lado, la denuncia a las arbitrariedades de Urquiza, a su
estilo autocrático de ejercicio del poder y a la falta de libertades
individuales tampoco era una novedad. Entre 1863 y 1867 se había publicado La Democracia en Gualeguaychú, un
periódico "unitario" que mantenía una encendida retórica de oposición
al federalismo y que apelaba con frecuencia a la figura del despotismo o la
tiranía para describir al gobierno de Urquiza.[9] Además, en la
prensa de Buenos Aires, que se leía con atención en la provincia, se publicaban
artículos que lo caracterizaban negativamente. Allí, en 1866 Juan Coronado, ex
secretario de Urquiza, publicó un folleto titulado Misterios de San José, con el fin explícito de desacreditar al
caudillo. El folleto repasaba las prácticas autoritarias de Urquiza (la
manipulación electoral, el reparto clientelar de tierras, los castigos físicos
a los paisanos, arbitrariedad judicial) y calificaba a su gobierno como
"tiránico y sangriento" (Coronado, 1866, p.110). Un año más tarde,
desde las páginas de El Pueblo
Evaristo Carriego, un federal disidente que se había visto obligado a dejar la
provincia en 1865, escribió una serie de artículos críticos de Urquiza que
tiempo más tarde serían publicados en forma de folleto como Antecedentes para el proceso del Tirano de
Entre Ríos Justo José de Urquiza. En los artículos de Carriego (el que no
ahorra epítetos negativos hacia Urquiza, al que definía como "ladrón"
y "sanguinario") se desarrollan las acusaciones principales que el
movimiento jordanista le hará al régimen de Urquiza tres años más tarde:
"En Entre Ríos no hay ni libertad de sufragio, ni libertad de imprenta, ni
libertad de industria, ni garantía personal ni respeto a la propiedad"
(Carriego 1867, p. 30).
Aunque en 1870 las críticas abiertas al "despotismo" de
Urquiza ya no eran desconocidas en la opinión pública entrerriana, sí
constituyó una novedad la emergencia de un discurso opositor en el federalismo
provincial. Si bien existe abundante evidencia que da cuenta de que tras la
batalla de Pavón existió un descontento creciente con el liderazgo de Urquiza
en sectores del federalismo entrerriano, recién a finales de la década, en
1869, se puede observar en la esfera pública provincial la circulación de un
discurso de oposición a Urquiza bien articulado y enunciado desde el campo del
federalismo. Hasta entonces, las críticas emergían fragmentadas y de manera
esporádica en notas de periódicos, folletos y hojas sueltas y rara vez atacaban
directamente la figura del caudillo. Esto se debe, por un lado, a las propias
dificultades del federalismo disidente para organizarse en un grupo (auto)
reconocido como tal, que articulase un discurso opositor y simultáneamente
garantizase formas efectivas de circulación. Aunque López Jordán pretendía
erigirse en figura alternativa a Urquiza -en 1864 había sido candidato a
gobernador- y el poder de Urquiza estaba en decadencia, este supo mantener
altas cuotas de prestigio en la opinión pública y entre un nutrido grupo de
jefes del ejército entrerriano, por lo que no era sencillo en el juego político
provincial atacar su figura y construir un liderazgo alternativo. Por otro
lado, la gran mayoría de los periódicos de tendencia federal dependían de
Urquiza para su subsistencia material, por lo que el caudillo ejercía un
control informal sobre lo publicado. Asimismo los periodistas y editores, todos
sujetos que aspiraban a hacer carrera política, necesitaban de la anuencia de
Urquiza para acceder a puestos en el gobierno provincial. Por lo tanto, las
condiciones de enunciación restringieron las críticas abiertas a Urquiza hasta
poco antes de iniciada la revolución.
Recién en febrero de 1869 surgió un periódico de tendencia federal
que sostenía una línea abiertamente disidente del gobierno, El Independiente en Concepción del
Uruguay. Un año más tarde, en enero de 1870, salió en la ciudad de Paraná el Obrero Nacional con un discurso más
radical, editado por Francisco F. Fernández.[10] La publicación de
estos periódicos fue acompañada de la circulación de rumores y hojas sueltas
críticas del gobierno, que ensalzaban la figura de López Jordán y anunciaban
una pronta revolución.
No se conoce con detalle el contenido de lo publicado en El Independiente y El Obrero Nacional, puesto que se han extraviado la casi totalidad
de los ejemplares; sin embargo, es claro que la marcada disidencia de los
discursos y la imposibilidad de evitar su circulación fue tema de
intranquilidad creciente en el círculo político urquicista a medida que iba
transcurriendo el año 1869. El quiebre del federalismo entrerriano ya era
explícito en febrero de 1870 cuando El
Obrero Nacional señalaba la existencia de "dos partidos", el de
los "jordanistas" y los "urquicistas", cuestión desmentida
por el oficialismo desde las páginas de El
Comercio y El Uruguay.[11] Días antes de la
revolución, el 31 de marzo, los temas y el tono subversivo de El Obrero Nacional llevaron a Urquiza y
a su ministro Sagastume a pedir la detención de Francisco F. Fernández (al cual
llamaban "el loquito Fernández") "para poner fin a la insolencia
desmedida" de El Obrero Nacional
(Pérez, 2018a). En una carta que el gobernador le dirigió al jefe político de
Paraná explicaba que desde su creación ese periódico no había hecho más que
difamar e insultar al gobierno y particulares "convirtiendo la noble
misión de la prensa en una inmundicia de escándalos y concitaciones sediciosas
contra el gobierno".[12]
2.2 Estalla la revolución:
la prensa jordanista en abril de 1870
El artículo por el cual Urquiza solicitaba la detención de
Fernández se titulaba "El Contrato Fragueiro".[13] Se refería a un
contrato aprobado por la legislatura en enero de 1869 mediante el cual el
financista Antonio Fragueiro se hacía cargo de la recaudación de la
contribución directa y el arrendamiento de campos fiscales a cambio de lo cual
el gobierno le retribuiría con un 30% de lo recaudado. En septiembre las
facultades de Fragueiro se habían ampliado a la percepción de impuestos sobre
corrales, marchamo y saladeros. Desde sus inicios el contrato fue duramente
censurado por El Independiente,
aunque también recibió críticas de la prensa oficialista. Las críticas
principales pasaban por el porcentaje que Antonio Fragueiro recibía por la
tarea de recaudación, por la arbitrariedad de los recaudadores, el creciente
peso impositivo y porque a pesar de la promesa de que el contrato iría a
mejorar el estado de la administración pública de la provincia, continuaba el
atraso en el pago del salario de sus empleados.[14] El artículo de El Obrero Nacional volvía sobre esos
temas, especialmente en torno a los efectos negativos del contrato sobre los
contribuyentes más pobres. El articulista se preguntaba, "Si Fragueiro
ganaba un 33% sobre la renta recaudada, ¿no es lógico que trate de exprimir al
contribuyente y de no descansar en su tarea de vampiro?".[15] Pero el texto iba
más allá, y pasaba a hacer una larga enumeración de las causas por las cuales
era lícito "desacreditar"
al gobierno:
Si en nuestra conciencia ese
gobierno ha violado la Constitución, ha alquilado sin derecho la renta a
Fragueiro para que oprima al gaucho, que se empobrece en las campañas, que lo
abandona todo por servir a su gobierno; si en nuestra opinión, ese gobierno,
contra el sentimiento unánime y claro de la provincia, se abraza con el unitarismo
para que éste venga a dominarnos, a hacer esclavos nuestros hijos; si ese
gobierno deja despoblados los hogares arrancando los hombres a la fuerza para
remitirlos a los unitarios de Buenos Aires, como está sucediendo; si pues, todo
eso es del dominio público y de nuestra conciencia, ¿no es justo, lógico y de
nuestro estricto deber de defensores del pueblo desacreditar a ese
gobierno y a cuantos malos y explotadores sin mérito le rodean?
Pero no solo tratamos de
desacreditarlo, de hacer huracanes de nuestros deseos, arrancarlo de cuajo de
su asiento.[16]
Este párrafo incorpora otras razones para derrocar a Urquiza, que
no están en las comunicaciones oficiales de los jefes del movimiento. Aunque en
primer lugar se señala que el gobierno "ha violado la Constitución",
luego el temario vira hacia cuestiones que están ausentes del discurso oficial:
la penuria económica del espacio rural, las levas para engrosar los
contingentes de la frontera con los pueblos indígenas y las alianzas políticas
de Urquiza con los unitarios.
El tema de las penurias económicas de los habitantes de la campaña
fue retomado por el mismo Fernández el 16 de abril, en El Hijo del Pueblo (un periódico editado en Paraná para publicitar
la revolución).[17] En una extensa nota
en donde se enumeran las razones del movimiento jordanista, comienza describiendo
al régimen como "dictatorial" y se detiene a analizar la política
deliberada de Urquiza para no poner en funcionamiento un régimen municipal, al
que define como un "principio sin el cual la democracia es una mentira y
la tiranía una verdad". Según Fernández, el impedimento para la creación
de municipalidades tenía como fin impedir que los habitantes participen en la
administración de sus propios intereses y perpetuar el rol de los Jefes
Políticos, "déspotas, orgullosos y altivos", representantes directos
del poder ejecutivo en cada uno de los pueblos. (Aunque, posiblemente para no
socavar el apoyo de aliados políticos, señala que no todos se han comportado de
esa manera).[18]
Pero el eje argumentativo central del artículo pasaba por la
condena a las políticas impositivas y de tierras, en las que el contrato con el
financista Fragueiro aparece como un ejemplo, el más ruin y espectacular, de un
sistema corrupto que tiene como fin el enriquecimiento de Urquiza y sus
acólitos a expensas del pueblo. La "tiranía imperial" de Urquiza, es
decir, su poco apego a las leyes y su estilo autocrático de ejercicio del
poder, era el telón de fondo de las penurias materiales del pueblo entrerriano:
[Durante el gobierno de Urquiza] La Constitución servía a los palaciegos
para encender sus cigarros habanos, calzando el guante y devorando el licor,
mientras vosotros, pobres entrerrianos regabais la tierra con vuestro sudor y
vuestra sangre, ateridos de frío, con hambre de vuestros hijos, desnudos y con
sed.[19]
A lo largo del texto se hace hincapié en las pesadas
"contribuciones" a las que se veía sometido el pueblo, a raíz del
nuevo sistema impositivo y al aumento del canon de arrendamiento de tierras
públicas.[20] Asimismo, se alude
a las tensiones que la ley de tierras de 1861 había introducido en la campaña,
al habilitar la expulsión de antiguos pobladores sin títulos de los campos que
ocupaban. En este contexto, la denuncia a la "tiranía" de los Jefes
Políticos cobra otra dimensión pues eran los encargados de confeccionar los
registros de títulos de tierras y definir quién entraba en la categoría de
"vago" o "intruso".
Para Fernández, quienes se enriquecían en esta situación eran
sujetos "sin méritos ningunos,
que nada absolutamente nada les debía la provincia, como Fragueiro, un simple
comerciante que no podía hacer otra cosa que explotar al país". Por
contraste, a los paisanos les "arrebataban el campo y la casa donde habían
crecido a la sombra de los laureles y las
glorias de vuestros padres".[21]
Con esta frase, Fernández introduce en su argumentación el
imaginario socio político que había estructurado el orden político y militar en
Entre Ríos desde la década de 1820. En este, los servicios a la patria (sobre todo militares) ocupaban un lugar
central. Quien había "servido a la patria" tenía el derecho a gozar
de ciertas recompensas por su defensa de "la familia entrerriana". En
torno a ese vínculo de reciprocidad, numerosos sujetos de las clases
subalternas rurales fueron reconocidos como ciudadanos y obtuvieron derechos al
usufructo de tierras fiscales. Por otro lado, por "los servicios a la
patria" se podían obtener distinciones simbólicas que establecían
jerarquías entre los hombres recién llegados a la provincia y aquellos
"beneméritos", arraigados y con participación probada en defensa de
la provincia y la causa federal (Schmit, 2004). Hacia 1870 este imaginario, en
torno al cual se había construido y sostenido el sistema político urquicista,
se hallaba sumido en una profunda crisis. Las leyes sancionadas en la década de
1860 que regulaban las relaciones sociales en la campaña, consideraban la
propiedad de los bienes rurales como absoluta y no admitían como legítimos los
derechos de posesión y usufructo de los recursos como resultado de "los
servicios a la patria". De modo que, como bien lo ha descrito Roberto
Schmit, los años previos a la revolución estuvieron atravesados por numerosos
conflictos por el acceso a los recursos en el espacio rural (Schmit, 2008b).
Estos conflictos, que involucraban a viejos pobladores y a propietarios nuevos
y también a las autoridades locales que procuraban mediar entre ellos, eran
interpretados y tramitados por muchos actores apelando al tradicional
imaginario de derechos adquiridos por los "servicios a la patria".
Las palabras de Francisco F. Fernández en El
Amigo del Pueblo invocan ese imaginario. Es claro que consideraba que el
paradigma federal de justicia y defensa de los pobladores se había roto,
quienes se quedaban con los recursos de la provincia eran hombres "sin
méritos" para ser acreedores de ese beneficio, mientras que quienes habían
adquirido sus bienes por sus servicios militares y contribuido al
engrandecimiento de la provincia se veían ahora despojados de ellos.
A pesar de que las tensiones sociales en el espacio rural se
venían desarrollando desde hacía años, las menciones a ellas estuvieron casi
ausentes del debate público en la provincia hasta 1870. Como excepción, en 1863
Evaristo Carriego publicó un par de notas en El Litoral en las que denunciaba que todavía seguía vigente la ley
de tierras de 1830 que establecía que el estado no podía vender los terrenos de
aquellos paisanos que los poseían como recompensa por sus "servicios"
y, por ende, las disposiciones de venta de tierras de la ley de 1861 no podían ser
aplicadas. Aunque estas notas fueron replicadas por el periódico unitario La Democracia con el fin de iniciar el
debate con los periódicos oficialistas, nadie respondió y Carriego no volvió
sobre la cuestión.[22] Por lo tanto, el
tema quedó oculto en el debate público.
Tal silencio por parte de la prensa entrerriana tiene varias
lecturas. Es probable que la prensa federal (de la que participaba, por
ejemplo, el propio Fernández y otros sujetos que en el futuro se sumarían al
jordanismo) haya eludido el tema porque introducía de lleno una gran
contradicción en el campo del federalismo entrerriano. Por un lado, iniciar una
campaña en contra de la ley de tierras de 1861 suponía un desafío abierto a las
políticas de modernización económica y fiscal de Urquiza, lo que llevaba a
cuestionar a su figura. Por otro lado, contradecir a Carriego y sus notas en
defensa de los paisanos y las tradiciones de derechos adquiridos por los
"servicios a la patria" suponía, también, la enajenación del apoyo de
vastos sectores del mundo rural, sobre todo de aquellos sujetos que tenían en
su haber una historia probada de apoyo al federalismo. También el silencio
puede indicar que el diagnóstico sobre la crisis del espacio rural no era
uniforme al interior del federalismo disidente, luego devenido en jordanista.
En los Misterios de San José Juan
Coronado condenaba como "autocrática" la práctica de Urquiza de
reparto de tierras o ganados a los soldados por sus servicios a la causa
federal, y en 1871 otro jordanista, Clodomiro Cordero, denunciaba que Urquiza
había llevado la propiedad rural a la mitad de su valor de mercado por "la
inseguridad de que gozaba con la plaga de los intrusos patrocinada por el poder
como viejos federales".[23]
Volviendo sobre la enumeración del Obrero Nacional de las razones para desacreditar al gobierno, en segundo lugar señala que "contra
el sentimiento unánime y claro de la provincia" el gobierno "se
abraza con el unitarismo para que
éste venga a dominarnos, a hacer esclavos nuestros hijos". Esta frase
condensa uno de los nodos centrales del discurso de la prensa federal
entrerriana tras la derrota de Pavón. Este se estructuró en torno a la
interpretación de los conflictos regionales como la expresión del
enfrentamiento entre federales versus unitarios o porteños (éstos dos últimos
eran concebidos como equivalentes). De este modo, el predominio del partido
unitario o de Buenos Aires era presentado como una amenaza directa a la
existencia del federalismo y de Entre Ríos como provincia autónoma. La noción
de que los unitarios tarde o temprano invadirían la provincia y harían
"esclavos" a los entrerrianos -si no se lograba articular una
resistencia federal que les haga frente- fue presentada como una posibilidad en
cada uno de los momentos de alta confrontación política o militar sucedidos
luego de Pavón: las tensiones en torno a las rentas provinciales, el
nombramiento de los empleados públicos nacionales en Entre Ríos, las rebeliones
federales, la guerra contra Paraguay, los conflictos en Corrientes, etc. Sin embargo,
estas denuncias nunca llegaban a cuestionar abiertamente la política de Urquiza
de entendimiento con sectores del partido liberal y de prescindencia frente a
las rebeliones federales. La novedad en 1870 es que se señalaba desde la prensa
que Urquiza "se abrazaba" con los unitarios traicionando la adhesión
al federalismo del pueblo entrerriano.[24]
Por lo tanto, cuando se produjo la intervención militar del
gobierno nacional y el envío de tropas a la provincia, el hecho fue
interpretado como la culminación de una política nunca abandonada de los
porteños de someter a Entre Ríos y acabar con el partido federal.
Otra acusación al gobierno de Urquiza era la política de
reclutamiento de contingentes para servir en el ejército nacional.
Efectivamente, al momento de la publicación de la nota en el Obrero Nacional, los jefes políticos
tenían la orden de reclutar hombres para servir en la frontera con los pueblos
indígenas. Si bien todavía faltan estudios al respecto, la correspondencia
recibida por Urquiza de los jefes políticos indica que la recluta era
dificultosa y lenta. Es probable que existiese cierta resistencia a la leva y
que fuese acentuada por las noticias de la sublevación del contingente de
entrerrianos en la frontera sur y la consiguiente muerte de treinta soldados,
quince de ellos fusilados por el comandante del cuerpo en marzo de 1869.[25] Asimismo, es fácil
intuir que la denuncia del Obrero
Nacional pretendía apelar a la experiencia de resistencia generalizada a ir
al frente paraguayo que desembocó en los desbandes de Basualdo y Toledo en 1865
(Alabart, 2015; Fradkin, 2013). En esa ocasión, los paisanos se negaron a
marchar alegando que no lucharían junto a Mitre y su partido. Solo después de
una fuerte represión, Urquiza pudo reunir un contingente, que regresó a la
provincia en febrero de 1870. Como en 1865, las exigencias a los paisanos en
1870 no respetaban la tradición miliciana contraria a servir en campañas
prolongadas y lejos del hogar. Tampoco la del servicio en defensa de los
intereses de la patria. Por el contrario, se trataba de ir lejos (la recluta de
Urquiza dejaba "los hogares despoblados") y a servir intereses ajenos
a la patria: a "los unitarios de Buenos Aires".
Por último, la prensa federal disidente definía la identidad
política del movimiento recurriendo a la tradicional antinomia federales versus
unitarios/porteños y apelando una genealogía particular: los jordanistas eran
"hijos de Ramírez".[26]
Se sabe que la prensa jordanista utilizaba esa figura antes de la
Revolución de abril, pero lamentablemente no se han encontrado los artículos en
los que se explica el sentido que se le otorgaba a dicha genealogía.[27] Una vez iniciado el
movimiento y durante la guerra, las referencias a los jordanistas como
"hijos de Ramírez" fueron frecuentes en la prensa y en la
correspondencia privada como recurso retórico para reforzar la identidad
federal y entrerriana en oposición a Buenos Aires y al partido unitario. Este
es el sentido que tiene la invocación de la figura de Ramírez (junto a la de
Artigas) en un encendido artículo de La
Nueva Era (periódico jordanista de la ciudad de Gualeguay) del mes de
septiembre de 1870. Allí el autor les recuerda a los lectores la tradición
heroica de resistencia y victorias militares de los entrerrianos frente a las
fuerzas porteñas:
Verdugos! Vuestras esperanzas
sangrientas, vuestra vanidad, vuestros inveterados odios a la soberanía de los
pueblos federados, os han tejido la venda ... ¡Cuán olvidados de Ramírez y de
Artigas! No hubierais enviado bayonetas ni lanzas a mi patria, si ... hubierais
contemplado los horizontes de las Averías, Sauce, Espinillo. Feliciano y
Uruguay. ¡Revolved las tumbas de Montes de Oca, Balcarce y Olmbert (sic.)!.
Nosotros tenemos el recuerdo de
un hermano que puede aventar esas cenizas, que domina, que subyuga esas tumbas:
¡RAMÍREZ!
El último gaucho sabe quién fue
Ramírez...y ¿pudiste alucinarnos un momento con la posibilidad de
esclavizarnos?[28]
Apelando a Ramírez como figura aglutinadora del federalismo
entrerriano se negaba a Urquiza como líder histórico y principal del partido
federal al tiempo que se reivindicaba una figura que, aunque tenía un
reconocimiento público (plasmado, por ejemplo, en el nombre de las calles
principales de varios pueblos), había permanecido en un segundo plano. Como se
señaló, en los años posteriores a Caseros la retórica oficial sobre el rol del
pueblo entrerriano en la historia argentina y rioplatense se había concentrado
en resaltar su accionar militar para poner fin a la "tiranía" de
Rosas y construir el orden constitucional, y en este relato la figura de
Urquiza era dominante. Además, se juzgaba negativamente a la época de las
guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX, en sintonía con los relatos
historiográficos que se estaban gestando desde círculos intelectuales porteños.
De este modo, la propaganda urquicista pretendía ligar a Urquiza con los
guerreros de la independencia, con Rivadavia y con otros sujetos que estaban
siendo incorporados al panteón de "próceres de la patria" (Alabart y
Pérez, 2020). Al reivindicar la figura de Ramírez, los jordanistas introducían
cambios en el relato oficial de la provincia sobre el pasado político-militar
de los entrerrianos y desafiaban e invertían la clasificación
política-historiográfica construida desde el grupo liberal porteño.
Reflexiones finales
Una vez decidida la intervención armada de la provincia y el
desembarco de fuerzas nacionales en Gualeguaychú y Paraná a fines de abril, el
discurso oficial jordanista se desplazó hacia el llamado a la defensa de la
autonomía de la provincia, a la que consideraban ilegalmente intervenida por el
gobierno nacional. No obstante, esto no redundó en un cambio significativo de
los sentidos de la revolución. La propaganda oficial continuó apelando a los
tópicos de defensa de la Constitución y de las instituciones republicanas como
los objetivos centrales del movimiento. Las referencias a la antinomia
unitarios - federales continuaron ausentes en las comunicaciones oficiales.
Pero este discurso fue acompañado de otro que se desarrolló desde
la prensa jordanista que incluía una serie de tópicos y vocabulario que
desbordaban los márgenes del discurso republicano liberal con el que se
intentaba legitimar la revolución: la concepción de las adscripciones políticas
en clave de la oposición federales-unitarios; la reivindicación de una
genealogía histórico-política antiliberal; y la apelación específica a los
sectores populares. Estos temas diferenciaban al jordanismo del federalismo
urquicista de la década de 1860 y lo ligaban a los movimientos federales de
oposición al gobierno nacional.
La ausencia de estos temas en la propaganda oficial obedece a que
la dirigencia jordanista aspiraba a construir una coalición amplia con variados
actores, de orígenes sociales y trayectorias políticas diversas. La oposición a
Urquiza se hallaba en grupos urbanos, ligados a las profesiones liberales, en
sectores del ejército entrerriano y en el espacio rural, y no solo provenía de
las filas del federalismo, sino también de actores identificados con el partido
liberal. De igual modo, las bases de apoyo a Urquiza eran muy diversas y
todavía fuertes.
Se suele describir al movimiento jordanista como el último del
ciclo de rebeliones del federalismo contra el gobierno nacional y a la visita
de Sarmiento a la provincia en febrero de 1870 como un hecho injurioso para los
federales entrerrianos.[29] Sin embargo, la
dirigencia eludió identificarse con esas resistencias y el mote de traidor al partido federal con el que se
incriminaba a Urquiza no formó parte del discurso legitimante de la revolución
de abril. Creemos que esta omisión no solo se debe a una cuestión de estrategia
política en un contexto en el cual era imperioso ampliar las adhesiones al
movimiento. También es indicador de que esta dirigencia percibía que luego de
agotadas las resistencias federales en el resto del país, la convivencia en la
nación ya era un hecho ineludible en 1870, y que la antinomia federal versus
unitario-porteño se estaba diluyendo como clivaje que articulaba los partidos o
facciones en el espacio político nacional.
Sin embargo, la identidad federal y la oposición a los unitarios y
porteños continuaban siendo categorías identitarias centrales en el campo
político entrerriano. Una mirada a la correspondencia de López Jordán permite
entrever que los cuadros intermedios (y seguramente los sectores populares)
seguían definiendo las identidades y las consecuentes alianzas y prácticas
políticas a través de esas categorías. En las cartas enviadas a López Jordán
para manifestar la adhesión a la revolución se reproducen casi textualmente los
términos utilizados en las comunicaciones oficiales, "fin de treinta años
de tiranía", "era de respeto a la Constitución y las leyes", "gobierno
despótico", etc. Pero también aparece el lenguaje propio de un federalismo
que define a sus integrantes como "verdaderos hijos de Ramírez" en
contraposición a los "salvajes unitarios". En este caso, los motivos
para adherir al bando jordanista se insertaban en una trama de sentido de largo
arraigo en la provincia. Es muy probable que la identificación del jordanismo
con el federalismo en tanto repositorio de una identidad anti porteña y anti
unitaria haya sido la idea aglutinadora que le dio la principal base de apoyo
popular al movimiento una vez iniciada la guerra contra el gobierno nacional.
Por último, las interpretaciones historiográficas tradicionales
sobre las causas de la revolución han puesto el foco en factores políticos. Sin
embargo, los propios actores señalaban a las transformaciones sociales y
económicas del espacio rural entrerriano y a sus consecuencias indeseables para
importantes sectores de la sociedad entrerriana como motivos importantes para
acabar con el gobierno de Urquiza. Lo cual introduce nuevas complejidades para
la comprensión de los sentidos que el movimiento jordanista tuvo para quienes
participaron en él.
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[1] La Nación, 17 de
abril de 1870. Algunas versiones indican que los asaltantes también gritaban
"¡abajo el tirano Urquiza!". Una descripción detallada del asalto en
Ruiz Moreno, 2012.
[2][2] Proclama a las Guardias Nacionales. Museo Histórico
Martiniano Leguizamón (MHML), Fondo Ricardo López Jordán (FRLJ). 21 de abril de
1870.
[3] "El gobernador al Pueblo de Entre Ríos" en La Capital, 19 de abril de 1870.
[4] La bibliografía sobre la noción de ciudadanía en armas y
las revoluciones armadas en el siglo XIX es amplísima. Como referencia, ver,
por ejemplo, Macías, 2015; Sabato, 2018.
[5] Ramón Puig a Ricardo López Jordán, La Paz. MHML, FRLJ. 18
de abril de 1870.
[6] "Circular de Ricardo López Jordán a los jefes
políticos", en La Capital, 18 de
abril de 1870.
[7] Es interesante que estas identidades, junto a la denuncia a
la guerra contra Paraguay y las políticas de Bartolomé Mitre de avasallamiento
de las provincias del interior, hayan sido parte del discurso de los
manifiestos de una revolución abortada contra Urquiza planeada entre fines de
1867 y 1868, también liderada por López Jordán. Dos años más tarde, con las
rebeliones federales derrotadas y ya bajo la presidencia de Domingo F.
Sarmiento, el motivo de oposición al predominio porteño parece haber perdido
sentido como justificación -aunque sea secundaria- en la revolución. El
manifiesto de la revolución abortada de 1868 es citado por Fermín Chávez (1986,
p. 129). Sobre el ocaso de la oposición unitario/federal como articuladora de
las facciones políticas, ver el interesante trabajo de Eduardo Míguez (2013).
[8] Proclama. MHML, FRLJ, 21 de abril de 1870.
[9] La Democracia
atenuó las críticas negativas a Urquiza una vez que el caudillo brindó su apoyo
a la guerra contra Paraguay.
[10] Francisco F. Fernández (conocido como
"Francisquillo", "El Soldado Entrerriano" y
"Harmodio") participaba en la prensa entrerriana desde principios de
la década de 1860. Entre 1862 y 1864 fue secretario privado de Urquiza. Una vez
iniciada la revolución de 1870 se incorporó a las fuerzas de López Jordán y se desempeñó
como su secretario.
[11] "Urquicistas y Jordanistas", en El Uruguay, 26 de febrero de 1870.
[12] Citado en Chávez, 1986, p. 242
[13] El Obrero Nacional,
29 de marzo de 1870.
[14] Por ejemplo, "El Contrato Fragueiro" y
"Solicitada", en El País,
17 de septiembre de 1869 y "Reunión extraordinaria", en El País, 3 de octubre de 1870.
[15]
"El Contrato Fragueiro", en El Obrero
Nacional, 29 de marzo de 1870. Citado en Chávez, 1986, p. 243. El Obrero
Nacional parece haber sostenido una prédica regular a favor de los pequeños
productores rurales a juzgar por los comentarios de la prensa urquicista. Así,
por ejemplo, El Comercio se preguntaba en tono burlón sobre El Obrero
Nacional "¿Habrá enristrado ya su lanza para ir a pedir cuenta al Gobierno
sobre el nuevo impuesto al arrendamiento de campos? ¿Será que llevará los cinco
mil ejemplares del consabido Folleto, e irá a hacer la distribución a sus
queridos hermanos?" ("Apretada de Gorro" en La Capital,
11 de abril de 1870).
[16] "El Contrato Fragueiro", en El Obrero Nacional, 29 de marzo de 1870. Citado en Chávez, 1986, p.
244.
[17] "La Revolución de Principios", en El Hijo del Pueblo, 16 de abril de 1870.
En La Capital, 18 de abril de 1870.
[18] En otro
artículo del Obrero Nacional Fernández
celebraba que "Ya no hay jefes políticos que insulten a los ciudadanos y
aten y apaleen a los pobres gauchos". ("A los corresponsales del Obrero Nacional", en La Capital, 18 de abril de 1870).
[19] "La Revolución de Principios", El Hijo del Pueblo, 16 de abril de 1870.
En La Capital, 18 de abril de 1870.
[20] En marzo de 1870 había aumentado el precio del
arrendamiento de tierras públicas. También se habían elevado las patentes de
las pulperías de campaña de 80 pesos fuertes a 1000 pesos fuertes.
[21] "La Revolución de Principios", en El Hijo del Pueblo, 16 de abril de 1870.
En La Capital, 18 de abril de 1870.
El subrayado es mío.
[22] "Prensa argentina" en, La Democracia, 14 de enero de 1863.
[23] Clodomiro Cordero (1871). Revolución en Entre Ríos. La Guerra y la Paz. Buenos Aires:
Imprenta La Tribuna, p. 9. En Fradkin, 2015, p. 253.
[24] Por supuesto, la acusación de traidor a Urquiza ya
circulaba ampliamente por fuera de los discursos públicos.
[25] "Fusilamiento de soldados entrerrianos en la
frontera", en El Comercio, 12 de
abril de 1869.
[26] "Hijos de Ramírez" o "Pueblo de
Ramírez" son las expresiones más usuales que se encuentran en la prensa y
en los intercambios epistolares.
Francisco
Ramírez (también conocido como El Supremo Entrerriano) fue un líder político y
militar con actuación pública en la década de 1810 hasta su muerte en 1821.
Tomó parte en la lucha contra los realistas y contra las tropas de Buenos Aires
como lugarteniente de Artigas. En 1820, junto a Estanislao López, derrotó a las
fuerzas directoriales e invadió la provincia de Buenos Aires. Ese mismo año
creó la República Entrerriana que incluía a las provincias de Entre Ríos y
Corrientes, la cual se disolvió tras su muerte.
[27] Por ejemplo, en La
Verdad se leía, "En el Paraná se publica un periódico (el Obrero) en el que se le ha estado
dirigiendo esa acusación [de traidor a Urquiza] en nombre del Partido de
Ramírez" ("El grito acusador" en La Verdad, 14 de abril de 1870). Fermín Chávez, por su parte,
afirma que el 12 de febrero de 1870 El
Obrero Nacional publicó un artículo en el que describían a Ramírez como
"arquetipo federal" (1986, p. 163).
[28] "Páginas sueltas de mi Cartera de Soldado" en La Nueva Era, 25 de septiembre de 1870.
[29] Esta
interpretación se encuentra en los autores revisionistas. Por ejemplo, Chávez,
1986.