La producción de lo político en el peronismo interior. “Pro-nazis” y “turcos coimeros” en el primer peronismo santiagueño 

José Vezzosi

Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud

Universidad Nacional de Santiago del Estero

Santiago del Estero, Argentina

 

 

PolHis, Revista Bibliográfica Del Programa Interuniversitario De Historia Política,

Año 13, N° 26, pp. 401-426

Junio-Diciembre de 2020

ISSN 1853-7723

 

Fecha de recepción: 29/07/ 2020- Fecha de aceptación: 17/09/2020

 

 

Resumen

El artículo indaga los asuntos en juego en la interna partidaria del primer peronismo santiagueño (1946-1948). Los conflictos, aunque guardaron relación con el proceso de organización partidaria a nivel nacional, no responden a una dinámica centralizada y jerárquica, sino que entraman un complejo juego entre los grupos en pugna (“halcones” y “palomas”) en torno a la pertenencia a mundos sociales diferentes. Nos asomaremos a un escenario cuya conflictividad se muestra atravesada por una disputa en la que la eficacia de la (des)calificación y (des)legitimación del adversario político (“pro-nazis” y “turcos coimeros”) se vincula –y resuelve- con dinámicas y en procesos específicos, múltiples y socio-históricamente construidos en el espacio provincial.

 

Palabras Clave

Peronismo interior – Santiago del Estero – Partido Peronista – Mundos sociales de pertenencia


 

The production of the political in the interior Peronism. The “pro-Nazi” and the “Arab bribers” in Santiago del Estero’s first Peronism

Abstract

This article explores the internal conflict in Santiago del Estero’s first Peronism (1946-1948). Although it was related to the organization of the party at the national level, it was not centralized and hierarchical in nature. Rather, it entailed a complex game between the two opposing sides ("hawks" and "pigeons") in terms of belonging to different social worlds. A scenario will be explored where conflict is governed by a dispute in which the effectiveness of (dis)crediting and (de)legitimizing political adversaries as "pro-Nazi" or "turcos coimeros" ("Arab bribers") is linked with—and solved through—multiple specific, socio-historically constructed processes and political events at the provincial level.

 

Keywords

Provincial Peronism - Santiago del Estero - Peronist Party - social worlds of belonging

 

La producción de lo político en el peronismo interior. “Pro-nazis” y “turcos coimeros” en el primer peronismo santiagueño

 

“Toda antítesis religiosa, moral, económica, ética o de cualquier otra índole, adquiere un carácter político si es lo suficientemente fuerte como para agrupar eficazmente a los seres humanos en términos de amigo/enemigo”

Carl Schmitt, El concepto de lo político, 1932

 

 

El día 17 de octubre de 1947, Francisco López Bustos, Interventor de la municipalidad de la capital de Santiago del Estero, presentó su renuncia. En su dimisión afirmaba que “no puede solidarizarse con la designación del ministro de Gobierno recaída en un militante activo de la Unión Democrática, que fuera rival en las últimas elecciones”, puesto que esa situación expresaba “el propósito del gobernador de cambiar el rumbo del gobierno revolucionario y que por consiguiente están de más en el mismo los auténticos peronistas.”[1] López Bustos aludía a Cristian Jensen, militante de la Unión Democrática, y presidente de la Sociedad Agrícola Ganadera, una de las corporaciones patronales provinciales que se opusieron a la candidatura de Perón. Jensen llegaba en reemplazo de Carlos Arturo Juárez quien había renunciado los primeros días de octubre de 1947 aduciendo no estar dispuesto a someterse a “la ambición y al capricho de la camarilla dominante… más he preferido proseguir actuando… dentro de la ley, consecuente con los principios políticos renovadores que sustento desde hace largos años encarnados hoy en la persona del general Perón.”[2]

La renuncia de Juárez -que fue acompañada por la de su hermano Nicolás, Secretario General de la Gobernación- era el desenlace de un pleito con el ministro de Hacienda y Obras Públicas, Aníbal Oberlander. Éste, a su vez, estaba siendo enjuiciado por violar privilegios parlamentarios. Habría tratado de “turcos coimeros” a diputados pertenecientes a un bloque de la legislatura que, reconociéndose peronistas, se manifestaban disidentes al gobernador Aristóbulo Mittelbach. Juárez, por su parte, había sido designado el 3 de noviembre de 1946 luego de que dimitiera Jorge Argañaráz, acusado –por los disidentes- de vinculaciones con asociaciones “pro-nazis” por un supuesto apoyo financiero a la Alianza Libertadora Nacionalista local.[3]

En ese contexto, y en medio de constantes licencias por enfermedad del gobernador, en enero de 1948 se decretó la Intervención Federal a la provincia. Finalizaba así el primer gobierno peronista santiagueño, marcado por la división entre quienes se mantenían fieles al gobernador, y quienes –liderados por el diputado nacional Rosendo Allub- habían formado un bloque disidente mayoritario en la legislatura que la prensa graficó como la disputa entre “halcones” y “palomas”. El retorno a la normalidad institucional se dio en 1949, con la elección de Juárez como gobernador.[4]

Este trabajo busca complejizar una idea ampliamente difundida en los estudios sobre la dimensión político-partidaria del peronismo en el interior del país, y que con Mercedes Vargas hemos conceptualizado como “la negación de lo político en el peronismo provincial” (2018). Con esa expresión nos referirnos al modo como las “interpretaciones extracéntricas” (Macor y Tcach, 2003 y 2013) han subsumido el componente beligerante y disruptivo del peronismo “bajo la forma de cierta continuidad con las relaciones de dominación ya sedimentadas” (Vargas y Vezzosi, 2018, p.162) en las provincias. La expresión partidaria del peronismo interior se explicó cautivo del liderazgo carismático de Perón y de las resoluciones centralizadas del Consejo Superior Peronista postulado como la voluntad general soberana, capaz de subordinar las decisiones provinciales (Macor y Tcach, 2013, p.11).

Este enfoque ha sido cuestionado por distintos trabajos que han mostrado que la conflictividad interna que caracterizó el período formativo del partido peronista (Mackinnon, 2002) tuvo lugar también en espacios provinciales (Aelo y Quiroga, 2006; Aelo, 2016; Tcach y Philp, 2013; Prol, 2013; Solis Carnicer, 2013; Correa y Quintana, 2013; Ibañez, 2013; Garzón Rogé, 2012, 2013, 2017). Miradas heterogéneas y polifacéticas fueron ganándose espacio en los análisis de los peronismos provinciales (Aelo, 2015 y 2016). La “verticalidad” fue perdiendo peso explicativo y cobró relevancia la especificidad y situacionalidad de los casos en análisis (Garzón Rogé, 2018 y 2019). 

Sin embargo, los modos en que fue abordada la conflictividad interna de las configuraciones partidarias peronistas parecieron limitarse a dar cuenta del enfrentamiento entre políticos (radicales) y sindicalistas (trabajadores) (Mackinnon, 2002), y explicar el devenir de los acontecimientos y su desenlace (Quiroga, 2012). La comprensión situada y específica de los asuntos en juego en las disputas partidarias internas no fueron indagadas. En este trabajo recuperamos ese interrogante como un punto de entrada privilegiado para recuperar la dimensión político-productiva de los peronismos provinciales.

Nos asomaremos a un escenario cuya conflictividad se muestra atravesada por una disputa en la que la eficacia de la (des)calificación y (des)legitimación del adversario político (“pro-nazis” y “turcos coimeros”) entrama un juego de relaciones y dinámicas de posiciones entre los grupos en pugna (“halcones” y “palomas”) en torno a la pertenencia a mundos sociales diferentes (Vommaro, 2017). Los recursos de diferenciación e impugnación (Bourdieu, 2019) dejan ver una lucha subyacente por validarse como actores políticos, una disputa por la inclusión/exclusión en el espacio político legítimo (y por la permanente re-definición de sus límites y fronteras) (Barros, 2011; Mouffe, 1999). Escenario en el que es posible identificar cómo detrás de las antítesis morales (Schmitt, 2009 [1932]), y en torno a un inacabado proceso de producción simbólica que se juega en el fondo de la lucha política (Bourdieu, 2009), lo político entendido como la dimensión de antagonismo constitutiva de las sociedades humanas se produce y reproduce (Mouffe, 2011, p. 16).

 

La negación de lo político en el peronismo interior

En las últimas décadas, las “interpretaciones extracéntricas” sobre la emergencia del peronismo en las provincias argentinas avanzaron en el estudio de sus particularidades tales como la estructura partidaria y el proceso político-estatal (Macor y Tcach, 2003 y 2013). Sin embargo, la recuperación crítica de esos trabajos mostró su apego a los binomios ruptura/continuidad (Vezzosi, 2017) y tradición/modernidad (Vargas y Vezzosi, 2018) que habían caracterizado a los estudios canónicos del peronismo (Germani, 1956; Murmis y Portantiero, 2004 [1971]; Torre, 1990, entre otros). Los principales argumentos extracéntricos sostuvieron que, en contextos de baja inmigración e industrialización, el peronismo se habría sostenido en alianzas con sectores conservadores oligárquicos provinciales (Macor y Tcach, 2003, p. 31). La dimensión partidaria del peronismo fue caracterizada como jerárquica, centralista y reproductora de viejas prácticas de la “política criolla”, a tono con la tradición cultural que, desde lecturas germanianas (Germani, 1973), se les había atribuido a las poblaciones del interior del país. Como ha mostrado Garzón Rogé, ni Los años formativos del partido peronista de Mackinnon, ni lo que “los estudios sobre el ‘interior’ fueron relevando en términos de conflictividad interna y de oposición a la implantación de la verticalidad” (2019, p. 177), parecieron convencer a Macor y Tcach de que la organización partidaria peronista fuera algo más que un espacio de “pleitos minúsculos” atravesada por “mecanismos centralizados de toma de decisiones” en torno a “un espacio peri-carismático –el Consejo Superior- concebido como una voluntad general (mimetizada con los deseos del líder) con legitimidad para subordinar y desconocer las voluntades provinciales, pensadas como soberanías subordinadas y débilmente institucionalizadas” (2013, p.12).

Este modo de entender al peronismo interior supone la negación de los espacios provinciales como espacios de producción de lo político. La subordinación de las configuraciones partidarias provinciales a los mandos nacionales “no habría provocado grandes progresos en las aceitadas relaciones de dominio preexistentes en los escenarios locales” (Vargas y Vezzosi, 2018, p.164). La disrupción provocada por el peronismo parece difuminarse en las provincias, cuya posibilidad de poner en cuestión las sedimentadas relaciones de dominación quedaban supeditadas a lo que sucedía a escala nacional y, con ello, la dimensión antagónica de los espacios políticos subnacionales (Mouffe, 2011 [2007]). 

Esto parece particularmente evidente en Santiago del Estero, donde la emergencia del peronismo ha sido explicada como “una aglomeración política pragmáticamente constituida, heterogénea en sus miembros, con predominio del radicalismo más conservador y apoyada en conocidos representantes del poder económico local” (Martínez, 2008a, p.89). La interna partidaria entre trabajadores, nacionalistas (algunos identificados con el catolicismo) y dirigentes radicales antipersonalistas (Tenti y Salas, 1995; Martínez, 2008a y b; Martínez y Vezzosi, 2013; Vezzosi, 2014a) habría alcanzado picos de intensidad a fines de 1945, previo a las definiciones de candidaturas. Los conflictos se habrían resuelto con la designación de Mittelbach como candidato a gobernador -un oficial del ejército, miembro del GOU que hacía muchos años que no residía en la Provincia- y la distribución de cargos y candidaturas entre los sectores en pugna (Robles Avalos, 1993).

Sin embargo, luego de ganar las elecciones, la conflictividad volvió a emerger a los niveles y con las consecuencias ya descriptas. Santiago no fue la única provincia que sufrió conflictos internos durante los primeros años peronistas. Entre 1947 y 1949 fueron intervenidas Córdoba (Tcach, 2003), Mendoza (Garzón Rogé, 2013), Salta (Correa y Quintana, 2013), Santa Fe (Prol, 2013) y –de manera simultánea, el 28 enero de 1948- las provincias de Catamarca, La Rioja y Santiago (Ibañez, 2013). No es nuestra intención construir un estudio comparativo que habilite alguna matriz común para el peronismo interior (Garzón Rogé, 2019). Tampoco el estudio de un caso en el que lo local sea referenciado como autosuficiente. Lo que buscamos es evitar reflejar el espejismo exótico de un proceso exógeno, analizando los asuntos en juego en aquella interna, y recuperar así el espacio provincial como “territorio de producción de lo político”, en el que “se generan procesos que ayudan a explicar… importantes rasgos de la identidad políticas de los sujetos colectivos… y la funcionalidad de esos sujetos en relación al poder” (Macor e Iglesias, 1997, p.12). Es decir, donde se definen de manera contingente y dinámica la relación “nosotros/ellos” que constituye la base de la dimensión antagónica de lo político (Mouffe, 2011). 

 

“Halcones” y “palomas”: la reconfiguración de la interna peronista

Mittelbach había asumido el 15 de mayo de 1946, una semana antes del discurso en que Perón anunció la disolución de los partidos que habían sostenido su candidatura. El coronel retirado anunciaba en la legislatura provincial que su “principal empeño consistirá en conservar incólume nuestro objetivo, evitando interferencias que puedan llegar a desnaturalizarlo, vengan ellas de donde vinieran”.[5] Aludía a la heterogénea composición del bloque peronista que, ya en las elecciones de autoridades legislativas, había dado muestras de disidencias, relegando a la vicepresidencia al hombre que el gobernador quería como presidente, Carlos Martilotti.[6]

A poco de iniciadas las sesiones legislativas, las diferencias se profundizaron: diputados peronistas rechazaron designaciones judiciales solicitadas por el poder ejecutivo. Esto motivó que los senadores nacionales Arcadio Avendaño y Justiniano De la Zerda –cercanos al gobernador- entrevisten personalmente a Perón exponiéndole sus preocupaciones. Ese mismo mes, el diputado Meneghini –vinculado al diputado nacional Allub-, expresaba a su regreso de un viaje a la Capital Federal, haber sido designado por las autoridades partidarias nacionales como presidente del bloque legislativo peronista. Sus declaraciones fueron desautorizadas por De la Zerda.[7]

A partir de entonces, las sesiones legislativas fueron el escenario de acusaciones, insultos y desafíos pugilísticos entre los sectores en que se había dividido el bloque peronista: uno mayoritario autodenominado Juan Perón, llamado “halcones” o “bloque de hierro” por la prensa, disidentes y dispuestos a enfrentar al gobernador y sus ministros; el otro, oficialista, minoritario, llamado “palomas” o “de manteca”. La legislatura rechazaba las principales iniciativas de un poder ejecutivo que gobernaba por decreto, y  vetaba las resoluciones legislativas. Esto motivaba la intervención del poder judicial, todavía en comisión, por la falta de acuerdos en la designación de jueces. La situación institucional era grave.

Si en tiempos de definiciones de candidaturas (fines de 1945), la conflictividad se había expresado entre tres grupos, nacionalistas, trabajadores y radicales, a mediados de 1946 se reconfiguró en torno a dos sectores. Uno liderado por el gobernador y figuras de trayectoria en el espacio político santiagueño (como Avendaño y De la Zerda); otro comandado por Allub, diputado nacional y encumbrado dirigente de la sociedad sirio-libanesa, pero de menor recorrido político previo. ¿Qué había en juego en aquella disputa? ¿Cuáles son los elementos que nos habilitan a pensarla como una ventana para recuperar la productividad de lo político del espacio provincial? A continuación profundizaremos en algunos mecanismos de impugnación que implicaban denuncias de alto impacto público y que nos llevarán al ámbito simbólico de la producción de diferencias e identificaciones políticas (Mouffe, 2011 [2007]).  

El 13 de septiembre de 1946 los “halcones” se hicieron eco en la legislatura de una nota publicada por el diario El Liberal. En ella se hablaba de un atentado sufrido por un busto de Sarmiento, y se dejaba entrever –a modo de rumor público- vinculaciones entre el ministro de Gobierno Argañaráz y el grupo de jóvenes de la Alianza Libertadora Nacionalista local, sindicada como autora del atentado.[8] A requisitoria de los “halcones” la legislatura hizo comparecer al ministro en el recinto para dar explicaciones por supuestas vinculaciones con “agrupaciones pro-nazis”.[9] 

El ministro expresó que sólo había firmado la garantía para el alquiler de un local a solicitud de un grupo de jóvenes de reconocidas familias de la ciudad, pero que tenía conocimiento de que el presidente de la legislatura, Jorge Carabajal, un “halcón”, abonaba una suma mensual para el sostenimiento de “dicha agrupación.”[10] Carabajal se defendió acusando al ministro de designar amigos y parientes en la administración pública (Vezzosi y Suárez, 2019). Luego de agravios mutuos, el ministro abandonó el recinto. La legislatura se declaró insatisfecha por las explicaciones de Argañaráz quien, luego de infructuosas negociaciones en Buenos Aires, presentó su renuncia.[11] Lo reemplazó Carlos Juárez, un hombre que había llegado al peronismo por su militancia en la juventud de la Acción Católica local, pero que por entonces, tenía evidentes vínculos con Allub y los “halcones”.

En el episodio podemos ver la eficacia de las acciones que los “halcones” producían, alterando las posibilidades de conducción del gobernador y su grupo, quienes, en principio, parecían contar con el favoritismo de la conducción nacional. La renuncia de Argañaráz y la designación de Juárez parecen escapar de una lógica puramente centralista e impuesta heterónomamente. Pero el episodio deja entrever también los rasgos simbólicos de una disputa por los principios de visión y división en el espacio político provincial (Bourdieu, 2001; Angenot, 2010). Acusar de “pro-nazi” a un ministro en el seno de la legislatura provincial implicaba una descalificación de contenido moral. La moral es un elemento central de la producción social (Balbi, 2016a, 2016b, 2017), un “tejido, siempre en hechura de conocimientos referidos a la deseabilidad y obligatoriedad relativas a los cursos de acción y las relaciones sociales” (Balbi, 2016, p.7). En ese sentido, las descalificaciones que mostramos invitan a ser pensadas como parte integral de la producción de lo político en el Santiago de los años 1940.

La producción “de principios y jerarquías morales” (Vommaro, 2017, p.39) en la interna partidaria escenifica una acusación que no sólo aspira a producir la asociación con un modelo sociopolítico que había sido derrotado y con el que la Unión Democrática intentó vincular al peronismo durante toda la campaña de 1945. La indeseabilidad de un “pro-nazi” remite también a la imputación de autoritarismo e intolerancia. Ya en enero de 1946, El Liberal había publicado noticias en las que acusaba a militantes estudiantiles peronistas –entre ellos López Bustos y Juárez- por quemar ejemplares en la plaza central de la ciudad e intentar incendiar el edificio del diario. Abiertamente, el diario asoció la manifestación con expresiones nazifascistas, y expresó que los manifestantes se habrían pronunciado contra Estados Unidos y las Actas de Chapultepec, contra la democracia y el “judaísmo internacional”.[12]

La institución de ciertos hechos de un carácter moral (o inmoral) resulta de “procesos sociales donde actores socialmente situados disputan, imponen, aceptan y/o acuerdan –según sea el caso- en torno del significado de tales hechos en términos deseabilidad relativa y de su carácter imperativo” (Balbi, 2016a, p.7). Acusar al grupo con el que disputaban la interna de un rasgo indeseable que los opositores habían atribuido a todo el peronismo, implicaba una operación de distanciamiento de esa carga, circunscribiéndola al grupo de las “palomas”. Es un juego que implicaba –también- la redefinición de la frontera identitaria “nosotros/ellos” (Mouffe, 2011). Sin embargo, como veremos a continuación, otra invalidación de contenido moral será puesta a circular –esta vez- sobre los halcones, la acusación de “turcos coimeros y polillas”.

 

“Turcos coimeros y polillas”

La designación de Juárez en la cartera política el 3 de noviembre de 1946 guardaba la intención de apaciguar la interna. Sin embargo, la insistencia de la conducción partidaria nacional en confirmar a De la Zerda como delegado reavivó el conflicto. La legislatura continuó siendo el terreno privilegiado de la disputa[13] durante 1947, a pesar de las expresiones del gobernador Mittelbach de mostrarse al margen de los conflictos partidarios.[14] Los episodios escandalosos fueron varios[15], pero nos detendremos en aquel que llevó a la renuncia del Ministro Aníbal Oberlander, hombre de confianza del gobernador.

La dimisión de Oberlander se produjo luego de que prosperara en la legislatura un pedido de juicio político presentado por los “halcones”. Acusaban al ministro de haberse emborrachado en un bar céntrico de la ciudad capital e increpado al jefe de policía por haber detenido injustamente a su hijo. Según habría relatado el Jefe de Policía, el Ministro lo había amenazado con “hacerlo echar”.[16] Un grupo de ciudadanos de ascendencia árabe que estaban sentados en una mesa contigua habrían sido obligados a retirarse del bar, luego de que el Ministro los habría amenazado con que “los sacaría a tiros por polillas”.[17] 

Durante el altercado Oberlander habría solicitado al jefe de policía que dejara regresar a su hijo a dormir en su casa durante la noche. Ante la respuesta negativa, Oberlander habría gritado a viva voz que el Ministro Juárez atentaba contra él junto con los “turcos coimeros de la Cámara”[18], en alusión a la ascendencia árabe de varios miembros del grupo de los “halcones”. La comisión investigadora de la legislatura discutió largamente acerca de cuántas copas habría tomado Oberlander aquella noche, y citaron a declarar al mozo del bar. Finalmente resolvieron enjuiciarlo por embriagarse en público -acto impropio en un ministro- y por haber violado privilegios parlamentarios con sus dichos sobre los diputados.[19] 

Este hecho, que en primera instancia parece repetir maniobras del grupo disidente, introduce un elemento clave al analizar los asuntos en juego en aquella interna y la dinámica de producción de lo político en el espacio social santiagueño. El señalamiento hacia los “turcos” (en relación a la colectividad árabe) como enemigos de un gobierno identificado con el nacionalismo –y descalificado como “pro-nazi” por quienes ahora eran acusados de “turcos”- remite a la construcción de jerarquías morales inscritas en la dimensión sociocultural de la producción política. Autoritarismo (nazis) y corrupción (coimeros) parecen ser los ejes simbólicos de una disputa que reconfiguraba la dimensión político-antagónica en la provincia (Barros, 201; Mouffe, 1999).

El uso del apelativo “polilla” hace referencia a quien vive del trabajo de los demás, que se apropia de la riqueza que producen otros. Forma despectiva -en el contexto discursivo de la época- de ponderar la habilidad para desarrollar actividades comerciales y/o de préstamo de dinero de los migrantes sirios y libaneses (a quienes en el uso se los agrupa bajo el apelativo de “turcos”) que habitaban Santiago del Estero durante la primera mitad del siglo XX (Tasso, 1988). Por su parte, en el argot político, el coimero es quien recibe una prebenda (coima) a cambio de un favor que es posible de realizar desde el puesto (estatal y/o de gobierno) que el coimeado ocupa, y que generalmente está asociado a un beneficio (por acción u omisión) para el coimeador. La combinación de “turcos coimeros y polillas” representa una carga moral indeseable en la producción sociopolítica de la época.

La incorporación de los migrantes sirios y libaneses era un asunto poco ortodoxo para la vida social y política santiagueña de mediados del siglo XX (Tasso, 1988; Vezzosi y Vargas, 2018). Su incipiente participación en puestos políticos, parecía sub-representada frente a la penetración territorial y el desempeño en actividades económicas. A pesar de compartir la pertenencia al peronismo, para el grupo de las “palomas” el árabe habría significado una frontera del espacio político legítimo (Laclau y Mouffe, 1987). El juego de descalificaciones entre grupos cuyos líderes eran un Coronel del Ejército vinculado a familias de larga raigambre en Santiago –Mittelbach- y un histórico dirigente de la Sociedad Sirio Libanesa que luego de largos años de transitar por los márgenes sociopolíticos había logrado ocupar un puesto como legislador nacional -Rosendo Allub-, transparenta la dinámica entre posiciones consolidadas y emergentes que subyace a la producción de categorías morales.

Los “halcones”, pertenecientes a grupos habitualmente marginados de la política santiagueña, buscaban ocupar el centro del nuevo partido acusando a quienes lo ocupaban de autoritarios. Las “palomas”, agentes más habituados al gobierno y la política, resistían denunciando a los neófitos por “turcos” y “coimeros”. Los mundos sociales de pertenencia (Vommaro, 2017) se relacionan con el background social de los actores y sus trayectorias, pero también con los múltiples capitales y posiciones que ocupan en el espacio social.

Esos mundos sociales otorgan “recursos morales y cognitivos para las prácticas políticas” lo que tiende a producir legitimaciones y deslegitimaticiones morales en los actores involucrados. La utilización de apelativos como “halcones”, “palomas”, “pro-nazis”, “turco coimero” remiten a categorías que traslucen gramáticas sociales y juegos de lenguaje (Vomaro, 2017) que conectan con valores y formas de ser diferentes, aspirando a producir efectos de identificación/validación o de desidentificación/invalidación. La producción de visiones de mundo incide en la dinámica de las posiciones y relaciones, validando e invalidando posiciones consolidadas o emergentes y, con ello, las luchas por la inclusión/exclusión de actores en el espacio político considerado legítimo.

 

Mundos sociales de pertenencia en las disputas del primer peronismo santiagueño

El concepto de mundos sociales de pertenencia ha sido utilizado por Vommaro para analizar las diferentes facciones que componen el partido Propuesta Republicana (PRO) y dar cuenta de “las visiones del mundo y los repertorios de acción (que) forman parte de un ethos político que caracteriza al partido” (2017, p. 45). Una situación similar fue advertida por Moira Mackinnon en el libro Los años formativos del partido peronista. La autora señaló que uno de los ejes conflictivos en la interna peronista a escala nacional fueron las “diferencias de experiencia, de clase, de estilo, de conducta política, de mentalidad” (2002, p. 50) entre laboristas y radicales. En este apartado proponemos adentrarnos en los mundos sociales de pertenencia de las “palomas” y los “halcones”, apelando a indicadores de posesión de capitales en el espacio social santiagueño de la época (Martínez, 2011 y 2013).  Buscamos elementos que nos ayuden a comprender esas diferencias de mentalidad, estilo, experiencia; a mirar la configuración del “ethos político” partidario como uno de los asuntos en juego en aquella disputa.

En el grupo de las “palomas” –Mittelbach, De la Zerda, Avendaño, Oberlander, Argañaraz y Martilotti- se destaca su pertenencia a familias de raigambre en la provincia.[20] De todos ellos hemos encontrado evidencias de sus vínculos y posicionamientos ideológicos cercanos al nacionalismo, en línea con la pertenencia de De la Zerda y Mittelbach a grupos del ejército formados en esas corrientes durante la década de 1930 (Vezzosi, 2017). El resto tenía formación universitaria completa y, salvo Oberlander[21], ya habían ocupado espacios relevantes en el poder ejecutivo, legislativo nacional o provincial en tiempos previos al peronismo. De la Zerda y Argañaraz contaban con una importante militancia en organizaciones religiosas católicas locales. Argañaraz y Martilotti además, habían formado parte de partidos conservadores.

En el grupo liderado por Allub, ninguno de sus miembros parece provenir de familias de raigambre santiagueña. Tampoco poseer trayectoria en el ejército ni vínculos con el nacionalismo. Si bien algunos poseen formación universitaria, sus capitales sociales están relacionados con la militancia en asociaciones religiosas -principalmente- católicas (Vezzosi y Suarez, 2019), o de inmigrantes. Antes que en el nacionalismo o el conservadurismo provincial, sus antecedentes políticos, más bien marginales (legisladores provinciales o funcionarios de tercera línea), remiten al radicalismo antipersonalista vernáculo.

Comparativamente los “halcones” parecen poseer un background social más relevante que el de las “palomas”. Sin embargo, como vimos, el concepto de mundos sociales de pertenencia se relaciona también con los capitales y posiciones que los actores ocupan en el espacio. En ese cruce entre los antecedentes sociales y la dinámica de capitales y posiciones en el espacio podemos encontrar algunos indicios para comprender los niveles de eficacia de los “halcones” en la interna peronista. Mirar con detenimiento la trayectoria de su figura principal, Allub, resulta particularmente productivo. El recorrido mostrará que su pertenencia a la colectividad árabe y el capital económico y político que había acumulado desde su actividad comercial y forestal en el vasto territorio provincial lo posicionaba como un actor privilegiado. 

Allub era un inmigrante libanés nacido en Ras-Baalbeck, llegado al país en la primera década del siglo XX (Tasso, 1988, p.134). En Santiago se dedicó al comercio ambulante en las regiones forestales donde se concentraba la mayor cantidad de personas económicamente activas y un importante caudal de votos (Martínez y Vezzosi, 2013). Luego, asociado con amigos y parientes oriundos de la misma ciudad libanesa recorrió largamente el territorio mediante el negocio del arreo y compraventa de vacunos hasta su radicación definitiva en la capital santiagueña en 1919 donde finalizó sus estudios secundarios. Tasso lo caracteriza como un hombre ambicioso y tenaz que, en sociedad con José Alegre, inició un comercio mayorista en 1922 con el que acumuló una importante fortuna. A mediados de la década de 1920 se transformó en un miembro protagónico de la Cámara de Defensa Comercial, y presidió durante muchos años la sociedad Sirio-Libanesa. A partir de entonces, buscó traducir las fortunas acumuladas por los comerciantes de su colectividad en el interior provincial en influencia política, a través de procesos de negociación que habrían incluido a paisanos radicados en Buenos Aires (p.135).

Fue a mediados de los años ´20 cuando Allub pudo, enfrentando muchas resistencias, iniciar su carrera política como concejal en la ciudad capital y llegar a la legislatura provincial de la mano de grupos radicales antipersonalistas. Fue reelecto en 1932, y se transformó en una figura cercana del gobernador Juan Castro, cuyo interés en incorporarlo habría pasado principalmente por “conseguir su apoyo económico” (Reein y Noyjovich, 2018, p. 243). Desde allí, habría allanado el camino para la ascendencia política y económica de algunos miembros de su colectividad: durante el gobierno del “Gaucho” Castro, sirios y libaneses fueron designados en las jefaturas políticas del interior provincial. Las posibilidades de ascendencia política de Allub parecieron decaer con el golpe de Estado de junio de 1943. A principios de 1945 su nombre aparecía entre los acusados de corrupción en los informes gubernamentales. Pocos meses antes de iniciarse la campaña electoral fue sobreseído.

Relacionados con Allub aparecen Trucco y Montes de Oca, convencionales constituyentes en 1939 y diputados provinciales por el radicalismo. También cercanos a Allub estaban el escribano Víctor Mansilla Gauna y otros miembros de la colectividad árabe representando distintas localidades, como Elías Gubaira (del departamento Avellaneda), Luis Salim (de la ciudad ferrioviaria de Frías), Manuel Khairallah (departamento Robles), Rescala Hueste (Sumampa), Jose Gelid (Quimilí, propietarios del obraje Pedro Gelid Hnos., que a 1946 poseían más de 40 mil has. de bosque bajo su explotación), entre otros (Tasso, 1988).

De manera que las posibilidades de negociación de Allub en la interna peronista habrían radicado en su capacidad de gestionar el caudal electoral vinculado a los obrajes, en función de esa red social, política y comercial tejida desde mediados de los años ´20 (Martínez, 2008a y 2008b) con los paisanos de su colectividad, ya posicionados como jefes políticos en los pueblos. Allí radicaba cerca del 70% de la población económicamente activa. Según estimaciones de Olmos Castro, por entonces trabajaban en los establecimientos forestales entre 100 y 130 mil obreros (1945). Los votos válidos en las elecciones de febrero de 1946 fueron 88.392 (46 mil de los cuales fueron para el laborismo) de un padrón electoral que hacia 1943 rondaba en los 130 mil electores habilitados.[22]

El análisis que propusimos en este apartado, muestra la pertenencia a mundos sociales diferentes entre los “halcones” y las “palomas”, e implícitamente permite reconocer modos diferentes de vivir y pensar la política. Pero además, la producción de jerarquías morales, se conecta con un complejo juego de relaciones y posiciones en torno a la disputa por la inclusión/exclusión de un grupo de actores -los árabes- cuyo acceso al espacio político se había circunscrito a espacios marginales. La resistencia de las “palomas”, parece ser la resistencia de los legitimados y habituados políticos, frente a los “camarilleros”, “coimeros” y “polillas”. Sin embargo, sus conexiones en el amplio territorio provincial y -particularmente- con el mundo del obraje que poseían los “halcones”, tuvieron mayor peso relativo que las conexiones con los mandos nacionales del partido y la raigambre familiar, militar, social y política de las “palomas”.

Tal vez por eso, cuando el gobernador Mittelbach rechazó la renuncia del ministro Oberlander, quien presentó la suya fue Juárez, aludiendo la necesidad moral de mantenerse al margen de actuaciones impropias de un gobierno peronista. La designación del ex miembro de la Unión Democrática Jensen y un estado de salud cada vez más endeble parecieron sepultar definitivamente las posibilidades de Mittelbach para reencauzar su gobierno.  Los últimos días de enero de 1948, y mientras ya se había lanzado la campaña electoral por la intendencia de la ciudad capital, se dispuso la Intervención Federal a la provincia. La fórmula Santiago Corvalán - Aníbal Oberlander, pretendió enfrentarse a la que había sido designada por el interventor partidario Emilio Visca: Carlos Montes de Oca - Ricardo Toro. Empero el juez federal Lorenzo Fazio no aprobó la personería jurídica de la fórmula de las “palomas”. Mittelbach, ya moribundo, telegrafió a Perón denunciando los resultados del accionar inescrupuloso de quienes habían llevado su gobierno a la ruina.

 

Conclusiones

En este trabajo hemos abordado las disputas internas en el peronismo santiagueño entre 1946 y 1948. El punto de partida fue su contrastación con la afirmación de que el partido peronista en el interior del país habían sido estructuras carentes de autonomía frente a las decisiones centralizadas en Buenos Aires y la figura de Perón. A partir de allí, nos preguntamos por los asuntos en juego en las disputas entre peronistas oficialistas y disidentes que ya minaban la capacidad del gobierno provincial. Nos dimos con que la disputa se configuraba en torno a “halcones” y “palomas”, calificativos de la prensa de la época que no parecía asimilable a la disputa que tenía lugar a escala nacional entre “laboristas” y “radicales” (Mackinnon, 2002). Recuperando el espacio provincial como espacio de producción de lo político (Mouffe, 2011) -en vínculo relacional con la escala nacional-, recurrimos al análisis de la dimensión simbólica del conflicto e indagamos en la producción moral y los mundos sociales de pertenencia.

La descripción de procesos de impugnación y descalificaciones que tenían lugar en la legislatura provincial nos permitió mostrar escenificaciones a través de las cuales se buscaba asociar a las “palomas” con el totalitarismo (“pro-nazis”) y a los “halcones” con la corrupción (“coimeros” y “polillas”). En la disputa por la imposición de principios y jerarquías morales, se juegan importantes cuotas de producción de lo político en un espacio social, en la medida en que aspira a (re) definir el antagonismo (Mouffe, 1999, p. 16) a partir de elementos significativos del espacio provincial. Sean éstos apoyos financieros a la Alianza Libertadora Nacionalista o la pertenencia a la colectividad árabe.  

Como se evidencia en los dichos que se le endilgan al ministro Oberlander, con los calificativos de “coimeros” y “polillas” asociados a los “turcos”, es decir miembros de la colectividad árabe santiagueña que ocupaban cargos políticos en el propio peronismo, vemos que la producción de jerarquías morales se relaciona con la dinámica de capitales, posiciones y relaciones en el espacio social santiagueño. Poniendo a trabajar la noción de “mundos sociales de pertenencia” pudimos ver que esa disputa también estaba atravesada por la lucha de legitimación o deslegitimación de la presencia –hasta ese momento marginal- de los árabes en la política santiagueña.

Finalmente, y buscando argumentos que explicaran por qué los “halcones” lograron mayor eficacia en la interna peronista, recurrimos a la trayectoria socio-política de Rosendo Allub, la principal figura de los “halcones”. Pudimos ver que las conexiones territoriales que habían desplegado los argentinos-árabes en el interior provincial fue uno de los elementos determinantes, particularmente en la capacidad de mediación con el masivo mundo de la industria forestal, en torno al cual parecía jugarse los destinos electorales de la época. Algo que el radicalismo antipersonalista ya había comenzado a trabajar antes del golpe de Estado de 1943.

Pudimos mostrar que “halcones” y “palomas” no eran radicales y laboristas. Tampoco eran “turcos coimeros” ni “pro-nazis”. Eran grupos políticos que en pleno proceso de consolidación del peronismo disputaron el quicio del emergente espacio político, en un proceso cuya dinámica terminó siendo mutuamente excluyente (exterior constitutivo). El background social, sus trayectorias, sus construcciones morales (marcos de referencia para la acción), sus posiciones y capitales terminaron mostrando que los asuntos en juego de la interna peronista iban más allá del reparto de cargos. La definición por los límites de lo político, de los actores validados e invalidados, y la disputa por el peso relativo de los capitales que entrarían en juego fue -según la perspectiva brindada- un asunto central de esa producción de lo político. En la disputa interna del primer peronismo santiagueño, fueron los actores de mayor capacidad y peso territorial -y no los de mayores conexiones con Buenos Aires- quienes lograron imponerse.

Los conflictos al interior del peronismo santiagueño durante el gobierno de 1946-1948, si bien guardaron relación con el proceso de organización partidaria a nivel nacional, no parecen enmarcarse en una dinámica supeditada a las decisiones que se tomaran en Buenos Aires de manera centralizada y jerárquica, por el contrario estuvieron atravesados por tensiones, dinámicas y procesos que se comprenden asumiendo la potencialidad epistémica de recuperar los espacios provinciales como espacios donde lo político no sólo de reproduce sino –también- se produce.

 

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[1] Diario El Liberal, 18 de octubre de 1947.

[2] Diario El Liberal, 6 de octubre de 1947.

[3] Reconocido grupo nacionalista, católico y de derecha, cuyos vínculos con el primer peronismo en la provincia son poco claros. Cfr. Besoky, 2014.

[4] La candidatura de Juárez emergió luego de la renuncia de Orestes Di Lullo, reconocido médico de amplia actuación en espacios culturales y políticos (fue intendente de la capital durante el gobierno de facto). La literatura consigna (Alen Lascano, 1992) que su posición intransigente en la conformación de listas legislativas habría derivado en su dimisión, con la campaña electoral lanzada. La mediación del interventor partidario E. Visca, derivó en el anuncio de la candidatura de Juárez.

[5] Mittelbach, A. (1946): Discurso pronunciado ante la Honorable Legislatura con motivo de la asunción del mando gubernativo. Santiago del Estero: Imprenta del Boletín Oficial de la Provincia.

[6] Martilotti era abogado, y sobrino de Mittelbach, cobró relevancia política cuando en 1944 fue designado delegado de Trabajo y Previsión (Cfr. Martínez, 2008a).

[7] Diario El Liberal, 24 de junio de 1946.

[8] Sección Ecos, Diario El Liberal, 7 de septiembre de 1946.

[9] Diario El Liberal, 25 de septiembre de 1946.

[10] Diario El Liberal, 27 de septiembre de 1946.

[11] Diario La Hora, 27 de septiembre de 1946.

[12] Diario El Liberal, 23 y 28 de enero de 1946.

[13] A mediados de mayo, llegaron a la provincia delegados del Partido Único, el senador Luis Cruz y el diputado Héctor Cámpora, buscando un acuerdo al inicio del período legislativo. La visita se daba luego de que los “halcones” resolvieran la suspensión de un diputado oficialista, y estudiaban la suspensión de otros siete. Como respuesta, Mittelbach, con la firma de los diputados que se mantenían fieles, había solicitado a Perón la intervención del Poder Legislativo. Los halcones amenazaron con iniciar un juicio político al gobernador por intentar cerrar la legislatura. El acuerdo alcanzado con la mediación de Cruz y Cámpora resultó ambiguo: los puestos de mando de la legislatura quedaron en manos de los “halcones” y al frente del partido De la Zerda. Diario El Liberal,18 y 20 de mayo de 1947.

[14] En el discurso de apertura de legislativa 1947 afirmó que “las vicisitudes políticas tienen por escenario el predio de sus partidos, y escapan a las funciones del gobierno”. Mittelbach, Aristóbulo (1947): Discurso pronunciado ante la Honorable Legislatura con motivo de la apertura de las sesiones ordinarias 1947. Santiago del Estero: Imprenta del Boletín Oficial de la Provincia.

[15] A modo de ejemplo, podemos referirnos al episodio en el que el diputado Pedro Infante (de adscripción espiritista y cercano a los halcones) trató de “analfabeto” al diputado oficialista Argibay, quien lo acusó de ejercer la “curandería”. Cfr. Vezzosi y Suarez, 2019.

[16] La fuente a partir de la cual reconstruimos el episodio es el Diario El Liberal, que por entonces, en su página 3 reproducía la versión taquigráfica de las sesiones legislativas. No es posible acceder al diario de sesiones puesto que en el año 1993 hubo una quema de los archivos de la legislatura, producto de un estallido social conocido como “Santiagueñazo”. Diario El Liberal, 17 de septiembre de 1947.

[17] Diario El Liberal, 17 de septiembre de 1947.

[18] Diario El Liberal, 17 de septiembre de 1947.

[19] Diario El Liberal, 17 de septiembre de 1947.

[20] En este texto, utilizamos “raigambre” para referirnos a una familia reconocida en el contexto de la época, de continua visibilidad pública en las esferas sociales santiagueñas, cuyos apellidos eran recurrentes en las secciones sociales, culturales y políticas de los diarios locales por ejemplo. 

[21] Oberlander fue el primer santiagueño egresado como arquitecto universitario.

[22] Olmos Castro afirma que “el obrajero es factor preponderante en las elecciones y no conviene ponerse a mal con él, porque, llegado el caso, cuando sus servicios electorales son reclamados, puede decir con orgullo: ‘Aquí estoy con mi gente’, la frase sacramental con la que pagan en determinadas épocas el velo que los gobernantes tienden sobre las innumerables infracciones a las leyes del trabajo. Ha sido siempre así, generación tras generación” (1943:412). Por su parte, Rein y Noyjovich (2018) muestran que, los argentinos-árabes pudieron integrarse a puestos claves de la política santiagueña durante el primer peronismo gracias su mediación como comerciantes del interior provincial en “las relaciones entre el peronismo y la industria forestal” (244).